Introducción Dos son (entre muchas otras) las principales diferencias que actualmente separan a la izquierda parlamentaria de la extraparlamentaria e impiden una unidad que, a menos que en uno de los dos polos se opere un cambio radical en sus planteamientos, será completamente imposible. Al tratarse por un lado de la referencialidad sindical en CC […]
Introducción
Dos son (entre muchas otras) las principales diferencias que actualmente separan a la izquierda parlamentaria de la extraparlamentaria e impiden una unidad que, a menos que en uno de los dos polos se opere un cambio radical en sus planteamientos, será completamente imposible. Al tratarse por un lado de la referencialidad sindical en CC OO, y por otro de la cuestión de los pactos con el PSOE, queda claro que, dependiendo de quién cediera, la unidad se estaría haciendo para luchar o para institucionalizarse. ¿Por qué?
La referencialidad en CC OO
En el XVIII Congreso del PCE, de noviembre de 2009 (al que este partido llegó con 20.000 militantes), se volvió a ratificar, con cerca del 70% de los votos, la monorreferencialidad sindical en CC OO (la UJCE, lejos de querer «cambiar las cosas» en el partido, ratificaba esta decisión en su XI Congreso de abril de 2010). Esto contradice las tesis anteriormente defendidas por el PCE, en tiempos de Anguita: la libertad de sindicación, en función del contexto de la lucha de clases, de la realidad de cada empresa. Ahora, todo militante del PCE que se sindique debe hacerlo en CC OO, so pena de sanción disciplinaria.
Por supuesto, la dirección del PCE siempre podrá justificarse recurriendo a la cita descontextualizada de Lenin («No actuar en el seno de los sindicatos reaccionarios significa abandonar a las masas obreras insuficientemente desarrolladas o atrasadas a la influencia de los líderes reaccionarios»). La primera pregunta que surge es: ¿era Lenin infalible? Pero a continuación la cosa se pone más compleja y uno se pregunta: ¿era Lenin un simplón que diría lo mismo en cualquier circunstancia? Podría recordarse que, al menos para el marxismo, el contexto táctico en el que algo se dice es tan importante como el contenido mismo de lo que se está diciendo (ésta es sólo una de las diferencias entre la dialéctica materialista y la verdad revelada de la Biblia…). Que Lenin escribió en otra coyuntura histórica diferente a la actual. Que su posicionamiento no es indiferente a la circunstancia política concreta (de democracia burguesa o de dictadura abierta; de régimen político de sindicato único o de régimen de multiplicidad sindical…). Podrían recordarse muchas otras cosas. No hace falta. Basta con contextualizar o leer el texto para saber que Lenin estaba criticando a la izquierda germano-holandesa, que planteaba abandonar los sindicatos y crear nuevas formas de organización de carácter no sindical. Dicha frase no debe leerse extractada y descontextualizada, como tanto gusta a determinados manuales de partido. Debe leerse como parte de un planteamiento político concreto, que no sirve para justificar todas las traiciones de la historia (¿tenía razón Mario Monje y el Che Guevara debió montar un buen sindicato reaccionario en Sierra Maestra, en lugar de organizar un foco guerrillero?).
Además, en Alemania, Holanda y otros países centrales de Europa prácticamente no existían por aquel entonces sindicatos que no fueran reaccionarios. No existía entonces sin embargo un fenómeno que sí padecemos ahora: la liberación sindical en masa, es decir, los líderes «sindicales» a sueldo del Estado, a los que Lenin, muerto en el 24, no pudo conocer. En cualquier caso, Lenin no dice en ningún momento que sólo haya que militar en sindicatos reaccionarios. Ese «sólo» es un añadido falsificador de aquellos que defienden la «monorreferencialidad», contra la libertad de sindicación en función de las circunstancias (sin descartar que las circunstancias puedan llevar, por ejemplo en determinadas empresas en las que no haya alternativa, a militar en un sindicato como CC OO, denunciando a su dirección, como pedía Lenin y como Cayo Lara se negó públicamente a hacer cuando, en enero de 2011, este sindicato firmó el pensionazo). Ese «sólo» es un invento de aquellos que, abandonando su supuesto papel de vanguardia, prefieren rebajarse ellos al nivel de conciencia más atrasado posible, ya que, a día de hoy, la inmensa mayoría de los trabajadores es perfectamente consciente del papel mafioso y amarillo de CC OO y UGT, y sólo un escaso porcentaje de los trabajadores está afiliado a ellos (¿por qué no nos rebajamos al nivel de esa mayoría y renunciamos a hacer sindicalismo?).
