Traducido del inglés por Sinfo Fernández
Otra misión cumplida, al menos eso parece. Los buques de la marina israelí han conseguido frustrar de nuevo otra «provocación» de la sociedad civil (esa fue la descripción que hizo el portavoz de la embajada de Israel en Dublín, Irish Times, 4 de noviembre).
Por tanto, los 27 activistas de nueve países que iban a bordo de dos embarcaciones fueron rodeados y trasladados, junto con su «provocativa» carga de suministros médicos, hasta el puerto israelí de Ashdod.
Fue una operación exitosa dirigida por una fuerza de la marina bien equipada, esa que tiene a gala haber hundido numerosos barcas de pesca de Gaza, mientras desnuda a sus pescadores y les obliga a volver a nado hasta la costa. Desde luego, uno apenas puede referirse a tanto valor sin mencionar el ataque de mayo de 2010 contra el Mavi Marmara, que acabó con las vidas de nueve activistas turcos hiriendo a muchos más.
Pero, a diferencia del desordenado ataque contra el Mavi Marmara en aguas internacionales, la interceptación y abordaje de los dos barcos -uno de ellos canadiense (el Tahrir) y el otro irlandés (el MV Saoirse)- se llevaron a cabo con rapidez, de forma organizada y complementada por todos las declaraciones necesarias para culpar a los desarmados activistas humanitarios y absolver a una fuerza de «elite» de la marina.
Detuvieron a los barcos cuando se encontraban entre 60 y 90 kilómetros de la costa de Gaza. The Electronic Intifada proporcionó un mapa en tiempo real que iba siguiendo su curso poco después de que salieran del puerto turco de Fethiye el 2 de noviembre. El mapa «mostró que los barcos estaban aún en aguas internacionales cuando el ejército israelí entró en contacto con ellos» el 4 de noviembre (como informó la Agencia Ma’an News). El ejército israelí admitió también que la interceptación se produjo en aguas internacionales (como informaba asimismo el Irish Times).
Pero todo eso importa poco. El gobierno israelí hace mucho que dejó de creer en fronteras. Es una potencia ocupante que lleva a cabo operaciones de espionaje por todas partes, desde Gaza a Damasco, desde Washington a Dubai. Tal versatilidad es lo que ha posibilitado que un país geográficamente pequeño como es Israel disfrute de una formidable reputación de brutalidad militar (por ejemplo, la Operación Plomo Fundido de 2008-2009) y de electrizante imprevisibilidad (por ejemplo, espiando en EEUU, el mismo país que permite siempre que Israel viole el derecho internacional).
Era de prever que el gobierno estadounidense y los medios de comunicación dominantes se alzaran en desatinada solidaridad con Israel en su última correría. En lugar de advertir a Israel que se cuidara bien de dañar a los ciudadanos estadounidenses que participaban en la misión humanitaria, los funcionarios del Departamento de Estado de EEUU «renovaron una advertencia a sus ciudadanos… diciendo que tratar de romper el bloqueo israelí a bordo de dos barcos que se dirigían a Gaza podía representar una violación de las leyes estadounidenses (según el Calgary Herald del 4 de noviembre). Una portavoz del Departamento, Victoria Nuland, «recordó también a los ciudadanos estadounidenses que podrían tener que hacer frente a sanciones civiles y penales a causa de sus esfuerzos por hacer llegar recursos a la Franja de Gaza».
Informar de la historia tenía como objetivo aprovechar la coyuntura para hacer un «recordatorio» de los riesgos que tal acto suponen. En su informe en el New York Times, Isabel Kershner basaba gran parte de su artículo en las declaraciones oficiales de Israel y de su ejército, dando un espacio insignificante a los activistas ilegalmente detenidos. Es más, el informe se decantaba sobre todo por recordar a los lectores del Times que Gaza «está gobernada por el grupo militante islámico Hamas» (NYT, 4 de noviembre). El hecho de que Hamas fuera democráticamente elegido por una decisiva mayoría en enero de 2006 parecía ser insignificante. También resultaba irrelevante el hecho de que el IV Convenio de Ginebra de 1949 prohíba el castigo colectivo. El artículo 33 afirma que: «Ninguna persona protegida puede ser castigada por un delito que no haya cometido personalmente. Se prohíben los castigos colectivos y cualquier otra medida de intimidación o terrorismo».
