Israel nació gracias a las potencias imperialistas y para frenar en su momento el nacionalismo libertador y el antiimperialismo árabe e impedir mediante la violencia su posible acción coordinada. Por eso también contó desde sus comienzos mismos con la complicidad de las monarquías de la península arábiga pese al islamismo que éstas proclaman. En sus […]
Israel nació gracias a las potencias imperialistas y para frenar en su momento el nacionalismo libertador y el antiimperialismo árabe e impedir mediante la violencia su posible acción coordinada. Por eso también contó desde sus comienzos mismos con la complicidad de las monarquías de la península arábiga pese al islamismo que éstas proclaman.
En sus primeros años contó con los esfuerzos abnegados de judíos progresistas y hasta socialistas que creyeron poder construir un Estado democrático y con espacios no capitalistas, como los kibutz, pero terminaron dentro de un Estado teocrático (Israel no tiene ni Constitución y es un Estado confesional judío), belicista, agresivo, que practica y fomenta el odio racial y el apartheid y debe atacar a sus vecinos para evitar que en ellos se construya la base de la unidad política -como en el caso palestino, entre Hamas y la OLP- que Washington y Tel Aviv ven como un peligro potencial.
El gobierno de Bolivia declaró a Israel «Estado terrorista», el conocido filósofo italiano Gianni Vattimo lo calificó por su parte de «Estado canalla» y el accionar de este Estado confesional y ultrarreaccionario confirma ambos diagnósticos.
Israel, en efecto, ha realizado continuas guerras de agresión y ocupa porciones crecientes del territorio de los palestinos a pesar de las múltiples resoluciones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Bombardeó en plena paz Teherán, invadió el Líbano y causó inauditas matanzas de palestinos refugiados en ese país, incursionó en Túnez para asesinar a Yasser Arafat. Prohíbe pescar a más de 4 kilómetros de la costa para hambrear a Gaza. Destruye las casas y los campos de los palestinos y construye sin cesar colonias de judíos reaccionarios en Cisjordania, dividiendo esa región en pedazos sin unión geográfica entre sí para impedir la construcción de un Estado palestino viable. Realizó actos de piratería en alta mar al abordar un barco turco que llevaba ayuda humanitaria a los palestinos de Gaza y matar tripulantes turcos en esa acción. Bloquea Gaza para que los habitantes de esta zona no tengan ni comercio ni trabajo y ahora, en su ofensiva, para la cual utiliza 80 mil soldados armados hasta los dientes, dejó a Gaza sin luz, para que no se pueda trabajar, hacer funcionar los hospitales ni almacenar alimentos, y sin agua potable, para que se difundan las enfermedades infecciosas. Bombardeó los hospitales y las escuelas para los niños de la ONU, una mezquita, un mercado atestado de gente y a niños jugando en una playa en un claro intento genocida similar al realizado por las nazis en el ghetto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial. Hace una guerra contra objetivos civiles -niños, mujeres, refugiados- y desacata las resoluciones hasta del Consejo de Seguridad de la ONU.
Los servicios secretos de Israel ayudaron a crear, junto a las monarquías de la península arábiga, movimientos extremistas islámicos como Hamas para debilitar a la laica y pluralista OLP, que hace años Tel Aviv consideraba el principal enemigo. Ahora, cuando los mismos se reforzaron y se le fueron de las manos, quiere cerrarles el camino a una solución política y pacífica del problema de la coexistencia palestino-israelí emprendido por Hamas al aceptar formar un gobierno de unidad nacional con la OLP. Israel, por último, convirtió a Gaza martirizada en un batustán, un gigantesco ghetto donde la vida de un palestino no vale nada y la ultraderecha sionista plantea suprimir la ciudadanía de más de un millón de ciudadanos israelíes árabes y expulsarlos para lograr la «pureza» étnico-religiosa de su Estado bunker.
Como sucedió en el caso del régimen fascista sudafricano basado en el apartheid la comunidad internacional tiene que castigar a Tel Aviv con sanciones efectivas cortando las importaciones y exportaciones desde y hacia Israel, rompiendo relaciones con el gobierno del criminal de guerra Benjamin Netanyahu y sus aliados, imponiéndoles el pago de reparaciones y el levantamiento del bloqueo a Gaza, organizando una masiva ayuda humanitaria mundial para reconstruir allí una vida civilizada.
El Estado canalla de Israel, armado hasta los dientes con armas atómicas, fabricante de armas y vendedor de las mismas a escala mundial, dice cometer sus atrocidades genocidas para «defenderse» de un grupo de palestinos desesperados y casi impotentes que disparan cohetes sin precisión ni eficacia militar. Estos ataques indiscriminados contra la población civil de Israel, palestinos israelíes incluidos, son inaceptables y criminales pero son solamente la respuesta a la agresión de Israel respaldado por Estados Unidos y la reproducción de la misma ideología nazi de Netanyahu según la cual cada palestino tiene responsabilidad colectiva por lo que hace un partido y debe ser exterminado porque es un enemigo potencial.
En Israel mismo un grupo de judíos y ciudadanos árabes -de la izquierda, religiosos antisionistas, pacifistas, intelectuales- condena con gran valentía a Netanyahu, el genocidio en Gaza, la colonización del Cisjordania, el bloqueo a los territorios palestinos y defiende la creación de un Estado palestino que coexista con Israel como única solución para evitar la guerra permanente. Ese grupo salva el honor de los judíos, tal como lo hicieron en Alemania los socialistas y comunistas alemanes en los años treinta que se opusieron al ascenso de Hitler y a la persecución de los judíos y poblaron los campos de concentración mucho antes de que en ellos fuesen hacinados para su exterminio inválidos, dementes, gitanos, judíos y eslavos.
Es necesario apoyar hoy a estos valientes salvando a los palestinos de Gaza porque la lógica de la política de Netanyahu lleva a la guerra perpetua en las fronteras y también a la supresión de los márgenes democráticos en Israel mediante la represión a los «antipatrióticos» que condenan esas guerras. Si se quiere la paz, hay que combatir sin tregua a los fascistas.
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