Recomiendo:
0

Jaffa, del prestigio a la limpieza étnica

Fuentes: al Madjal

Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos

Durante los años el Mandato británico Jaffa fue la ciudad más grande de la Palestina histórica, con una población de más de 80.000 palestinos, además de las 40.000 personas que vivían en las ciudades y pueblos inmediatamente vecinos. En el periodo comprendido entre la Resolución de Partición de Naciones Unidas (UNGA 181) del 29 de noviembre de 1947 y la declaración del establecimiento del Estado de Israel, las fuerzas militares sionistas desplazaron al 90% de la población árabe palestina originaria de Jaffa. El 50% de los refugiados palestinos de aquel año fatídico proceden de Jaffa, hoy están dispersos por todo el mundo y el Estado responsable de su desplazamiento les sigue prohibiendo retornar.

Antes de la Nakba de 1948 Jaffa era el epicentro de la economía palestina. Desde principios del siglo XIX los habitantes de Jaffa han cultivado cítricos, especialmente naranjas, en sus tierras. La demanda internacional de naranjas procedentes de Jaffa dio a la ciudad una fama mundial e hizo que ésta se hiciera un lugar en la economía global. Para los años treinta Jaffa exportaba millones de cajas de cítricos al resto del mundo, lo que proporcionaba miles de puestos de trabajo a los habitantes de la ciudad y de sus alrededores y los unía a los principales centros comerciales de la costa mediterránea y del continente europeo.

Con el éxito económico de la exportación de cítricos la ciudad fue testigo de la emergencia y crecimiento de varios sectores económicos relacionados con él, desde bancos hasta empresas de transporte por tierra y mar, pasando por empresas de importación y exportación. A medida que la ciudad iba creciendo, los empresarios de Jaffa empezaron a desarrollar la producción industrial local con la apertura de empresas metalúrgicas y otras que producían vidrio, hielo, cigarrillos, textiles, dulces, equipamiento para el transporte, agua mineral y carbonatada, y diferentes productos alimenticios, entre otros .

Además del comercio y de la industria, el turismo fue un tercer pilar fundamental de la economía de Jaffa durante el Mandato. Decenas de miles de turistas y de peregrinos visitaban la histórica ciudad cada año, tanto por los emplazamientos con valor histórico y religioso, como por sus magníficos edificios y los santos lugares cristianos repartidos por toda la ciudad. A medida que fue creciendo la industria del turismo de Jaffa fue creciendo también su infraestructura de comunicaciones y la red de transportes que la conectaba con el resto de Palestina y del mundo árabe. Gracias a la cada vez mayor cantidad de hoteles y de compañías de transporte, y al creciente número de servicios relacionados con el turismo se fueron haciendo más inversiones y creando más puestos de trabajo para los residente de Jaffa.

Jaffa fue también la capital cultural de Palestina ya que en ella se publicaban decenas de los principales periódicos del país, incluyendo los diarios Filastin y al-Difa’, y había también estaban ahí las principales editoriales. Los principales cines y los más suntuosos estaban en Jaffa, lo mismo que decenas de clubes deportivos y sociedades culturales. Las propias sedes de algunas de estas sociedades, como el Club Ortodoxo y el Club Islámico, se han convertido en centros histórico que todavía son testigos de la historia cultural de la ciudad. Durante la Segunda Guerra Mundial las autoridades del Mandato británico trasladaron a Jaffa la sede de los estudios de la emisora de Radio Oriente Próximo, que de 1941 a 1948 se convirtieron en un centro cultural de la ciudad. La creciente importancia cultural de Jaffa fue acompañada de cada vez mayores intercambios culturales e interconexiones con los principales centros culturales de la región, como El Cairo y Beirut, lo que convirtió a la ciudad, apodada cariñosamente la Novia del Mar, en un minarete cultural de la región.

La historia de la Nakba que sigue produciéndose en Jaffa es la historia de la transformación de este próspero centro urbano moderno en un barrio marginado que sufre de la pobreza, la discriminación, la gentrificación [1], el crimen y la demolición desde la primera oleada de expulsiones masivas en 1948 hasta el día de hoy.

