Recomiendo:
0

Israel está en medio de una guerra civil fría

Fuentes: Haaretz

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Ni los árabes, ni los izquierdistas ni los laicos se ven como parte del nuevo Estado de Israel. ¿Cuál es nuestra obligación para el Estado cuando éste declara que ya no pertenecemos al mismo? 

 

Miles de personas marchan en Tel Aviv en protesta contra Rivlin por su incitación contra las ONG de izquierda. 19 de diciembre de 2015. Moti Milrod

 

«No voy a aceptar dos estados dentro de Israel», declaró el primer ministro Benjamin Netanyahu en el lugar del reciente ataque terrorista en Tel Aviv en referencia a la sociedad árabe. Su compañero y miembro de la facción del Likud, el diputado Miki Zohar, por su parte, dijo que «Tel Aviv está actuando como si fuera un Estado… no es parte del Estado de Israel, es completamente independiente».

Al explicar la prohibición en el plan de estudios de la escuela secundaria del ministerio de Educación de la novela Borderlife, el ministro de Educación Naftali Bennett (Habayit Hayehudi) dijo: «El sistema educativo no debe promover valores contrarios del Estado». Su colega de facción, la ministra de Justicia Ayelet Shaked, defendió la ley que ella promovió -que obliga a las organizaciones no gubernamentales que reciben fondos del extranjero a marcar sus documentos aclarando el origen de su financiamiento- y dijo: «Es inconcebible que la Unión Europea destine fondos que contribuyen con las asociaciones que trabajan en el nombre del Estado de Israel, cuando estas contribuciones están siendo utilizadas para aplicar sus políticas en otros países».

Así, en la mente de Shaked, las ONG de izquierda son el equivalente de Tel Aviv para Zohar: no son parte del Estado de Israel, sino algo separado. Los ataques a la ONG Breaking the Silence y la Radio del Ejército también se llevan a cabo en el nombre del Estado. Entonces, ¿qué es el Estado?

El Estado es ahora una organización armada, con una burocracia que impone la regla de la derecha religiosa en la zona bajo su control (y no necesariamente su soberanía, véanse, por ejemplo, Judea y Samaria). A la luz de lo que se dice abiertamente, está claro que yo, por ejemplo, no soy parte del Estado. Mi estilo de vida no es su estilo de vida, mis valores no son sus valores y mi visión del mundo representa la cosmovisión de los países extranjeros. Yo debería ser calificado de disidente.

Árabes, izquierdistas, laicos, ninguno de ellos son parte del Estado. Se les consideraba parte del Estado hasta no hace mucho tiempo, pero ahora están separados del Estado. No están incluidos en la nueva definición que el estado se atribuye a sí mismo. Esto significa que una revolución está teniendo lugar ante nuestros ojos y estamos indefensos en nuestra respuesta.

Esta revolución no se lleva a cabo por medio de la guerra civil. Pero cuando el Gobierno dice en varias oportunidades que yo y aquellos como yo no somos parte del eEstado, está claro que nos encontramos en medio de una guerra civil fría.

Esta nueva situación plantea una pregunta complicada: ¿Cuál es mi obligación hacia un Estado que declara que no soy parte de él, el Estado que me excluye de sus instituciones -el ejército y el sistema educativo- y trata de silenciarme y obligarme a vivir en contra de mi visión del mundo? ¿Cuál es mi obligación para con un Estado que reclama mi participación en el juego político que pone en peligro su existencia, mientras sigue imponiendo impuestos y demandas que yo debo obedecer, así como sus leyes? Las respuestas a estas preguntas podrían ser aterradoras.

La forma en que Bennett utilizó el término «hermano» durante la última campaña electoral para la Knesset se puede entender como «camarada». Una persona que no es un «hermano» se define como un enemigo del Estado.

Esto no es un feudo familiar. Las reglas del juego han cambiado. La dictadura de la derecha religiosa caerá algún día, pero eso sólo ocurrirá cuando el Estado binacional que creó se levante contra él y lo termine: cuando el Estado oficial (el Estado de la derecha religiosa) ya no sea capaz de contener el verdadero Estado, el Estado negado, el Estado binacional. Mientras tanto se requerirán cada vez más medios draconianos para reprimir. Eso podría prolongarse décadas.

Hasta ese momento, las fuerzas democráticas, tanto judías como árabes, deben cooperar en la lucha por la supervivencia en un escenario político en el que la democracia está restringida y debilitada. Será bueno que la sociedad árabe, que paradójicamente no está obligada por la definición de «judío y democrático», lidere esta lucha.

 Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.696432

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión como fuente de la traducción