Recomiendo:
0

Igualdad de la mujer, un asunto pendiente

Fuentes: Rebelión

Mucho debate se ha abierto con respecto a si la mujer ha obtenido, o está en proceso, la igualdad con respecto al hombre. Desde los ámbitos más conservadores se ve con horror esta posibilidad, que conlleva la liberación sexual, sus ataduras con respecto al matrimonio convencional y a los roles que se debe jugar en […]

Mucho debate se ha abierto con respecto a si la mujer ha obtenido, o está en proceso, la igualdad con respecto al hombre. Desde los ámbitos más conservadores se ve con horror esta posibilidad, que conlleva la liberación sexual, sus ataduras con respecto al matrimonio convencional y a los roles que se debe jugar en función de este papel en el sistema patriarcal, su derecho al aborto libre y gratuito, etc. Sin embargo, pasando por alto las posiciones ultrareaccionarias vinculadas a la iglesia católica, hay que eliminar determinados triunfalismos de otros sectores, supuestamente progresistas, que conceden ya de hecho la igualdad como acto consumado, impidiendo esta cuestión abordar un problema que tiene mucho más de fondo.

El acceso de la mujer al mercado de trabajo estaría sobre la base de afirmaciones de este tipo, que viene a definirse por la entrada de esta a puestos de mando y dirección de manera más abierta y pública, lo que supondría, según esta visión, un cambio sustancial y cualitativo desde los últimos 40 años. Si bien parte de esta afirmación puede ser cierta y se hubiera producido el acceso a posiciones de este tipo, habría que valorar por otro lado las transformaciones en el mundo de la dirección empresarial donde el rol jugado por la antigua secretaria puede haberse redefinido en función de la revolución tecnológica y la importancia cada vez mayor de esta en la planificación, lo que llevaría aparejado que hubiera mujeres que hubieran llegado a este escalafón de privilegio, pero seguramente cumpliendo un papel en la empresa en función de su rol tradicional, cuestión comprobada si vemos que las funciones de mediación, cada vez más importantes en el mundo de los negocios, son en su mayoría copadas por mujeres, su supuesto » don natural» al diálogo y la comprensión, serían la causa principal de este hecho.

Pero pasando por alto este análisis, digamos elitista, que mide la igualdad en función de cuantas empresarias, directoras de empresas, juezas, policías, etc más existan con respecto a otra época pasadas en la que esto no era así, desde nuestro punto de vista, es decir el de clase obrera, la situación de la mujer puede ser analizada en función del papel que se le ha asignado, en la venta de su fuerza de trabajo en el mercado laboral y su subordinación social e ideológica al modelo patriarcal propio del capitalismo. La tendencia en los últimos 30 años, en los países industrializados, con la terciarización de la economía y la externalización de esta, ha sido su incorporación al mercado de trabajo, a la escuela, y en cierta medida a la vida pública, si bien hay que decir que esta se ha producido desde la desigualdad y siempre desde un segundo plano.

De hecho la vía de llegada al trabajo asalariado, ha sido a través de la precariedad y los trabajos de media jornada, si bien esto afecta de manera muy acusada también a los hombres, en la mujer adquiere una función estructural ya que le permite cumplir con sus «obligaciones familiares», es decir realizar las tareas de reproducción que tan necesarias son al capitalismo para su existencia.

Con respecto a la educación, decir que aunque se ha producido una auténtica revolución con la escolarización masiva de niñas, además de sus espectaculares resultados que sobrepasan con creces al de los chicos, la existencia de un curriculum oculto en la escuela, válido tanto para la reprodución social y cultural de las clases sociales como a los roles de género, se puede comprobar en las estadísticas que analizan los estudios elegidos por las chicas y por los chicos, estando estos muy relacionados con los papeles típicos en función de los supuestos «dotes naturales», consagrados por la biología y la perspectiva meritocrática.

Por último el acceso a la vida pública, en sus ámbitos sociales y políticos, se ha producido de manera controlada por los mismos que se ven amenazados y que quieren mantener la estructura tradicional de poder. Se produce por tanto un pacto implícito que regula esta incorporación pero sin poner en riego el orden de cosas, se trataría de una mera integración, en muchos casos vaciada de contenido.

Hay que decir además, que a pesar de que los avances puedan ser considerados de esta manera, como muy limitados, la determinación de la mujer de sacar cabeza y conseguir nuevos espacios de influencia y decisión en todos los ámbitos, tanto públicos como privados, ha provocado las consecuencias que todos conocemos, la violencia contra la mujer constituye una de las principales lacras de nuestro recién estrenado siglo, cuestión esta que no puede ser resuelta si no es desde la compresión de que está ligada a la infraestructura económica y sus concreciones sociales y culturales, y no son manifestaciones de hechos aislados y o producto de alguna extraña » moda», como se puede ver desde perspectivas sociológicas que desechan el análisis infraestructural y se detienen únicamente en la producción simbólica del ser humano como elemento explicativo de las cosas.

Sólo la superación del capitalismo, y la lucha a muerte contra el patriarcado puede suponer la liberación definitiva de la mujer frente a un sistema que la oprime y subyuga.