Traducido para Rebelión por J. M. y revisado por Caty R.
Es difícil comprender cómo una sociedad que ha llevado de manera tan impresionante la injusticia social a la cima del orden del día, cayó víctima de las tácticas criminales de nuestros líderes religiosos y ultranacionalistas y de la impotencia de una oposición irresponsable.
La fecha límite que dio el Cuarteto a Israel y a los palestinos para presentar sus posiciones sobre la seguridad y las fronteras -jueves 26 de enero- cayó. Es como si nunca hubiera existido.
El plan del Cuarteto, que iba a llevar a las partes de la lucha en las Naciones Unidas a la mesa de negociaciones, está a punto de ser relegado al cementerio de la historia de las oportunidades perdidas. Las posiciones generales que el primer ministro, Benjamín Netanyahu presentó la semana pasada a través de su enviado Isaac Molho durante las conversaciones en Jordania son un intento de endilgar a los palestinos la responsabilidad del fracaso de las negociaciones.
Netanyahu podría saber que su negativa a presentar un mapa basado en las fronteras del 4 de junio de 1967 y una propuesta concreta de intercambio de territorios es una receta segura para una continuada congelación de las negociaciones. Cualquier persona racional entiende que un plan territorial de menor alcance y de menor calidad que presentaron los dos primeros ministros anteriores, Ehud Barak y Ehud Olmert, está condenado al fracaso diplomático y al deterioro de la seguridad. Sin embargo, es preocupante que el proceso diplomático, cuyo propósito es garantizar la existencia de Israel como Estado judío y democrático, está siendo relegado a un segundo plano del discurso político y los medios de comunicación.
Netanyahu, con la ayuda de Barak, convirtió la amenaza nuclear iraní en una impresionante maniobra para distraer la atención de la política de asentamientos y la perpetuación de la ocupación. Se ha aprovechado de la preocupación del presidente Barack Obama por las elecciones presidenciales de EE.UU. y su temor a la derecha judía.
Los partidos rivales de centro y de izquierda de Israel adoptaron una política de retirada unilateral de las cuestiones palestinas. Kadima está ocupado con las luchas internas, el Partido Laborista prefiere centrarse en las cuestiones sociales y Yair Lapid, el nuevo inmigrante en el ámbito político, ha decidido que la paz es para los soñadores.
El certificado de defunción de las negociaciones sobre la base de la solución de dos Estados es una vergüenza para la sociedad israelí. Es difícil comprender cómo una sociedad que ha llevado de manera tan impresionante la injusticia social a la cima del orden del día, cayó víctima de la criminal táctica de los dirigentes religiosos nacionalistas y de la impotencia irresponsable de la oposición.