El mayor panel de especialistas en cambio climático es tajante: el planeta sufre ya cambios irreversibles en miles de años. Limitar la temperatura al máximo requiere de reducciones nunca vistas.
Ningún rincón del planeta está a salvo de la crisis climática. Los cambios en el clima y en el sistema climático son una realidad a la que hay que hacer frente sin titubeos. Muchos de los cambios que ya se experimentan no tienen precedentes en siglos. Algunos, como la continua subida del nivel del mar, la salud de los océanos o el deshielo de Groenlandia y la Antártida ya han arrancado y son irreversibles en cientos o miles de años. El nuevo informe del IPCC (el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, ligado a la ONU), presentado este lunes 9 de agosto, recoge estas señales de alerta.
El reto al que se enfrenta la humanidad es grave, pero no hay que tirar la toalla. Hay partido, aunque vayamos perdiendo. La ciencia tiene diagnosticado el problema. Existe la certeza de qué hay que hacer, cómo y cuándo. Tras el baño de realidad, el grupo de especialistas de la ONU guarda un mensaje para la esperanza que esperan que sirva de estímulo: una reducción fuerte y sostenida de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero limitaría la temperatura y el cambio climático. Para luchar contra la crisis climática hay tiempo, pero cada vez va quedando menos para evitar los peores impactos. Según el Grupo de Trabajo I del IPCC –encargado de este informe–, aunque los beneficios para la calidad del aire serían casi inmediatos, podrían pasar entre 20 y 30 años hasta ver estabilizarse las temperaturas globales.
El informe muestra que las acciones humanas siguen teniendo el potencial de determinar el curso futuro del clima. Una vez más, se reafirma que existe una relación casi lineal entre las emisiones antropogénicas acumuladas y el calentamiento global que provocan. En este sentido, la evidencia es clara en cuanto a que el CO2 es el principal impulsor del cambio climático, aunque no el único: “Limitar otros gases de efecto invernadero y contaminantes atmosféricos, especialmente el metano, podría tener beneficios tanto para la salud como para el clima”, señala Panmao Zhai, copresidente del Grupo de Trabajo I.
Aunque estaba previsto que el informe se publicara en abril de 2021, la pandemia de COVID-19 ha retrasado su presentación. La versión final fue aprobada el pasado viernes por los 195 países miembros del IPCC y es la primera de las tres partes que conforman el Sexto Informe de Evaluación (6th Assessment Report, o AR6), el que será el trabajo más completo y actualizado sobre la crisis climática hasta la fecha.
La importancia de este informe es mayúscula. El anterior trabajo dedicado a los fundamentos físicos del clima es de 2013, es decir, antes de que se firmara el Acuerdo de París, donde se pactó trabajar para limitar la temperatura en 2 ºC y hacer todo lo posible para no superar los 1,5 ºC. Sobre esto último, la comunidad científica tiene algo que decir: a menos que se produzcan reducciones inmediatas, rápidas y a gran escala de las emisiones, quedarse en esos umbrales será inalcanzable.
Cinco escenarios posibles
Como consecuencia de las emisiones descontroladas procedentes de las actividades humanas, la temperatura ya ha subido aproximadamente 1,1 °C desde la época preindustrial (1850-1900). Según apunta el IPCC, esta tendencia no se frenará: se espera que, durante los próximos 20 años, la temperatura global alcance o supere los 1,5 ºC de calentamiento –solo faltan 0,4 ºC más para ello–.
¿Qué supone rebasar este límite? Con grado y medio más, aumentarán las olas de calor, se alargarán las estaciones calurosas y se acortarán las frías. Con 2 °C, en cambio, los extremos de calor alcanzarán con más frecuencia los umbrales críticos de tolerancia para la agricultura y la salud, avisa el IPCC.
Estas estimaciones están basadas en la mejora de los conjuntos de datos de observación para evaluar el calentamiento histórico, así como en los avances en la comprensión científica de la respuesta del sistema climático a las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano. En resumen: la ciencia ha dejado todo su conocimiento y potencial al servicio de la clase política, por lo que no hay excusas que valgan.