Los primeros años de la Nakba de Jaffa

En marzo de 1948 las fuerzas sionistas iniciaron un cruel asedio a la ciudad de Jaffa. Los jóvenes de la ciudad formaron comités de resistencia popular para hacer frente al ataque. El 14 de mayo de 1948 la Novia del Mar cayó en poder de las fuerzas militares sionistas. Aquella misma noche los dirigentes del movimiento sionista en Palestina declararon el establecimiento del Estado de Israel. Aproximadamente 4.000 de los 120.000 palestinos residentes en la ciudad lograron permanecer en ella después de que fuera ocupada militarmente. Todos ellos fueron rodeados y encerrados en un ghetto en el barrio de al-‘Ajami que durante los dos años siguientes quedó cerrado respecto al resto de la ciudad y administrado como una prisión militar. El régimen militar bajo el que Israel lo gobernó duró hasta 1966. Durante este periodo al-‘Ajami estuvo completamente rodeado por una valla de alambre de espino patrullada por soldados israelíes y perros guardianes. Poco después los nuevos residentes judíos en Jaffa empezaron a llamar » el ghetto» a este barrio palestino basándose en su propia experiencia bajo el nazismo en Europa.

Además de verse obligados a vivir en un ghetto, los palestinos que permanecieron en Jaffa perdieron todo de la noche a la mañana: su ciudad, sus amigos, sus familias, sus propiedades y todo su entorno físico y social. La mayoría de ellos habían perdido sus hogares ya que el ejército israelí les había obligado a irse a al-‘Ajami. El mando militar era el legislador, el juez y el verdugo en el ghetto de al-‘Ajami: sin su permiso no se podía entrar o salir de la ciudad y a los palestinos se les denegaban derechos tales como la educación o el trabajo. Los Estados árabes fueron considerados Estados enemigos de modo que estaba terminantemente prohibido establecer contacto con los familiares y amigos que habían sido expulsados, los refugiados. Esta fue la pesadilla que vivieron los palestinos de Jaffa tras la Nakba de 1948.

A principios de los años cincuenta, Jaffa fue asimilada administrativamente por el municipio de Tel Aviv, que empezó a ser conocido como Tel Aviv-Yafo. Los palestinos de Jaffa pasaron de ser la mayoría de su ciudad y de su tierra a ser el 2% de «enemigos del Estado», una minoría de la principal metrópoli de Israel. Muy pronto el municipio empezó a elaborar planes para lo que ellos llamaba la «judaización» de la ciudad: cambiaron los nombres árabes de las calles por los de los dirigentes sionistas, demolieron la mayoría de los edificios de vieja arquitectura árabe y destruyeron completamente los edificios de los barrios y pueblos de los alrededores que habían sido despoblados durante la Nakba de 1948. El nuevo plan de estudios introducido en las escuelas palestinas negaba que el lugar tuviera ninguna historia árabe, una faceta del sistema educativo israelí que continúa todavía hoy.

El mayor atraco a mano armada del siglo XX

Después de expulsar a la mayoría de los residentes de Jaffa, ocupar militarmente la ciudad y obligar a vivir en un ghetto a los habitantes originarios que quedaban, las autoridades israelíes aprobaron la Ley de Propiedades de Ausentes (1950) por medio de la cual confiscaron las propiedades de todos los palestinos que no estaban en posesión de sus propiedades inmobiliarias tras la Nakba. Con la implementación de esta injusta ley, el Estado de Israel envió a sus agentes a todos y cada uno de los rincones del país para inspeccionar las propiedades que habían dejado detrás los refugiados expulsados, los desplazados internos palestinos a los que se había prohibido retornar a sus tierras y aquellos que habían sido obligados a vivir en ghettos dentro de las ciudades de Palestina. A continuación los títulos de propiedad de estas tierras, edificios, casas, fábricas, granjas y lugares religiosos fueron transferidos a la «Custodia de Propiedades de Ausentes». Así fue cómo el Estado de Israel robó «legalmente» sus propiedades a los palestinos de Jaffa, tanto a los refugiados como a aquellos recluidos en ghettos.

