Desde la firma de los protocolos de Oslo en 1993, la cuestión de la seguridad tanto para el Estado de Israel como para los palestinos se ha convertido en el punto principal de las negociaciones entre ambas partes. Si bien el diagnóstico fue desde el inicio claro, el remedio difícilmente pudo ser recetado y las […]
Desde la firma de los protocolos de Oslo en 1993, la cuestión de la seguridad tanto para el Estado de Israel como para los palestinos se ha convertido en el punto principal de las negociaciones entre ambas partes. Si bien el diagnóstico fue desde el inicio claro, el remedio difícilmente pudo ser recetado y las recaídas fueron permanentes durante los doce años que pasaron desde el histórico apretón de manos entre Arafat y Rabín en Washington.
Los motivos de la falta de un acuerdo permanente sobre las cuestiones de seguridad entre ambos se deben a problemas y responsabilidades compartidas.
El cambio de liderazgo en el seno de la Autoridad Nacional Palestina con el inicio del año, abrió nuevas oportunidades para la paz en el Medio Oriente. Abú Mazen presentó un cambio importante de actitud en relación a la dirigencia de Yasser Arafat y sobre todo tiene más aceptación tanto en el seno del gobierno de Israel como de Estados Unidos. El encuentro de Sharm El Sheij entre las dos partes se centró en la seguridad para ir construyendo un andamiaje favorable para una paz más duradera.
Sin embargo, no todos los obstáculos fueron levantados. La desconfianza existente no permite un avance más decisivo en la implementación de la Hoja de Ruta. Para los palestinos, la política del primer ministro israelí de evacuar la franja de Gaza es para poder consolidar mejor la presencia israelí en Cisjordania e imponer de manera unilateral el muro de separación como una frontera definitiva.
Para el gobierno israelí, la Autoridad Nacional Palestina no busca realmente eliminar o por lo menos tomar medidas más concretas contra el terrorismo y los actos violentos contra los civiles israelíes. Si bien es cierto que no hay acusaciones como en la época de Arafat de fomentar directamente la violencia, se ven como insuficientes las medidas de la nueva dirigencia.
Los grupos autónomos armados dentro de la población palestina son numerosos y además reciben apoyo externo de Siria o de Irán, lo que dificulta un control efectivo de la seguridad en la región, aunque los golpes israelíes contra la Autoridad palestina en la época de Yasser Arafat desarticularon su efectividad. Las promesas de la secretaria de Estado norteamericana, Condoleeza Rice, de apoyar a la ANP para consolidar una estructura de seguridad eficiente son determinantes para lograr unificar todos los grupos en un solo cuerpo controlado desde la presidencia palestina.
Reconstruir la economía palestina
Sin embargo, para lograr estos objetivos se debe en primer lugar reconstruir la economía palestina. El primer ministro, Ahmed Qureia, reconoció recientemente errores en la política económica de la ANP. «Por ello llamo a revisar con mirada crítica este período sin que nos preocupe lo que dirán o aprovecharán otros en contra nuestra», diho el Primer Ministro. En este sentido, Qureia llamó a reconstruir la economía palestina, gravemente dañada tras más de cuatro años de Intifada.
Según investigaciones internacionales, dos tercios de los palestinos viven por debajo de la línea de pobreza y cuentan con menos de dos dólares al día para su sostén. El desempleo se ha triplicado desde el comienzo de la Intifada, a finales de septiembre del año 2000. A juicio del Banco Mundial, el bloqueo israelí de los territorios palestinos es uno de los principales motivos de la caída económica de los palestinos. Una situación tan alarmante de la población palestina es un caldo de cultivo de la violencia.
En segundo lugar, las concesiones mutuas entre palestinos e israelíes deben ser lo suficientemente claras para eliminar las suspicacias. Por un lado el desmantelamiento total de los grupos armados por parte de la ANP debe estar asegurado como así el fin de la intervención militar israelí en los territorios ocupados y el cese de la construcción de nuevos asentamientos que constituyen no solamente una provocación sino un mensaje de las intenciones del liderazgo israelí: crear un hecho consumado en Cisjordania.