Por eso, la oportunidad que el PCE está haciendo perder a la clase trabajadora es obvia: en este contexto de crisis y de traición por parte de CC OO y UGT (que no sólo firmaron, como hemos dicho, el recorte de las pensiones públicas, sino que callaron ante muchos otros recortes del gobierno, por no hablar de su apoyo al Tratado de Maastrich, o más recientemente a la Constitución Europea, u otras traiciones históricas) tenemos una oportunidad histórica para refundar el movimiento obrero, al que los «Críticos» podrían darle un impulso muy importante, si así lo desearan. En la cabeza de muchos aparece la imagen del PAME de Grecia, frente sindical promovido por el KKE griego. ¿Por qué no podemos construir algo así aquí y ahora?
Sin embargo, debe reconocerse algo: independientemente de que sea un evidente error (o incluso una traición), la posición sindical del PCE ha sido debatida y aprobada de manera democrática en los órganos.
No sucede lo mismo con otra cuestión que pasamos a ver inmediatamente.
Los pactos con el PSOE
Como sabemos, hace poco la federación extremeña de IU decidió no apoyar la investidura ni del PSOE ni del PP (es decir, no apoyar a ninguna de las dos fracciones del Partido Único del Capital, como diría Carlos Tena). Esto le costó amenazas de sanción y una dura reprimenda por parte de Cayo Lara. ¿Por qué? Porque el Consejo Político Federal de IU había decidido no permitir «ni por activa ni por pasiva» gobiernos del PP. Si IU se abstenía, al ser el PP el partido más votado en Extremadura, este último se haría con la comunidad autónoma, lo cual, al parecer, constituía una angustiosa preocupación en un adicto a los editoriales de El País como Cayo Lara.
Busquemos. En el Informe al Consejo Político Federal del 17 de octubre, efectivamente, en una frase perdida en mitad de una página, leemos: «Nosotros hemos dicho y es posición de nuestra Organización, que ni por activa ni pasiva gobernará la derecha con los votos de IU«. ¿La derecha? De esta lectura, escondida en el documento y no destacada de ningún modo especial, surgen múltiples consideraciones:
1) El Consejo Político Federal debería tener una función meramente ejecutiva, esto es, de desarrollo de las políticas congresuales. La decisión de pactar o no pactar con el PSOE no ha sido discutida en ningún congreso de IU. El Consejo Político Federal no tiene las atribuciones necesarias para decidir en este tipo de materias. Además, no se trataba de una decisión urgente, por lo que debería haberse tratado en el congreso anterior. Se trata, en suma, de una decisión tomada antidemocráticamente por la cúpula, sin permitir a las bases expresarse (lo cual, en realidad, es toda una tradición política en esta organización). La dirección de IU ha dejado de representar a las bases, y representa únicamente su propia línea, la de las alturas, en estrecha subordinación al PSOE.
2) ¿Qué es la derecha? Si el documento aprobado por el Consejo Político Federal ordena no usar los votos de IU para beneficiar «a la derecha», entonces la actitud de Extremadura de no usarlos para beneficiar al PSOE es un cumplimiento estricto de las directrices. ¿Por qué? Porque considerando la política realizada por el PSOE en su última legislatura (o en cualquier legislatura en realidad, a menos que nos retrotraigamos a los tiempos de la II República), el PSOE es, nítidamente, un partido de derecha neoliberal, ante cuyos recortes el mismísimo Aznar palidece. Debe interesarnos la política real, no cómo el sistema bipartidista se piensa a sí mismo. No estoy jugando con las palabras. Estas mismas posiciones han sido defendidas por líderes díscolos de IU, como Anguita o Sánchez Gordillo (tan denostados teórica y prácticamente por la actual dirección y por cafres como Carlos Vázquez), que han hablado no de una «pinza» sino de la existencia de «dos orillas»: en una estarían los partidos de derecha y capitalistas (como el PSOE y el PP), quedando en la otra los de izquierdas (IU, Bildu, etc.) En cambio, para Centella, Valderas, Lolo Silva, Cayo Lara et alii las dos orillas serían así: a un lado la «derecha» (el PP) y al otro la izquierda (PSOE, pese a sus «errores» puntuales, e IU poniendo la mano a ver si cae algo).
