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No es una analogía

Israel y el crimen de apartheid

Fuentes: Znet

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

En los últimos años una cantidad cada vez mayor de personas en todo el mundo ha empezado a adoptar y desarrollar un análisis de Israel como un régimen de apartheid [1]. Esto se puede ver en el hecho de que el movimiento global de apoyo a la lucha anti-colonial palestina está adoptando un carácter claramente en contra del apartheid, como evidenció el crecimiento de la Semana del Apartheid Israelí [2]. Además, gran parte del reciente apoyo diplomático a Israel ha adoptado la forma de denegar que la discriminación racial sea la causa raíz de la opresión de los palestinos, algo que ha llegado a unos nuevos niveles de absurdo en las respuestas occidentales a la Conferencia para la Revisión de Durban de abril de 2009 [3].

Muchos de los artículos procedentes de este análisis se centran en detallar niveles de similitud y diferencia con el Apartheid de Sudáfrica en vez de considerar el apartheid como un sistema que puede ser practicado por cualquier Estado. Esta fuerte insistencia en las comparaciones históricas es en cierto modo comprensible dado que el boicot, la desinversión y las sanciones [a Israel] (BDS) es el centro de la campaña que ha pedido la sociedad civil palestina en solidaridad con la lucha de liberación palestina y se basa en el modelo de la campaña que contribuyó a poner fin al Apartheid sudafricano. Sin embargo, un énfasis excesivo en las similitudes y diferencias confina el uso del término a unos límites estrechos. Con el creciente consenso de que el término «apartheid» es útil para describir el nivel y composición de los crímenes de Israel es importante profundizar nuestro conocimiento de la «etiqueta de apartheid», tanto como un medio de informar al activismo en apoyo a la lucha anti-colonial palestina, como para usar de forma más eficaz las comparaciones con otras luchas.

 

 

La analogía con el Apartheid

 

Quizá sea comprensible que algunos defensores de los derechos palestinos consideren que la «etiqueta de Apartheid», en su sentido comparativo, es una herramienta política útil. La lucha del pueblo sudafricano por la justicia y la igualdad alcanzó un cierto estatus sagrado en los ochenta y noventa cuando llegó a su apogeo la lucha contra el Apartheid. Son certeras tanto la reverencia con la que activistas y no activistas consideraron la rectitud de la lucha sudafricana como la ignominia del régimen colonial de Apartheid; los negros sudafricanos lucharon durante siglos, padecieron incontables penalidades incluyendo la cárcel y la muerte, y fueron tachados de terroristas mientras las potencias del mundo permanecían al lado del régimen racista de Apartheid. Permanecieron firmes en su lucha e hicieron que el coste del sistema de Apartheid aumentara hasta que el capital sudafricano consideró que ya no era rentable y las elites políticas blancas consideraron que era imposible de mantener. También se pueden destacar los aspectos ventajosos de la comparación señalando las profundas relaciones históricas entre la OLP y el Congreso Nacional Africano (ANC, en sus siglas en inglés), así como la descarada alianza entre Israel y el régimen sudafricano de Apartheid, que permaneció firme incluso en el momento culminante del boicot internacional contra Sudáfrica.

 

Un mayor ímpetu para restringir la «etiqueta de apartheid» a una comparación con Sudáfrica es que lo que tienen en común y las similitudes entre las luchas de liberación de Sudáfrica y Palestina son bastante patentes. Ambos procesos implican un proceso de colonialismo por parte de colonos que implica el desplazamiento forzado de la población originaria de sus tierras ancestrales y su concentración en distritos segregados y reservas, la división de la población negra en diferentes grupos con diferentes derechos, unas estrictas restricciones a la movilidad que asfixiaron a los colonizados y el uso de una brutal fuerza militar para reprimir cualquier resistencia real o potencial contra el crimen racista colonial. Ambos regímenes disfrutaron de una impunidad fruto del total apoyo estadounidense y europeo. Además de estas similitudes, hay gran cantidad de detalles asombrosos comunes a ambos casos: ambos regímenes se establecieron el mismo año (1948) tras décadas de dominio británico, el control de aproximadamente el 87% de la tierra estaba fuera del alcance de la mayoría la población colonizada sin un permiso especial, etc. Aunque aquí hablamos en pasado, esto todavía se aplica a la Palestina de hoy.

