Los días 23 y 24 de enero en la capital de Kazajistán, Astaná, se desarrollaron las conversaciones indirectas entre el Gobierno sirio y parte de las fuerzas opositoras armadas, con la idea de proteger la tregua y buscar soluciones políticas al conflicto. Las bandas terroristas agrupadas en EIIL – Daesh en árabe – y el […]
Los días 23 y 24 de enero en la capital de Kazajistán, Astaná, se desarrollaron las conversaciones indirectas entre el Gobierno sirio y parte de las fuerzas opositoras armadas, con la idea de proteger la tregua y buscar soluciones políticas al conflicto. Las bandas terroristas agrupadas en EIIL – Daesh en árabe – y el Fath Al-Sham – ex Frente Al-Nusra fueron exceptuadas de esas negociaciones.
Los diálogos, auspiciados por la República islámica de Irán, la Federación Rusa y Turquía y terminaron con un llamado a salvaguardar el cese del fuego y encontrar soluciones políticas al conflicto en Siria, sin que ello implique dejar de combatir al extremismo salafista. Uno de los grandes enemigos de los pueblos de Oriente Medio. Para el anfitrión de este encuentro, el Ministro de Relaciones Exteriores de Kazajistán, Kairat Abdrajmanóv, la reunión «creará las condiciones necesarias para que todas las partes interesadas encuentren una solución a la crisis siria en el marco del proceso de Ginebra bajo la égida de la ONU, y hará un digno aporte a la causa de del establecimiento de la paz y la estabilidad en Siria».
El objetivo en Astana era concretar una hoja de ruta destinada a resolver la crisis siria cuyos efectos son desastrosos: 400 mil muertos, nueve millones de desplazados, 5 millones de refugiados y la destrucción de gran parte de la infraestructura del país. Y, para avanzar en conseguir dicho norte, estuvieron en Astana dos importantes actores en el conflicto sirio: el Enviado especial de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, y el viceministro iraní de Exteriores para Asuntos Árabes, Hosein Ansari, que encabezó la delegación de la nación persa, cuyo apoyo a la sociedad siria ha sido fundamental para cambiar la correlación de fuerzas a favor de Damasco tras la agresión sufrida desde marzo del año 2011.
Como prueba de este cambio en la balanza del poder, el Viceprimer Ministro Turco Mehmet Imek declaró que «tenemos que ser realistas, la situación sobre el terreno ha cambiado dramáticamente, Turquía no puede insistir en una solución sin al Assad», posición mantenida desde el inicio de la agresión contra Siria por parte del gobierno de Teherán, factor clave en cualquier acuerdo que signifique lograr la estabilidad para Oriente Medio. La nueva posición turca entre en contradicción absoluta con la postura de los opositores presentes en Astana, que volvieron a su antigua demanda: exigir un cambio de gobierno en Siria.
Rusia, a través de sus delegados hizo entrega a los rebeldes sirios de un proyecto de constitución preparado por jurisconsultos rusos «con el objeto de acelerar el proceso de paz y acabar así el conflicto», según declaró Alexander Lavrentiev, el jefe de la delegación rusa. El análisis fino de esta iniciativa generada exclusivamente en Moscú, más parecida a una acción voluntarista, no fue tomada en cuenta por la oposición siria que declaró que el proyecto ruso «fue puesto en la mesa de negociaciones pero ni siquiera lo recogimos», quedando como una mera anécdota dentro del encuentro. Esto porque lógicamente cualquier herramienta constitucional debe nacer desde el interior de Siria, de su gobierno y mundo político.