3) Cayo Lara se hizo con el control de IU por su supuesta rebeldía frente a la subordinación al PSOE que representaba el anterior líder de la coalición, Gaspar Llamazares, que proponía «pactos globales» con este partido. Sin embargo, en la práctica, la política de «ni por activa ni por pasiva» es un pacto global no firmado, sólo que peor, ya que no acarrea ninguna contrapartida a cambio. Es, por tanto, todo lo contrario a un pacto programático, que puede o no hacerse en función de cada circunstancia y de si el partido con el que se pacta acepta o no tu «programa, programa, programa», que diría Angutia. De hecho, la dirección de IU ha destapado las cartas de sus bases, transmitiéndole al PSOE el siguiente mensaje: «no concedáis nada de lo que os pidan nuestros chicos, ya que, de todas formas, os van a apoyar en la investidura, porque, si no, los echamos de una patada y encima los acusamos de nosequé maquiavélica pinza». Para colmo, IU no podrá retirar dicho apoyo en ningún momento posterior de la legislatura, ya que «ni por activa ni por pasiva» puede permitir que el PP alcance el gobierno o la alcaldía. El margen de maniobra concedido a las bases es igual a cero. La subordinación a otro partido externo, y encima procapitalista, total.
4) Incluso aunque hipotéticamente se alcanzaran acuerdos con el PSOE, ¿cuál es la credibilidad actual de este partido? Repasemos. En 2007, Zapatero prometió mantener el IVA a bajo nivel; en 2010, lo subió brutalmente. En sus primeros años de gobierno decía defender una elevación del poder adquisitivo de los empleados públicos; la realidad es que les ha bajado los salarios un 5%. En 2009 prometió no abaratar el despido; poco después, promulgó una reforma laboral que lo abarataba. En Rodiezmo, envalentonado entre tanto progre, anunció una subida las pensiones; finalmente, en la vida real, las congeló. Aprobó un cheque-bebé para retirarlo a los pocos años. Prometió 400 euros anuales a los contribuyentes de IRPF; no tardó demasiado en tirar al basurero su propia medida. Prometió subir el salario mínimo interprofesional a 800 euros; como por desgracia muchos saben, tras 8 años de gobierno de Zapatero, el salario mínimo sigue siendo de 641 euros. Prometió que no reduciría la ya de por sí cínica «ayuda al desarrollo», para finalmente recortarla drásticamente. Criticó las privatizaciones de Aznar, para finalmente acabar privatizando Aena y Loterías y Apuestas del Estado. Y un largo etcétera. En resumen: las promesas que IU consiga arrancarle al PSOE no sirven para nada, porque este partido tiene establecido previamente un pacto mucho más importante: con el capital, a cuyo servicio gobierna.
5) ¿Hay que dirigirse a la base social del PSOE? Sí, pero precisamente para denunciar los intereses que representa su partido, no para reforzar el espejismo de que dicho partido es, pese a todo, mejor que «la derecha» (como si no hubiera hecho méritos suficientes para ser el gran maestre de la derecha). Si se pacta con el PSOE contra el PP (es más, estos pactos, supuestamente coyunturales, son elevados a una «cuestión de principios», como en este texto hace el Consejo Político Federal de IU), entonces se está reforzando la posición pragmática de aquellos que, aun simpatizando con posiciones anticapitalistas, optan por el «voto útil».