Era especialmente interesante contemplar el corto video publicado por el ejército israelí en su página web, http://idfspokesperson-com, donde un oficial de la marina gritaba a los barcos que se dieran la vuelta. El oficial utilizaba unas frases raramente usadas por los portavoces israelíes: «Su intento de entrar en la Franja de Gaza por mar es una violación del derecho internacional. Les recuerdo que los suministros humanitarios pueden entrar por tierra en la Franja, que se les facilitará la entrada en el puerto de Ashdod y la entrega de los suministros a través de los cruces por tierra», dijo el oficial no identificado.
Si las autoridades israelíes insisten en que no hay crisis humanitaria en Gaza, ¿por qué el oficial del buque se refirió a la entrega de «suministros humanitarios»?
En cuanto a la solapada mención del «derecho internacional», estaba tratando de referirse al informe Palmer que, por motivos políticos y sin fundamentos legales, resolvió que el bloqueo contra Gaza era «legal». La investigación (publicada en septiembre de 2011) fue un intento tardío de contrarrestar numerosos informes que han arremetido contra Israel por imponer un asedio devastador contra Gaza, interrumpido por una guerra muy costosa y un letal ataque contra el Mavi Marmara. En tal informe, el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU condenaba la violación por parte de Israel de «las leyes relativas a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario» y definía como «ilegal» el bloqueo israelí contra Gaza (The Guardian, 22 septiembre 2010).
Las autoridades del gobierno, el ejército y la marina israelí deben haber estado felicitándose entre ellos por el buen trabajo hecho mientras los activistas internacionales acababan arrestados, trasladados como ganado a las comisarías de policía y obligados a firmar documentos de deportación. Sin embargo, la reciente misión -llamada «Olas de Libertad»- denuncia como fraude la lógica que Israel utiliza para justificar su asedio de Gaza. Se esperaba que el 18º intercambio de prisioneros, por el que quedaron en libertad el soldado israelí Gilad Shalit y unos cuantos cientos de prisioneros palestinos, pusiera fin asimismo al asedio contra Goza.
Pero no fue así.
Robert Naiman, director de política exterior, al escribir en el Huffington Post, afirmaba: «En la práctica, la cuestión del bloqueo a Gaza se ha enredado con el tema de la captura del soldado israelí Gilad Shalit». Citaba un artículo del Washington Post en el que se decía: «A amplios niveles, el bloqueo se consideraba como una medida de castigo motivada en gran parte por la ira que el secuestro de Shalit en 2006 había generado en Israel» (26 de octubre).
Ahora que Shalit está libre, Israel no muestra ningún interés por poner fin a su «castigo colectivo» contra Gaza. El más reciente acto de piratería es el último indicador de que el bloqueo va a seguir en pie y que seguirán echando mano de toda una serie de pretextos y justificaciones.
Gracias al Tahrir y al MV Saoirse sabemos que lo del estado de sitio como respuesta a la captura de Shalit no era sino un ardid y que Israel no tiene ningún plan inmediato para poner fin a la cautividad perpetua de un millón y medio de palestinos en Gaza.
Pero sabemos también con igual certidumbre que las Olas de la Libertad proseguirán. «A pesar de la agresión israelí, seguiremos tratando de llegar, ola tras ola, por mar, tierra y aire, para desafiar las ilegales políticas de Israel hacia Gaza y Palestina entera», dijo Huwaida Arraf, portavoz de los activistas. «Nuestro movimiento no se detendrá, nadie podrá detenerlo, hasta que Palestina sea libre».
Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un columnista que publica sus artículos en diversos medios internacionales. Es editor de PalestineChronicle.com. Su último libro es «My father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story» (Pluto Press, Londres), disponible en Amazon.com.
Fuente: http://www.counterpunch.org/