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Jerusalén es mucho más que una capital para la entidad sionista

Fuentes: Rebelión

Así es. Digámoslo claro. Jerusalén es mucho más que una capital para el sionismo. Y es también mucho más que los miles de millones de dólares que la entidad sionista recibe y recibirá por concepto de turismo religioso. Jerusalén es, ante todo, un paso en el intento imperial-zionista en los días de hoy de liquidar […]

Así es. Digámoslo claro. Jerusalén es mucho más que una capital para el sionismo. Y es también mucho más que los miles de millones de dólares que la entidad sionista recibe y recibirá por concepto de turismo religioso.

Jerusalén es, ante todo, un paso en el intento imperial-zionista en los días de hoy de liquidar la causa Palestina, convirtiendo a la Resistencia, de fuerza beligerante que lucha por su liberación nacional, en una fuerza agresora de un estado reconocido en la zona por todos los países. Pero aún más.

Es un intento, en consecuencia, de integrar plenamente la entidad sionista en el contexto de Oriente Medio, con el fin de «normalizar» públicamente las relaciones políticas y económicas que, a contra pelo de las declaraciones oficiales, vienen consolidándose en los últimos años entre dicha entidad y las petromonarquías del Golfo Pérsico y los gobiernos reaccionarios árabes. Y, con ello, crear una coalición árabe-sionista para contrarrestar las, según ellos, amenazas conjuntas de Irán y el Eje de la Resistencia antiimperialista en Medio Oriente, del cual forman parte también Hamas y la Yihad Islámica Palestina.

En efecto, Egipto tiene desde el año 1979 un tratado de paz con la entidad sionista, y Jordania lo tiene desde 1994. Hoy por hoy, sin embargo, existe entre ellos lazos más profundos, relacionados sobre todo con la cooperación militar – incluyendo venta de tecnología – y de inteligencia. Por otro lado, y a pesar del boicot oficial, en los últimos años las relaciones políticas y económicas entre las autocracias del Golfo Pérsico y la entidad sionista también se han consolidado. En noviembre de 2015, esa entidad abrió su primera misión diplomática en los Emiratos Árabes Unidos (EAU). De igual forma los lazos entre Arabia Saudita y los sionistas se estrechan cada vez más. Riad y Tel Aviv, según revelan los documentos de WikiLeaks [1], iniciaron conversaciones sobre el tema de la normalización desde principios de los años 2000, y han celebrado desde 2014 encuentros en al menos cinco ocasiones para consolidar intereses comunes. En marzo de 2018, el príncipe heredero Saudí visitó Washington donde, además de reunirse con Trump, se entrevistó con dirigentes del Comité de Asuntos Públicos Americano-Israelíes (AIPAC), la principal organización del lobby sionista en Estados Unidos, Stand Up for Israel, B’nai B’rith y el Comité Judío Americano (AJC). Y, posteriormente, en ese mismo mes, Bin Salman visitó la entidad sionista donde se reunió con el director del consejo de seguridad nacional y otros funcionarios.

La «normalización» de las relaciones con la entidad sionista constituye el complemento necesario para, junto a la división de Siria como parte de la balcanización del Medio Oriente, llevar a vías de hecho los objetivos del Plan Yinon en los días de hoy. O, lo que es lo mismo, asegurar las condiciones para que la entidad sionista se convierta en un poder imperial regional en el contexto mundial actual. Un contexto en el que el actual gobierno de los Estados Unidos, al igual que los que lo precedieron, dirige sus acciones a mantener y consolidar la hegemonía norteamericana. Lo que ahora el nuevo presidente, Donald Trump, pretende reconfigurar el capitalismo neo liberal y su estrategia militar para alcanzar, a través de un capitalismo autoritario y salvaje, el mismo fin que siempre han perseguido: que Estados Unidos quede solo como el gran dictador de la política mundial colocando en un plano muy secundario a sus aliados, además de controlar las aspiraciones geopolíticas de sus dos adversarios ideológicos que buscan, según Washington, «dar formas a un mundo antiético a los intereses y valores norteamericanos»: China y Rusia.

