Probablemente se trate más de un farol para presionar al estado sionista y a sus supporters en occidente que un giro político verdadero, pero al menos las declaraciones de esta semana del máximo negociador de la ANP, Saeb Erekat, dejan entrever que la realidad de los asentamientos ha traspasado el punto de no retorno y […]
Probablemente se trate más de un farol para presionar al estado sionista y a sus supporters en occidente que un giro político verdadero, pero al menos las declaraciones de esta semana del máximo negociador de la ANP, Saeb Erekat, dejan entrever que la realidad de los asentamientos ha traspasado el punto de no retorno y que puede ser literalmente imposible la existencia futura de un estado palestino viable.
Esta opción se plantea como aberrante en Israel, incluso para la mayoría de los activistas por la paz -pero los de verdad, no los que aplauden los ataques a la población civil indefensa como Amos Oz, Noa o el partido pacifista Meretz.
En Palestina, aunque es creciente el porcentaje de personas que creen en la integración de la población en un estado multiconfesional y democrático, todavía es una minoría que anda lejos de representar a una porción significativa de sus gentes. Y es normal, las víctimas de abusos, asesinatos, robos y torturas durante decenios es lógico y humano que pretendan vivir lo más alejado posible de sus verdugos.
Sin embargo, a medida que el tiempo corre y el nivel de colonización aumenta no queda otra solución sobre el terreno salvo que gaseen o deporten a centenares de miles de árabes desde sus tierras a zonas que no les interesen a Israel para completar su proyecto colonial e incluso a los países vecinos. Por ello apuesta buena parte del arco parlamentario israelí, aunque allí no se atrevan a llamarlas deportaciones sino transferencias para evitar paralelismos lingüísticos con los nazis, a pesar de que se trate de un proceder absolutamente similar al de Hitler y los suyos. A pequeña escala ya lo están haciendo en Jerusalén con confiscaciones de barrios árabes o en Cisjordania, fundamentalmente a través de la construcción del muro del apartheid con la complicidad de EEUU y de la mayoría de los gobiernos de occidente.
La solución final para los palestinos a ojos del actual presidente Netanyahu tampoco es la creación de un estado palestino. Para ganar tiempo, como ya es tradicional en Sión desde su creación, para conquistar definitivamente más y más tierras, se ha apuntado al juego negociador como todos sus antecesores, pero desde el primer momento y a lo largo de su campaña electoral sólo aceptó proporcionar a los bantustanes palestinos de una autonomía limitada y vigilada, algo parecido a lo que sucede en Gaza, donde el invasor controla todo lo que sucede en el interior del gueto, desde los alimentos, la gasolina, la electricidad, las fronteras, las comunicaciones, el espacio aéreo y marítimo, etc. Esa fue la mejor oferta de Bibi hasta que la presión le hizo cambiar el discurso para evitar mayores males, como saben los que conforman el gobierno de coalición de ultraderecha, racista y filonazi de Israel.
Pero la tozuda realidad marcará el desenlace definitivo. O se desmantelan todas las colonias en Cisjordania y Jerusalén, donde vive casi medio millón de personas y se vuelve a las fronteras internacionalmente reconocidas o no es posible crear dos estados. El que la ANP siga abogando por un estado viable sin que nadie crea o exija que las colonias puedan pasar a integrar suelo palestino es reconocer que renuncian a que se haga justicia con su pueblo. Por eso desde hace mucho Fatah es considerada por buena parte de los palestinos y palestinas como simples traidores y colaboracionistas, por eso perdieron las elecciones y por eso temen volver a convocarlas a pesar de la brutal represión que ejercen sobre Hamas de motu propio y por orden de Israel, es innegable son sus mejores aliados.
Por eso son tan relevantes las palabras de Erekat, si la ANP renuncia oficialmente al estado que le han prometido eternamente y que nunca ha tenido visos de materializarse, cogería con el pie cambiado a la autoproclamada comunidad internacional e incluso a Israel y sería tanto como activar de un plumazo la cuenta atrás de la bomba demográfica que tanto teme Israel. A partir de ese momento se hablaría únicamente de una solución a la sudafricana: de superar el apartheid, de derogar las leyes racistas y de dotar de derechos democráticos a toda la población por igual. Valores universales irrenunciables que situarían la pelota en el tejado del sionismo y cuya no aplicación pondría a Israel en el mismo punto de mira que la Sudáfrica del apartheid, cuyo desenlace es de sobra conocido por todos. Posiblemente será sólo un farol de Erekat por causa de la desesperación provocada por el triste papel de EEUU en el conflicto, pero deberían meditar seriamente el declararlo postura oficial de toda la Autoridad Palestina, sería una jugada maestra.
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