Traducido para Rebelión por LB
Fue un legislador árabe quien hizo el comentario más elocuente cuando la semana pasada el parlamento israelí aprobó la ley anti-boicot que prohíbe todo llamamiento al boicot contra Israel o contra sus asentamientos en los territorios ocupados. Ahmed Tibi preguntó: «¿Qué le está permitido hacer a un activista por la paz o a un palestino para oponerse a la ocupación? ¿Hay algo que os resulte aceptable?»
La ley anti-boicot es la última de una serie de leyes cada vez más draconianas que están siendo aprobadas por la extrema derecha [israelí]. El propósito de la legislación es intimidar a aquellos ciudadanos israelíes, judíos y palestinos que aún se resisten a doblegarse bajo el rodillo de la mayoría.
Descubra en los próximos días y semanas un proyecto de ley destinado a bloquear el trabajo de las organizaciones israelíes de derechos humanos que tratan de proteger a los palestinos de los territorios ocupados de los abusos que les inflingen el ejército israelí y los colonos; descubra un proyecto de ley para crear una comisión parlamentaria encabezada por la extrema derecha y con poder de veto sobre los nombramientos del Tribunal Supremo. El Tribunal Supremo es el único -y debilitado- baluarte contra el predominio absoluto de la derecha.
La ley anti-boicot, respaldada por el gobierno de Benjamin Netanyahu, marca un hito en este asalto legislativo, y lo hace en dos aspectos.
En primer lugar, elimina la piedra angular de cualquier sistema democrático: el derecho a la libertad de expresión. La nueva ley convierte en ilegal para israelíes y palestinos promover un programa político no violento -un boicot- para contrarrestar el poder creciente del medio millón de colonos judíos que viven en tierra palestina robada.
Como observó el comentarista israelí Gideon Levy, las compuertas se han abierto: «Mañana estará prohibido reclamar el fin de la ocupación [o] defender la hermandad entre árabes y judíos».
Igualmente preocupante es el hecho de que la ley crea un nuevo tipo de delito civil, no penal. El Estado no emprenderá acciones judiciales. Por contra, la tarea de hacer cumplir la ley anti-boicot se ha subcontratado a los colonos y a sus abogados. Cualquier persona que apoye un boicot puede ser demandada y se le puede exigir una indemnización por parte de los propios colonos, los cuales -otra excepcionalidad de la ley- no necesitan demostrar el perjuicio supuestamente sufrido.
Bajo esta ley los opositores de la ocupación ni siquiera serán dignificados con penas de cárcel y con la oportunidad de convertirse en presos de conciencia. Al contrario, serán conducidos silenciosamente a la bancarrota mediante acciones privadas y sus bienes serán incautados bien para cubrir las costas legales o bien para pagar daños y perjuicios.
Abogados de derechos humanos señalan que en ningún lugar del mundo democrático existe una ley como ésta. Incluso Yinon Eyal, el conservador asesor jurídico del Parlamento, dijo que el objetivo de la ley es silenciar una «controversia que se ha mantenido en el centro del debate político en Israel durante más de 40 años». Sin embargo, más de la mitad de los israelíes apoyan la ley y sólo el 31% se opone a ella.
La delirante y autocompasiva visión del mundo que dio lugar a la ley anti-boicot quedó gráficamente ilustrada este mes en un breve vídeo publicitario que ha sido apoyado, y posiblemente también financiado, por la hasbara israelí, es decir, por el Ministerio de Propaganda israelí. Muy adecuadamente, la acción discurre en el consultorio de un psiquiatra(1).
En el video se ve a una traumatizada mujer joven [sentada en la consulta de un psiquiatra] descifrando las imágenes ocultas en el famoso test de Rorschach. Mientras el doctor le va mostrando los garabatos de tinta, el pánico y la cólera de la mujer van aumentando. Poco a poco nos damos cuenta de que la mujer representa al vulnerable Israel moderno, abandonado por sus amigos y todavía en estado de shock profundo a causa del ataque perpetrado contra sus comandos de la marina de guerra por los «terroristas» pasajeros a bordo de la flotilla de ayuda a Gaza del año pasado.
