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Israel comete demasiados errores para que sean errores

Fuentes: MEMO

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos


Las Fuerzas de Defensa Israelíes (IDF, en sus siglas en inglés, el ejército israelí) «han lamentado» el brutal asesinato de un palestino desarmado mientras dormía en su cama. Estoy seguro de que esta declaración de las IDF supone algún consuelo para la viuda y familia de la víctima en su duelo. Al menos debería dárselo si estos acontecimientos no fueran depresivamente frecuentes e Israel no tuviera un largo historial de crímenes contra el resto de la humanidad que sugieren o bien un historial de reclutamiento soldados extremadamente incompetentes o un desprecio extremo por el valor de la vida de las personas no judías. Quizá se trata incluso de una mezcla de ambas cosas. Puede que Omer Al-Qawasmi no fuera la víctima que buscaban los soldados de las IDF que lo mataron, pero la afirmación de que utilizaron armas con silenciador y le dispararon sin que mediara provocación alguna sugieren que el hombre al que estaban buscando habría sido asesinado en cualquier caso. De ser así, entonces Wael Al-Bitar tiene que agradecer al asesinato de al-Qawasmi su subsiguiente arresto y que no lo ejecutaran sumariamente unos soldados que posiblemente todavía estarían confundidos por lo que había hecho escaleras arriba «por error»*.

 

Los recientes pronunciamientos de rabinos en Israel condenando a judíos cuyas acciones son tan graves como alquilar propiedades a árabes en el Estado sionista sugieren un aumento del racismo antiárabe entre los israelíes. Sin lugar a dudas, la discriminación a la que se enfrentan los ciudadanos palestinos de Israel está arraigada y a menudo es respaldad por la ley. Esto no debería sorprender a nadie ya que la sociedad israelí va derivando hacia la derecha y declaraciones que antes se consideraba que pertenecían a una minoría de extrema derecha resultan hoy ser parte de la corriente dominante. Cuando el colono ilegal estadounidense-israelí Baruch Goldstein asesinó a 29 palestinos que rezaban en la mezquita de Ibrahimi en Hebrón en febrero de 1994, el presidente de Israel Ezer Weizman describió su acción como «antijudía y antiisraelí». Como informó el New York Times, «antes Weizman había calificado la masacre de ‘lo peor que nos ha ocurrido en la historia del sionismo'». De hecho, el sionismo y su historia están repletos de masacres y actos viles como estos hasta el punto de que lugares comunes como que los altos cargos israelíes expresen que «lamentan» estos «errores» ahora tienen muy poco peso.

 

El rabino Yaacov Perrin afirmó en el funeral de Baruch Goldstein que «un millón de árabes no merecen ni una uña judía»; los medios de comunicación, incluyendo al New York Times, recogieron ampliamente esta declaración cruel y francamente racista. Según se informó, el rabino David Batzri dijo en 2006 en un debate público sobre una escuela en Jerusalén: «La nación de Israel es pura y los árabes son una nación de asnos. Son un desastre maligno, un demonio malvado y una desgracia inmunda. Los árabes son asnos y bestias. Quieren llevarse a nuestras chicas. Están dotados de una auténtica indecencia. Hay pureza y hay impureza, y ellos son impuros». El diario Haaretz de Israel informaba de esto.

 

Se podría argumentar que semejantes declaraciones son puntos de vista minoritarios en Israel, pero cuando los hechos de los israelíes sionistas a lo largo de muchos años demuestran reflejar estos sentimientos, entonces, ¿qué lugar ocupan en realidad las disculpas israelíes? La corriente dominante de los sionistas e israelíes siempre han considerado las vidas árabes muy baratas, desde Deir Yassin cuyos habitantes palestinos fueron «asesinados a sangre fría» por los terroristas del Irgún y de la Banda Stern Gang en abril de 1948 hasta la «sistemática ejecución de hombres jóvenes sanos [palestinos] por soldados judíos» en Tantura un mes después; desde los habitantes «masacrados» del pueblo palestino de Kafr Qassim en 1956 a las matanzas de Sabra y Chatila durante la invasión por parte de Israel de Líbano en 1982 («Los goyim [no judíos, en hebreo] matan a goyim , y se echa la culpa a los judíos», afirmó el primer ministro israelí Menachem Begin (responsable de la masacre de Deir Yassin) antes de que una comisión de investigación israelí concluyera que Ariel Sharon era «responsable indirecto de los asesinatos»); desde la primera masacre de Qana en 1996 cuando Israel bombardeó un complejo de la ONU en el sur de Líbano y mató a 106 personas que se refugiaban ahí, hasta la segunda masacre de Qana en 2006 cuando las fuerzas aéreas bombardearon un edificio en la ciudad y mataron a 28 personas; desde Jenin 2002, cuando más de doscientos palestinos fueron asesinados y sus casa demolidas por la maquinaria militar israelí, hasta Gaza 2008/9 cuando las fuerzas invasoras de Israel asesinaron a más de 1.400 palestinos, una tercera parte de los cuales eran niños. Todos estos ejemplos y más demuestran que las Fuerzas de «Defensa» Israelíes han atacado a civiles a voluntad y con un desprecio por la vida humana que contradice la afirmación de mantener la «pureza de las armas» Un superviviente del holocausto nazi escribió en el Washington Post en 2002: «Las fotos de la devastación en Jenin […] me recuerdan a mi infancia en el Ghetto de Varsovia. Ahí, también, se disparó a civiles inocentes en el acto, se volaron las casas indiscriminadamente y se bloqueó la ayuda humanitaria. Al final de aquel tremendo holocausto dijimos «Nunca más». Pero ahora somos nosotros los que estamos haciendo lo mismo, ¡qué vergüenza!».