En las entrevistas que hicimos durante nuestra investigación oímos decenas de relatos de los supervivientes de la Nakba en los que nos contaban cómo les habían robado sus casas, que a veces estaban a tan sólo unos metros del ghetto, y cómo no pudieron hacer nada para impedirlo. Muchos nos contaron que sus casas habían sido entregadas a los nuevos emigrantes judíos o que, simplemente, estos las habían ocupado. También nos explicaron cómo habían tratado de convencer a los nuevos residentes de sus hogares de que les devolvieran algunos de sus muebles, ropas, documentos o fotos. En algunos casos los nuevos residentes les devolvieron algunas cosas, pero en la mayoría la respuesta fue considerar a los propietarios originarios palestinos unos intrusos y llamar a la policía o comunicárselo al mando militar. Los antiguos habitantes del barrio de al-Manshiyya, una de las zonas más ricas de la ciudad antes de la Nakba, nos describieron la tristeza que sentían cuando pasaban al lado de sus antiguos hogares y el dolor de ver que lo que quedaba del demolido barrio se convertía en una zona pública de recreo.

Algunas de las historias más duras son las de los granjeros y campesinos palestinos de los pueblos del distrito de Jaffa. Contaron cómo habían sido obligados a abandonar sus tierras, cómo lograron permanecer en Palestina, cómo el gobierno israelí entregó sus tierras a los colonos judíos y cómo entonces estos colonos contrataron a estos mismos campesinos palestinos para trabajar diariamente sus propias tierras como jornaleros explotados para el beneficio personal de los colonos judíos con el producto de la tierra que los palestinos habían cultivado durante generaciones. De hecho, después de que les quitaran o cerraran sus propiedades y empresas, la inmensa mayoría de los palestinos de Jaffa que permanecieron se convirtieron en mano de obra barata de patrones judíos. Su trabajo estaba supeditado a su «lealtad» al nuevo Estado. Y así fue cómo las personas que dirigieron el centro económico de Palestina antes de 1948 se convirtieron en sus huérfanos simulando fidelidad a quienes los habían convertido en huérfanos para poder alimentar a sus propios hijos.

Las violaciones cotidianas de la co-habitación

Tras la creación del Estado de Israel sobre las ruinas de la sociedad arabo-palestina el joven Estado empezó a absorber a cientos de miles de nuevos inmigrantes judíos de todo el mundo, masas de emigrantes a los que el Estado no fue capaz de absorber completamente. El Estado lo resolvió distribuyendo las casas de los refugiados y desplazados internos palestinos a los nuevos inmigrantes. Una vez que todas las casas palestinas de Jaffa fueron ocupadas, las autoridades de la vivienda israelíes empezaron a dividir las casas del ghetto de al- ‘Ajami en apartamentos para alojar a las familias judías. Y así, por ejemplo, una familia árabe de al- ‘Ajami que había sido desplazada de su hogar, cuya familia y amigos habían sido expulsados y que vivía en una casa de cuatro habitaciones tendría que dividir su nueva casa en cuatro apartamentos para absorber a tres familias inmigrantes judías y las cuatro familias tendrían que compartir la cocina y el baño.

Este proceso fue uno de los más difíciles para las familias palestinas: se les obligó a «co-habitar» con las personas que los habían expulsado y, como muchas familias judías incluían miembros que pertenecían al ejército, tenían que convivir con las mismas personas que directamente estaban ejecutando la violencia que sufría la comunidad palestina.

Los horrores de la guerra, la pérdida de su país, la profunda ruptura de su entorno social, el trauma de la opresión, la ocupación, la segregación y la discriminación, la demolición o el robo de sus hogares, el verse obligados a compartir sus casas del ghetto con las personas que los habían expulsado de sus hogares, todo ello contribuyó a crear un sentimiento general de desesperación e impotencia entre la comunidad palestina que permanecía en Jaffa. Esta depresión colectiva finalmente llevó a muchos palestinos que vivían en el ghetto de Jaffa a caer en la dependencia del alcohol o las drogas como una manera de escapar de la carga de impotencia ante la opresión colonial. Fue esta forma de opresión colonial lo que transformó la próspera Novia del Mar en un barrio de Tel Aviv miserable y castigado por el crimen.

1951-1979: supervivencia y superación personal

La primera generación de supervivientes de la Nakba se enfrento a una situación extremadamente difícil de manera que el principal objetivo de esta generación fue sobrevivir en un medio repleto de miedo a las autoridades israelíes. La esperanza de una vida mejor, de volver a la situación anterior, de libertad, se convirtió en una motivación para sus vidas. Esto fue especialmente cierto a finales de los cincuenta y en los sesenta, cuando el mundo árabe vivía el despertar personificado por el nasserismo. Las ideas de una unidad árabe, de la liberación palestina, de un renacer cultural y la esperanza que llevaban consigo estas ideas encontró un terreno fértil en la sociedad palestina dento de la «línea verde». Este fue el entorno en el que la segunda generación fue educada.