Washington en papeles secundarios
El gran ausente en Astana fue Estados Unidos, relevado a papeles secundarios, principalmente por el enorme trabajo diplomático de Irán y Rusia que incluso han atraído al gobierno turco que tiene sus propias cuentas que saldar con Washington. Para los medios internacionales esta realidad indica, no sólo que Estados Unidos ha sido arrinconado en su postura ambivalente y de doble rasero respecto a sostener que combate a los grupos terroristas pero al mismo tiempo estimula su desarrollo; sino también es la constatación que los objetivos planteados por la alianza entre Siria, Irán, Rusia y Hezbolá está dando sus frutos de manera clara y contundente: destruir a las bandas terroristas. A la par de esta constatación del éxito alcanzado por la mencionada alianza antiterrorista, el portavoz de la cancillería persa, Bahram Qasemi, destacó que la prioridad respecto a Siria sigue siendo política, «consolidar un alto al fuego en todo el país».
Estados Unidos, representado por el Embajador de Washington en Kazajistán, George Krol, pasó sin pena ni gloria. Lo que no deja de inquietar respecto al papel que cumpla en el futuro, pues Washington ha sido, junto a sus socios europeos, principalmente Francia y Gran Bretaña y de Oriente Medio: Israel, Arabia Saudí y las Monarquías Ribereñas del Golfo Pérsico los principales artífices en el surgimiento, desarrollo y apoyo de los grupos terroristas takfirí. Apoyo enmarcado en la decisión de derrocar el gobierno sirio en pos de objetivos mayores: cercar a Irán e impedir el desarrollo y avance hacia Occidente de la Federación Rusa. Ello bajo la política del leading from behind, que significa seguir desestabilizando a la nación levantina en pos de sus objetivos hegemónicos regionales.
El encuentro en Astana, junto con la tregua declarada en Siria el pasado 30 de diciembre, es parte de un paquete de iniciativas, donde sobresale el trabajo de mediación de Irán, Rusia y Turquía. Para el diplomático Staffan de Mistura, el encuentro de Astana tiene importancia, en la medida que resultados fructíferos en estas conversaciones determinarán el éxito o no de las conversaciones del 8 de febrero en Ginebra y donde se tendrá mayor claridad sobre cuál va a ser la postura del nuevo gobierno estadounidense. El papel jugado por la oposición armada siria presente en Astana ha sido definido por el Embajador sirio ante la ONU, Bashar al Yafari como «lamentable» ya que se consideró que estaban más enfocados en actuar en defensa del grupo Fath al Sham en lugar de acercar posiciones con el gobierno sirio.
¿Salida Política? Sí, Pero sin descuidar lo militar
Resulta coincidente, a pesar de ciertas divergencias respecto al papel de Estados Unidos, que las posturas tanto de la ONU como de Moscú y Teherán con relación a la salida de la crisis siria pasa por una solución política, donde el factor militar cumple un papel de catalizador, que obligue a la oposición a sentarse a la mesa, como ocurrió tras las ofensivas gubernamentales que permitieron la recuperación de Palmira y Alepo. El Enviado de la ONU para Siria, Staffan de Mistura, tras un encuentro con la delegación rusa señaló que «el acuerdo trilateral entre Teherán, Moscú y Ankara puede influir en los bandos enfrentados y ayudar a que las hostilidades paren o se estabilicen, pues es eso lo que quieren los sirios».
Irán, por su parte, ha aclarado que sus esfuerzos diplomáticos, junto a Rusia y Turquía «no son un sustituto del denominado Grupo Internacional de Apoyo a Siria – ISSG por sus siglas en inglés – según declaró a la prensa internacional, el Vicecanciller Para Asuntos árabes y Africanos, Hussein Yaberi Ansari, quien destacó además el papel cumplido por la ONU en facilitar las conversaciones entre el gobierno de Damasco y la oposición siria, en cualquier lugar donde se desarrollen. Astana fue un ejercicio previo a Ginebra. Fecha en la cual Estados Unidos debe tener definido el papel efectivo y concreto que jugará en Oriente Medio. Una Administración de gobierno que deberá equilibrar la dicotomía de una pareja de funcionarios de alto nivel, con visiones distintas como es el nuevo Secretario de Estado Rick Tillerson ex Consejero Delegado de la Exxon Mobil Corp – con fuertes lazos con Moscú – y el Secretario de Defensa James «Perro Rabioso» Mattis – furibundo opositor a acuerdos con Rusia y enemigo del acuerdo nuclear con Irán.
