Traducido del árabe para Rebelión por Antonio Martínez Castro
El terrorismo de estado que ha venido practicando Israel de forma creciente a lo largo de los cinco últimos años representa el mayor sabotaje posible a la política estadounidense en el mundo árabo-islámico. Aún así, Joseph Biden, vicepresidente de EEUU, no ha dudado en respaldar la operación de piratería israelí contra la flotilla de asistencia humanitaria que se dirigía a Gaza con el propósito de romper el embargo, considerando la matanza que perpetraron los soldados israelíes como una forma legítima de autodefensa, a la vez que se opuso a cualquier inspección imparcial e independiente sobre este crimen.
La Administración estadounidense está empantanada en las dos guerras fracasadas que lleva a cabo en Iraq y Afganistán en defensa de Israel y prepara una tercera contra Irán (obsérvese que los tres países son de mayoría musulmana). También estuvo a punto de conseguir imponer sanciones internacionales a éste último tras una serie de esfuerzos agotadores y costosas concesiones a China y Rusia para asegurarse de que no se opusiesen a la resolución. Y ahora, véase la sorpresa que se ha llevado la Administración con los comandos israelíes que, actuando a sus espaldas, han asaltado un barco turco y asesinado a nueve activistas. Aún con todo, el vicepresidente Biden va y sale a dar la cara en defensa de esta acción, sin importarle siquiera la gran bofetada que se llevó al coincidir su visita a Tel Aviv con el anuncio de la construcción de 1600 viviendas en la Jerusalén ocupada.
Israel que ha chantajeado a Occidente durante sesenta años presentándose a sí misma como el pequeño David, pacífico y débil, que se ha enfrentado al Goliat árabe, enorme y engreído, es vista hoy a ojos de todo el mundo como el «matón» que impone embargos para matar de hambre a inocentes desarmados, secuestra barcos en aguas internacionales, ataca con fuego real a los activistas de organizaciones humanitarias y, no contento con esto y aquello, muerde además la mano de quien lo ha estado alimentando y le ha provisto de equipos militares, negando así los favores que le han sido hechos de una manera de la que no se conocen antecedentes en la historia.
El terrorismo informativo y político que ha estado utilizando Israel durante los últimos sesenta años, siendo su arma más notoria la acusación de antisemitismo, el monopolio del sufrimiento, y la prohibición de utilizar el término «holocausto» para definir cualquier otra masacre ya no surge efecto, y no sólo por el uso abusivo que han hecho de él, sino también por las masacres horribles que ha perpetrado a sangre fría y con alevosía contra un pueblo desarmado y sometido a un cruel embargo.
A este Occidente, que ha expiado sus pecados respecto al Holocausto mediante la no condena de las masacres y crímenes israelíes y el repetir con contumacia su apoyo a Israel con el pretexto de que tiene derecho a defenderse y a preservar su seguridad, se le exige hoy que purgue sus pecados frente a los palestinos por haberlos expulsado de su tierra, privado de su país, e incluso ocultar y justificar los crímenes y embargos a manos israelíes.
Se ha acabado el tiempo en el que Israel atacaba y encontraba a los árabes o musulmanes con la bandera blanca alzada a modo de rendición y se agolpaban los occidentales en las pantallas de televisión para elogiar su rápida y determinante victoria, su precisión a la hora de destruir objetivos y el uso sobresaliente de la más moderna tecnología.
De hecho, los comandos israelíes no cometieron ningún error durante su abordaje al barco turco; hicieron lo que ese mismo comando u otros similares están acostumbrados a hacer en barcos, aviones o aldeas árabes. La novedad es la presencia de gente valiente a bordo de ese barco, y tal vez en barcos futuros, que decidieron enfrentarse a los israelíes atacantes incluso con sillas en defensa de la dignidad y el respeto propios.
Lo que los israelíes y los responsables occidentales no saben bien es que una nueva revolución asoma con fuerza en el mundo islámico contra la humillación y el desprecio al que están sometidos los musulmanes actualmente. Hay muchos indicios de esta revolución por doquier; en Iraq, en Afganistán, en la embargada Franja de Gaza, en el sur del Líbano y a bordo del Mavi Mármara.
De ahora en adelante Israel no va a poder imponer su agenda en la región ni tomar la iniciativa del crimen y la guerra ni ordenar a Occidente que la respalde pues no se le va a permitir continuar así. Y es que sus guerras, pequeñas o grandes, afectan a todo el mundo y sus peligrosas consecuencias se propagan por las capitales occidentales en forma de terrorismo, inestabilidad y altercados callejeros.