Una de las grandes novedades de este informe es que, a diferencia de anteriores, proyecta hasta cinco escenarios futuros en función de las emisiones generadas por la humanidad. Los resultados del siglo XXI se presentan a corto plazo (2021-2040), a medio plazo (2041-2060) y a largo plazo (2081-2100).
Para finales de siglo, las estimaciones de temperatura oscilan entre 1 ºC en un escenario de emisiones de gases efecto invernadero muy bajas (denominado SSP1-1.9) y 5,7 ºC en un escenario de emisiones muy altas (conocido como SSP5-8.5). La última vez que la temperatura global se mantuvo en un nivel igual o superior a 2,5 °C respecto a 1850-1900 fue hace más de 3 millones de años.
¿Qué posibilidades hay de cumplir con el Acuerdo de París? Según los modelos del IPCC, los 2 ºC se superarían a mediados y finales de siglo bajo escenarios de emisiones altas y muy altas (SSP3-7.0 y SSP5-8.5, respectivamente). En el escenario intermedio (SSP2-4.5) es “muy probable” que se supere, mientras que con emisiones muy bajas (SSP1-1.9) es “extremadamente improbable”. Con emisiones bajas (SSP1-2.6) es “poco probable”. Para esta y la próxima década, en todos los escenarios proyectados es casi seguro que se alcance o supere el grado y medio, si bien es casi imposible que se llegue a los 2 ºC.
Si de verdad hubiera una política estricta de reducción de emisiones hasta alcanzar las emisiones netas cero, el mejor de los escenarios proyectados por el IPCC estima llegar a 2100 con 1,4 ºC de calentamiento respecto a 1850-1900.
Un elemento que se debe tener en cuenta es el presupuesto de carbono restante, es decir, la cantidad de carbono que se puede emitir en un periodo de tiempo si se quieren cumplir los objetivos climáticos. Según las nuevas estimaciones del IPCC, usando 2020 como referencia, limitar la temperatura en el grado y medio implica no sobrepasar las 300 gigatoneladas a finales de siglo. Actualmente, el mundo emite unas 40 gigatoneladas por año, por lo que se gastaría el presupuesto en menos de 8 años. En cambio, quedarse en los 2 ºC supone no emitir más de 900 GtCO2, que al ritmo actual de emisiones se lograría en la década de 2040.
Cada décima de temperatura extra importa
Con un calentamiento global de 1,5 °C, se prevé que las precipitaciones intensas y las inundaciones asociadas se intensifiquen y sean más frecuentes en la mayoría de las regiones de África y Asia, América del Norte y Europa. Asimismo, se prevé que las sequías agrícolas y ecológicas sean más frecuentes y/o graves en algunas regiones de todos los continentes, excepto en Asia, y se espera un aumento de las sequías meteorológicas en algunas regiones.
A partir de 2 °C de calentamiento global, el IPCC no duda en que los fenómenos que ya se experimentan en la actualidad serán mucho mayores y habituales. Por ejemplo, las fuertes precipitaciones y las inundaciones asociadas serán más intensas y frecuentes en las islas del Pacífico y en muchas regiones de América del Norte y Europa. Estos cambios también se observan en algunas regiones de Australasia y América Central y del Sur. Asimismo, se espera que varias regiones de África, América del Sur y Europa, así como Australasia, América Central y del Norte y el Caribe, sufran un aumento de la frecuencia y la gravedad de las sequías agrícolas y ecológicas.
El informe espera, con una alta probabilidad, que el calentamiento adicional amplifique el deshielo del permafrost –el suelo permanentemente congelado–, lo que liberaría millones de toneladas de metano. Además, la pérdida de carbono tras la desaparición del permafrost es irreversible en cientos de años.
También se vería agravada la pérdida de la capa de nieve estacional, del hielo terrestre y del hielo marino del Ártico. Para antes de 2050, “es probable” que el Ártico esté prácticamente libre de hielo marino en septiembre al menos una vez, independientemente del nivel de emisiones actuales y futuras. Que este no se convierta en un evento recurrente dependerá de no alcanzar niveles de calentamiento más altos.