 

Mientras ha ido ganando terreno la etiqueta de apartheid israelí, algunos han adoptado el enfoque de describir las diferencias entre ambos regímenes, aunque por diferentes propósitos. En general, Israel no ha legislado los detalles menores del apartheid (la segregación de espacios como cuartos de baño y playas), aunque la legislación israelí forma la base de la sistemática discriminación racial contra los palestinos. Los 1.200.000 ciudadanos palestinos de Israel (aproximadamente el 20% de los ciudadanos de Israel) tienen, de hecho, derecho a votar y participar en las elecciones israelíes, mientras que la mayor parte de la comunidad negra sudafricana no lo tenía. El principio central de la versión sudafricana del apartheid era facilitar la explotación de la mayor cantidad posible de trabajadores negros, mientras que la versión israelí, aunque explota a los trabajadores palestinos prioriza el desplazamiento forzado de cuantos palestinos sea posible más allá de las fronteras del Estado con el objetivo de erradicar la presencia palestina dentro de la Palestina histórica. Los sudafricanos que visitan Palestina han comentado acerca de esto que el uso por parte de Israel de la fuerza es mas brutal del que ellos fueron testigo en el momento de apogeo del Apartheid y, así, varios comentaristas han adoptado la postura de que las prácticas de Israel son peores que el Apartheid, la postura de que la etiqueta de apartheid no es suficiente.

 

 

Israel y el crimen de Apartheid

 

En términos legales, describir a Israel como un Estado de apartheid no se centra en la diferencia y similitud con las políticas y prácticas del régimen de Apartheid sudafricano, y ahí donde Israel es un Estado de apartheid sólo en la medida en que las similitudes son mayores que las diferencias. En 1973 la Asamblea General de la ONU adoptó la Convención Internacional para la Supresión y Castigo del Crimen de Apartheid (resolución 3068 de la Asamblea General [XXVIII] [4], que entró en vigor el 18 de julio de 1976, año del levantamiento de Soweto en Sudáfrica y Día de la Tierra en Palestina) con una definición universal de apartheid no limitada a las fronteras de Sudáfrica. El hecho de que el apartheid es definido como un crimen según el Estatuto de Roma del Tribunal Penal Internacional [5], que entró en vigor en 2002, mucho después de que el régimen de Apartheid fuera derrotado en Sudáfrica, atestigua la universalidad del crimen.

 

Mientras que la formulación de la definición del crimen de apartheid varía según los instrumentos legales, la esencia es la misma: un régimen comete apartheid cuando institucionaliza la discriminación para crear y mantener la dominación de un grupo «racial» sobre otro. Karine Mac Allister, entre otros, ha proporcionado un contundente análisis legal para la aplicabilidad del crimen de apartheid al régimen israelí [6]. El punto principal es que, al igual que el genocidio y la esclavitud, el apartheid es un crimen que puede cometer cualquier Estado, e instituciones, organizaciones y/o individuos que actúan en nombre del Estado que lo comete o que apoyan su comisión deben afrontar un juicio en cualquier Estado signatario de la Convención o en el Tribunal Penal Internacional. Por consiguiente, es una falacia basar la etiqueta de apartheid israelí en comparaciones con las políticas del régimen de Apartheid de Sudáfrica, con las consiguientes descripciones de Israel como «similar al Apartheid» y caracterizaciones de un análisis del apartheid de Israel como una «analogía del Apartheid»

 

El reconocimiento por parte de la comunidad internacional de estos crímenes universales a menudo es el resultado de un caso particular, tan atroz que obliga a poner en marcha el oxidado mecanismo de toma de decisión internacional. El Comercio de Esclavos Transatlántico es un ejemplo en el que la esclavización masiva de pueblos del continente africano para trabajar como propiedad privada de los colonos europeos formó una parte importante del marco en el que reflexionaron y actuaron quienes elaboraron los borradores de la Convención Suplementaria de Naciones Unidas para la Abolición de la Esclavitud, de 1956. Un ejemplo todavía más claro es la Convención de Genocidio (que se adoptó en 1948 y entró en vigor en 1951) tras el Holocausto nazi en el que millones de judíos, comunistas, gitanos y discapacitados fueron sistemáticamente asesinados con la intención de acabar con su existencia. No describimos la moderna esclavitud como «similar a la esclavitud» ni examinamos los asesinatos masivos de ruandeses en su mayoría tutsis como una «analogía del genocidio» ruandés.