La Ley de la Embajada en Jerusalén (Public Law 104 – 45 – Jerusalem Embassy Act of 1995 [2] ) fue aprobada por el 104° Congreso de los Estados Unidos el 23 de octubre de 1995. La misma, en su Sección 3, reconocía a Jerusalén como la capital de la entidad sionista, estableciendo que ésta debía seguir siendo una ciudad indivisa en la que los derechos de cada grupo étnico y religioso debían estar protegidos, y que la Embajada de los Estados Unidos en dicha entidad se establecería allí a más tardar el 31 de mayo de 1999, aunque permitía al Presidente invocar una exención cada seis meses. Así lo hicieron repetidamente los expresidentes Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama por intereses geopolíticos. Pero así lo hizo también Trump en junio de 2017.

Por ello, cuando en diciembre de ese mismo año la administración de Trump decide no ejercer la dispensa, ese hecho estuvo motivado no porque estuviera cumpliendo una promesa de campaña o realizando un acto de valor. Lo hizo porque dentro de su visión hegemónica, según explicó el propio presidente norteamericano [3], esa decisión es una condición necesaria para lograr la paz. O más bien, para ser exactos, para lograr «su» paz.

Y es «su» paz porque con ella – y eso, por supuesto, no lo explicó – creaba condiciones favorables para presionar al sector colaboracionista palestino en el poder (léase Autoridad Palestina) y obligarlo a aceptar el acuerdo de «paz» [4] que se le ofrecería, so pena de seguir perdiendo lo poco «logrado» (?). Aceptación palestina que, de conseguirse, reportaría importantes ventajas al nuevo gobierno norteamericano dado que el mismo, además de permitir a Trump anotarse el importante triunfo político de haber logrado «solucionar» el mal llamado «conflicto palestino-israelí», confiere de por sí a la entidad sionista, entre otros importantes resultados, la calidad de interlocutor válido, con derechos iguales y no contrarios a los de los palestinos en particular y, en general, a los de todos los países árabes. Lo que crea condiciones para hacer visible la ya forjada cooperación entre la entidad sionista y las monarquías y países reaccionarios árabes.

Monarquías y países que ante tamaña acción – que atropelló los más profundos sentimientos religiosos de millones de musulmanes, dado que en Jerusalén se encuentra el tercer lugar más sagrado del Islam, la Mezquita de Al-Aqsa, y generó, como era de esperar, airadas reacciones populares en los pueblos islámicos, y particularmente en los árabes – no hicieron nada, aparte de algunas tibias críticas, declaraciones oficiales y llamadas telefónicas. Lo que, por un lado, pone en duda su respeto a lo sagrado del Islam el que, al parecer, es secundario en relación a sus ambiciones y sus negocios con la entidad zionista y Estados Unidos.

Y, por otro, pone en evidencia que la acción de Trump de reconocer a Jerusalén como la capital de la entidad sionista contó también, de hecho, con la anuencia de esos gobiernos árabes. Y, en particular, con el apoyo de un eje formado por los príncipes herederos y gobernantes de facto de Emiratos Árabes Unidos, el jeque Mohammad bin Zayed Al Nahyan, el presidente de Egipto, Abdulfatah al Sisi, reelegido recientemente y, especialmente de Arabia Saudita, el príncipe heredero Mohamad bin Salman, empeñado en modernizar la economía saudí y lograr el liderazgo regional. Personajes que ya mantienen fuertes y directos – aunque discretos – vínculos con el primer ministro de Israel, su sistema de seguridad, militares y varias agencias de inteligencia [5]. Y Eje para cuyos integrantes el idioma de los «intereses» y el dinero es más importante que el de los derechos humanos y la justicia [6].

