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Mujeres jóvenes de países pobres vienen a cuidar a nuestros jóvenes, enfermos y ancianos y sus familias pagan el precio

Importar nuestros cuidados suma al imperialismo emocional

Fuentes: The Guardian

Las pilas de ropa barata en nuestras calles comerciales tienen una etiqueta cara. Sabemos de las lamentables condiciones de trabajo y los salarios bajos de aquellos que producen estas prendas, por el trabajo de escritores como Naomi Klein. Lo que no sabemos es sobre el impacto de estas condiciones de trabajo en las familias de […]

Las pilas de ropa barata en nuestras calles comerciales tienen una etiqueta cara. Sabemos de las lamentables condiciones de trabajo y los salarios bajos de aquellos que producen estas prendas, por el trabajo de escritores como Naomi Klein. Lo que no sabemos es sobre el impacto de estas condiciones de trabajo en las familias de los trabajadores. La próxima vez que compres una elaborada chaqueta bordada o un par de zapatos, pregúntate donde estaban los hijos de la costurera cuanto ella estaba encorvada sobre la maquina de coser.

Un libro, que será publicado el mes que viene, es un intento de mostrar el impacto de la rápida globalización económica en la vida familiar. «Familias olvidadas» (Forgotten Families) de Jody Heymann esta fundamentado en la investigación de cientos de familias en países de todo el mundo, de Botswana a Vietnam y México, y rápidamente rompe algunos mitos dominantes sobre clanes familiares. Un número creciente de mujeres están aceptando empleos pagados en los países en desarrollo y, al mismo tiempo, la emigración de áreas rurales a las ciudades se esta acelerando. La combinación de estos dos hechos, esta quebrando tradiciones centenarias de cría y cuidado infantil, en particular, el habito de una madre cuidando a los niños mientras ella trabajaba en los campos o en casa y el apoyo para ayudar a los niños ofrecido por el clan

Una joven madre trabajando en una zona de libre comercio en Asia o Centro América raras veces tiene a su madre cerca para ayudarla y ella no puede llevar a sus hijos a la factoría. Los problemas que ella enfrenta son profundamente conocidos para mujeres en países en desarrollo – encontrar cuidado infantil de confianza, poder arreglárselas cuando el niño esta enfermo o tiene vacaciones- pero del dibujo de como ella se las arregla (y el peso de sobrellevarlo cae desproporcionadamente sobre las mujeres) es dramáticamente mas crudo, según el proyecto de investigación Harvad de Heymann. Lugares con guarderías en el trabajo son a menudo limitados o no existen, y derechos laborales, tales como un permiso de maternidad decente o permiso para una emergencia familiar, están restringidos. Heymman descubrió que de las familias que entrevistó, un 36% admitió que habían tenido que dejar a los niños solos en casa, un 39% había dejado al niño enfermo en casa solo y un 27% había dejado a un niño al cuidado de otro niño.

Los padres describían en las entrevistas con los investigadores como no habían tenido otra elección más que dejar a niños de 8 años a cargo de sus hermanos pequeños, algunas veces encerrándoles en casa en un intento de asegurar su bienestar. Pero la seguridad es uno de los mayores problemas – en la mitad de las familias entrevistadas en Botswana y México, los niños había sufrido accidentes mientras sus padres estaban en el trabajo. Algunos fueron el resultado de niños intentando cocinar alimentos para sus hermanos. Las madres contaron la angustia de dejar a sus hijos enfermos porque si perdían trabajo su paga era reducida y necesitaban cada penique para pagar las medicinas que sus hijos necesitaban.

Lo que hace el dibujo del todo sombrío es que hay una carga mayor para el cuidado en muchos países en desarrollo, lo que provoca un conflicto grave entre las demandas de los lugares de trabajo pobremente reguladas y las responsabilidades en el cuidado. La proporción de niños y ancianos y adultos en edad de trabajar es más de un 50% mas alta que en el mundo desarrollado y las tasas de enfermos son más altas; el SIDA agravara enormemente el costo del cuidado en países el mundo en desarrollo.

