El relator especial de la ONU sobre Derecho a la Alimentación asegura que Israel está matando de hambre a los palestinos de manera intencionada y tendrá que responder por crímenes de guerra y genocidio.
El hambre y la desnutrición aguda están muy extendidas en la Franja de Gaza, donde unos 2,3 millones de palestinos enfrentan una situación de grave escasez después de que Israel terminara con sus fuentes de alimentos y restringiera severamente el flujo de comida, medicamentos y otros suministros básicos, y después de que sus tropas hayan disparado a camiones de ayuda humanitaria y a palestinos que hacían cola para recibir asistencia.
“No hay ninguna razón para bloquear de manera intencionada el paso de ayuda humanitaria, o para destruir intencionadamente pesqueros artesanales, invernaderos y huertos en Gaza, si no es para evitar que la gente acceda a los alimentos”, declara a The Guardian el relator especial de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación, Michael Fakhri.
“Privar de alimentos a la gente de manera intencionada es claramente un crimen de guerra”, afirma. “Israel ha anunciado su intención de destruir a los palestinos, total o parcialmente, simplemente por ser palestinos. Como experto en derechos humanos de la ONU, mi opinión es que eso ya es una situación de genocidio. Esto implica que el culpable que debe rendir cuentas es el Estado de Israel en su totalidad, y no sólo algunos individuos, este Gobierno, o alguna persona” en particular.
“La acusación de genocidio responsabiliza a todo un Estado y el remedio al genocidio es la cuestión de la autodeterminación del pueblo palestino”, añade.
Los niños menores de 2 años, los más hambrientos
Las hambrunas afectan especialmente a niños, bebés, mujeres embarazadas y ancianos, los grupos con mayor riesgo de sufrir malnutrición, enfermedades y muertes prematuras. En el norte de Gaza, donde 300.000 personas viven atrapadas y las fuerzas israelíes impiden casi por completo la llegada de ayuda alimentaria, uno de cada seis menores de dos años (casi un 16% de este grupo de edad) sufre desnutrición aguda o emaciación, de acuerdo con un estudio publicado este mes de febrero por el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Casi el 3% sufre emaciación grave, una condición que hace que el riesgo de sufrir complicaciones médicas o de morirse sea elevado, si no reciben ayuda de manera urgente. Este miércoles, el Ministerio de Sanidad de Gaza ha anunciado la muerte de seis niños por la falta de agua y de comida en dos hospitales del norte de la Franja: dos de ellos murieron en el hospital Al Shifa y los otros cuatro en el centro Kamal Adwan, donde hay siete niños en peligro por la deshidratación y la desnutrición.
“La velocidad a la que avanza la desnutrición de los niños pequeños también es asombrosa”, lamenta Fakhri, que es también profesor de Derecho en la Universidad de Oregón (EEUU). “Los bombardeos y las personas que mueren directamente es algo brutal, pero esta hambruna, la emaciación de los niños y el retraso en su crecimiento, es una tortura y es infame. Es algo que a largo plazo va a impactar en la población desde el punto de vista físico, cognitivo y moral… Y todo indica que ha sido intencionado”.
En la ciudad de Rafah, en el sur de la Franja y donde se concentra actualmente la mayoría de los habitantes de Gaza, un 5% de los menores de dos años sufre desnutrición aguda. Antes del conflicto la desnutrición aguda afectaba a un 0,8% de los niños gazatíes menores de cinco años y la emaciación no era una gran preocupación.
En 2019, un estudio sobre la agricultura a pequeña escala de los territorios palestinos concluyó que “la ocupación israelí es la causa individual más importante de la inseguridad en los alimentos y en la nutrición”. “Ya era una situación muy frágil debido al asfixiante control que ejerce Israel sobre todo lo que entra y sale de Gaza; así que Israel pudo fácilmente hacer que todo el mundo pasara hambre cuando empezó la guerra porque ya tenía a la mayoría de la gente al borde del precipicio”, según Fakhri.
“Nunca habíamos visto a una población civil pasar tanta hambre de manera tan rápida y absoluta, esta es la opinión que compartimos los expertos en hambrunas. No es sólo que Israel esté disparando contra civiles, también está tratando de condenar el futuro del pueblo palestino dañando a sus hijos”, agrega.
En toda la Franja de Gaza, el 95% de los hogares ha reducido el número de comidas y el tamaño de las porciones, y los adultos prescinden de ellas para poder alimentar a los niños pequeños. Pero la escasa comida a la que acceden carece de los nutrientes esenciales para el crecimiento de los seres humanos y su desarrollo físico y cognitivo. Cada persona dispone en promedio de menos de un litro de agua potable por día en los hogares consultados. El 90% de los niños menores de cinco años, como mínimo, sufren una o varias enfermedades contagiosas.
