Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
La actual política exterior de Turquía en Oriente Próximo y en Israel en particular bien se podría calificar de «confusa». Aparte de la atroz violencia en Siria y antes en Libia, la fuente de esta confusión es los propios errores de Turquía.
La falta de coherencia del gobierno turco con respecto a Israel pone de relieve una discrepancia anterior en contextos políticos. Hubo un tiempo en el que la principal prioridad de la política exterior turca incluía tender la mano diplomáticamente a países árabes y musulmanes. Entonces hablamos de un cambio de paradigma según el cual Estambul estaba volviendo a situar su centro político, lo que quizá era un reflejo de una necesidad económica, pero también de cambios culturales dentro de su propia sociedad. Parecía que los políticos del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco) estaban resolviendo hábilmente el debate Oriente frente a Occidente.
El primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan y el ministro de Asuntos Exteriores Ahmet Davutoglu parecían haber logrado un mágico enfoque de no confrontación para el alineamiento político histórico de Turquía. La política de «Problemas Cero» permitió a Turquía autocalificarse de puente entre dos mundos. El crecimiento económico del país y su importancia estratégica para varias esferas geopolíticas le permitió librarse independientemente del precio impuesto por Washington y sus aliados europeos como reprimenda por sus atrevidos movimientos políticos, incluido el desafío sin precedentes de Erdogan a Israel.
En efecto, había una relación entre la creciente influencia de Turquía entre los países árabes e islámicos, y el desafío de Turquía al violento comportamiento de Israel en Palestina y Líbano, y sus ataques a Siria e Irán. La vuelta de Turquía a sus raíces políticas era inequívoca aunque curiosamente no obtuvo una respuesta estadounidense demasiado fuerte. Washington simplemente no podía aislar Estambul y con esto en mente Estambul promovió hábilmente su propio poder e influencia. Hasta las extrañas declaraciones antiturcas por parte de altos cargos israelíes parecieron más exabruptos incoherentes que verdadera política exterior.
La arrogancia política y la fuerza militar financiada por Estados Unidos son los dos pilares sobre los que Israel asienta su influencia en la zona. El primero se aplicó de manera pueril cuando el viceministro de Exteriores israelí Danny Ayalon desairó públicamente al embajador de Turquía Ahmet Oguz Celikkol en enero de 2010 al situarlo en un sofá más bajo y después pidió a los periodistas israelíes que tomaran nota del insulto. El segundó llegó en mayo de 2010 cuando los comandos israelíes abordaron el barco turco Mavi Marmara que llevaba ayuda humanitaria a Gaza y mataron a sangre fría a nueve ciudadanos turcos.
El columnista israelí Uri Avnery utilizó la palabra «imbecilidad» para describir el comportamiento Israel con relación a Turquía, que en un tiempo había sido uno de los aliados más vitales de Israel. Pero la imbecilidad tiene poco que ver con esto y Turquía lo sabía bien. Israel quería mandar el firme mensaje a los turcos de que su maniobra estratégica y política era inútil aquí y que Israel iba a seguir imperando frente a las ambiciosas políticas de Erdogan. La verdadera «imbecilidad» fue el error de cálculo de Israel, que no tuvo en cuenta que lo único que iba a lograr este comportamiento sería acelerar la transformación política de Turquía. El hecho de que Estados Unidos estuviera perdiendo su anteriormente no discutido control del destino de Oriente Próximo también había contribuido al súbito ascenso de Turquía como un país con relaciones de largo alcance y una visión política a largo plazo. Erdogan ganó prominencia rápidamente. Su respuesta a las provocaciones de Israel y a lo que en esencia era una declaración de guerra llegó en forma de palabras firmes y acciones medidas. La condición que puso a cualquier acercamiento a Israel era que este se disculpara claramente por sus faltas, pagara compensaciones a las víctimas y familias de los muertos, y levantara el asedio a Gaza. La última condición ponían aún más de relieve las nuevas prioridades políticas de Turquía.
Por lo que se refiere a la influencia regional de Turquía, importaba poco si Israel se disculpaba. El primer ministro israelí Benjamin Netanyahu estaba perdiendo aceptación, incluso entre sus propios aliados en Washington. Y a diferencia de Washigton, bajo la influencia del lobby a favor de Israel, Estambul era un país [sic] con una política exterior independiente.
