Recomiendo:
0

El Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) expone 80 carteles, libros, montajes y dibujos del artista valenciano

Josep Renau: fotomontajes, agitación y propaganda republicana

Fuentes: Rebelión

Introdujo la técnica del fotomontaje político en el estado español. Ilustrador, cartelista, muralista, diseñador de las portadas de libros y revistas, Josep Renau (1907-1982) reunió todas estas cualidades pero no hizo de su obra una artefacto neutral. Militó en el PCE desde los años 30 y su trabajo fue un ejemplo de agitación política y […]

Introdujo la técnica del fotomontaje político en el estado español. Ilustrador, cartelista, muralista, diseñador de las portadas de libros y revistas, Josep Renau (1907-1982) reunió todas estas cualidades pero no hizo de su obra una artefacto neutral. Militó en el PCE desde los años 30 y su trabajo fue un ejemplo de agitación política y cultural. Una muestra del legado de este artista y escritor valenciano puede presenciarse hasta el próximo 17 de julio en el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM). Son más de 80 carteles, libros, manuscritos, fotomontajes y dibujos que integran la exposición «Josep Renau y la Segunda República», y que ponen de manifiesto el compromiso político del autor con las ideas democráticas y antifascistas.


Josep Renau De nuevo por nuestra independencia, 1937 Aerógrafo, 50x 37 cm IVAM, Institut Valencia d’Art Modern, Depósito Fundación Josep Renau

Renau no sólo manifestó sus ideas en ilustraciones y fotomontajes. Así, durante los años de la guerra civil ocupó diferentes responsabilidades públicas, por ejemplo la de director de Propaganda Gráfica del Comisariado General del Estado Mayor del Ejército Popular, a partir de 1938. El artista aplicó entonces la creatividad a la propaganda de guerra, «en el apoyo al soldado y la reflexión sobre los medios gráficos que podía utilizar», informa la muestra del IVAM. Permaneció en el cargo, que implicaba el contacto con la Subsecretaría de Propaganda, hasta febrero de 1939, en Barcelona. A la época corresponde la serie «Los 13 puntos del presidente Negrín», que se difundieron en carteles, folletos y revistas. El título y contenido de estos fotomontajes ponen de manifiesto la utilización del arte para apelar a la acción.

El visitante puede apreciar estas ideas en «»Liberación de nuestro territorio de las fuerzas invasoras italianas y alemanas» o en «Profunda reforma agraria que elimina el régimen feudal en el campo». En plena guerra el ilustrador comunista diseñó también numerosos carteles y publicaciones para el ejército de la República, algunos de ellos con finalidad didáctica. Es el caso de las «Instrucciones militares al cabo y al sargento del ejército popular» o la «Cartilla Escolar antifascista», cuyo proyecto correspondía a otro creador de la época, Mauricio Amster. Pero no toda la obra de Renau reviste contenido político. Las tintas planas y los dibujos geométricos caracterizan los diseños de carteles cinematográficos que realizó para la productora CIFESA, con la que firmó un contrato en exclusiva en diciembre de 1934. La modernidad de las composiciones se aprecia en los carteles de películas como «La Mujer X» (1935), interpretada por María Ladrón de Guevara y Rafael Rivelles; «El noveno huésped» (1934), con Genevieve Tobin y Donald Cook; o el último de los realizados para la productora, «Mi debilidad» (1936). «CIFESA fue una próspera productora independiente fundada en Valencia en 1932, que hacía filmes de acuerdo con los gustos populares», destacan los paneles de la exposición. Un año después CIFESA empezó a distribuir en España, en régimen de exclusividad, las películas de Columbia Pictures, aunque después pasó realizar su producción propia.

También firmó anuncios para la limpieza de los dientes: «Jo-Bo-Sil, excelente dentífrico», que teóricamente dejaba los dientes «blancos como la nieve y fuertes como el acero». Pero no todos los carteles cinematográficos de Renau se inscribieron en la propaganda comercial. Diseñó por ejemplo el de la película «El pueblo en armas» (1936), de la productora «Film Popular» que controlaban la UGT y la CNT de Valencia. Y de ahí, al diseño de la portada de libros y revistas, que figuran en las vitrinas de la exposición del IVAM. Muchos de los títulos remiten a las inquietudes del artista y los sectores progresistas de la época. «El dolor universal», de Sebastián Faure (Biblioteca Estudios, 1933); «El Capital de Marx, al alcance de todos», de Carlo Cafiero (Orto, 1933); «Jesuitismo y Masonería: Dos ideales opuestos», de Matías Usero (Cuadernos de Cultura, 1932); «Lenin, J. Stalin» (Ediciones Europa-América); «El sindicalismo: historia, filosofía, economía», de Marín Civera (Tipografía Pascual Quiles, 1931).


El dolor universal por Sebastián Faure [cubierta del libro diseñada por Josep Renau] Editorial Biblioteca Estudios, Valencia, 1932 IVAM, Institut Valencia d’Art Modern. Biblioteca

En otras ocasiones Renau ilustraba obras de relieve literario: «Gabriel Miró: el escritor y el hombre», de Juan Gill Albert (Cuadernos de Cultura, 1931). Y también textos que apuntaban contra las ideas más retardatarias: «Paternidad voluntaria. Profilaxis anticoncepcional», de Hildegart (Orto, 1931); «La cópula. Antología de la felicidad conyugal», de Van de Velde (Biblioteca de Estudios); o «Las religiones del mundo desenmascaradas», de Matías Usero (Orto, 1933). En el número cinco de la revista «Orto» Josep Renau estampó uno de sus primeros fotomontajes políticos a doble página. Para esta publicación anarquista también diseñó portadas, al igual que en la revista «Estudios» y en otra de sociología, arte y economía de título elocuente: «Tiempos Nuevos».

