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El petróleo bloqueará la senda de Kioto

La Agencia Internacional de la Energía contradice todos los protocolos de Kioto al prever un aumento del consumo mundial de energía del 60% y de emisiones de CO2 del 62% de aquí al año 2030

Fuentes: La Vanguardia

La comunidad internacional ha puesto en marcha el protocolo de Kioto para reducir los gases que calientan la atmósfera y combatir el cambio climático. Sin embargo, la galopante demanda energética mundial para los próximos años pone en la picota este objetivo, si no se cambia el vigente modelo de consumo de energía y no hay […]

La comunidad internacional ha puesto en marcha el protocolo de Kioto para reducir los gases que calientan la atmósfera y combatir el cambio climático. Sin embargo, la galopante demanda energética mundial para los próximos años pone en la picota este objetivo, si no se cambia el vigente modelo de consumo de energía y no hay compromisos más firmes en favor de las fuentes limpias. «Kioto nos marca un camino, pero la realidad es una cinta transportadora que nos lleva justamente en sentido contrario a donde queremos ir», explica Mariano Marzo, profesor de recursos energéticos de la facultad de Geología de la Universitat de Barcelona.

El incremento del consumo mundial de energía primaria para el 2030 (cifrado en un 60%), la intensificación de la dependencia del petróleo y de los demás hidrocarburos en los próximos años y la previsión de que en el 2020 los países en vías de desarrollo ya arrojarán a la atmósfera más gases invernadero que los países industrializados son elementos de un panorama poco halagüeño.

Las previsiones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en su escenario básico o de referencia, son que entre el 2003 y el 2030 el consumo de energía en el mundo aumentará un 60% (de 10.308 millones de toneladas equivalentes de petróleo a 15.500), pues se parte de la base de que el crecimiento del producto interior bruto (PIB) y la riqueza irán acompañados de un mayor uso de la energía. Pero si se cumple en la práctica esta hoja de ruta, está claro que nos habríamos equivocado de camino. ¿Por qué? Porque la senda del protocolo de Kioto contra el cambio climático obliga a las naciones desarrolladas a reducir los gases de efecto invernadero un 5% para el 2012 con relación a 1990, mientras se abren las puertas para involucrar a las naciones en vías de desarrollo en este mismo objetivo a partir de la próxima década.

Sobre la base de la actual inercia económica, la AIE pronostica concretamente un aumento anual de la demanda de energía del 1,7%, con una distribución por fuentes en la que continuarán teniendo preponderancia el petróleo (con una subida del 1,6% anual), el gas (2,3% de aumento) y el carbón (el 1,5%), mientras que la nuclear y la hidroeléctrica (con subida del 0,4% y el 1,8% respectivamente) seguirán desempeñando un papel mucho menos relevante. Las fuentes limpias (energía eólica y solar) crecerán en torno al 6% anual -aunque ExxonMobil eleva ese porcentaje al 10%-. En cualquiera caso, este crecimiento no será, por tanto, suficiente para reemplazar los combustibles fósiles.

Según el escenario de referencia de la AIE (que dibuja un crecimiento económico anual del 3% y se asume que no habrá revoluciones tecnológicas antes del 2030), la humanidad cada vez gastará más energía, sobre todo porque el centro de gravedad del consumo se desplazará cada vez más hacia las naciones en vías de desarrollo, que concentrarán dos tercios de ese incremento.

Como consecuencia de todo ello, las naciones que salen del subdesarrollo, que sólo absorbían el 38% del consumo total de energía primaria el 2002 (frente al 52% de las naciones industrializadas), pasarán a representar el 48% del consumo en 2030, un porcentaje superior al de los países desarrollados (que se quedarán en un 43%). El porcentaje correspondiente a las economías en transición (Rusia y sus antiguos satélites) decrecerá ligeramente, del 10% al 9%.

En este escenario, los hidrocarburos (petróleo, gas y carbón) aumentan su presencia, al pasar de representar un 80% al 82% en el año 2030. Todo este aumento del consumo debe dar respuesta a las necesidades en los países en desarrollo, pero persistirán las desigualda-

des. De hecho, en los países de la OCDE, el consumo per cápita será de 5,4 toneladas de petróleo equivalente al año, mientras que en los países en vías de desarrollo alcanzarán ese año las 1,2 toneladas por persona y año.

La consecuencia de todo esto será un aumento del 62% de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en el planeta en el 2030.

De hecho, el 70% del incremento global de las emisiones de CO2 en estos años pasará a ser responsabilidad de las naciones en desarrollo, que hacia el año 2020 rebasarán a la naciones desarrolladas en cuanto a generación de gases de efecto invernadero. No obstante, las emisiones per cápita de los países en desarrollo seguirán siendo más bajas; se cifrarán en unas dos toneladas de CO2 por persona y año, mientras que a las naciones industrializadas les tocará una media de unas 11 toneladas por persona y año.

Otros escenarios de desarrollo apuntados por la AIE muestran que con nuevas políticas, un incremento de la eficiencia energética y un mayor uso de las fuentes renovables, el crecimiento de las emisiones pueden frenarse significativamente en los países de la OCDE hasta reducirlas hacia el 2030. Pero, incluso con este horizonte alternativo, será complicado estabilizar las concentraciones de CO2, según explicó Claude Mandil, director ejecutivo de la AIE en la conferencia de la ONU sobre cambio climático celebrada en diciembre en Buenos Aires. Para lograrlo se deben abrir paso las nuevas tecnologías limpias, difundirlas en todo el mundo y gestionarlas de manera que se satisfagan las necesidades de acceso universal a la energía de forma segura y ambientalmente respetuosa.

Pero no será fácil. Uno de los grandes retos de la humanidad seguirá siendo asegurar el abastecimiento energético. Dentro de 25 años, un total de 2.634 millones de personas seguirán dependiendo de la biomasa tradicional (leña, residuos…) para calentarse y cocinar, y, además, 1.400 millones de personas continuarán sin electricidad (un 17,5%).

Además, cualquier cambio en el modelo energético necesita una transición; y para que ésta llegue, se requiere tiempo. Sin embargo, los científicos piden que se actúe con rapidez, porque el reloj del cambio climático ha echado la cuenta atrás.