Otro de los cambios esperados como consecuencia del calentamiento global es la mayor intensificación del ciclo global del agua, incluyendo su variabilidad, las precipitaciones monzónicas globales y la severidad de los eventos húmedos y secos. En el caso de las lluvias, se prevé que la media anual aumente entre un 0-5% en el escenario de emisiones de GEI muy bajas (SSP1-1.9) y un 1-13% en el escenario de emisiones de GEI muy altas (SSP5-8.5) para 2081-2100 en relación con 1995-2014.
Aun sin hacer nada, los glaciares montañosos y polares están condenados a fundirse durante décadas o siglos. La pérdida continua de hielo durante el siglo XXI es “prácticamente segura” para la capa de hielo de Groenlandia y “probable” para la capa de hielo de la Antártida.
El análisis del Grupo de Trabajo I del IPCC llega hasta el punto de estimar, en base a pruebas paleoclimáticas e históricas, que es probable que se produzca al menos una gran erupción volcánica explosiva durante el siglo XXI. “Esto enmascararía temporal y parcialmente el cambio climático provocado por el ser humano”, recoge el informe.
En este punto, ¿hay que descartar situaciones aún más extremas por la baja probabilidad de que sucedan? El panel de especialistas considera que no y que deben formar parte de la evaluación de riesgos. El colapso de la capa de hielo, los cambios bruscos en la circulación de los océanos, algunos eventos extremos compuestos y el calentamiento sustancialmente mayor que el rango evaluado como muy probable del calentamiento futuro son algunos de los futuros distópicos que conviene no obviar.
Las emisiones y la temperatura no dejan de aumentar
Volviendo al presente (y pasado), para el Grupo de Trabajo I es “inequívoco” que la influencia humana está detrás del calentamiento de la atmósfera, el océano y la tierra. En 2019, las concentraciones atmosféricas de CO2 fueron más altas que en cualquier momento en al menos 2 millones de años, y las concentraciones de CH4 y N2O fueron las más elevadas en al menos 800.000 años. Desde 2011 (cuando se reportaron las mediciones en el anterior informe), las concentraciones han alcanzado promedios anuales de 410 partes por millón para el CO2, 1866 partes por billón para el metano (CH4) y 332 partes por billón para el óxido nitroso (N2O) en 2019. Respecto a esto, existe un amplio consenso de que 350 ppm –valor superado a finales de los 80– es el nivel ‘seguro’ de CO2 que debe haber en la atmósfera.
Desde 1850, cada una de las últimas cuatro décadas ha sido sucesivamente más calurosa que cualquier década que la haya precedido. El grupo de especialistas marca en 1,07 ºC el aumento de temperatura por culpa de las actividades humanas. En el caso de España, la temperatura ha subido en 1,7 ºC desde la época preindustrial y 1,3 ºC en los últimos 60 años, tal y como recogía la Agencia Estatal de Meteorología en su último informe sobre el estado del clima. Para hacerse una idea de la dimensión del problema, el IPCC señala que las temperaturas durante la década 2011-2020 superan las del periodo cálido multisecular más reciente, de hace unos 6.500 años.
Del nivel del mar al Ártico: lo que ya ha cambiado
Muchos cambios en el sistema climático son mayores en relación directa con el aumento del calentamiento global. Desde 1950, la precipitación media mundial sobre la tierra es mayor, con una tasa de aumento más rápida desde la década de los 80. Igualmente, “es muy probable”, según el IPCC, que la influencia humana sea el principal impulsor del retroceso global de los glaciares desde la década de 1990 y de la disminución de la superficie de hielo marino en el Ártico entre 1979-1988 y 2010-2019, con aproximadamente un 40% en septiembre y un 10% en marzo. Asimismo, las emisiones impulsadas por las actividades humanas han sido las desencadenantes de la disminución del manto de nieve primaveral del hemisferio norte desde 1950, además de haber influido en el derretimiento superficial observado de la capa de hielo de Groenlandia y la Antártida en las últimas dos décadas.
Entre 1901 y 2018, el informe estima que el nivel medio global del mar aumentó 20 centímetros. Esta subida, impulsada por el ser humano, se debe a la pérdida de hielo en la tierra y a la expansión térmica provocada por el calentamiento de los océanos. Esta última, recoge el informe, explica un 50% del aumento del nivel del mar entre 1971 y 2018, mientras que la pérdida de hielo de los glaciares contribuyó en un 22%, las capas de hielo en un 20% y los cambios en el almacenamiento de agua en tierra en un 8%.
