Según un estudio que acaba de hacer público la Asociación Árabe de Derechos Humanos (AHRA, siglas en inglés), con sede en Nazaret, el alto número de civiles muertos en un enfrentamiento armado que, básicamente, consistió en el intercambio de disparos de artillería y cohetes desde las respectivas posiciones deja en evidencia que, especialmente, en el […]
Según un estudio que acaba de hacer público la Asociación Árabe de Derechos Humanos (AHRA, siglas en inglés), con sede en Nazaret, el alto número de civiles muertos en un enfrentamiento armado que, básicamente, consistió en el intercambio de disparos de artillería y cohetes desde las respectivas posiciones deja en evidencia que, especialmente, en el caso de Israel, no se respetaron acuerdos para la protección de civiles como la Convención de Ginebra.
El estudio de AHRA destaca que la mayoría de las víctimas civiles que se registraron en Galilea (al norte de la Palestina histórica, hoy integrada en el Estado de Israel) se debieron a que el Ejército sionista colocó temporalmente baterías de misiles en los pueblos árabes. «De este modo, convertía a estas localidades en objetivos de los cohetes de Hizbullah» al responder a los disparos de estas baterías, según el informe.
«A la inversa, el estudio demuestra que las localidades árabes que no estuvieron rodeadas por instalaciones militares no sufrieron daños durante la guerra, a pesar de estar situadas en las cercanías de la frontera libanesa-israelí», añade AHRA.
Las baterías se colocaron en un radio de 500 metros a dos kilómetros de los pueblos árabes -aunque también se han documentado casos en los que se ubicaron en el interior de las poblaciones-, por lo que los civiles quedaban dentro del margen de error de los cohetes artesanales con los que Hizbullah respondía a la agresión israelí.
Estas baterías instaladas temporalmente en las localidades palestinas cercanas a Líbano fueron ampliamente empleadas por Israel para disparar misiles contra posiciones de Hizbullah al otro lado de la frontera. La respuesta de la milicia libanesa era lanzar sus imprecisos cohetes artesanales contra el lugar del que partían estos misiles, provocando, de paso, daños entre la población árabe. Hizbullah comunicó en varias ocasiones a lo largo de la guerra que estas instalaciones israelíes eran un objetivo militar, por lo que el Gobierno sionista conocía que los ciudadanos árabes a los que, en teoría, debe proteger estaban en peligro. Pero no hizo nada para evitarlo.
De este modo, de los 44 civiles con pasaporte israelí que murieron como consecuencia de los cohetes de Hizbullah, 18 eran palestinos. Los muertos árabes suponen el 40% del total, cuando en esta zona de Palestina el porcentaje de la población originaria se sitúa en torno al 20%.
La actuación israelí resultó aún más peligrosa para la población civil, ya que los militares impidieron a los residentes árabes abandonar estos pueblos tras la instalación de los baterías, según constata un electo del Ayuntamiento de Tarshiha, cuyo testimonio aparece recogido en el informe de AHRA. «El Gobierno [israelí] no realizó ninguna sugerencia para evacuar estas poblaciones, ni a sus habitantes ni a las autoridades locales, sino que les instó a permanecer en sus casas a pesar de los numerosos cohetes que caían en estas comunidades», subraya el informe.
AHRA muestra su temor ante el hecho de que si se produce un nuevo enfrentamiento armado a gran escala entre la milicia de Hizbullah e Israel -algo no descartable-, la población palestina se encontraría en la misma situación de riesgo que padeció en el verano de 2006.
Por ello, insta al Gobierno israelí a retirar todas las instalaciones militares -permanentes o provisionales- de las cercanías de los pueblos y que, en caso de guerra, se retiren inmediatamente.
Asimismo, reclama que en las localidades árabes del norte de Galilea se instalen las medidas de protección ante posibles ataques con cohetes de las que hoy carecen y que se elaboren planes para la evacuación de estos pueblos si se produce una situación de emergencia, algo que a día de hoy no existe ni en el papel.
Además de colocar puestos militares en las inmediaciones de las poblaciones palestinas de Galilea, el informe de AHRA deja en evidencia la discriminación que sufren estas localidades respecto a los asentamientos judíos de esta zona.
De este modo, se destaca que en los pueblos árabes no existen refugios para que sus habitantes puedan protegerse de un ataque con cohetes que provengan de Líbano, una infraestructura de la que sí disponen las localidades en las que viven los judíos.
Ésta es una prueba más de la discriminación que padecen los ciudadanos árabes que viven en los Territorios de 1948, pese a que disponen de pasaporte y «nacionalidad» israelí.
De este modo, se les impide estudiar en la universidad en árabe, lugares sagrados de cristianos y musulmanes son profanados y se limita el acceso a la tierra de los árabes para favorecer a colonos judíos.