En 1996, cuando tenía 6 años, el ciudadano palestino Tamer Hamdan abandonó su tierra, la franja de Gaza, y fijó su residencia en el estado español. Desde entonces ha regresado a Gaza en dos ocasiones, lo suficiente para constatar la evolución de un territorio castigado sistemáticamente por el estado de Israel. Reside en Valencia y, […]
En 1996, cuando tenía 6 años, el ciudadano palestino Tamer Hamdan abandonó su tierra, la franja de Gaza, y fijó su residencia en el estado español. Desde entonces ha regresado a Gaza en dos ocasiones, lo suficiente para constatar la evolución de un territorio castigado sistemáticamente por el estado de Israel. Reside en Valencia y, a sus 24 años, completa los estudios de medicina, al tiempo que diariamente colabora en la Fundación Comité de Apoyo al Pueblo Palestino www.fundcapp.org. Esta entidad, nacida en el contexto de la operación «plomo fundido» (diciembre de 2008-enero de 2009) contra Gaza, trabaja actualmente en una campaña de donativos para llevar material médico y paquetes de alimentos a Gaza, sorteando el bloqueo, y en el apadrinamiento de huérfanos en la franja («la guerra está dejando miles y miles de niños sin padres, y de personas discapacitadas»).
Tamer Hamdan recuerda nítidamente la época de su infancia en Gaza, en un pueblo rural del norte -Beit Hanoun- en la década de los 90. Afirma que cuando no hay guerra ni tensiones, «la vida es muy tranquila». Una caracterización rápida apuntaría a familias muy amables y tradicionales, bien cohesionadas, que profesan un cuidadoso respeto hacia amigos y parientes. Los familiares viven muy cerca entre sí, integrados en una sociedad sin apenas crímenes ni violencia. En unos pueblos de entorno agradable donde «todo el mundo se conoce». «Pero con la guerra todo se complica y se vuelve un caos», subraya.
En los años 90 la franja estaba ocupada por el ejército de Israel. Tamer Hamdan evoca los check-point «por todos lados» y los «jeeps» militares por las calles de Gaza. «Lo controlaban todo y de vez en cuando entraban en casa de alguien para pedirle la documentación; podían meterlo en prisión o hacer lo que quisieran». Uno de estos episodios lo sufrió, cuando tenía cuatro años, en las carnes de su familia. Sus padres no eran activistas, simplemente trabajaban como docentes. «Siete soldados del ejército sionista pegaron golpes en la puerta de casa para entrar y pedir la documentación a mi padre; era algo rutinario y lo hacían de manera aleatoria». Dentro de la casa los militares encerraron a Tamer, su madre y hermano en una habitación, al tiempo que ingresaron con su padre en el salón. Le interrogaron y pidieron los papeles, que afortunadamente tenía en regla. «Intentaban así presionar e intimidar, para encarcelar a cualquiera que encontraran despistado». Vivió varios episodios de estas características.
En otra ocasión, en pleno verano, mientras jugaba con los primos, «el ejército sionista irrumpió en la calle con tanques y ‘jeeps’ para ‘peinar’ la zona». Israel había decretado un «toque de queda» nocturno de dos semanas, lo que obligaba a la población a permanecer en las casas desde el anochecer. «Iban como locos buscando gente y al que pillaban se lo llevaban preso, golpeaban y maltrataban». Después, a raíz de la segunda Intifada (2000), la espiral de controles, persecuciones, violencia y muerte se volvió mucho más intensa. «Convirtieron a Gaza en una cárcel cerrada por todas partes», resume el ciudadano palestino. «Y empezaron los bombardeos».
El padre de Tamer había logrado una beca para realizar el doctorado en Valencia, donde se trasladó en 1996 con toda la familia. Pero el resto de parientes permanecieron en Gaza. Con ellos se comunicaba por teléfono, al menos una vez al mes, aunque con muchas dificultades. «En varias ocasiones los tractores nos arrasaron una parte de los terrenos de cultivo; también destruyeron la casa de la familia». Después de abandonar su territorio natal en 1996, volvió dos veces a la franja (en 2004 y 2011). Notó cambios enormes. En el año 2004 vio «un país destrozado, con edificios llenos de agujeros de bala, y piedras y escombros por todas partes; no se permitía a la gente que reconstruyera sus casas». En 2011 «Gaza estaba en manos de los palestinos; había mayor paz, seguridad y la gente pudo rehacer los edificios». «Mejoraron muchas cosas».