La generación de los cincuenta y de los sesenta creció en un entorno muy diferente del de sus padres. Trabajando en los trabajos manuales que les proporcionaban los inmigrantes judíos, esta generación buscó la superación personal, trabajar duro para mantener a sus familias y educar a sus hijos. Fueron los miembros de esta joven generación los que alimentaron las filas del Partido Comunista y del Movimiento Nasserista de la Tierra, entre otras corrientes políticas cuyo objetivo era desafiar la opresión reinante, la pobreza y la falta de tierra de la comunidad palestina.

Como preparación para su ocupación de lo que quedaba de Palestina, y debido a que crecía la oposición interna y empezaba a ser conocido el hecho de que la «única democracia de Oriente Medio» en realidad tenía dos tipos de leyes para dos tipos de ciudadanos, en 1966 el gobierno israelí abandonó formalmente el régimen de gobierno militar. Aunque no había cambiado un ápice la sistemática discriminación contra los ciudadanos palestinos, los años setenta fueron testigo de la emergencia de un movimiento político y social relativamente poderoso de los ciudadanos palestinos de Israel. En Jaffa este movimiento culminó con la creación en 1979 de la Asistencia a los Asuntos Árabes. Esta asociación estaba formada por activistas e intelectuales cuyo objetivo era proteger lo que quedaba de la identidad y herencia árabo-palestina de la ciudad, luchar contra la discriminación sistemática a la que se enfrentaban los palestinos de Jaffa y encabezar campañas sobre los problemas a los que se enfrentaba la comunidad palestina, los más importantes de los cuales era la vivienda y la educación.

Fue en esta misma época cuando se conoció públicamente que la «judaización» de las zonas dentro de la línea verde era una política oficial del Estado israelí. Aunque el principal teatro de la judaización durante los años setenta fue Galilea en el norte de la Palestina histórica, los palestinos de Jaffa siguieron siendo cada vez más presionados para abandonar sus casas en las ciudad por medio de diferentes prácticas y políticas discriminatorias, como la de prohibir a los palestinos que renovaran sus casas ya que esas propiedades habían sido registradas desde hacía mucho tiempo como propiedades de ausentes cuyos títulos de propiedad pertenecían al Estado. Las autoridades municipales habían ignorado el barrio y permitido que muchas casas se vinieran abajo y en algunos casos ordenado la demolición de las casas palestinas. A consecuencia de estas condiciones de deterioro, la mayoría de los habitantes judíos del barrio de al-‘Ajami se habían trasladado a los barrios residenciales de la ciudad y también empezaron a mudarse a los asentamientos ilegales recién construidos de Cisjordania en los que el coste de la vida era, y es, generosamente subvencionado por el Estado.

1979-2000: la vuelta del espíritu

La proporción de palestinos en Jaffa había crecido a principios de los ochenta, tanto como resultado del crecimiento natural como debido a que el número cada vez mayor de palestinos desplazados de Galilea y del Triángulo [2] acabaron en Jaffa. Los niveles de alfabetización y educativo también habían aumentado entre la población adulta palestina de la ciudad ya que la generación de los sesenta y de los setenta había crecido y se había convertido en miembros activos de la sociedad. Esta segunda generación se benefició de los sacrificios de sus predecesores, muchos de los cuales habían abierto sus propias pequeñas empresas, como restaurantes, empresas de contratación y talleres de automóviles. Una pequeña parte de ellos también había conseguido completar su educación superior en campos profesionales como el derecho, la medicina, contabilidad, ingeniería y otros. De este modo empezó a recuperarse el equilibrio económico, social y demográfico.

El aumento de la población palestina de la ciudad y la mejora de las condiciones económicas y sociales fue acompañado del aumento de la cantidad de palestinos que empezaron a trasladarse a lo que había quedado de Jaffa más allá del ghetto de al-‘Ajami, particularmente al cercano barrio costero de Jabaliyya. En gran parte este fenómeno se debió a que el barrio de al-‘Ajami estaba superpoblado y a que sus condiciones de vida se habían deteriorado como resultado de la combinación de la pobreza, el abandono municipal y las políticas discriminatorias que prohibían a los palestinos arreglar sus casas.

