En un cable secreto fechado el 13 de diciembre de 2006, el vicecanciller de Estados Unidos William Burns detallaba la estrategia y las actuaciones encubiertas de su país para debilitar y derrocar al presidente de Siria Bashar al-Assad. En el cable se proponía explotar la inexperiencia del joven oftalmólogo, airear sus trapos sucios, incitar a […]
En un cable secreto fechado el 13 de diciembre de 2006, el vicecanciller de Estados Unidos William Burns detallaba la estrategia y las actuaciones encubiertas de su país para debilitar y derrocar al presidente de Siria Bashar al-Assad. En el cable se proponía explotar la inexperiencia del joven oftalmólogo, airear sus trapos sucios, incitar a los kurdos, utilizar el recurso de «la amenaza islamista» y oportunidades como el asesinato del Primer Ministro libanés Rafic Hariri, para acusarle del terrorismo. Y todo sobre un caldo de cultivo propiciado por la propia dictadura corrupta. Objetivo: eliminar el que es actualmente el último obstáculo para el dominio total de la OTAN sobre el levante mediterráneo.
Las protestas cívicas democráticas están siendo utilizadas por el Pentágono que temeroso de que la suma de las reformas ya iniciadas, el rechazo de la población a la intervención extranjera y el ascenso de los fundamentalistas islámicos (en un país multiconfesional) rebaje el nivel de las protestas, está acelerando la operación fin de Assad, a pesar de que la oposición, fragmentada, está lejos de ser una alternativa viable.
Turquía, brazo oriental de la OTAN y convertido en el centro del mando de esta operación, amenaza a Damasco con cortar la electricidad que suministra al país, y está reclutando, con la cooperación de Arabia Saudi y Catar, a cientos de muyahidines, viejos mercenarios de las guerras de Afganistán, Chechenia y Libia, registrados en la «base de datos» (Al-Qaeda, en árabe), de los señores de la guerra que ya han dejado su carta de presentación en las protestas: detonar coches-bombas que matan a decenas de personas, con la idea de provocar un conflicto civil -al estilo de Líbano en los 80-, bajo el disfraz de una guerra santa suní contra los herejes chiitas alauitas. De este modo, y una vez que Washington se asegure de que Israel se quedará fuera del alcance de las represalias de Assad, establecerá un corredor humanitario en la frontera turca-siria, allanando el camino para el ataque final, que además podrá provocar la división del país en cantones suníes, kurdos, alauitas y drusos.
Las tropas de Estados Unidos desplegadas en la frontera jordana-siria y la base Incirlik de Turquía preparan la «zona de exclusión aérea», a pesar de la amenaza de los misiles rusos.
El doble veto de Moscú y Pekín a las sanciones del Consejo de Seguridad, preludio de una intervención militar a la que se oponen, demuestra la importancia de Siria en el tablero euroasiático. China necesita la paz para vender sus productos y considera que el ataque a Siria desestabilizará toda la región y es un paso más hacia la agresión a Irán, su proveedor de petróleo. Para la Rusia de Putin, Damasco no solo es su único aliado árabe y su acceso al Mediterráneo oriental, sino también el lugar donde puede demostrar su capacidad de recuperar la influencia «soviética» en el escenario mundial tras perder Libia. Aun así, el Kremlin puede dar una sorpresa: llevarse a Assad y su familia a Rusia si a cambio Obama abandona la idea de integrar a Georgia en la OTAN. Ambos ganarían: uno como un eficaz actor internacional y el otro se presentará triunfante a las elecciones presidenciales… y el pueblo se libraría de una guerra espantosa.
Escenario complejo que no descarta un golpe de Estado. El fundador del Ejército de Liberación Siria, el coronel Husein Harmush exiliado en Turquía, ha sido ejecutado después de que, según la prensa asiática, unos oficiales turcos, tras drogarle, le entregasen a Damasco canjeado por varios militantes del PKK. Otro militar, el general Habib Mahmud, Ministro de Defensa, «murió de infarto» en 2011, y su compañero Ghazi Kanan ministro del Interior «se suicidó» en 2005. La CIA y el MI6 mantienen los viejos contactos que establecieron con los militares y los agentes del Mukhaberat sirio cuando luchaban juntos contra el «terrorismo islámico».
Los Hermanos Musulmanes, que gracias a EEUU, Turquía y la Liga Árabe y para gran disgusto de Israel y las minorías religiosas que cada vez son más fuertes, han rechazado la oferta de entrar en el gobierno. Siria ya es post Assad. Incluso su protegido Hamás le ha abandonado, trasladando su sede a Catar. Hasta se niega a organizar manifestaciones de apoyo en Gaza.
Dicen que Siria es un país de tamaño microscópico, pero de cósmica influencia e impacto regional. Su inestabilidad afectará al Líbano, Jordania, Israel, Palestina e Irán.
Una intervención imperialista causará miles de muertos, y un gobierno instalado por las potencias extranjeras y gestionado por la ultraderecha religiosa nunca será democrático ni independiente.
La suerte de la rebelión democrática siria, secuestrada y aplastada, ya se decide en los oscuros sótanos y lleva camino de convertirse en un peligroso conflicto internacional.
Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/405/siria-ingenieria-de-un-ataque/
rCR