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Inequidades sociales impactan salud de mujeres negras y mestizas

Fuentes: SEMlac

María Eugenia Quintana Esquivel cumplirá 84 años en abril y se siente con buena salud, salvo algunos achaques que la molestan en las mañanas. Su historia habla del recorrido y las fracturas en la salud de las mujeres negras y mestizas en Cuba.

A la pregunta ¿cómo se siente?, esta profesora de Español y Literatura responde con una sonrisa cómplice y melancólica.

«Yo vivo sola y me lo hago todo. Paseo, me divierto y participio en muchas actividades. Bailo, me gusta bailar, y un día al mes las adultas mayores tenemos un espacio en la Casa de la música de Miramar. Hago ejercicios, practico taichí hace seis años y me jubilé mucho antes, pero he seguido en el trajín», afirma esta cubana, residente en el municipio habanero de Marianao.

María Eugenia clasifica en el grupo que, según estudios en Cuba, ha sobrevivido al diferencial de mortalidad que pone en desventaja a la población negra y anuncia que, mientras las cubanas con piel blanca tienen una esperanza de vida al nacer de 80, 45 años, las mujeres negras superarán en poco más de dos años la esperanza de vida de los hombres cubanos, que es de 76, 50 años.

En el artículo «La mortalidad en Cuba según el color de la piel», los investigadores Juan Carlos Albizu-Campos Espiñeira y Fabian Cabrera Marrero reconocen el color de la piel como un indicador que revela desventajas sociales en la mortalidad.

«En ese escenario de inequidad, las mujeres no blancas son las que experimentan mayor desigualdad. Solo a partir del alcance de edades avanzadas, el signo de la desventaja se invierte», refieren los autores.
¿Y qué puede frenar esa desventaja? ¿Cómo sería vivir y envejecer con calidad de vida? En el caso de María Eugenia, al parecer, influyen diversas variables que ella misma reconoce.

«¿Receta para la buena salud? Bueno, te voy a decir: dentro de mis posibilidades de pobre, la mejor alimentación», dice de entrada.
«No fumo ni bebo, solo socialmente en actividades y fiestecitas. Hago ejercicio, leo mucho, me gusta el cine, soy cinéfila. Tengo muy buenas relaciones con mis vecinos, tanto que me cuidan mucho. Ahora que estaba sonando el teléfono era una que no me vio salir hoy y estaba preguntando por mí. Me queda un hijo –y tuve dos–, pero no está conmigo. Tengo cuatro nietos y tres biznietos», responde.

En resumen: alimentación adecuada, diversos espacios para la participación, acceso a servicios públicos y cuidados son indispensables para el bienestar de esta adulta mayor, que ha superado incluso la esperanza de vida de su madre y su abuela.

«Mi mamá murió de 82 años, pero mi abuela por parte de madre no, porque a los 70 y pico tuvo un accidente en la cocina; ella era cocinera», relata.

¿El acceso es suficiente?

Por más de seis décadas, las políticas de inclusión e igualdad del gobierno socialista cubano han tenido impactos significativos para las mujeres y la población negra y mestiza en la nación del Caribe.

Maritza López es una lideresa comunitaria que lleva 20 años trabajando en distintas comunidades del municipio capitalino de Marianao. Su trabajo social como coordinadora de la Red Barrial Afrodescendiente le ha permitido valorar lo alcanzado y también luchar por lo que falta.
«Es bueno tener los servicios de salud y tener conciencia de que es algo ganado, porque he tenido el privilegio de estar en otros países con la misma lucha contra el racismo, pero tienen la mitad de lo que aquí tenemos, por ejemplo, en el campo de la salud. Lo que no quiere decir que nos conformemos», opina López.

Para la educadora popular, hace falta conciencia y percepción de riesgo ante cuestiones que pueden afectar la salud, aunque reconoce que ese no suele ser «un tema para la gente, menos para las mujeres».

Para muchas cubanas, pensar en su salud no suele ser la primera prioridad, ni la segunda. Más si a las «responsabilidades de su género» se le suma la sobrecarga de ser jefas de familia y madre, además de tener bajos ingresos.
Estudios y análisis académicos en el país dan cuenta de los impactos del racismo y, en particular, que la pobreza urbana tiene rostro de mujer negra y, por demás, suelen tener dos hijos o más.

¿Cómo estas realidades e inequidades impactan en su salud? Expertas en el tema defienden la importancia de identificar el efecto de los determinantes sociales en los distintos grupos poblacionales, pues pueden ofrecer pistas sobre cómo la desigualdad afecta el bienestar y limitan las políticas de salud.

«La determinación social de la salud de las poblaciones es un hecho probado. Desde ese enfoque se han elaborado diferentes modelos para entender la imbricación de factores estructurales, contextuales e individuales en la salud», explica a SEMlac María del Carmen Zabala, profesora e investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

La estudiosa de la desigualdad en Cuba agrega que el análisis de los determinantes estructurales permite conocer cómo las condiciones socioeconómicas, las políticas económicas y sociales influyen en la situación de salud de una población, por su relación con los ingresos económicos, la educación y otros servicios sociales.

«Es posible que en la determinación social de la salud de las mujeres negras en Cuba estén influyendo, para algunos sectores, condiciones de vida menos favorables, cuyo efecto puede ser amortiguado por los altos niveles educativos de toda la población y el sistema de salud pública cubano», advierte Zabala.

La doctora Silvia Martínez Calvo, profesora consultante de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, también comparte el criterio de que los determinantes sociales de la salud necesitan ser conocidos y estudiados a profundidad.

«Considero que el primer y gran reto es visibilizar la existencia de los diferenciales de salud en las mujeres por su color de piel, dejar de ignorarlos e indagar sobre su influencia en la salud y el bienestar», declara Martínez Calvo a SEMlac.

Pero, para tomar conciencia y acción, hace falta el dato. La investigadora cubana se pregunta «¿cómo saber entonces cuál es el nivel de bienestar y esperanza de vida de las mujeres negras en Cuba que les permita mantener un buen estado de salud?» Hasta la fecha los datos sobre esperanza de vida, mortalidad y morbilidad están solo desagregados por sexo (hombres y mujeres).

Las expertas entrevistadas por SEMlac reclaman una mirada compleja y amplia, no solo desde la investigación, sino también desde las políticas públicas.

«La salud y el bienestar de las personas no dependen únicamente de las políticas de salud y el sistema de salud en sí mismo, estos deben integrarse con otras políticas, como las económicas, de vivienda, culturales, educativas, de agua, saneamiento y transporte, por solo citar las que tienen una incidencia importante», alerta Zabala.

Sin renunciar a la experiencia y resultados de más de 60 años de políticas de cobertura universal, las especialistas defienden la urgencia de mirar la salud desde enfoques que reconozcan la diversidad de situaciones, develen las relaciones entre las desigualdades y sumen actores diversos en la participación de las políticas y programas.

Se trata de eliminar los frenos para la buena salud y el bienestar, al decir de una adulta mayor que se siente «llena de vida».

«Yo toda la vida he tenido como precepto que lo que me hace daño lo elimino», afirma María Eugenia Quintana Esquivel, una mujer negra cubana próxima a cumplir los 84 años de edad.