“Es el momento más peligroso en la historia del CPJ”, resumió Jodie Ginsberg, directora ejecutiva del Comité para la Protección de Periodistas, al presentar esta semana un informe que detalla 124 asesinatos de trabajadores de prensa en 18 países durante el último año. Casi el 70% de tales crímenes se dio durante la retaliación de Israel sobre la franja de Gaza, cuya “guerra” se llevó a 85 colegas (82, palestinos). Eso explica el aumento de 22% a nivel mundial respecto de 2023.
Desde su sede en Nueva York, luego de más de tres décadas registrando los padecimientos de los periodistas en el mundo, el Comité evalúa que 2024 se convirtió en el año más mortífero para el gremio a consecuencia de los crecientes niveles de conflicto internacional, malestar político y criminalidad. De esto último pone como ejemplo a Haití, donde las pandillas no tienen empacho en atribuirse tales asesinatos.
A pesar de que América Latina es la región más pacífica, sufrió un par de muertes de comunicadores en Colombia y Honduras. Lo peor del continente fueron los cinco casos en México, uno de los países más peligrosos para el ejercicio profesional, lo que ha llevado al CPJ a subrayar una carencia que viene de antaño por parte de los mecanismos locales de protección. El cálculo del CPJ es moderado; otras fuentes elevan los muertos a siete.
Y más allá
No obstante, Ginsberg aclaró que sus cifras muestran ataques en todo el planeta: “El aumento de los asesinatos forma parte de una tendencia mundial más amplia de amordazar a los medios. Esto debería preocupar a todos, porque la censura impide abordar la corrupción, la criminalidad y exigir cuentas a los poderosos”.
Incluso cuando caen algunos personeros con poder, eso también afecta a los trabajadores de prensa. En Siria, luego del derrocamiento de Bashar al Assad hace dos meses, fueron asesinados cuatro periodistas. Lo peor allí es que los criminales quedan libres. (Sobre la situación siria, se publicaron sendas notas a fin de año en El Cohete: Derrumbe en Siria y Siria y la resistencia palestina.)
Algo análogo ocurre en Pakistán, donde la inestabilidad política derivó en el aumento de crímenes contra periodistas, lo que no se no registraba desde 2021. La guerra civil en Sudán, con muertos por miles y el desplazamiento de millones, también se cobró la vida de seis colegas, igual que en Pakistán.
Los demás asesinatos de periodistas ocurrieron en Irak (tres), Myanmar (que algunos aún consignan como Birmania, otros tres), y hubo un crimen más en cada una de estas naciones: Ucrania, Rusia, India, Bangladesh, Mozambique y Nigeria. Con el 78% del total, Medio Oriente y el Norte de África sigue siendo la región con más asesinados (97).
Prohibido informar
Los 43 autónomos o freelance asesinados, con menos recursos y más riesgo, superan el tercio del total (35%). Al menos 24 de esos colegas (casi el 20% del total) fueron asesinados por su trabajo, según pudo determinar el CPJ. Entre ellos, los casos más dramáticos los protagonizó el ejército israelí, que según el CPJ mató a diez en Gaza y Líbano, con lo que contravino las normas internacionales que consideran como civiles a los periodistas.
El alto número de colegas palestinos asesinados es correlato de la prohibición de informar desde Gaza impuesta a los medios internacionales, salvo que vayan vigilados por el ejército de ocupación, algo muy similar al carácter de “empotrado” que se les dio a los corresponsales desde la guerra del Golfo.
Frente a ello, el CPJ insistió ante Egipto e Israel en pos de medidas específicas para el libre ejercicio profesional. Del mismo modo, a todo el mundo le recuerda sus recomendaciones para mejorar la seguridad de periodistas. Frente a los asesinatos, no solo exige el comparendo ante tribunales ordinarios, sino que propone que en su investigación pueda colaborar un grupo de trabajo internacional.
La situación no tiene miras de mejorar, ya que en lo que va de este nuevo año continúan los asesinatos. Ya ha habido seis en seis semanas.
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El peor del continente
Un detalle que denota lo conservador de los cálculos del CPJ lo aporta el Observatorio de la UNESCO, que en México tomó nota de siete víctimas: Patricia Ramírez González, Mauricio Cruz Solís, Enrique Hernández Avilés, Alejandro Alfredo Martínez Noguez, Víctor Alfonso Culebro Morales, Víctor Manuel Jiménez Campos y Roberto Figueroa. Representan más de la mitad de los 12 que registraron en el continente durante 2024.
Sus estadísticas sobre los mexicanos son más alarmantes, ya que dan cuenta de 19 asesinatos en 2022 y de siete en 2023 (cuando el CPJ había contabilizado sólo dos).
La diferente notación se debe a varios motivos, entre los cuales están las dificultades para un organismo independiente no oficial (sin recursos estatales) para chequear cada denuncia y corroborar que los crímenes tengan relación con la labor profesional. En la Argentina, una dificultad análoga enfrentaba la Asociación Periodistas para cotejar los informes recibidos de provincias alejadas del centro porteño.
Otra razón está dada por las fechas de registro. Por caso, Jiménez Campos había sido consignado como desaparecido el 1 de noviembre de 2020, pero su cuerpo fue hallado el último 12 de junio.
El Observatorio relaciona los asesinatos con las situaciones de conflicto socio-político, que disminuyen en cuanto estos se apaciguan. Así, en 2022 contabilizaron 43 muertes, mientras que en 2023 bajaron a 18 y, en 2024, a 12. Lo que sí aumentaron fueron las formas de censura, así como algunas leyes financieras abusivas.
Otras fuentes enumeraron en México más de 300 asesinatos desde 1980. Entre 2000 y 2012, 80 muertes. En esta década, Reporteros sin Fronteras empezó a considerarlo como el más peligroso, peor que zonas en guerra.
Al respecto, la directora general de la UNESCO Audrey Azoulay manifestó que “es inaceptable que los periodistas paguen con sus vidas por este trabajo”, a la vez que llamó a los Estados a intensificar las garantías de protección de acuerdo al derecho internacional.