No es por casualidad, entonces, que en el mismo mes de diciembre de 2017 en que se anuncia el reconocimiento por parte de Estados Unidos de Jerusalén como capital sionista y el traslado de su embajada, se apruebe también la Estrategia de Seguridad de Trump. La misma, en cuanto al Medio Oriente, parte de que la causa de los problemas de esa región no es la entidad sionista ni el wahabismo impulsado por Arabia Saudita (léase grupos terroristas), sino que es Irán, asignando a ese país el papel que, como bien se sabe, ha jugado Estados Unidos, al ser él en realidad el que patrocina el terrorismo en todo el mundo.

La nueva alianza estadounidense-árabe-sionista será el instrumento para contrarrestar la cada vez mayor influencia de Irán en la región y, con ello, debilitar a Rusia, país con el cual Irán tiene amplia cooperación. Pero, para eso, la entidad sionista debe ser aceptada públicamente en una alineación regional junto a las naciones árabes reaccionarias y monárquicas más fuertes.

Es el nuevo plan para la región. Esta apenas empezando. Y la decisión sobre Jerusalén es parte de él. Es aclarador, en este sentido, que dicha decisión se tome en un momento de profundas convulsiones entre los países árabes, los cuales se encuentran divididos gracias, sobre todo, a las políticas desarrolladas por la entidad sionista y Estados Unidos. Y que las agencias informáticas que pertenecen o son controladas por la alianza sionista imperialista, insistan a la vez en que dicha decisión responde a motivos de política interna y presiones de sectores religiosos en Estados Unidos [7].

Lo que permite pensar que, a sabiendas que la Autoridad Palestina bajo la dirección de Abbas no aceptará esta decisión sobre Jerusalén, lo que se busca con ella, en un primer momento, es, por un lado, ver las reacciones de los pueblos árabes y sus gobiernos. Y, por otro, ir desarmando a los críticos y organizaciones que la rechazan y, manipulando los medios, ir logrando que los árabes se resignen, olviden y/o acepten la entrega de la ciudad sagrada del Islam al control total zionista. Lo que, consecuentemente, posibilitaría la normalización, independientemente de la situación de los palestinos.

Es un error, sin embargo, suponer que millones de cristianos y musulmanes en el mundo se resignaran a la idea de un Jerusalén bajo control total sionista. Idea que no es más que la expresión, una vez más, del exclusivismo que esa ideología imprime a lo judío para ponerlo en función de sus intereses. Ni tampoco los pueblos árabes, islámicos y cristianos por su fe religiosa, lo harán, ya que para ellos Jerusalén no un negocio inmobiliario, como muchos califican ya al tratamiento que el presidente norteamericano da a la paz en el Medio Oriente, sino que representa algo místico, cuya situación es expresada en bellas palabras por el poeta sirio Nizae Gabbani [8].

 

Lloré hasta que las lágrimas se hubieron terminado.

Recé hasta que las velas se hubieron derretido.

Me prosterné sin tregua, hasta aburrirme.

Pregunté por Jesús y por Mahoma, en ti, en Jerusalén:

Tú, ciudad que profetas exhalas.

Tú, el adarve más corto entre el cielo y la tierra (…).

Jerusalén:

¿Quién limpiará la sangre de los muros?

¿Quién salvará el Corán y el Evangelio?

¿Quién salvará al Mesías de los que le mataron?

¿Quién salvará al Mesías de los que le mataron?

Un segundo paso, prácticamente anunciado al aplazar [9] los Estados Unidos su plan de «paz», podría ser buscar la sustitución de Abbas, poniendo al frente de la Autoridad Palestina a alguien aún más acorde a los intereses y nuevos planes para el Medio Oriente.