La especulación respecto a lo que puede esperar el mundo de Washington, hace suponer un acercamiento entre Trump y Vladimir Putin, que implique definiciones de lucha conjunta contra Daesh, que hasta ahora sólo ha sido efectivo gracias al trabajo del Eje de la Resistencia y las Fuerzas Aeroespaciales Rusas. Recordemos que en noviembre del 2016, tras el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales, el actual mandatario dio a conocer su disposición de trabajar con Putin en lo que llamó una «cooperación constructiva» bajo la premisa, que sólo ciertos países combaten de verdad a los grupos terroristas. En el segundo debate electoral entre Trump y Hillary Clinton afirmó «sólo Damasco, Rusia e Irán luchan contra los terroristas de Daesh en Siria… Al Assad está exterminando a Daesh, Rusia extermina a Daesh como lo hace también Irán… de llegar a ser presidente de los Estados Unidos, los únicos grupos a los que admitiría como aliados para combatir a los extremistas de Daesh serían estos tres países: Siria, Rusia e Irán».
¿Cumplirá esas declaraciones efectuadas al calor del debate presidencial? ¿Qué pasará con sus aliados de la región como Arabia Saudí, Israel, Turquía, Jordania valedores del mismo grupo terrorista que Trump desea derrotar? ¿Cuál será su postura teniendo, en el seno de su gabinete personajes como Rick Tillerson y James Mattis? Un intríngulis que Trump deberá resolver a la brevedad, pues la madeja de conflictos que existe en Oriente Medio, donde el tema palestino juega un papel principal deberá generar, más temprano que tarde una fuerte contradicción entre Estados Unidos, Rusia e Irán como líder del Eje de la Resistencia.
No se puede combatir a Daesh sin que ello implique una serie de requisitos: exigir que la Casa al Saud, la entidad sionista y sus socios regionales dejen de suministrar apoyo financiero, material, armamento y logística al terrorismo takfirí. No se pueden establecer líneas de confianza con miembros del Eje de la Resistencia, sin exigir al mismo tiempo el cumplimiento de resoluciones del CSNU, como la N°2334 que exige el cese y el desmantelamiento de los asentamientos de colonos judíos en la Ribera occidental, como también el cumplimiento de los Acuerdos Nucleares firmados por el G5+1 con Irán. Los conflictos en el Levante Mediterráneo tienen una impronta común y esa debe cesar: el apoyo del sionismo y el wahabismo al terrorismo regional. Astana es un paso más en la consolidación de caminos de encuentro, que dejan claro que el terrorismo takfirí debe ser combatido hasta su total exterminio. No es posible pensar en mantener posiciones tibias al respecto, con grupos que hunden sus raíces en la ideología de la más reaccionaria de las Monarquías como es la Wahabita.
El proyecto de documento final de las consultas sirias en Astaná estipula un mecanismo tripartito, para controlar el cumplimiento de la tregua en Siria, lo que trae consigo nuevas interrogantes pues en Astana quienes firmaron la declaración son grupos rebeldes armados, pero no aquellos que representan el número mayor de combatientes y bandas terroristas, lo que significa que la guerra en Siria no termina con un cese al fuego con ciertas organizaciones si ello no va acompañado de la destrucción total de las fuerzas terroristas de raíz takfirí que operan en suelo sirio. Ello debe ir acompañado de la exigencia internacional de cesar todo apoyo al extremismo salafista y en ello la lucha política sí o sí debe ir acompañada de la más fiera lucha militar.
Fuente original: http://www.hispantv.com/noticias/opinion/331255/dialogos-paz-siria-terrorismo-estado-islamico-al-nusra
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.