Otro capítulo de ignominia en la historia de Gaza viene dado por el «bloqueo» (2006), que se vivía en la franja (un trozo de tierra de 300 kilómetros cuadrados) como «una época muy dura». «Muchas veces no dejaban pasar comida, material médico, de construcción y limpieza; en un territorio donde se destruyó la industria que existía, así como el aeropuerto», explica Tamer Hamdan. ¿Qué ha ocurrido en 2014, durante el último mes? «La población de Gaza ha aprovechado los medios digitales (aunque Internet funcione de modo muy lento) y las redes sociales para denunciar los crímenes» También la televisión local y por satélite. Gente que sufre cotidianamente los bombardeos y que al minuto cuenta lo que ocurre por Watsaap, twitter o Facebook. En la primera y la segunda intifadas, por el contrario, «todo el mundo mostraba las imágenes que Israel quería y nadie se enteraba de los miles de asesinatos». «Ésta es una gran diferencia», zanja el ciudadano palestino.
El Ministerio del Interior de Gaza puede asimismo contabilizar y dar cuenta de los crímenes (1.200 muertos y 6.500 heridos el pasado martes). A partir de las fuentes citadas, Tamer Hamdan señala como episodio más cruel el de la noche del 28 de julio, en coincidencia con el Eid-Del-Fitr (fiesta del fin del Ramadhan). «bombas lanzadas por F-16, fuego de artillería, cañones, misiles a través de drones…Fue como un terremoto. El objetivo eran los civiles y las infraestructuras; pretenden aniquilar Gaza, en lo que es terrorismo puro; con un F-16 atacaron un parque infantil, de lo que resultaron diez niños destrozados mientras celebraban el Eid-Del-Fitr». «Y saben perfectamente que atacan a niños (han matado a más de 300) en un parque infantil, aunque digan que es un error; como han atacado a niños en la playa o han bombardeado al menos cuatro hospitales y el colegio de la ONU (donde se refugió gente tras abandonar sus casas)». Además, «Israel ha utilizado bombas de fósforo, gases tóxicos y que afectan al sistema nervioso», destaca.
Tamer colabora con otros voluntarios en la Campaña de Ayuda Urgente a Gaza en el escenario de guerra actual. Trabajan en el aporte de material a la franja, que reparten diferentes asociaciones, eludiendo un «bloqueo» que se traduce en la carencia de alimentos y medicina, de combustibles (en Gaza se dan los cortes de electricidad cada 6-8 horas), y en la ausencia de agua potable por la contaminación de los acuíferos. Destaca las trabas que interpone el «gobierno golpista egipcio, que ha cerrado la frontera y no deja pasar a los heridos ni la ayuda humanitaria, salvo cuando ha mediado la ONU». «A todas las ONG y fundaciones nos ponen trabas logísticas, administrativas y económicas para enviar las ayudas», subraya. Aun así, «intentamos mandar caravanas y contenedores pero, mientras, hemos de recoger donaciones para que en Gaza compren los productos las asociaciones que trabajan sobre el terreno». Resalta la solidaridad mostrada por los «hermanos árabes»: marroquíes, argelinos, sudaneses, tunecinos, libaneses…También los españoles. «La gente cuando ve la realidad, responde».
Después de las tres últimas guerras -«Plomo Fundido» (diciembre de 2008-enero de 2009), «Pilar Defensivo» (noviembre de 2012) y la agresión actual- «la situación no se puede sostener más», señala el activista. «Es vergonzosa la actitud de los gobiernos, cómplices de lo que está ocurriendo, que tratan de mirar hacia otra parte». «Todos tienen capacidad de intervenir y presionar al gobierno sionista». Además, «se ha demostrado muchas veces que Israel no quiere la paz, como prueba el hecho de que haya violado todos los tratados internacionales». «Es un gobierno terrorista, con armas muy sofisticadas y, muchas de ellas prohibidas internacionalmente, que utilizan contra ciudadanos sometidos a 66 años de ocupación y 8 de bloqueo». ¿Hasta cuándo vamos a seguir así?», concluye.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.