“El hambre y la enfermedad son una combinación letal”, explica Mike Ryan, médico y director del programa de emergencias en la Organización Mundial de la Salud (OMS). La velocidad a la que ha avanzado esta crisis de nutrición también tiene que ver con la inseguridad alimentaria que incluso antes de la guerra sufría la mitad de los habitantes de Gaza, el 80% de los cuales dependía de la la asistencia humanitaria, después de 16 años de bloqueo por parte de Israel y Egipto.
El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional considera un crimen de guerra matar de hambre a civiles de manera intencionada, “privándoles de objetos indispensables para su supervivencia y hasta impidiendo de manera deliberada el suministro de ayuda”. Entre los bienes indispensables se encuentran los alimentos, el agua y el refugio, que Israel niega a los palestinos de manera sistemática desde el comienzo de la ofensiva sobre la Franja. En las convenciones de Ginebra y en el estatuto de Roma la inanición es un crimen de guerra. En 2018, el Consejo de Seguridad de la ONU también lo reconoció como crimen de guerra y violación general del derecho internacional.
La situación sólo puede empeorar
La catastrófica situación aun puede empeorar. Más de una docena de países, entre los que figuran Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Australia y Canadá, suspendieron a finales de enero su financiación a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA). La ayuda financiera se suspendió inmediatamente después de que Israel acusara a doce empleados de la agencia de vínculos con Hamás, acusaciones formuladas el mismo día en que una sentencia provisional de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ordenó a ese país tomar todas las medidas posibles para evitar “actos genocidas” y para garantizar de manera inmediata la prestación de servicios básicos y la ayuda humanitaria a la población civil de Gaza.
Los 30.000 empleados de la UNRWA proporcionan alimentación de emergencia, asistencia sanitaria, educación y otros servicios básicos a casi seis millones de refugiados palestinos en Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, Líbano, Siria y Jordania. La UNWRA anunció este viernes que ya no podrá seguir operando en el norte de Gaza, donde la última vez que entregó alimentos fue hace cinco semanas.
“Terminar de manera casi instantánea con la financiación a partir de denuncias infundadas contra un pequeño número de personas no tiene otra intención que infligir un castigo colectivo a todos los palestinos en varios países; los países que han retirado esta ayuda vital son sin duda cómplices de la inanición de los palestinos”, denuncia Fakhri.
Desde Amnistía Internacional, también denuncian que Israel no ha tomado “ni siquiera las medidas mínimas indispensables” para cumplir con la sentencia de la CIJ y garantizar que una población en riesgo de genocidio y al borde de la hambruna recibiera suficiente asistencia humanitaria y servicios básicos. El Gobierno israelí argumenta que su guerra es contra Hamás y una respuesta justificada al inédito ataque transfronterizo del 7 de octubre, en el que murieron más de 1.200 personas.
Más de 30.000 gazatíes han muerto desde entonces en los ataques israelíes, según los datos del Ministerio de Sanidad palestino –considerados válidos por la ONU–. Otros 70.000 han resultado heridos y hay miles de desaparecidos presuntamente muertos. Se calcula que unos 134 israelíes siguen secuestrados por las milicias palestinas en la Franja.
Israel lleva años poniendo en la mira las fuentes de agua y de alimentos de los palestinos. Ha convertido en delito penal la búsqueda de hierbas silvestres autóctonas como el zaatar (tomillo), la akkoub (gundelia) y la miramiyyeh (salvia), castigándola con multas y penas de hasta tres años prisión. Las fuerzas israelíes llevan años disparando, deteniendo y saboteando a los pesqueros palestinos, en contra de los acuerdos de Oslo de 1993 y 1995 que les otorgan hasta 20 millas náuticas para faenar.
La violencia actual contra los palestinos y sus suministros de agua y comida también se está dando en la Cisjordania ocupada. Tras el ataque del 7 de octubre, unas 9.700 hectáreas de olivos quedaron sin cosechar en Cisjordania porque Israel impidió que los agricultores accedieran a sus huertos. De esa forma, perdieron 1.200 toneladas métricas de aceite de oliva (valoradas en unos 9,2 millones de euros), un poderoso símbolo de la identidad palestina y un producto de exportación clave.
“La destrucción de los olivos no es sólo un tema alimentario o comercial, sino que está en el corazón de lo que significa ser palestino y de su relación con la tierra; del mismo modo que el mar es fundamental para lo que significa ser gazatí”, explica Fakhri.
El Gobierno israelí no ha respondido a las solicitudes de réplica de The Guardian a las declaraciones de Fakhri. El relator se muestra convencido de que “Israel alegará que hay excepciones a los crímenes de guerra, pero no hay excepciones para el genocidio y no hay forma de argumentar el por qué Israel permite este grado de desnutrición y hambre destruyendo la infraestructura civil, el sistema alimentario, y a los trabajadores humanitarios”.