De cara a 2100, la subida probable del nivel medio del mar respecto al periodo 1995-2014 es de 0,28-0,55 metros en el escenario de emisiones de GEI muy bajas (SSP1-1.9), mientras que en un escenario de emisiones muy altas es de podría superar el metro. Para 2150, el IPCC prevé que el aumento podría estar entre 0,98-1,88 m en el peor escenario posible (SSP5-8,5). Además, señalan que “no se puede descartar un aumento del nivel medio del mar a nivel mundial por encima del rango probable, que se aproxima a los 2 metros en 2100 y a los 5 metros en 2150 en un escenario de emisiones de muy elevadas (SSP5-8.5) “debido a la profunda incertidumbre en los procesos de las capas de hielo”. Con ello, fenómenos extremos provocados por el nivel del mar –como las inundaciones– que antes se producían una vez cada 100 años podrían producirse todos los años a finales de este siglo.
A más largo plazo, el nivel del mar aumentará durante siglos o milenios debido al continuo calentamiento de los océanos profundos y al deshielo de las capas de hielo, y permanecerá elevado durante miles de años. Aun limitando ahora el calentamiento en 1,5 °C, en los próximos 2.000 años el nivel medio global del mar aumentará entre 2 y 3 metros. Si la temperatura se disparara a los 5 ºC, la subida llegaría hasta los 22 metros, proyecta el panel de especialistas del clima.
Durante la década que acaba de terminar, la superficie media anual de hielo marino del Ártico alcanzó su nivel más bajo desde al menos 1850. A finales de verano, la superficie de hielo marino del Ártico fue menor que en cualquier otro momento de al menos los últimos 1.000 años. Además, el informe señala que el retroceso sincronizado de casi todos los glaciares del mundo desde la década de 1950 no tiene precedentes en al menos los últimos 2.000 años.
Fenómenos cada vez más extremos y habituales
El que podría conocerse como informe de la pandemia llega en un momento en el que resulta imposible negar la crisis climática. Los imparables incendios en Siberia, Grecia, Turquía, Amazonia y otras tantas zonas del planeta, las olas de calor en Canadá y Estados Unidos o las inundaciones en China, India, Alemania y Bélgica, por nombrar algunos recientes, no dejan lugar a dudas. «Este informe es una comprobación de la realidad», sostiene la copresidenta del Grupo de Trabajo I del IPCC, Valérie Masson-Delmotte. «Ahora tenemos una imagen mucho más clara del clima pasado, presente y futuro, lo que es esencial para entender hacia dónde nos dirigimos, qué podemos hacer y cómo podemos prepararnos». Y lanza un mensaje para negacionistas: «Hace décadas que está claro que el clima de la Tierra está cambiando, y el papel de la influencia humana en el sistema climático es indiscutible«.
La crisis climática está afectando a muchos fenómenos meteorológicos y climáticos extremos en todas las regiones del mundo. “Es prácticamente seguro que los extremos cálidos (incluidas las olas de calor) se han vuelto más frecuentes e intensos en la mayoría de las regiones terrestres desde la década de 1950, mientras que los extremos fríos (incluidas las olas de frío) se han vuelto menos frecuentes y severos”, recoge el documento. “Algunos de los recientes extremos de calor observados en la última década habrían sido extremadamente improbables sin la influencia humana en el sistema climático”, añaden.