6) ¿Una radicalización restaría apoyos a IU? Habría que rastrear de dónde surge esta abstracta teoría (¿tal vez del Grupo Prisa, motivado por éxito de esa otra invención suya que denominan «la pinza»?). Teoría que choca de frente contra todas las evidencias empíricas y contra el propio sentido común. La IU de Anguita llegó a tener 21 diputados. La IU de Llamazares, con la misma ley electoral (pese a la oferta de excusas), se ha quedado en… 1 parlamentario (y encima él). ¿Por qué? Porque, si no hay mucha diferencia entre PSOE e IU, ¿para qué votar a la copia, pudiendo votar al original? De nuevo, la moderación de IU favorece el voto útil. Además, si de todos modos van a acabar pactando, ¿para qué votar a IU? Mejor al PSOE directamente, a ver si puede superar al PP. Por no hablar de los numerosos militantes de la izquierda extraparlamentaria y los movimientos sociales que no vamos a votar para que nuestros votos, parafraseando a los burócratas «federales», «acaben beneficiando a la derecha» (al PSOE).
7) ¿A quién puede sorprenderle, en pleno siglo XXI, que el bipartidismo, con su falsa disyuntiva entre PSOE y PP (o entre republicanos y demócratas), en perfecta combinación con la porra policial y la garzonada, sea un método de domesticación mucho más perfecto que las viejas dictaduras autoritarias (a las que, por supuesto, se volverá a recurrir en cuanto la burguesía -sí, la burguesía, no «los mercados»: dejemos que sea el enemigo el que pervierta el lenguaje y lo despoje de contenido- lo estime necesario)? ¿Qué sentido tiene fortalecer esa ilusión de diversidad, apoyando a uno de los dos partidos de dicha burguesía y reforzando con ello el más obvio engaño con el que cuenta el sistema para someter a la clase trabajadora?
Conclusión
Si decimos lo que decimos es porque queremos cambiar las cosas, acabar con el capitalismo, y con el PSOE y con CC OO no se cambian las cosas ni se acaba con el capitalismo (de hecho, como hemos visto, ni siquiera se suaviza el capitalismo). Nadie debe hacerse el tonto por más tiempo. IU nunca se pasa de revolucionaria, ni siquiera para probar a ver qué ocurre. Los errores de la izquierda institucional (institucionalizada), curiosamente, van siempre en la misma dirección: moderarse, venderse y hacerse reformista. Tanto, que algunos no podemos sino pensar que no se trata de un error, ni de una casualidad: sino de una pauta.
En el último documento hecho público por IU encontramos un Plan (calificado por Cayo Lara, de manera no ya desafortunada sino surrealista, como «su Plan Obama») en el que se propone, entre otras cosas, lo siguiente: «Para ayudar a la pequeña y mediana empresa y trabajadores autónomos para crear el empleo compensatorio derivado de la disminución de la jornada laboral se establece una exención en las cotizaciones patronales a la Seguridad Social por importe de 8.000 millones de euros«. ¿Para crear empleo disminuimos las cotizaciones patronales a la Seguridad Social? ¿Seguro que no estamos ante un texto de la Fundación FAES?
Con todo, obviando esto, el resto del «Plan Obama» de Cayo Lara es de carácter keynesiano, socialdemócrata. Bien. Ya sabemos lo que aduce el marxismo ante las políticas socialdemócratas: entre otras cosas, que son inútiles frente a un capital globalizado que puede deslocalizarse a la menor amenaza; que son los revolucionarios y la lucha de la clase trabajadora los que en los procesos históricos logran conseguir las reformas, mientras que los reformistas institucionalizados jamás han conseguido la menor migaja; que a la humanidad le costó muchos sacrificios descubrir el carácter alienante y explotador del trabajo asalariado capitalista, como para ahora tener que olvidarlo y borrarlo del programa.
Pero, no obstante, aceptemos por un momento que, a pesar de los artículos de Cayo Lara en homenaje a Olof Palme, «su Plan Obama» no implica la inmersión definitiva de IU en la tradición política socialdemócrata, sino tan solo el desarrollo del programa mínimo de IU en materia económica. Vale. Ahora bien, en ese caso, ¿algún militante de IU puede facilitarme un link que me indique dónde pueda leerse su programa máximo?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.