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Israel: Estado terrorista

Fuentes: Rebelión

Con el apoyo incondicional de Estados Unidos y el silencio cómplice de la mayoría de los gobiernos de la Unión Europea, Israel ha lanzado, una vez más, una cruenta agresión militar contra Líbano y ha profundizado su política genocida contra el pueblo palestino en los territorios ocupados. En contraste, millones de personas en el mundo, […]

Con el apoyo incondicional de Estados Unidos y el silencio cómplice de la mayoría de los gobiernos de la Unión Europea, Israel ha lanzado, una vez más, una cruenta agresión militar contra Líbano y ha profundizado su política genocida contra el pueblo palestino en los territorios ocupados.

En contraste, millones de personas en el mundo, intelectuales connotados, organizaciones sociales y políticas pacifistas y de izquierda, así como la red internacional En Defensa de la Humanidad han condenado la política de terrorismo de Estado que lleva a cabo Israel y han denunciado la debilidad del Consejo de Seguridad de la ONU -maniatado por el veto estadunidense en defensa de su aliado sionista. Es evidente la complicidad y manipulación ideológica que sobre la matanza en Palestina ocupada y la masacre en Líbano realizan los grandes medios de comunicación y las agencias informativas estadunidenses, europeas y aquellas en nuestros países alineadas al orden mundial que pretende imponer Estados Unidos.

El poderoso aparato militar de Israel ha asesinado a mansalva a centenares de civiles, incluyendo niños y niñas, ha destruido barrios enteros, aeropuertos, hospitales, escuelas, mezquitas, centrales eléctricas, torres de comunicación, puestos de observación de la ONU, depósitos de agua, centros de producción alimenticia, almacenes, lecherías, puentes, carreteras, camiones con medicamentos y ambulancias, causando una catástrofe humanitaria (declarada por la ONU), el desplazamiento forzado de medio millón de libaneses y la violación sistemática de los más elementales principios del orden jurídico internacional, los derechos humanos y los Convenios de Ginebra en materia de conflictos bélicos. Han circulado por Internet las impactantes fotografías de las víctimas civiles de los bombardeos en Doueir, Rmaylech y otros poblados libaneses con los cuerpos ennegrecidos, hinchados, desmembrados, sin sangre (http.uruknet.info/?p=24885) de lo que infieren médicos en el sur de Líbano, como el doctor Bashir Shamm, miembro de la Asociación Francesa de Cirujanos Cardiovasculares, muestra el uso de sustancias químicas o gas tóxico en los misiles lanzados por la aviación sionista y el evidente uso de armas prohibidas internacionalmente en acciones que sólo pueden ser calificadas como crímenes de guerra y lesa humanidad.

Qué terrible ironía de la historia que los sobrevivientes y descendientes de las víctimas del Holocausto que llevó a cabo la dictadura nazi-fascista en Europa y la antigua Unión Soviética reproduzcan los métodos siniestros de sus victimarios, por décadas en Palestina, y ahora otra vez en Líbano. Israel no respeta leyes internacionales, ha incumplido 46 resoluciones de la ONU, pasa por encima de fronteras y soberanías, mantiene un afán expansionista que justifica en una ideología racista y neocolonial que se fundamenta en el mito del «pueblo elegido» y por medio de un gobierno semiteocrático y excluyente que persigue a su disidencia interna -que la hay valiente y admirable aun dentro de las propias fuerzas armadas- y que está dispuesto a extender la guerra a Siria e Irán, como hace Estados Unidos con la asesoría sionista en Irak. ¿Cuántas vidas de libaneses valen por un soldado de Israel? ¿No es similar a la proporción de civiles asesinados por los ocupantes nazis cuando la resistencia ajusticiaba a un soldado alemán en Praga, París o Varsovia?

La semilla de esta situación explosiva en Medio Oriente -que devino en el genocidio palestino y el expansionismo territorial- fue analizada por Maxime Rodison, marxista francés judío -a quien difícilmente se le puede tachar de antisemita-, que en 1967 publicó un brillante análisis en la revista Les Temps Modernes, dirigida por Jean-Paul Sartre, en el que demostraba que Israel se estableció como Estado en territorio palestino como resultado de una conquista colonial, «justificada por una ideología etnocéntrica y racialmente excluyente (el sionismo), marcada con las mismas actitudes chovinistas hacia los pueblos de territorios subdesarrollados, muy similar a la de otras doctrinas nacionalistas de las burguesías europeas» (Israel: a Colonial-Settler State?, New York: Monad Press, 1973).

Incluso, dentro de la propia matriz del marxismo ruso de las primeras décadas del siglo XX surge lo que se ha denominado «sionismo proletario» en el pensamiento de Ber Borojov, el ideólogo y principal dirigente del Partido Social Demócrata Obrero Judío Palei Sion, quien propone que el proletariado judío introduzca en los procesos que el llama inmanentes, el elemento de la organización y de la regulación planificada para crear las condiciones para la colonización de un territorio. Así, Borojov plantea transformar «el peregrinaje judío, de un movimiento exclusivamente inmigratorio a un movimiento colonizador» en un país de «economía semiagrícola», donde los judíos se constituyan en grupo dominante. No obstante, no fue precisamente el proletariado a través del peculiar socialismo de corte colonial que proclamaba Borojov el que llevó a cabo esa singular tarea colonizadora en Palestina sino la burguesía sionista, con la complicidad de Inglaterra, poder colonial al que le convenía en última instancia un enclave «occidental» que mediatizara las aspiraciones nacionalistas de los pueblos árabes. Pasados los años, el gobierno de Israel se convirtió, junto con el de Estados Unidos, en base del terrorismo global de Estado y en riesgo permanente para la sobrevivencia de la especie humana. No, señor embajador Dadonn, los terroristas son ustedes.