Los árabes- y me refiero a la gente de la calle y no a los regímenes- han dejado de ser cobardes, tontos y dóciles; y los musulmanes, o por lo menos la gran mayoría de ellos, han dejado de comportarse como ovejas ante los invasores. Prueba de ello es que Afganistán, uno de los pueblos musulmanes más incultos y subdesarrollados, está desangrando a la OTAN y extenuando económica y humanamente a EEUU. La cima de la ignorancia puede vencer a la cima de la tecnología si la primera va acompañada de valentía y dignidad, y la segunda va acompañada de perfidia, injusticia y arrogancia.
El presidente turco Abdullah Gül ha dicho que Israel pagará caro sus crímenes contra los activistas de la flotilla de la libertad, y lleva razón, puesto que Turquía dice y hace; como vimos cuando le dio un plazo de diez horas al Gobierno de Netanyahu para disculparse por el desprecio que sufrió su Embajador y, efectivamente, obtuvo lo que quería; el Estado embustero y desvergonzado se vio forzado a presentar excusas por primera vez en su historia.
El primer ministro turco Recep Tayeb Erdogán dio un ejemplo de coraje y firmeza a sus homólogos árabes cuando, comportándose como un verdadero hombre político, exigió a Israel que liberase inmediatamente a todos los activistas de la flotilla de la libertad y el Gobierno arrogante y presuntuoso de Netanyahu accedió de inmediato sin mantener en su poder a un solo detenido y dando marcha atrás en su decisión anterior de investigar a algunos de los componentes de la flotilla y juzgarlos.
Erdogán ha vuelto a pedir a Netanyahu que se disculpe, del mismo modo que exige que se abra una investigación internacional e independiente sobre la matanza, que los responsables sean llevados ante la justicia como criminales de guerra y que se paguen indemnizaciones a las familias de las víctimas. Y damos por descontado que Erdogán obtendrá todo lo que quiere porque dispone de una base moral muy sólida, de un respaldo popular vastísimo, de una estructura economica fuerte y no recibe ni un duro de ayudas estadounidenses.
En el sepelio de los mártires de la matanza en aguas internacionales, que eran todos turcos, los ataúdes iban envueltos con las dos banderas, palestina y turca, en lo que supone un gran cambio en la historia de la región y el mundo. Hasta hace poco Turquía mediaba entre árabes e israelíes, hacía maniobras militares compartidas con estos últimos y nadie se hubiera creído que fuese a hacer del hecho que se levante el embargo a Gaza la columna vertebral de su estrategia nacional, sacrificase mártires para la consecución de este objetivo legítimo y humano, y que incluso fuese a expresar su disposición a enviar su armada para escoltar las próximas flotas de ayuda humanitaria.
Siempre nos han enseñado que «la moraleja se saca de los resultados», lo que es verdad. Si aplicamos este dicho a lo que ha pasado y pasa en la franja de Gaza a raíz del embargo, concluimos que Israel y Occidente son los mayores perdedores por esta política. Y es que el embargo continuado desde hace cuatro años bajo el paraguas del silencio del mundo libre y con su complicidad no ha derrocado el gobierno de Hamás, como tampoco el hambre de la gente de Gaza les ha empujado a rebelarse contra él, como tampoco se han rendido ante las exigencias israelíes, y desgraciadamente árabes también, así como el soldado Gilad Shalit sigue preso y el tráfico de armas, que fue la razón de que se impusiese un embargo para evitar que llegasen, está en pleno auge a través de los túneles. Además de todo esto, la imagen de Israel y de sus aliados árabes moderados está por los suelos.
Todos estos logros son fruto de la resistencia y el sacrificio, y no son el resultado de negociaciones inútiles y abrazos y sonrisas con el enviado especial de EEUU para Oriente Medio George Mitchell ni de los esfuerzos del enviado europeo para la paz [sic] Tony Blair.
En cuanto al presidente Mahmud Abbas, que goza del apoyo de Occidente, igual que Hamid Karzai en Afganistán, atraviesa ahora su peor momento de debilidad y vive completamente al margen entre presiones occidentales y estadounidenses para quitárselo de encima y negociar directamente con Hamás como socio principal para cualquier futuro proceso de paz, exactamente igual que se levantan cada vez más voces para que se negocie con el movimiento Talibán en Afganistán.
El mundo cambia deprisa en contra de los intereses de Israel, EEUU y sus aliados en el mundo árabe y lo realmente importante ahora es cómo sacar provecho de estos grandes logros y aislar cada vez más a Israel. La efusión popular que comparten decenas de miles de personas tanto en el mundo árabo-musulmán como en las capitales occidentales no es más que una prueba más de los inicios del cambio que esperábamos y que llevamos clamando desde hace años.
Al régimen oficial árabe no le pronosticamos ningún bien por la simple razón de que está fuera de la historia, no tiene ninguna importancia ni juega ningún papel en los sucesos actuales. Es un régimen que se pudre al igual que sus iniciativas de paz, y nosotros aquí queremos hablar de los vivos y no de los muertos, y el ignominioso y servil texto de la declaración final de los ministros de exteriores árabes es una prueba más de lo que aquí decimos.