 

Dos puntos del análisis legal de Mac Allister sobre el apartheid israelí merecen ser reiterados porque a menudo se confunden o malinterpretan, incluso por parte de abogados palestinos de derechos humanos. En primer lugar, los crímenes y violaciones de Israel no se limitan al crimen de apartheid, sino que el régimen de Israel sobre el pueblo palestino combina de una manera única apartheid, ocupación militar y colonización. Merece la pena señalar que la relación entre estos tres componentes requiere una investigación más profunda. También es digno de señalar el manifiesto estratégico del Comité Nacional de la Campaña Palestina de BDS, «Unidos contra el apartheid, el colonialismo y la ocupación: dignidad y justicia para el pueblo palestino» [7] en el que se subrayan y, en cierto modo, detallan los diferentes aspectos de la comisión por parte de Israel del crimen de apartheid y se empieza a trazar la interacción entre el apartheid, el colonialismo y la ocupación israelíes desde la perspectiva de la sociedad civil palestina.

 

El segundo punto que vale la pena reiterar es que el régimen de apartheid de Israel no se limita a Cisjordania y Gaza. De hecho, el corazón del régimen de apartheid de Israel se guía por la legislación discriminatoria en los ámbitos de la nacionalidad, la ciudadanía y la propiedad de la tierra, y se empleó fundamentalmente para oprimir y desposeer tanto a aquellos palestinos que fueron desplazados por la fuerza en la Nakba de 1948 (refugiados y desplazados internos) como a la minoría que consiguió permanecer dentro de la «línea verde» y que más tarde se convirtieron en ciudadanos israelíes [8]. El régimen de apartheid de Israel se extendió a Cisjordania y Gaza tras la ocupación de 1967 con el propósito de colonización y de ejercer control militar sobre los palestinos que quedaron bajo la ocupación. Volviendo a utilizar el ejemplo de Sudáfrica, el crimen de apartheid no se limitó a los Bantustanes, todo el régimen estaba implicado y no sólo una u otra de sus manifestaciones racistas.

 

El análisis de Israel como un Estado de apartheid ha demostrado ser muy importante en varios sentidos. Primero, destaca correctamente la discriminación racial como causa raíz de la opresión israelí de los palestinos. Segundo, uno de los principales efectos del apartheid israelí es que ha separado (conceptual, legal y físicamente) a los palestinos en diferentes grupos (refugiados, Cisjordania, Gaza, dentro de la «línea verde», etc., con muchas otras divisiones dentro de cada uno), lo que ha tenido como resultado la fragmentación del movimiento de liberación palestino, incluyendo el movimiento de solidaridad. El análisis del apartheid nos permite proporcionar un marco legal y conceptual según el cual podemos entender, transmitir y actuar en apoyo al pueblo palestino y su lucha como un todo unido. Tercero, y con un significado particular para el movimiento de solidaridad, este marco legal y conceptual adopta el papel preceptivo que apuntala el creciente movimiento global de boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel hasta que éste acate el derecho internacional.

 

 

Colonialismo y el papel de la comparación

 

He argumentado que la cuestión de si es aplicable el apartheid no se puede determinar por medio de la comparación con Sudáfrica, sino por medio del análisis legal. Sin embargo, esto no significa que el estudio comparativo no sea útil. De hecho, para aquellos que están implicados en la lucha la comparación es esencial para el proceso de aprendizaje de lecciones históricas. Una importancia fundamental de la comparación proviene del hecho de que la lucha sudafricana contra el apartheid fue, como lo sigue siendo para los pueblos originarios de Palestina y de las Américas, una lucha contra el colonialismo.

