Largas colas se han formado en las últimas semanas en los centros de distribución de pan de Egipto, controlados por el gobierno, dado el temor a una posible escasez. Las autoridades han tomado medidas para aliviar la crisis, pero expertos señalan que los altos precios del trigo en el mercado internacional afectarán a los […]
«El precio del trigo se incrementó en el último año 20 por ciento en el mercado egipcio, frente a la escalada de 120 por ciento a nivel internacional», dijo a IPS Hamdi Abdel Azim, ex profesor de economía de la Academia Sadat, con sede en El Cairo.
La economía egipcia crece a una tasa de siete por ciento anual, con tendencia a la aceleración, según cálculos oficiales. A pesar de ese panorama, la gran mayoría de los 80 millones de habitantes no se han beneficiado aún con el buen desempeño macroeconómico.
Buena parte del público asegura que nunca hubo tiempos peores. La inflación se disparó y el precio de alimentos básicos de la dieta familiar –arroz, pan y pastas– se ha triplicado en los últimos meses.
Los ingresos quedaron rezagados respecto de la inflación. El año pasado hubo una cantidad sin precedentes de huelgas y manifestaciones, en que trabajadores reclamaron airadamente aumentos de salarios para compensar el encarecimiento del costo de vida.
Incluso descontando la inflación, la situación de Egipto es precaria. Según el Banco Mundial, 20 por ciento de la población vive con un dólar o menos al día. Observadores independientes locales afirman que la mitad de los habitantes se encuentran en esa condición.
En las últimas semanas se volvieron habituales las largas colas frente a los comercios que venden pan al precio subsidiado por el Estado, en los que se paga la quinta parte del precio de mercado.
Según informes de prensa, hubo ocasionales episodios de violencia entre frustrados y hambrientos clientes.
Con el fin de asegurar la disponibilidad de pan barato para los sectores de menores ingresos, el gobierno anunció en marzo que las fuerzas armadas y la policía ayudarían a producirlo y distribuirlo en la capital y sus alrededores. Poco después de eso se dispuso un aumento de 15 por ciento en el salario de los empleados públicos.
«Estas medidas solucionaron alrededor de 40 por ciento del problema. La crisis se alivió en las ciudades, en gran parte a causa de la atención que le dio la prensa, pero las colas para comprar pan son todavía muy comunes en las zonas rurales», dijo a IPS Mohammed Sami, profesor de economía agraria.
Aunque Egipto fue en el pasado el «granero» del Mediterráneo, actualmente importa anualmente entre siete y ocho millones de toneladas de trigo para satisfacer la demanda interna.
Esa cifra representa alrededor de 55 por ciento del consumo doméstico, que se ubica en torno a los 14 millones de toneladas por año.
Al convertirse en un importador neto de trigo, Egipto continuará a merced de las fluctuaciones de precios en el mercado internacional.
Según informes publicados por la prensa, las reservas internacionales de trigo se encuentran en su nivel más bajo en décadas. En los últimos tres años, sequías que afectaron a algunos de los principales productores, incluidos Australia y Estados Unidos, redujeron severamente las existencias de cereales en todo el mundo.
Algunos expertos han advertido que la situación puede empeorar a causa de una variedad de hongo que afecta al trigo, resistente a la mayoría de los funguicidas, que apareció en 1999 en Uganda y ya ha infectado cultivos en África oriental, Irán y Yemen.
En marzo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) señaló que, si la plaga se extiende aun más, la cosecha de trigo en la región del Mediterráneo estaría potencialmente en riesgo.
El informe de la Evaluación Internacional del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola (Iaastd, por sus siglas en inglés) señaló que la actual inseguridad alimentaria amenaza a centenares de millones de personas.
La Iaastd atribuyó la disparada de precios, en parte, al auge de la producción de biocombustibles, que incentivada por su alta rentabilidad se expandió a expensas de cultivos tradicionalmente dedicados a la alimentación, como el maíz y el trigo.
«Aunque el gobierno puso fin a esa práctica, las compañías multinacionales ofrecían a los agricultores cinco veces el precio normal del trigo para usarlo en la elaboración de biocombustibles», señaló Sami.
El estudio de la Iaastd también atribuyó parte del encarecimiento de los alimentos al cambio climático, que redujo las cosechas, encareció la energía y alentó la especulación en los mercados de futuro de cereales.
«Egipto no podrá superar la crisis si no eleva la producción local de trigo, pero será imposible si el gobierno no abandona su política de comprar en el mercado internacional ni persuade a los agricultores de sembrar trigo en lugar de otros cultivos más lucrativos», dijo Abdel Azim.
Para Sami, la posibilidad de que Egipto alcance la autosuficiencia alimentaria está obstruida por los compromisos del gobierno con las grandes empresas.
«Están dadas las condiciones para que el país produzca el trigo que necesita. Pero hay empresarios cercanos al gobierno que se están enriqueciendo con las importaciones y buscan perpetuar la política de comprar granos en el exterior», concluyó.