La mejora del nivel de vida de los palestinos de Jaffa que empezó en los ochenta supuso el aumento del número de empresas árabes y eran dirigidas por ellos, la renovación de las mezquitas, iglesias y edificios públicos palestinos, así como el aumento anual de graduados en enseñanza superior, la mayoría de los cuales reinvertían las habilidades y conocimientos que habían adquirido en mejorar su comunidad. Mientras que el Estado y las autoridades municipales continuaban con sus esfuerzos por judaizar, la comunidad palestina se había convertido en un agente activo y eficaz de su ciudad. Para ir en contra de este desarrollo económico dentro de la comunidad el gobierno israelí no invirtió o apoyó a las empresas con propietarios palestinos mientras que, al mismo tiempo, subvencionaba e invertía generosamente en empresas de Tel Aviv con propietarios judíos. Esta discriminación económica ha desempeñado un papel fundamental en el hecho de que la Jaffa palestina sea económicamente dependiente del Tel Aviv judío.

Los años noventa fueron testigo de un poderoso renacimiento cultural y político entre los ciudadanos palestinos de Israel ya que la tercera generación desde Nakba empezó a descubrir y a afirmar su identidad palestina como pueblo originario de la tierra. El miedo, que había sido una poderosa fuerza a la que se enfrentaron sus padres, no los afectó de la misma manera y al ser una generación con una sólida educación, la disparidad entre los ideales de la «democracia israelí» que ellos habían aprendido en la escuela y la discriminación a la que se enfrentaban cotidianamente llevó a un número cada vez mayor de miembros de esta generación a la arena política. La creciente conciencia nacional de los palestinos de Jaffa se materializó durante el estallido de la Segunda Intifada cuando la juventud de Jaffa protestó por la brutal violencia militar israelí contra los palestinos de Cisjordania y Gaza organizando decenas de foros, protestas, piquetes y campañas para recoger fondos para hacer hincapié en la unidad del pueblo palestino más allá de las fronteras.

La incesante Nakba de Jaffa hoy

A pasar del crecimiento de los movimientos sociales y políticos palestinos, los más de 20.000 palestinos que viven en Jaffa hoy siguen sufriendo una Nakba incesante. No hacemos esta afirmación a la ligera ni para obtener lágrimas de simpatía o nostalgia por lo antes existió; es una manera fundamental de entender el presente, de consolidar la demanda de que se repararen los crímenes cometidos por Israel en las últimas seis décadas y de insistir en la urgencia de la lucha para provocar un cambio para el futuro. Aunque la discriminación sistemática y las prácticas y políticas israelíes que tienen el objetivo de desplazar a los palestinos y de judaizar su espacio impregnan todos los aspectos de la vida palestina en Israel, nos centraremos en los ámbitos de la vivienda y de la identidad cultural.

Vivienda: el derecho a permanecer

El problema más apremiante al que se enfrentan hoy los palestinos de Jaffa es el de la vivienda y desahucio. Cada palestino de Jaffa o bien se enfrenta directamente a un desahucio por parte de las autoridades municipales o bien tiene un vecino o familiar que se enfrenta a ello, ya que se calcula que más de 5.000 familias se encuentran en esta situación. Las dos principales excusas para el desahucio son la falta de licencia (especialmente dado que para la mayoría de palestinos es casi imposible conseguirlas) o que la familia es considerada ocupante ilegal de su propio hogar que está registrado como propiedad del Estado.

Los títulos de propiedad de la vasta mayoría de las propiedades de Jaffa se transfirieron al Estado gracias a la implementación de la Ley de Propiedades de Ausentes (1950) y el Estado transfirió estos títulos a Amidar, una compañía dirigida por el Estado que administra las propiedades del Estado en las zonas urbanas. Después de centrar sus esfuerzos de la judaización en Galilea y el Negev, el Estado ahora tiene la mirada puesta en los palestinos que viven en ciudades palestinas, a las que oficialmente se denomina «ciudades mixtas», y así les ordena que se vayan de sus casas en las que han vivido durante sesenta años y, en algunos casos, durante más tiempo.