Es evidente que con Trump el proceso de ocupación y destrucción sionista de Palestina ha entrado en una nueva etapa aún más difícil que las anteriores. Pero es así no sólo porque Estados Unidos pretenda imponer a la fuerza su proyecto y acabar con la causa palestina, ni porque las presiones que fluyen desde las monarquías y gobiernos reaccionarios árabes sobre la Autoridad Palestina son más fuertes que nunca. Lo es también porque hoy, gracias al imperialismo, el zionismo, las monarquías y los gobiernos reaccionarios árabes, así como, precisamente, el colaboracionismo de la Autoridad Palestina, ese heroico pueblo palestino ha sufrido ya la pérdida de más del 90% de su territorio histórico, reinando el fraccionamiento y la inseguridad en el resto, la mitad de su población se encuentra dispersa en el mundo y no puede volver a su patria, mientras que la otra vive hacinada y bajo constante amenaza, y enfrenta hoy una profunda crisis territorial, demográfica, política y económica. Pero el pueblo palestino, a pesar de todo ello, sigue luchando.

La causa palestina tiene una larga historia de aciertos y errores, pero no de claudicación. Por ello, un plan elaborado sobre la base de que los palestinos ya no son un jugador decisivo es verdaderamente arriesgado, aunque su gobierno sea débil y entreguista, y sus funcionarios se vean favorecidos por prebendas económicas. Y es así porque en el seno del pueblo palestino hay otras fuerzas, y porque la resistencia Palestina es un símbolo, siendo su causa entre otras cosas, un decisivo y peligroso elemento aglutinador de los pueblos árabes y musulmanes.

No es posible olvidar que la situación de Palestina se ha ido conformando no sólo como el resultado de las ambiciones zionistas y de los reaccionarios árabes, sino y sobre todo, al igual que la del resto de los países de la región, ha sido el resultado de los intereses geopolíticos del principal aliado y apoyo de éstos, el imperialismo. El pueblo palestino no tiene otra alternativa, por consiguiente, que unirse al Frente de Resistencia en Medio Oriente, y combatirlos.


Notas

[1] WikiLeaks Reveals Israeli-Saudi Alliance Dating Back To 2008. https://www.mintpressnews.com/wikileaks-reveals/230654/.

[2] U.S. Government Publishing Office. https://www.gpo.gov/fdsys/pkg/PLAW-104publ45/content-detail.html.

[3] Declaraciones del presidente Trump sobre Jerusalén. 6 de Diciembre de 2017. https://uy.usembassy.gov/es/declaraciones-del-presidente-trump-sobre-jerusalen/ .

[4] Se trata del llamado «acuerdo del siglo», el cual – según se ha escrito – fue entregado por los saudíes a los palestinos. Por el mismo, en cuanto a territorio, se limita el Estado Palestino a la Franja de Gaza y sólo algunas partes de Cisjordania, fuera de Jerusalén. Ver: Los palestinos ya han visto el «acuerdo del siglo» de Trump – entregado por los saudíes- y no quieren tener nada que ver con ello. http://arabia.watch/es/sept2014/geopolitica/7583/Los-palestinos-ya-han-visto-el-%E2%80%9Cacuerdo-del-siglo%E2%80%9D-de-Trump—entregado-por-los-saud%C3%ADes–y-no-quieren-tener-nada-que-ver-con-ello.htm.

[5] Jorge Martínez. El nombramiento del nuevo príncipe heredero saudí impacta a EE.UU. e Israel. https://geopolitico.es/el-nombramiento-del-nuevo-principe-heredero-saudi-impacta-a-ee-uu-e-israel/.

[6] Amira Abu El Fetouh. Cuando el dinero controla la política. http://www.arabia.watch/es/sept2014/analisis/7571/Cuando-el-dinero-controla-la-pol%C3%ADtica.htm.

[7] Lucia Leal. ¿Por qué decidió Trump reconocer a Jerusalén como capital de Israel? https://www.elespanol.com/mundo/america/eeuu/20171207/267723305_0.html.

[8] Nizar Gabbani. «Jerusalén» (fragmentos). Poesía árabe moderna. http://manuelperza.blogspot.ca/2006/05/poesa-rabe-moderna-nizar-qabbani.html.

[9] Washington comunica a Israel su intención de aplazar el «acuerdo del siglo». https://mundo.sputniknews.com/politica/201803201077172889-eeuu-jerusalen-palestina-relaciones/.

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