Como consecuencia de la quema continuada de combustibles fósiles, también se han visto alteradas la frecuencia y la intensidad de las precipitaciones intensas, que han aumentado desde la década de 1950 en la mayor parte de la superficie terrestre. Asimismo, el IPCC sostiene que el cambio climático actual ha contribuido a aumentar las sequías agrícolas y ecológicas en algunas regiones, además de incrementar las fuertes precipitaciones asociadas a los ciclones tropicales. Sobre esto último, el informe prevé que la proporción de ciclones categorías 4-5 y las velocidades máximas de sus vientos también incrementen con el aumento del calentamiento global
Los sumideros naturales de carbono están al límite
El IPCC estima con “alta probabilidad” que, durante las últimas seis décadas, los bosques y océanos han eliminado cada año de la atmósfera en torno al 56% de las emisiones de CO2 procedentes de las actividades humanas. Sin embargo, esta ayuda se verá reducida en un futuro. Acorde a las proyecciones recogidas en el informe, en escenarios con emisiones de CO2 elevadas se prevé que los sumideros de carbono oceánicos y terrestres sean menos eficaces para frenar la acumulación de CO2 en la atmósfera. Es decir, los ecosistemas tienen menor capacidad para ayudar a mitigar el cambio climático conforme más gases se expulsan.
Si entre 1850-2019 los sumideros terrestres y oceánicos absorbieron 1430 GtCO2, es decir, el 59% de las emisiones, en 2100, en un futuro donde las emisiones estén disparadas, la capacidad de retención sería solo del 38%.
¿Y a qué se debe esa pérdida de eficacia? En cuanto a los océanos, la influencia humana ha provocado que se haya calentado más rápido durante el último siglo que desde el final de la última época de transición glacial, hace unos 11.000 años. En 2020, sin ir más lejos, se recalentaron como nunca. Según un estudio publicado hace un año en la revista Nature Climate Change, más del 50% de los océanos pueden estar ya afectados por el cambio climático. Para antes de 2100, la cifra podría ser del 80%.
Las emisiones de CO2 descontroladas también inciden en una mayor frecuencia de olas de calor marinas, un incremento de la acidificación y una reducción de los niveles de oxígeno. Estos cambios, que continuarán como mínimo durante el resto de este siglo, no solo afectan a los ecosistemas oceánicos. También se ven involucradas las personas que dependen de ellos, y que, ante situaciones de escases por eventos extremos, se ven obligadas a migrar dentro de su propio país o directamente jugarse la vida en una patera.
IPCC: unas siglas claves para el futuro del clima
Tras las siglas poco conocidas IPCC están las personas y la ciencia más fiable y actualizada sobre el cambio climático. Este informe del Grupo de Trabajo I hace referencia a más de 14.000 publicaciones y se han tenido en cuenta más de 78.007 comentarios de especialistas y gobiernos. Para su elaboración, se usó la contribución del Grupo de Trabajo I de 2013 al Quinto Informe de Evaluación del IPCC (IE5) y los Informes Especiales del IPCC de 2018-2019 (que puedes leer aquí, aquí y aquí), e incorpora nuevas pruebas posteriores de la ciencia del clima.
«Este informe refleja un esfuerzo extraordinario en circunstancias excepcionales», explica Hoesung Lee, presidente del IPCC. Para él, «las innovaciones de este informe y los avances en la ciencia del clima que presenta suponen una aportación inestimable para las negociaciones y la toma de decisiones sobre el clima». La próxima gran cita de los países para hacer frente a la crisis climática será en noviembre, en la COP 26 de Glasgow.
Para la elaboración del AR6 han participado 234 autores y autoras de 66 países, a lo que se suman otras 517 colaboraciones. A pesar del gran número de personas implicadas, uno de los grandes lastres que arrastra el IPCC históricamente es la poca presencia de mujeres. Si bien esta situación ha ido mejorando con los años, las expertas no llegan al 30% del total en este último informe. Actualmente, un panel de género y un grupo de trabajo están inmersos en la labor de incorporar más mujeres al proceso.
Tras la contribución del Grupo de Trabajo I a las bases científicas físicas del cambio climático, llegarán dos informes más. El del Grupo de Trabajo II, previsto para febrero de 2022 (cuatro meses más tarde de lo esperado), se centrará en la vulnerabilidad de los seres humanos y la naturaleza al calentamiento global, los costes de los impactos climáticos y las opciones de adaptación. El estudio del Grupo de Trabajo III (planeado inicialmente para septiembre de este año) llegará en marzo, y en él estudiará las opciones para mitigar el cambio climático, y los escenarios de energía renovable o de captura y almacenamiento de carbono. Por último, en septiembre del año que viene se publicará el informe de síntesis final y otro dedicado a los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero.
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/ipcc-planeta-cambios-irreversibles/