En estas ciudades el desalojo masivo de palestinos es un proceso dual. El primer, y fundamental, aspecto es la judaización que tiene por objetivo cambiar el perfil demográfico de estas ciudades de modo que no cuenten con una cantidad importante de palestinos originarios y borrar así del paisaje la esencia palestina. El segundo aspecto es la gentrificación: en la mayoría de los casos, está programado demoler las casas y sustituirlas poe caros condominios y viviendas unifamiliares para ricos. Estos puede beneficiar tanto a los oportunistas políticos que le hacen el juego al dirigido ideológicamente público sionista como a los agentes inmobiliarios que esperan ganar millones con sus proyectos de «desarrollo». También hay que indicar que aunque, con diferencia, el ghetto de al-‘Ajami es el barrio más pobre del municipio de Tel Aviv-Yafo, también es una zona costera en la que están algunos de los edificios más valiosos de la ciudad.

El problema de la vivienda palestina en Jaffa es más que la suma de sus partes, va más allá de los cientos de órdenes de desahucio y de demolición. No se puede menos que relacionar hechos como que Amidar y la Administración Israelí de Tierras saquen a subasta decenas de casas palestinas, aumente rápidamente el valor de éstas, se construya el Centro Peres de la «Paz» en propiedades confiscadas a los refugiados de Jaffa y se establezca un centro para fundamentalistas judíos en el corazón del barrio de al-‘Ajami. El cuadro que se ve cuanto se relacionan estos puntos es preocupante: se ha desarraigado a los habitantes originarios de Jaffa y su lugar ha sido ocupado por quienes tienen dinero y poder, es decir, las elites de la clase dirigente judeo-israelí. En otras ciudades palestinas como al-Lydd y Ramleh, así como en el Naqab y ahora en Jaffa vemos cómo el Estado entrega casi gratis propiedades palestinas a colonos judíos mientras que a nosotros, el pueblo originario de Palestina, se nos considera ocupantes ilegales e intrusos. Nosotros, los palestinos que permanecimos en la parte de Palestina que ocupó el movimiento sionista en 1948 y que fuimos obligados a aceptar la ciudadanía del Estado que usurpó nuestro país ahora somos el 20% de los ciudadanos del Estado de Israel, pero sólo controlamos el 3,5% de nuestra tierra después de que la mayor parte de nuestras tierra y de nuestras propiedades fuera confiscada por este mismo Estado. Desde que fue establecido, Israel ha creado cientos de nuevas comunidades para colonos judíos pero ni una para los palestinos.

Rehacer la identidad, la lengua y la historia

Uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad de Jaffa es la torre del reloj construida por los otomanos a la entrada de la ciudad mucho antes de que Israel llegara a existir. Hoy, los visitantes y residentes de Jaffa que deseen admirarla ven una placa en hebreo en la que está escrito: «A la memoria de los héroes que cayeron en la batalla para liberar Yafo». Desde ahí, si giramos a la derecha para ascender a la ciudad vieja podemos ver una vista impresionante del mar Mediterráneo mientras llegamos a los paneles informativos instalados por las autoridades municipales de Tel Aviv. En ellos se puede leer la historia de la ciudad que abarca miles de años hasta el presente. Puede sorprender que esté escrita en cuatro idiomas, ninguno de los cuales es árabe. Más sorprendente aún es que no aparece más mención a los árabes o a los palestinos que esta frase: «En el año 1936 bárbaros árabes atacaron el barrio judío». Abundan más ejemplos de la sistemática eliminación sobre el terreno de la historia árabo-palestina, como el cambio de los nombres de las calles, de los barrios y de otros monumentos de la ciudad por nombre hebreos, la mayoría de las veces nombres de figuras políticos y militares sionistas.

Un aspecto importante de la reinvención de Jaffa como una ciudad israelí, además de enterrar su identidad arabo-palestina, es la destrucción de las pruebas de su crimen por parte de Israel. Si se acepta que en ella no había palestinos entonces Israel tampoco echó a ningún palestino. La eliminación del recuerdo palestino también se refleja fuertemente en el sistema educativo israelí imperante en los colegios árabes donde los planes de estudios están orientados a educar a la juventud palestina de manera que ignore su identidad y su historia, y sea leal a su opresor colonial.