Un Decreto con fecha del nueve de septiembre de 1936 designó al artista valenciano Director General de Bellas Artes. El titular del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes era en aquel momento Jesús Hernández, del PCE. Durante los dos años que permaneció en el cargo, el fotógrafo e ilustrador se centró en dos fines: la protección y difusión del patrimonio histórico-artístico español; y la propaganda cultural y política. La exposición del IVAM recuerda que Renau nombró director del Museo del Prado a Pablo Picasso, así como «el valor otorgado a publicaciones, folletos y otros medios gráficos para comunicar los avances de la República». Otro hito del periodo fue la participación de España en la Exposición Universal de París (verano de 1937) o el II Congreso de Escritores Antifascistas celebrado en Valencia. Unos meses antes, Renau había publicado un montaje a dos planas en sendos números de la revista «Nueva Cultura», con un gran titular que apelaba a la batalla contra el fascismo: «Testigo negro de nuestros tiempos». En las ilustraciones aparecían calaveras y símbolos de la muerte, junto a un texto en el que se reproducían palabras de Hitler en «Mein Kampf».

«Todo aquel que desee sinceramente la victoria de la idea pacifista en el mundo, debe comenzar por poner toda su energía al servicio de la dominación del mundo por los alemanes», decía el dirigente nazi. Pero no sólo se trataba de advertir ante la llegada de la bestia. Del contenido, la denuncia y la movilización en un contexto de guerra. Renau fue un innovador. En el número 127 de la revista «Estudios» (mayo de 1934) publicó uno de los fotomontajes de la serie «Diez Mandamientos», de los primeros en los que introdujo el color. «No tomarás en vano a Dios por testigo», invoca la composición. La imagen es la de un hombre que acaba de ser decapitado con un hacha; un telón entreabierto con Jesús de Nazaret crucificado anticipa el remate de la obra: una esvástica superpuesta al cristo. Unos años antes, en el número siete de la revista «Orto» (septiembre de 1932) anticipaba posteriores fotomontajes de denuncia social. «¿…? El Amor Humano» es como titula esta obra que atisba el amor del mañana: «Esa sangre -sangre oprimida, reprimida hoy- capaz de amar hasta extremos infinitos, debe derramarse aún a raudales para conquistar su derecho a amar».

Al frente de la Dirección General de Bellas Artes, el artista y militante comunista puso empeñó en la promoción internacional de la República. La muestra resalta la presentación, en el verano de 1937, del Pabellón Español en la «Exposition Internationale des Arts et Techniques pur la Use Moderne» de París. Los visitantes tuvieron la oportunidad de mirar el «Guernica». Pero tampoco tuvo una importancia menor el edificio diseñado por Sert y Lacasa. Ni el papel que asumió Renau, «quien fue capaz de convencer a destacados artistas españoles residentes en París, como Picasso, Julio González o Miró para participar y significarse en la causa republicana». Además diseñó algunos de los fotomontajes expuestos en el pabellón, que pretendían loar el avance en plena guerra del bando republicano. En el archivo personal de Josep Renau, que se halla en el IVAM, los investigadores han encontrado las imágenes empleadas por el autor para montajes sobre la agricultura o la orfandad.

En el apartado de la muestra sobre el pabellón de París, se informa del proceso de realización del «Guernica», «probablemente uno de los mejor documentados de la Historia del Arte». Las fotografías de Dora Maar entre mayo y junio de 1937 recogen la evolución en la factura del cuadro, según Picasso avanzaba. En la exposición del museo valenciano puede apreciarse también el «Fotomontaje sobre papel Guernica-Picasso» de Renau (1979), así como el aguafuerte sobre papel «Sueño y mentira de Franco», realizado en 1937 por el pintor malagueño.

El pequeño recorrido por la obra de Renau termina destacando su labor en la protección del patrimonio artístico del Museo del Prado, entre otras pinacotecas, archivos y bibliotecas, antes de las primeras bombas aéreas sobre Madrid (noviembre de 1936). «Renau declaró que era lo más positivo que había hecho en su vida», recuerda la comisaria de la exposición, Irene Bonilla. En «Arte en peligro- 1936-1939», el ilustrador explica que en enero de 1939 «salí por los pelos de Barcelona. El Gobierno de la República y el de la Generalitat estaban ya en Girona (…). La totalidad de las cajas conteniendo las obras de arte cruzaron la línea fronteriza de los Pirineos antes de que ésta fuera totalmente ocupada (10 de febrero de 1939) por el ejército enemigo». A continuación, relata las razones de la salvaguarda final del patrimonio: «No fue ninguna cadena de azares: se debió a la tensa solicitud que los sucesivos gobiernos de la República mantuvieron para la suerte de nuestro Patrimonio artístico y tesoro nacional». El espectador puede acercarse a las fotografías sobre los efectos de las bombas en la Sala Velázquez del Museo del Prado, al poco de la evacuación; del bombardeo de Madrid; o del lienzo de El Greco «El martirio de San Mauricio», que procedía de El Escorial y estaba presto para el control de llegada y evaluación.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.