Cuando el AKP triunfó en las elecciones turcas de junio de 2011 estaba empezando la llamada primavera árabe. Entonces había mucha esperanza en el surgimiento de movimientos populares en países que habían sido desfigurados por dictadores árabes y sus benefactores occidentales. El partido gobernante no solo hizo caso omiso del hecho de que Turquía había participado en la vieja estructura política de Oriente Próximo, sino que también se le escapó que Turquía era un importante miembro de la OTAN que desató una guerra terrible contra Libia el 19 de marzo haciendo deliberadamente una interpretación errónea de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En efecto, Turquía se había resistido al principio a la opción de la guerra, pero olvidó y perdonó rápidamente, y finalmente reconoció y apoyó esta solución política. Gracias a la guerra Libia está ahora en un permanente estado caótico.
El discurso de la victoria de Erdogan en junio de 2011 trataba de dibujar un nuevo cuadro de la realidad, las perspectivas de futuro y el papel que proponía tener Turquía en todo esto. «Saludo con afecto a los pueblos de Bagdad, Damasco, Beirut, Amman, El Cairo, Túnez, Sarajevo, Skopje, Baku, Nicosia y a todos los demás amigos y pueblos hermanos que siguen las noticias fuera de Turquía con gran ilusión», afirmó Erdogan. «Hoy Oriente Próximo, el Cáucaso y los Balcanes han ganado tanto como Turquía».
Pero aquel «han ganado» duró poco. La euforia de cambio creó muchos puntos débiles, uno de los cuales es que los conflictos de naturaleza sectaria y étnica (como en Siria) no se pueden resolver de un día para otro; que la intervención militar extranjera, directa o por intermediación, solo puede fomentar un conflicto prolongado. En efecto, en Siria fue donde titubeó verdaderamente la visión de Turquía. Era obvio que a muchos se les hacía la boca agua con el resultado de una guerra siria entre un régimen brutal y una oposición interesada y dividida, con cada una de las facciones apoyando una agenda extranjera u otra. De pronto las ambiciones regionales y globales de Turquía de justicia y moralidad se volvieron aún más provisionales debido al miedo a que el caos se extendiera a sus zonas fronterizas, al trágico aumento de la cantidad de refugiados sirios en las fronteras de Turquía y al temor a una fuerte presencia kurda en el norte de Siria.
Ni siquiera los competentes políticos turcos pudieron ocultar la confusión en la que se encontraban. Erdogan calificó a Israel de «Estado terrorista» en respuesta al bombardeo por parte de Israel de Gaza el pasado noviembre que asesinó e hirió a cientos de palestinos: «Quienes miran a otra parte ante la discriminación hacia los musulmanes en sus propios países también están cerrando los ojos ante la salvaje masacre de niños inocentes en Gaza. […] Por consiguiente, afirmo que Israel es un Estado terrorista».
Pero incluso en ese momento ya se estaba discutiendo el texto de una disculpa israelí a Turquía por el ataque al Mavi Marmara. La disculpa llegó finalmente como un inmerecido regalo al presidente estadounidense Barack Obama, que visitó Israel en marzo con un mensaje de apoyo total a Israel.
«A la luz de la investigación de Israel sobre el incidente que indica varios errores operativos, el primer ministro expresó las disculpas de Israel al pueblo turco por cualquier error que haya podido llevar a la pérdida de vidas o a heridas, y acepta llegar a un acuerdo sobre indemnización/ausencia de responsabilidad», señalaba la disculpa de Netanyahu. No hubo compromiso alguno referente a Gaza. La oficina de Erdogan respondió: «Erdogan dijo a Binyamin Netanyahu que valoraba una fuerte amistad y cooperación de siglos entre las naciones turca y judía». Según Netanyahu, la disculpa por los «errores operativos» tenían mucho que ver con la necesidad de compartir datos de inteligencia sobre Siria entre los ejércitos de ambos países. Según se informa, Erdogan está planeando visitar Gaza en abril para compensar su apresurado repliegue de su anterior política exterior.
«Adoptaremos un papel más eficaz. Como ya hemos hecho, defenderemos los derechos en la región, la justicia, el imperio de la ley, la libertad y la democracia», fueron las rimbombantes palabras de Erdogan tras la victoria de su partido el año pasado.
Es probable que Estambul trate de mantener una postura equilibrada, pero como el propio Erdogan sabe, las medias tintas en cuestiones de moralidad y justicia son simplemente indefendibles.
Ramzy Baroud (ramzybaroud.net) es un periodista que publica en diferentes medios internacionales y editor de PalestineChronicle.com. Su último libro es My Father was A Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story.
Fuente: http://www.ramzybaroud.net/