Inmune a la realidad -y la realidad es que los barcos de la flotilla trataban de romper el cerco de castigo impuesto por Israel a Gaza, que los comandos israelíes los abordaron ilegalmente en aguas internacionales y que mataron a tiros a nueve activistas ejecutándolos uno a uno-, Miss Israel relata con los ojos bañados en lágrimas que el mundo «siempre intenta atormentarnos y hacer[nos] daño sin ninguna razón». Al final sale corriendo de la consulta mientras grita: «¿Qué quiere usted, que [Israel] desaparezca del mapa?».
El video -puesto en circulación con el lema «¡Alto a las provocaciones a Israel!»- formaba parte de una campaña para desacreditar a la reciente flotilla de Gaza. La misión de ayuda fue abandonada después que las autoridades griegas, presionadas por Israel, negaran al convoy autorización para navegar rumbo a Gaza.
La mentalidad de estado de sitio de Israel volvió a imponerse varios días después cuando los activistas internacionales realizaron otra acción de solidaridad (que recibió el apodo de «Flytilla»). Cientos [de activistas] trataron de volar a Israel el mismo día y declararon su intención de viajar a Cisjordania. El objetivo era llamar la atención mediática sobre el doble hecho de que Israel restringe severamente el acceso tanto a los territorios ocupados como a los propios palestinos.
Demostrando precisamente la acusación de los manifestantes, Israel amenazó con represalias a las aerolíneas que transportaran a los activistas y apostó a cientos de soldados en el aeropuerto Ben Gurion para que dieran la bienvenida a los visitantes. Unos 150 manifestantes pacíficos que consiguieron llegar a Israel fueron detenidos instantes después de tomar tierra.
Haciéndose eco de los desquiciados sentimientos expresados por la muchacha del video, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu denunció que las diversas flotillas «negaban a Israel su derecho a existir» y constituyen una amenaza para su seguridad.
Sin embargo, lo que el aumento de actividad de las flotillas refleja en realidad no es un ataque contra Israel, sino un reconocimiento creciente por parte de grupos internacionales de que Israel está sellando con éxito del resto del mundo las pequeñas áreas de los territorios ocupados en las que aún viven los palestinos. Las flotillas son una rebelión contra la rápida «guetización» de la población palestina.
Aunque los comentarios de Netanyahu suenan delirantes, puede que exista un método [que explique] la locura de medidas tales como la ley anti-boicot y la histérica reacción a las flotillas.
Estas medidas, como señala Tibi, no dejan margen para la oposición no violenta a la ocupación. Arundhati Roy, la laureada escritora india, ha señalado que la no-violencia es básicamente «una especie de teatro. Necesita una audiencia. ¿Qué puede hacer uno cuando le falta la audiencia?»
Netanyahu y la derecha israelí entienden este punto. Están desmantelando cuidadosamente todas las plataformas desde las que los disidentes israelíes, palestinos y activistas internacionales confían en implementar sus protestas. Están haciendo que sea imposible organizar una resistencia conjunta, pacífica y no violenta, ya sea en forma de boicoteos o de visitas de solidaridad. La única vía que queda abierta es la de la violencia.
¿Es eso lo que quiere la derecha israelí, persuadida de que así se van a confirmar las paranoicas fantasías de los israelíes y de que de ese modo se ofrece una justificación ante el mundo para recrudecer la ocupación?
Netanyahu parece creer que generando el terror que dice estar tratando de derrotar puede salvaguardar la legitimidad del Estado judío y destruir toda esperanza de un Estado palestino.
NOTA:
(1) El vídeo puede verse aquí: http://www.gilad.co.uk/
Fuente: http://www.counterpunch.org/
rCR