 

Centrarse en la dimensión colonial del apartheid israelí y del proyecto sionista nos permite centrarnos en cuestiones realmente importantes, como la adquisición de la tierra, la ingeniería demográfica y los métodos de control politico y económico ejercidos por un grupo racial sobre otro. La comparación con otras luchas contra el colonialismo nos proporciona el recurso principal para entender esta dimensión colonial de la opresión israelí y para obtener algunas de las lecciones que se necesitan para luchar contra ella.

 

Una de las muchas lecciones de la lucha contra el Apartheid en Sudáfrica proceden del hecho de que los dirigentes del ANC fueron presionados para que transigieran en sus demandas económicas, como la restitución de la tierra. Solo una ínfima proporción de tierra controlada por los blancos en Sudáfrica se redistribuyó a los negros después de 1994. Así, aunque la lucha del pueblo sudafricano derrotó el sistema apartheid político, la lucha contra el apartheid económico continúa en diferentes formas incluyendo los movimientos actuales contra la pobreza y de los sin tierra. Como palestinos y aquellos que luchan con ellos para reconstruir una estrategia y un consenso político sobre cómo superar los retos del periodo post-Oslo, la centralidad de la exigencia de la restitución de la tierra debería destacarse como parte de la exigencia del retorno de los refugiados.

 

Una segunda lección fundamental viene en respuesta al paradigma que actualmente guía a las principales versiones de cómo lograr la difícil de alcanzar «paz en Oriente Medio», que es la idea de la partición generalmente denominada «solución» de los dos Estados. En los años setenta Sudáfrica intentó tratar su «problema demográfico» (el hecho de que la vasta mayoría de su población fuera negra pero no tuviera derecho a votar). El régimen de Apartheid reconstruyó Sudáfrica como una democracia formal reinventando las reservas establecidas por los británicos (los Bantustanes) como Estados independientes [9]. Se asignó cada uno de estos diez homelands a una identidad étnica decidida Pretoria y los sudafricanos originarios que no encajaban en una de estas identidades étnicas fueron obligados a encajar para convertirse en nacionales de uno de los homelands. Con esta medida miembros de la población originaria fueron reclasificados como nacionales de uno u otro homeland y entre 1976 y 1981 el régimen trató de hacer pasar los homelands por Estados independientes: Transkei en 1976, Bophuthatswana en 1977, Venda en 1979 y Ciskei en 1981.

 

A cada uno de estos Bantustanes se le dio una bandera y un gobierno formado por intermediarios indígenas que estaban en nómina de Pretoria, además de todo lo que acompaña a un gobierno soberano, incluyendo la responsabilidad de los servicios municipales y una fuerza de policía para proteger el régimen de Apartheid, pero sin una soberanía real. La idea era que haciendo que se reconocieran internacionalmente como Estados cada uno de estos homelands, el régimen de Apartheid transformaría Sudáfrica de un país con un 10% de minoría blanca en otro con una mayoría blanca del 100%. Puesto que era un régimen democrático dentro de los confines de la comunidad dominante, no habría nada que reprochar a la naturaleza democrática del Estado. Pero nadie cayó en el engaño. El ANC lanzó una potente campaña para contrarrestar cualquier reconocimiento internacional de los Bantustanes como Estados independientes y la trama fracasó miserablemente a nivel internacional, con la notable, aunque quizá no sorprendente excepción de que la única «embajada» de Bophuthatswana se abrió en Tel Aviv.

