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Violentos choques en la capital libanesa

Hizbulá y sus aliados ya controlan todo el Beirut musulmán

Fuentes: El Mundo

La radio decía que había sido evacuado de su acomodada villa por el Ejército, pero el líder druso Walid Jumblatt , socio de la mayoría en el Gobierno y promotor de las medidas adoptadas por el Gabinete contra Hizbulá que detonaron el inicio de guerra civil que padece el país, se dispone a pasar una […]

La radio decía que había sido evacuado de su acomodada villa por el Ejército, pero el líder druso Walid Jumblatt , socio de la mayoría en el Gobierno y promotor de las medidas adoptadas por el Gabinete contra Hizbulá que detonaron el inicio de guerra civil que padece el país, se dispone a pasar una larga temporada entre sus muros.

«Aquí me tienen, no voy a ninguna parte. Soy un ciudadano libanés y no voy a abandonar mi casa «, decía sin convicción mientras agitaba de forma involuntaria pero ostentosa una de sus piernas. «Tampoco podría salir, no es el momento de hacerlo». Eso suena más realista. Jumblatt se encuentra tan cercado en su acomodada mansión de Clemenceau, en el oeste de Beirut, como lo está -si permanece allí- el líder de la mayoría suní, Saad Hariri , en teoría atrinchearado en su palacio de Qoreitem, ambos distritos de Hamra.

Hasta hace dos días, se consideraba que este sector comercial de Beirut era un bastión de los suníes y sus socios. Hoy, a pocos metros de sus líderes, centenares de milicianos perfectamente organizados y uniformados de Hizbulá y Amal , las facciones chiíes, apoyadas por otras milicias adscritas a la oposición como el Partido Popular Sirio , tomaban posiciones en cada centímetro de cada calle armados con RPG, ametralladoras y fusiles de asalto, muchos relucientes y con miras telescópicas, disipando así cualquier duda sobre quién manda en el Beirut musulmán.

«Controlan todo Beirut» , admitía un Jumblatt visiblemente turbado mientras su perro Óscar, un caro sharpei dorado, jugaba con los invitados y un sirviente colocaba delicadas copas de cristal en una mesa lista para el almuerzo. En el palacete de Hariri, su portavoz Hani Hammud tampoco expresaba dudas al respecto: «Hizbulá tiene el control de la ciudad. Se trata de una guerra unilateral. No se puede decir que esperemos un ataque, pero cabe esa posibilidad» , afirmaba. Si los milicianos reciben la orden de asalto, es poco probable que la posición de Hariri en Hamra resista el embite, dada la fuerza militar de sus enemigos, pero esta tarde parecía que no existía la voluntad de tomarla por la fuerza.

Operaciones militares

Eso no impedía que los combatientes chiíes, muchos en fatigas militares y con cascos, llevaran a cabo operaciones que incluían el registro de edificios , el arresto de hombres en edad militar -al menos dos grupos podían ser vistos escoltados por hombres armados- y tiroteos esporádicos que parecían no tener respuesta. «Todo esto lo hemos logrado en dos horas y media», explicaba un responsable que no quiso ser identificado. La noche antes, se habían reportado combates en Hamra entre uno y otro bando, pero esta mañana estaba claro quién había ganado sin excesivo uso de la fuerza. Algunos escaparates y cabinas telefónicas rotas por los disparos y las barricadas que cortan las calles al tráfico delataban enfrentamientos pasados, pero hoy Hamra es una larga avenida fantasma tomada literalmente por los mejores hombres de Hizbulá, posiblemente curtidos en el combate contra Israel en el verano de 2006.

La oposición chií al Gobierno libanés y sus aliados parecen haber ganado una batalla que no se sabe a dónde dirigirá el país. Algunos hablan de la dimisión del primer ministro Fouad Siniora, que dejaría al Líbano sin Gobierno ni Parlamento (cerrado desde hace más de un año por el pulso político) y con el Ejército virtualmente secuestrado por los acontecimientos. «Pero eso no pondría final a la crisis, porque Hizbulá no aceptará tampoco a otro Gobierno», explicaba Wael Bou Faour , diputado del Partido Socialista de Jumblatt, en la residencia de Clemenceau mientras su líder aludía a la «obligación del Ejército de retirar a los hombres armados de las calles». «Esto es el principio de algo, y puede acabar mal», añadía en referencia a la guerra civil.

Ejército neutral

El movimiento de tropas es hoy muy visible en la ciudad, aunque resulta difícil decir si se despliegan aún más o se están replegando. Los cuerpos de Seguridad tiene por el momento la orden de no intervenir en los combates para evitar que ninguno de los bandos le considere parte en el conflicto y mantener así la indepencia de la única institución unida, por más que pese a los líderes de la mayoría, que no cesan de exigir al Ejército que retome el control de Beirut. Mientras los uniformados aguardan en sus tanquetas y vehículos, escoltando edificios oficiales y custodiando la ‘línea verde’, todoterrenos cargados con combatientes recorren los distritos musulmanes de la ciudad -con la excepción de Tareq al Jeddide, con gran presencia de suníes afectos a Hariri y escenario ayer de duros ataques- vigilando las calles, repartiendo armas e impartiendo órdenes a los jóvenes, muchos identificados con pañuelos o bandoleras rojas, apostados en las esquinas. Esa era la situación en el sector de Tallar el Jayat, donde los partisanos de la oposición campeaban entre los negocios disparando al aire.

«Ellos [la mayoría en el poder] han traído combatientes de fuera, de Akkar y la Bekaa, el 90% no son de Beirut, pero ni siquiera así han conseguido defender sus posiciones», explicaba uno de los responsables de Hizbulá, cuyo imponente todoterreno llevaba las matrículas tapadas. «Tomamos el barrio esta noche, y si queremos podemos tomar el Gran Serail [sede del Gobierno. ¿Qué se creían, que podrían conseguir lo que Israel no pudo, acabar con la resistencia? Acabaremos con ellos en un segundo».

Mientras, algunos civiles aprovechan la relativa calma que implica la victoria de uno de los bandos para abandonar los barrios , muchos a pie, con bolsas de plástico, y otros a bordo de sus coches. En Tareq al Jeddide, era posible ver vehículos militares cargados de civiles, temerosos de que el sector controlado por la mayoría suní vuelva a ser escenario de combates en las próximas horas. Otros han decidido no abandonar sus casas al no tener a dónde ir.

Algunos medios de comunicación afines a la mayoría fueron asaltados a lo largo de la noche. Una vez confirmado el poder militar de Hizbulá sobre el Gobierno, ahora todos esperan el siguiente paso. Para un miliciano de Hamra sólo hay uno posible: «Reconstruir lo que hemos destruido y volver a empezar».

http://www.elmundo.es/elmundo/2008/05/09/internacional/1210318124.html