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Israel se prepara para celebrar el sesenta aniversario de su nacimiento, seis décadas de destrucción para los palestinos

Jalear el genocidio

Fuentes: Al-Ahram Weekly

Traducido del inglés por Beatriz Morales Bastos

Israel está planeando celebrar su sesenta aniversario el 18 de mayo de 2008 con una fanfarria espectacular y toda una plétora de destacados eventos.

Según la página web del gobierno israelí Israelfestival.com, el festival incluirá «diversiones sin fin, [un] desfile de modelos, venta de diferentes comidas étnicas, bailes folclóricos israelíes, arte y artesanía, pabellones y exhibiciones de arte de la cultura y la herencia judía e israelí».

Se espera que el acto de central de la ceremonia se celebre en Jerusalén oeste y que acudan a él tanto dirigentes políticos y militares israelíes como dignatarios extranjeros. Entre los que se espera que acudan están el presidente estadounidense George W Bush, el presidente francés Nicolas Sarkozy y la canciller alemana Angela Merkel.

Los medios de comunicación y las ONG israelíes ya han empezad en serio o las celebraciones. Por ejemplo, la televisión israelí ha empezado a emitir una nueva serie llamada Shishim (que significa «sesenta»), que es una retrospectiva de las seis décadas desde la creación de Israel en mayo de 1948. La serie, que se empezó a emitir el 31 de marzo, está dividida en seis episodios, cada uno de ellos dedicado a una de las décadas que sucedieron a la creación del Estado.

Israel espera que estas fastuosas celebraciones sirvan para promover Israel y para mejorar su cuestionado prestigio en el exterior. «Es una oportunidad para celebrar nuestros logros, nuestros éxitos y nuestro ser nacional», se enorgulleció la ministra de Exteriores israelí Tzipi Livni, quien todavía no había nacido en 1948.

Desde el punto de vista sionista, la historia de Israel es una historia de éxitos. Israel es hoy una reconocida potencia política y militar, aún cuando su poder se base en el patrocinio de entidades extranjeras. Con apenas siete millones de habitantes, incluyendo el casi millón y medio de no-judíos (la mayoría de ellos palestinos), Israel dirige más o menos la política y las políticas de la única superpotencia del mundo, Estados Unidos, gracias fundamentalmente a los poderosos lobbies judíos de Washington.

El poder del lobby judío explica sobradamente la enormidad del apoyo financiero y militar estadounidense a Israel, que se cuantifica en cientos de miles de millones de dólares. De no haber existido este casi ilimitado apoyo financiero, económico, tecnológico, político y militar, Israel nunca habría sido capaz de sobrevivir, especialmente dadas sus tácticas depredadoras.

Israel, que ha estado organizando una virulenta campaña contra Irán por su adquisición de tecnología nuclear, es una potencia nuclear del mismo nivel que otras potencias nucleares establecidas y su supremacía militar — al menos hasta verano de 2006 – ha recorrido la mayor parte de Oriente Próximo, desde Turquía a Irán y desde el norte hasta el centro de África.

Económicamente, Israel también es una superpotencia económica con un PNB que se acerca a los 0.5 trillones de dólares. De hecho, Israel es uno de los pocos Estados pioneros en el campo de la electrónica y en el del desarrollo de nuevas generaciones de medicina, y las farmacéuticas israelíes se reparten un mercado mundial que llega a los miles de millones de dólares.

A pesar de todos estos éxitos y logros, Israel sigue siendo un Estado basado en el racismo, el apartheid y la criminalidad contra el pueblo palestino, de cuya tierra se apoderó y a quien hasta el día de hoy está tratando eliminar. Por supuesto, no lo ha conseguido. Los palestinos permanecen, como entidad humana y como entidad nacional.

Para lograr sus objetivos, Israel trata de apoderarse como sea de la mayor cantidad posible de tierra palestina manteniendo en ella a la menor cantidad posible de palestinos. Las políticas y tácticas empleadas por Israel para lograr su objetivo son tanto directas como insidiosas y suponen una limpieza étnica y un crimen internacional de genocidio. Israel ha institucionalizado el racismo, ha arrasado con buldózeres cientos de pueblos y ciudades palestinas, ha confiscado con todo descaro tierras y propiedades palestinas, incluyendo casa privadas, y recientemente está construyendo el llamado «Muro de separación» en Cisjordania cuyo objetivo principal es anexionarse la mayor cantidad posible de tierra palestina.

Lo más importante de todo esto, Israel ha perfeccionado el terrorismo generalizado auspiciado por el Estado, una política deliberada que tiene por objetivo hacer la vida a los palestinos lo más insoportable posible con el objetivo último de forzarlos a abandonar tanto sus casas como sus tierras. Esto se hace a plena luz del día y ante los ojos de las principales potencias mundiales, como Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y China, que o bien permanecen callados o bien pronuncian unas escuetas palabras inocuas acerca de la necesidad de adherirse a un proceso de paz que tiene forma pero muy poca sustancia.

Hoy, mientras Israel se prepara para celebrar su sesenta aniversario, el robo generalizado de tierra palestina en Cisjordania, especialmente en Jerusalén este y sus alrededores, continúa imparable. Aunque parezca increíble, el pueblo palestino ha sobrevivido. Es más, la resistencia palestina a la opresión israelí es legendaria – un rasgo que sigue desconcertando y frustrando a los estrategas israelíes. Quizá es esta resistencia lo que está animando a influyentes dirigentes políticos, militares y religiosos israelíes a hacer abiertamente un llamamiento al genocidio de los palestinos.