 

Israel ha utilizado estrategias similares en Palestina. Por ejemplo, Israel reconoció 18 tribus beduinas palestinas y nombró a un jeque leal para cada una en el [desierto del] Naqab durante los años cincuenta como un medio de controlar a estos palestinos sureños, y obligaron a quienes no pertenecían a una de estas tribus a afiliarse a una para conseguir la ciudadanía israelí [10]. A finales de los setenta el régimen israelí trató de inventar organismos de gobierno palestinos para los territorios ocupados en 1967 en la forma de «federaciones de pueblos» ideadas para que evolucionaran a similares gobiernos no soberanos, una especie de ayuntamientos glorificados. Como en el caso de los Homelands del Apartheid el plan fracasó miserablemente, tanto porque la OLP se había erigido ella misma en único representante del pueblo palestino como porque los palestinos comprendieron perfectamente la trama y se opusieron a ella con todos los medios de los que disponían. La principal lección para Israel fue que la OLP o bien tenía que ser destruida completamente o tendría que ser convertida en el intermediario indígena del apartheid israelí. Durante los años ochenta y principios de los noventa Israel emprendió una campaña masiva para destruir a la OLP. A principios de los noventa y con la desaparición de los principales respaldos de la OLP, como la Unión Soviética e Iraq, Israel sacó provecho de la oportunidad y trabajó para transformar a la OLP de un movimiento de liberación nacional a un proyecto de «construcción del Estado» que se lanzó con la firma de los Acuerdos de Oslo, siete meses antes de las primeras elecciones libres en Sudáfrica.

 

La campaña por el establecimiento y reconocimiento internacional de un Estado palestino independiente dentro del Bantustán palestino no es diferente de la campaña del régimen de Apartheid de Sudáfrica para lograr el reconocimiento internacional de Transkei o Ciskei. Ésta es la parte esencial de la idea de la «solución de los dos Estados». La diferencia principal y crucial es que en el actual caso de Palestina quienes también están presionando son la superpotencia mundial y sus aliados en Europa y en el mundo árabe, armados además con la aceptación activa de los intermediarios indígenas de Palestina.

 

 

*Hazem Jamjoum es director de al-Majdal, la revista trimestral en inglés del Centro de Recursos Badil para la Residencia y los Derechos de los Refugiados Palestinos (http://www.badil.org/al-majdal/al-majdal.htm) en Belén, Palestina.

Notas:

1 Utilizo la «A» mayúscula en Apartheid para indicar el régimen de superioridad racial institucionaliza implementado en Sudáfrica entre 1948 y1994, y la «a» minúscula para indicar el crimen de apartheid generalmente aplicable.

2 Véase www.apartheidweek.org.

3 Véase Amira Howeidi, «Israel’s right not to be criticised», Al-Ahram Weekly, 19-25 de marzo de 2009: http://weekly.ahram.org.eg/2009/939/re2.htm. Véase también la respuesta de la sociedad civil palestina en http://israelreview.bdsmovement.net

4 Texto completo de la Convención: http://www.unhchr.ch/html/menu3/b/11.htm

5 Texto completo del Estatuto: http://untreaty.un.org/cod/icc/statute/99_corr/cstatute.htm

6 Véase Karine Mac Allister, «Applicability of the Crime of Apartheid to Israel», al-Majdal #38, (verano de 2008):

http://www.badil.org/al-majdal/2008/summer/articles02.htm

7 Éste es el manifiesto estratégico de la sociedad civil palestina para la Conferencia para la Revisión de Durban en Ginebra, y se puede descargar en: http://bdsmovement.net/files/English-BNC_Position_Paper-Durban_Review.pdf [Traducción al castellano, http://www.nodo50.org/csca/agenda08/palestina/pdf/BNC-PAPERforDurbanReview-SPANISH.pdf].

8 Para una discusión sobre cómo la legislación de apartheid de Israel sigue afectando a los refugiados y a los ciudadanos palestinos de Israel respecto al control de la tierra, véase Uri Davis, Apartheid Israel: Possibilities for the Struggle Within, London: Zed Books, 2003.

9 El control británico en Sudáfrica estableció en 1913 y 1936 reservas sobre aproximadamente el 87% de la tierra de Sudáfrica con el propósito de segregar a la población negra de los colonos.

10 Para ampliar este punto, véase Hazem Jamjoum, «al-Naqab: The Ongoing Displacement of Palestine’s Southern Bedouin», al-Majdal #39-40, (otoño 2008 / invierno 2009): http://www.badil.org/al-majdal/2008/autumn-winter/articles03.htm

Enlace con el original: http://www.zmag.org/znet/viewArticle/20993