 

Tampoco son sólo los palestinos y árabes quienes se han enfrentado a la brutalidad israelí: pregunten a los supervivientes del ataque contra el [barco] USS Liberty en 1967 si creen que fue verdaderamente un error que 34 marineros estadounidenses fueran asesinados y otros 170 heridos por las bombas y torpedos israelíes, pregunten a los padres de la ciudadana estadounidense Rachel Corrie si su hija era una amenaza para la seguridad de Israel y merecía morir aplastada por un bulldozer armado en Gaza; pregunten a la familia del estudiante británico Tom Hurndall si su intento de proteger a un niño palestino también merecía una bala en la cabeza que le llevó a la muerte un año después sin haber recuperado nunca la conciencia. ¿Y respecto al cámara británico James Miller, al que un soldado israelí disparó cuando trabajaba en Gaza? Estos tres crímenes (una investigación británica calificó de «asesinato» el de Miller) tuvieron lugar en 2003.

 

El hecho es que quienes fundaron el Estado de Israel mantenían que para establecer su Estado tenían que expulsar a la población palestina. Para hacerlo instigaron varios planes, afirma Ilan Pappe, «para preparar a las fuerzas militares de la comunidad judía en Palestina para las campañas ofensivas que iban a emprender en […] el momento en que se fueran los británicos». El Plan C, añade Pappe, «explicaba claramente qué acciones punitivas […] se iban a emprender: asesinar a los dirigentes políticos palestinos; asesinar a los activistas palestinos y a quienes los financiaban económicamente; asesinar a palestinos que actuaran contra los judíos; asesinar a altos cargos y oficiales palestinos [dentro el sistema del Mandato]; dañar los transportes palestinos; dañar las fuentes de vida palestinas: pozos de agua, molinos, etc.; atacar a los pueblos cercanos que probablemente ayudaran en futuros ataques; atacar clubes, cafés, lugares de reunión palestinos, etc.».

 

¿Ha cambiado en algo la mentalidad de los gobiernos israelíes desde finales de la década de 1940 cuando se trazó el Plan C? ¿O cuando en realidad se implementó el Plan D (Dalet) y se inició lo que Pappe ha llamado «la limpieza étnica de Palestina»? El sionismo político respalda todo lo que hace el gobierno sionista y esta perniciosa ideología exige la expansión del Estado de Israel por encima y más allás de la tierra que el Plan de Partición de la ONU de 1947 adjudicó al «Estado judío». El primer primer ministro de Israel, el nacido en Polonia David Ben Gurion, presionó por un Estado en el «80-90%» de la Palestina histórica; con sus ilegales colonias y su polémico muro sus sucesores se han asegurado de que probablemente se supere hasta esta cifra.

 

Si hay que persuadir a los palestinos de que su futuro está en otra parte para que Israel pueda completar la limpieza étnica iniciada en 1948, se debe hacer que su estatus en su propia tierra sea lo más insoportable posible. Por consiguiente, Israel demolerá casas, denegará los permisos de construcción, expulsará a políticos electos, construirá muros y checkpoints, hará saber a los palestinos que pueden ser asesinado en cualquier momento, de día o de noche, sin razón alguna; hará la vida tan difícil e insegura como sea posible de manera que los palestinos incien el sueño sionista de la «transferencia silenciosa» a través del río Jordán hacia la «patria alternativa».

 

Miesstras escribo esas líneas, las autoridades de ocupación israelíes están demoliendo el ala de un hotel el Jerusalén ocupado para dejar sitio a lo que Haaretz llama un «polémico» nuevo barrio judío. Los asesinatos «por error» forman parte del mismo proceso que las demoliciones de casas y la expulsión de los residentes palestinos de Jerusalén: Israel quiere vaciar la tierra de palestino y establecer judíos en su lugar, y así la limpieza étnica continúa a ritmo acelerado.

 

Las acusaciones de que la Autoridad Palestina colabora con la ocupación israelí son acertadas aunque carentes de sentido en este contexto. La AP es una herramienta utilizada por los sionistas para lograr sus fines y objetivos, sobre todo un Estado construido sobre cuanta más Palestina sea posible, con cuantos menos palestinos por ahí que deslustren la naturaleza judía del Estado como sea posible. Esto es el sionismo, esto es Israel. Cualquiera que piense que se puede hacer una paz justa con un Estado construido sobre semejante ideología cree también en las hadas. La historia nos da una clara indicación de lo que exige el sionismo y de lo que los gobiernos israelíes esperan lograr. Parafraseando al superviviente del holocausto Alex Hershaft antes citado, el nunca más está sucediendo de nuevo pero nuestros dirigentes políticos son demasiado ciegos para ver esto o tienen demasiado miedo a admitir esto. En cualquier caso, «esto» es inaceptable.

 

*N. de la t.: Wael Al-Bitar, la persona a la que en realidad buscaban las IDF, vivía en la planta baja del edificio en cuyo primer piso vivía su tío, Omer Al-Qawasmi. Véase «Los israelíes admiten haber asesinado a un civil inocente en su cama», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=119977

 

Fuente: http://www.middleeastmonitor.org.uk/articles/middle-east/1931-israel-makes-too-many-mistakes-for-them-to-be-mistakes