Recientemente, el vice-ministro de Defensa israelí Matan Vilnai amenazó con «infligir un holocausto mayor» a los palestinos. De forma similar, un número cada vez mayor de rabinos vinculados a los dos mayores sectores religiosos de Israel, el sector religioso ultra-ortodoxo Haredi y el sector religioso nacional sionista, emiten un edicto tras otro permitiendo a los soldados israelíes matar a voluntad civiles palestinos, niños incluidos, basándose en que en guerra toda la población enemiga puede ser tratada como combatiente, niños incluidos.

Se podría imaginar que esto es una exageración, pero no lo es. Recientemente el rabino Yisrael Rosen, director del Instituto Tsomet, un seminario religioso al que acuden los colonos israelíes de Cisjordania, declaró: «Hay que matar a todos los palestinos, hombres, mujeres y niños; incluso a sus animales». Y hace poco el rabino jefe de la ciudad de Safad, Shmuel Eliyahu, urgió al Estado y al ejército a colgar a los hijos del combatiente palestino que el mes pasado atacó el Centro Merkaz Haarav, dirigido por colonos judíos en Jerusalén este, y mató a ocho estudiantes talmúdicos y cadetes militares en represalia por el asesinato por parte del ejército israelí de más de 130 palestinos, la mayoría de ellos civiles inocentes, en Gaza.

El rapidísimo crecimiento del fascismo no afecta sólo al sector religioso. El pasado mes de marzo los medios de comunicación israelíes citaban la amenaza de los miembros de Knesset y de ex-miembros del gobierno de ampliar las leyes discriminatorias contra los no-judíos según un modelo que recuerda a las leyes de Nuremberg aprobadas por la Alemania nazi. Según se informó, un miembro del Knesset dijo a su colega árabe: «Llegará el día en que os echaremos de esta casa».

Estos ejemplos no asombran a nadie en un país en el que algunos rabinos, como David Batsri, enseñan abiertamente que los no-judíos son animales y asnos. Una reciente encuesta de opinión publicada esta semana muestra que el 75% de los israelíes apoyan la limpieza étnica de los árabes de la Palestina del Mandato — Israel propiamente dicho y los territorios palestinos ocupados de Cisjordania, Jerusalén este y Gaza. Como es comprensible, la encuesta suscitó airadas reacciones en la comunidad árabe israelí. Jamal Zahalqa, miembro árabe israelí del Knesset, sugirió que se está tratando a los árabes de la misma manera que se trató a los judíos durante el Tercer Reich antes de la Segunda Guerra Mundial.

«El odioso olor del racismo y del fascismo se percibe en todos los rincones de este país. Ustedes tiene que saber que nosotros no vinimos a Israel desde otra parte … Al contrario, fue Israel quien nos invadió. Nosotros somos la población originaria de esta tierra y nuestra legitimidad proviene de nuestra pertenencia a esta tierra, no de tener la ciudadanía israelí», afirmó.

Zahalqa describió la encuesta como «otra muestra más que pone de relieve el galopante crecimiento del racismo y del fascismo en Israel a consecuencia de las actuales oleadas de odio contra toda persona y toda cosa árabe».

Los temores de Zahalqa y de otros árabes israelíes son reales. Hace poco, cientos de residentes árabes de Jaffa, Lod y Ramleh tomaron las calles para protestar contra la planificada expulsión, por parte del Estado, de la ciudad de Jaffa de miles de árabes residentes ahí. Las autoridades han emitido órdenes judiciales de evacuación y de destrucción de miles de casas bajo la acusación de infligir las regulaciones referentes a la edificación. El Estado también afirma que «las familias [han] perdido el derecho a seguir viviendo en sus casas ya que éstas pertenecían a sus padres … »

«Estamos aquí y no nos iremos. Viviremos en esta tierra o moriremos en ella. No dejaremos que toquéis nuestras tierra o nuestros santos lugares», afirmó el jeque Raed Salah, dirigente del movimiento árabe en Israel. «Todas vuestras leyes pertenece al cubo de la basura. No os tememos. Seguiremos viviendo en nuestra tierra», añadió.

El año pasado Richard Falk, un reconocido judío estadounidense profesor de derecho y práctica internacional, escribió un articulo titulado «Nos arrastramos hacia un holocausto palestino»*, en el que advertía que Israel se está encaminando a la consumación de un holocausto contra los palestinos. «¿Es una exageración irresponsable si se asocia el trato dado a los palestinos con este historial criminal nazi de atrocidad colectiva? Pienso que no», afirmó Falk.

Para justificar la analogía entre los nazis e Israel Falk argumentaba que los acontecimientos de Gaza (el bloqueo contra su población calculada en un millón y medio de habitantes) eran especialmente alarmantes porque expresaban vívidamente una intención deliberada por parte de Israel y de quienes lo apoyan de someter a toda una comunidad a unas condiciones extremadamente crueles que ponían en peligro su vida. «La sugerencia de que este modelo de conducta es un preparación-de-holocausto representa un llamado bastante desesperado a los gobiernos del mundo y a la opinión pública internacional para que actúen urgentemente para impedir que estas actuales tendencias genocidas culminen en una tragedia colectiva», escribió Falk.

En resumen, desde el punto de vista del fascismo, Israel tiene mucho que celebrar en términos de logros políticos y militares. Pero en términos de justicia, moralidad y humanidad, uno lucha para que se llama por su nombre a un país que está en la superficie de la tierra y que de una forma tan descarada practica la opresión y el racismo. Como tal, en su sesenta aniversario Israel sigue siendo lo que era cuando nació hace seis décadas: un Estado construido sobre sangre, asesinatos, robos y mentiras.

¿Tiene Israel intención de cambiar sus costumbres? No teman, puede que digan los dirigentes israelíes. Es decir, a menos que usted sea palestino.

* N. de la T.: Se puede leer su traducción al castellano en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=53148

Enlace con el original: http://weekly.ahram.org.eg/2008/893/re62.htm