El florecimiento de zonas de libre comercio en Asia podría bien no estar mejorando las condiciones materiales de muchos millones de familias, pero hay un coste no contabilizado en necesidades no cubiertas en la economía del cuidado – las tareas rutinarias de tener y educar niños y el cuidado de enfermos y de ancianos.

El equilibro vida trabajo no es solo parte de los políticos del opulento occidente; es parte de una historia global de como la organización de la vida económica esta invadiendo cada vez mas agresivamente los procesos y las relaciones de cuidado. Cada vez más, en el rico occidente y en el mundo en desarrollo, las demandas inflexibles de largas horas de empleo pagado son prioritarias frente as las responsabilidades domésticas- dejando un agujero en los cuidados.

La solución en occidente es el pago externo, pagar a alguien para que lo haga y es a menudo realizado por mujeres trabajadoras, emigrantes del mundo en desarrollo. Así la falta de cuidados en occidente se resuelve a costa de incrementar la falta de cuidados en el mundo en desarrollo. Es bastante negativo cuando una mujer tiene que dejar a sus hijos solos para ir a trabajar a una factoría durante 12 horas, es incluso peor cuando tiene que coger un avión y dejar a sus hijos detrás durante años, usando parte de lo que gana para cubrir el coste de su substituta.

Esto es una forma de eliminar activos – aunque esta vez el activo no es petróleo o diamantes sino la atención. Junto con la desigualdad económica emerge la desigualdad en el cuidado. Es lo que el académico americano Arlie Russel Hockschild describe como «sangría del cuidado», cuando las jóvenes cambian de país para cuidar a los jóvenes, enfermos y ancianos. La escala de esta sangría se proyecta que crezca dramáticamente, para el 2020 solo los EEUU podrán absorber todo el suministro mundial de enfermeras, una demanda en parte generada por una cada vez mayor población anciana.

Por primera vez en la historia, la mitad de todos los emigrantes son mujeres. En algunos países, como Filipinas, Sri Lanka o Tailandia, las mujeres forman la mayoría de la emigración. Para muchas de ellas, es la necesidad de ganar dinero para cuidar a sus propios hijos los que las fuerza a marcharse; la edad promedio de mujeres emigrantes que entran en los EEUU es de 29 años, la mayoría de ellas ya han tenido niños.

Para Hochschild, la familia y los tradicionales papeles del cuidado de la mujer representan la última «frontera de materia prima». Como explicó en una conferencia para la Young Foundation en Londres el mes pasado, en el siglo XX el modelo de hogar y la mujer fue idealizado como «un paraíso en un mundo sin corazón», este fue, el único área de la vida que se mantuvo separado de los principios de competición y eficiencia y las disciplinas de mercado de la vida económica. Ya no. Hochschild cita a las agencias de publicidad en el estado de California, como Rent-A-Mom (Alquila una madre), que puede asumir cualquier tarea doméstica desde el cuidado de niños hasta la limpieza del lavabo, clasificar fotos familiares, organizar fiestas de cumpleaños y gastar «tiempo de calidad» con familiares ancianos. Todo con una cuota

Hochschild insiste que ella no esta describiendo alguna moda pasajera excéntrica californiana sino la forma en que la vida familiar opulenta se desarrollará en el mundo desarrollado. Características de esto ya son evidentes, ella argumentaría, en como nos especializamos y como nuestras vidas emocionales se adaptan al lugar de trabajo- y pagamos a otros para dar los recursos emocionales necesitados en casa. Ella cita al director de una guardería en San Francisco que emplea personal centroamericano porque ellos «saben como querer a un niño mejor que su padres blancos de clase media. Son mas relajados, pacientes y alegres… estos padres profesionales están presionados por el tiempo y la ansiedad de desarrollar el talento de sus hijos.» Una madre que es abogada coincide con el análisis, reconociendo que la niñera de su hijo es mejor para él que «padres ansiosos y ocupados como nosotros.»

Pon el trabajo de estos dos académicos americanos juntos y veras como los mundos de pesadilla que describe interconectados en lo que Hochschild describen como «imperialismo emocional»; Un occidente dedicado al trabajo pierde la capacidad humana emocional requerida para el cuidado -la paciencia en particular- y las importa.

Traducción: Mario Cuellar