En efecto, Israel publicó a finales de abril pasado, una licitación para construir cincuenta casas en una colonia de Cisjordania, lo que generó una advertencia de Estados Unidos. El presidente norteamericano George W. Bush ha reiterado su oposición a la construcción de nuevas viviendas en Cisjordania que entorpecen la aplicación de la Hoja de Ruta. El Canciller israelí, Silvan Shalom, justificó públicamente la ampliación de la colonia, que la Autoridad Palestina denunció de inmediato. «Es evidente que algunos asentamientos cercanos a la frontera de 1967 permanecerán en manos del Estado de Israel y tenemos que hacer todo lo posible para que así sea», declaró el ministro de relaciones exteriores israelí.
Para la Autoridad Nacional Palestina esta licitación entorpece las relaciones entre ambos partes. El responsable palestino encargado de las negociaciones con Israel, Saeb Erakat, declaró que «mientras los israelíes hablan de evacuar 2100 viviendas en las colonias de la Franja de Gaza y del norte de Cisjordania, añaden el triple en las otras colonias de Cisjordania y Jerusalem». Israel defiende su derecho a agrandar asentamientos debido al «crecimiento natural» de su población y acusa a los palestinos de no cumplir su parte de la Hoja de Ruta, que exige el fin de la violencia.
Violaciones a las garantías individuales
Las críticas palestinas no se limitan solamente a la construcción de asentamientos en Cisjordania, sino también el uso de la fuerza por parte de Israel contra los civiles palestinos. En efecto, La Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas condenó, a finales de abril, en Ginebra, Suiza, a Israel por «graves y sistemáticas violaciones a las garantías individuales». La comisión aprobó tres resoluciones, en las que, entre otras cosas, condena la violación sistemática de la Convención de Ginebra.
En la primera resolución, aprobada por 29 votos contra 10, el órgano de la ONU denuncia el uso de la fuerza contra civiles palestinos en Gaza y Cisjordania. Asimismo, el documento pide al Alto Comisionado de los Derechos Humanos que exija la inmediata liberación de los palestinos detenidos, especialmente las mujeres, los niños y los enfermos y pide también al Alto Comisionado que reclame la apertura de una investigación sobre los casos de posibles torturas por parte de agentes israelíes.
Para Israel, estas denuncias se limitan solamente a los actos israelíes y no condenan el terrorismo y las acciones violentas palestinas contra los civiles judíos. Por lo cual las considera parciales.
Así las acusaciones mutuas permiten que ambas lados estén violando las bases de la Hoja de Ruta, lo que dificulta cada día más lograr construir un camino sólido hacia la paz. Los palestinos toman medidas limitadas acusando al gobierno de Israel de no respetar los puntos de la Hoja de Ruta y por su parte, el gobierno israelí avanza en sus planes de crear una barrera definitiva entre ambos pueblos, para garantizar la seguridad de sus ciudadanos.
En varias declaraciones se puede notar esta desconfianza que ha marcado todo el proceso negociador. Recientemente, en una reunión con el presidente egipcio Hosni Mubarak el 17 de abril del 2005, Mahmoud Abbas declaró al finalizar el encuentro que la ANP está lista para coordinar la retirada israelí de la Franja de Gaza pero «debemos saber donde nuestro pie nos lleva, y si es que (el «Plan de Desconexión») está relacionada a la Hoja de Ruta, y si es que son retiradas completas». Anteriormente, el Primer Ministro Ariel Sharon expresó su temor de que la retirada de tropas israelíes y colonos pueda provocar ataques terroristas si es que no hay una cooperación de seguridad palestina, temores que el Ministro del Exterior israelí había ya expresado también dado que los palestinos estaban ‘desafortunadamente’ sin preparación para coordinar esfuerzos.
La lógica palestino-israelí ha caído en un círculo vicioso en donde cada actor toma medidas supuestamente como respuestas a las acciones del otro. La desconfianza mutua ha profundizando las diferencias a pesar de un inicio prometedor cuando Abu Mazen fue electo en enero pasado.
(*) Profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad ITSM, Monterrey, México.
7/8/2005.