Tras la Nakba del 1948 las escuelas árabes quedaron bajo el control del ministerio israelí de Educación, a través del cual los servicios de inteligencia israelíes desempeñan un papel directo por medio de la selección de los directores, maestros y materiales de los planes de estudios. En las clases de ciencias sociales y de humanidades, los alumnos palestinos en Israel aprenden la historia de las comunidades árabes en Europa, el heroico establecimiento del moderno Estado de judío sin que se mencione la catástrofe que le ocurrió a la sociedad originaria palestina de la que ellos forman parte. Las escuelas son también un lugar de intimidación contra toda politización, especialmente en las fechas conmemorativas importantes de la lucha palestina como el Día de la Tierra o la conmemoración de la Nakba. En su mayoría, las escuelas públicas árabes están muy abandonadas en lo que se refiere a fondos y recursos, y la calidad de la educación es muy baja en comparación con las escuelas de la comunidad judía. Esto ha llevado a muchos padres palestinos de Jaffa a enviar a sus hijos a las escuelas judías, un fenómeno que aumenta la crisis de identidad a la que se enfrentan muchos de los jóvenes de palestinos de la ciudad, así como a que tengan dificultades con la lengua árabe.

Jaffa: la lucha continúa

En respuesta a los esfuerzos de la clase dirigente israelí por judaizar el espacio y la conciencia palestina, todas las corrientes del movimiento palestino ha trabajado para afianzar la determinación y la dignidad palestinas. A pesar de los diferentes procesos a los que se enfrentan los palestinos de las «ciudades mixtas», procesos que ya hemos descrito, los palestinos de Israel han permanecido firmes y mantienen la cabeza alta. Durante décadas las autoridades israelíes han estado utilizando «el palo y la zanahoria» para transformar a los palestinos en una minoría servil llamadas «árabes israelíes», una minoría sin relación con su identidad palestina, que tenga una amnesia colectiva de su relación con la tierra que los rodea y de los continuos crímenes cometidos contra ellos, y, lo que es más importante, leal a sus carceleros.

De forma sistemática desde principios de los años setenta, el movimiento por los derechos palestinos desafió constantemente las prácticas y políticas israelíes con como movilizaciones como la huelga general del 30 de marzo de 1976 que conmemoró el Día de la Tierra y los cientos de acciones emprendidas en apoyo de la primera y segunda Intifada. El movimiento llevó la lucha palestina más allá de sus confines nacionales y religiosos superficiales hasta una lucha internacionalista en la que palestinos y judíos luchan codo con codo por la justicia. En Jaffa esta lucha ha conseguido algunas victorias tangibles, como el impedir que el municipio convirtiera la playa en un vertedero, presionar a las autoridades israelíes para que construyeran en la ciudad viviendas para los palestinos y el establecimiento de instituciones educativas independientes árabes, como la Escuela Democrática Árabe que abrió sus puertas a los alumnos en 2003. Esta lucha ha sido el principal factor que ha permitido que los palestinos permanecieran firmes en su ciudad histórica.

La lucha continúa hoy bajo la bandera del Comité Popular de Jaffa para la Defensa de los Derechos a la Tierra y a la Vivienda (conocido también como Comité Popular contra la Demolición de Casas en Jaffa) que se estableció en marzo de 2007 como una respuesta directa a los cientos de órdenes de desahucio de residentes palestinos en los barrios de al-‘Ajami y Jabaliyya de Jaffa. La importancia del trabajo del Comité pronto quedo claro para sus miembros cuando sus investigaciones preliminares revelaron que 497 casas palestinas de Jaffa estaban bajo una orden de desahucio y/o de demolición emitida por la Administración de Tierras Israelíes, que también había llevado a subasta muchas de estas propiedades (todas ellas propiedades de «ausentes»). El Comité Popular está formado por residentes, activistas sociales y políticos, movimientos, organizaciones y partidos políticos que trabajan en Jaffa. El Comité representa la lucha colectiva de los residente árabo-palestinos de Jaffa y está abierto a cualquier persona que esté de acuerdo con sus reivindicaciones y su base política de unidad.

