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La amenaza a la existencia como pilar de la política israelí

Fuentes: Haaretz

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

¿Quién puede salvar a Israel cuando el jefe de estado mayor y el jefe del Mossad son tan débiles y obedientes como el actual ministro de justicia?

 El Centro de Investigación Nuclear de Israel en Dimona Foto Reuters / Haaretz Archivo

La sociedad israelí siempre ha admirado el poder. El desprecio por la debilidad judía era el elemento principal para la negación del exilio. El país fue conquistado por la fuerza y junto con el sofisticado aprovechamiento de la debilidad árabe se fundó el Estado en una tormenta de guerra.

La Guerra de los Seis Días no solo se vio como una continuación de la guerra de la independencia, sino también como prueba de nuestro poder como herramienta política y un instrumento permanente para la legitimidad de nuestro status en el Oriente Medio en su conjunto. La paz con Egipto hizo posible la gestión de la primera guerra en el Líbano en condiciones de lujo, fue el primer escalón que liberó al Gobierno, en gran medida, de la necesidad de autocontrol que había nacido de la Guerra de Yom Kippur.

La eliminación de la OLP del Líbano en la década de 1980 afianzó el derecho de Israel a mantener los territorios que habían sido conquistados en 1967 y sacar el máximo provecho de la debilidad del enemigo. Esoefue, en un primer momento, el secreto del encanto de la empresa de los asentamientos, también a los ojos de muchos en la izquierda.

Por lo tanto, no importa qué tipo de gobierno se forme después de las elecciones, la posibilidad de que Israel entre en negociaciones serias con los árabes es casi nula. Si ese no fuera el caso, Israel habría aprobado hace tiempo la iniciativa árabe conjunta de 2002. Israel no ve ninguna razón para recompensar a los árabes por su impotencia: la empresa de los asentamientos, la opresión de los palestinos y mantenerlos en condiciones de apartheid continuará mientras la Unión Europea y los Estados Unidos no apliquen de manera conjunta una presión diplomática y económica masiva a Israel.

Pero el culto al poder es sólo uno de los aspectos de la realidad. El sentimiento de víctima perseguida siempre fue el segundo. El lloriqueo israelí, repugnante y por ahora bien conformado, y el uso vergonzoso de la memoria del Holocausto por parte de los funcionarios israelíes han transformado el culto al peligro existencial en uno de los pilares de la política israelí.

Así fue incluso antes de que el programa nuclear iraní apareciera en la escena. Y fue en este contexto donde se construyó el poderío del ejército de Israel. Es cierto, el potencial árabe en su conjunto representa un peligro real, tal vez incluso peligro existencial. Y gracias a este hecho el joven Estado de Israel recibió la cooperación de Francia en los años 50 -con la aprobación tácita de Estados Unidos- que produjo, según fuentes extranjeras, la capacidad militar no convencional de Israel.

La insistencia constante de estar en la cuerda del peligro existencial es una de las razones de la conducta de Israel, pero no es la explicación completa. Cualquier persona racional se pregunta: ¿Cómo puede Benjamin Netanyahu, el campeón del lamento quejoso, permitirse a sí mismo provocar al principal proveedor de armas de Israel y nuestra única ancla defensiva en el Consejo de Seguridad? ¿Será que los Sheldon Adelsons y el dinero judío grande que le apoyan están jugando algún papel aquí?

Por eso que es difícil suponer que el poderío militar, en sus diversos aspectos, es sólo un arma defensiva en nuestras manos. También es una herramienta política que indica al mundo que nunca se debe poner a Israel contra la pared, ya que en condiciones extremas es el responsable de responder y encender toda la región, desde el Golfo Pérsico hasta la frontera de Pakistán.

Surge otra pregunta aquí: ¿Cuáles son exactamente esos intereses vitales que el poder del ejército israelí podría ocultar y quién los define? ¿Acaso se refieren a algo más que a «los territorios liberados de la patria» y los asentamientos judíos de allí? ¿Y qué va a pasar aquí si el Gobierno pasa a manos de los Bennett, Elkins y Levins?

¿Qué pasará si los organismos de seguridad ya no están dirigidas por personas como las que, en un pasado no muy lejano, contribuyeron a detener la peligrosa aventura iraní que Netanyahu estaba dispuesto a correr, sino más bien por débiles y sumisas cabezas del estado mayor y del Mossad, como el titular del ministerio de justicia y el controlador del Estado? ¿Quién vendrá entonces a salvarnos de ellos?

Fuente: http://www.haaretz.com/opinion/.premium-1.642234