Un aspecto fundamental del trabajo del Comité es presionar a las diferentes secciones de las autoridades israelíes (la Administración de Tierras Israelíes, Amidar, el municipio de Tel Aviv-Yafo) para que congelen todas las acciones legales emprendidas para desahuciar y, en vez de ello dialoguen con el Comité para llegar a una solución tras haber logrado un acuerdo. El Comité también pide que acaben todas y cada una de las subastas de tierra «de titularidad pública» (es decir, de ausentes/refugiados) y emprender un diálogo con el Comité para implementar un sistema que garantice a lago plazo la presencia palestina en la ciudad y permita a la juventud y a las parejas jóvenes encontrar casas asequibles en la cuidad, particularmente en los barrios de Jabaliyya y al- ‘Ajami. El espíritu que motiva la campaña emprendida por el Comité Popular es la necesidad de arrancar el reconocimiento de los árabo-palestinos de Jaffa como un grupo con unos derechos históricos a la tierra y a las propiedades de la ciudad y para lograrlo se debe llegar a soluciones alternativas para el problema de vivienda en Jaffa de manera consensuada y con el consentimiento de la comunidad originaria.

El Comité Popular también trabaja investigando y recogiendo información de los residentes en Jaffa directamente afectados que se enfrentan a un desahucio y a la demolición de sus casas; realizando acciones directas para impedir desahucios y demoliciones, y que implican la movilización de activistas que están físicamente presentes en las casas que se van a demoler; organizando tanto actividades populares como piquetes, protestas, foros informativos y otros, como campañas mediáticas para concienciar en medios locales e internacionales acerca de la difícil situación de la comunidad palestina de Jaffa. Buscamos constantemente fondos con los que financiar tanto los costes legales como las actividades que permiten a jóvenes, mujeres y parejas jóvenes encontrar viviendas asequibles. Cada vez más el Comité se encarga de organizar actividades extracurriculares para los jóvenes y talleres para ayudar a mujeres y jóvenes a dirigir sus propios negocios entendiendo que la viabilidad económica de la comunidad está directamente relacionado con nuestra capacidad para seguir siendo firmes.

Revocar la incesante Nakba

Hoy se calcula que el número de refugiados palestinos en Jaffa que es aproximadamente de 700.000, es decir, una décima parte de la población palestina refugiada. Aunque la mayoría de estos refugiados están Gaza, Cisjordania y Jordania, muchos están aún más lejos y con un pasaporte extranjero que no les permite visitar lo que queda de su ciudad. Quizá uno de los pasos más importantes para revocar la Nakba, la cual supuso la destrucción del cuerpo palestino y nuestra dispersión por los cuatro rincones de la tierra, es intensificar los esfuerzos para volver a recomponer este cuerpo. Si bien no es físicamente posible debido a las restricciones de viaje que Israel impone a los palestinos, internet y otros medios de comunicación pueden desempeñar un eficaz papel en este proceso.

Cuando menos igual de importante es la solidaridad internacional que se necesita para detener las políticas y prácticas israelíes que constituyen la incesante Nakba. Ésta ha ocasionado en Jaffa una incesante resistencia. Puede que esta resistencia no sea capaz de dar marcha atrás al reloj del tiempo y puede que no podamos vivir como si nunca hubieran sucedido estos últimos sesenta años, pero al menos podemos trabajar para impedir un mayor sufrimiento y una destrucción mayor de nuestra ciudad y de nuestra sociedad, y podemos trabajar para reconstruir la maravilla que fue la Novia del Mar.

*Sami Abu Shehadeh y Fadi Shbaytah residen en Jaffa y son miembros del Comité Popular de Jaffa para la Defensa de los Derechos a la Tierra y a la Vivienda.

Notas

[1] N de la t.: El término que utilizan los autores es «gentrification«, sin un equivalente exacto en castellano todavía aunque es un fenómeno muy extendido en todo nuestro ámbito: dejar deteriorar un barrio, en general con una población marginal marcado por la pobreza, la emigración, su población minoritaria (como en el caso de Jaffa), etc., a la que se quiere expulsar de él para construir en él viviendas de lujo. Véase al respecto:

http://plagio.cl/home/index.php?option=com_content&task=view&id=35

[2] N. de la t.: Con el nombre de «el Triángulo» se denomina a la parte de la Palestina de 1948 comprendida entre Cisjordania y la costa, cuya forma es la de un triángulo.

Enlace con el original: http://www.badil.org/al-majdal/2008/autumn-winter/articles01.htm