Por primera vez desde que se creó el año 2006, la Casa Árabe, un organismo dependiente del Ministerio de Exteriores, dedicará esta semana una actividad específica al problema kurdo con motivo del 25 aniversario del bombardeo químico de Halabja. En esta ciudad del norte de Irak, el 16 de marzo de 1988 y como consecuencia […]
Por primera vez desde que se creó el año 2006, la Casa Árabe, un organismo dependiente del Ministerio de Exteriores, dedicará esta semana una actividad específica al problema kurdo con motivo del 25 aniversario del bombardeo químico de Halabja. En esta ciudad del norte de Irak, el 16 de marzo de 1988 y como consecuencia del gas sarín lanzado por la aviación iraquí, murieron cerca de 5.000 civiles mientras que otros 10.000 quedaron con heridas de distinta gravedad.
El bombardeo de la también llamada «Gernika de los kurdos» fue una venganza contra los grupos insurgentes que, apoyados por Irán -entonces en guerra con Irak-, habían conseguido tomar esta ciudad tres días antes. Las fotografías difundidas entonces mostraban unas calles llenas de cadáveres, muchos de ellos semicubiertos por el polvillo blanco que dejaba el mortífero gas.
En este dantesco escenario se podían ver familias enteras atrapadas en sus viviendas cuando estaban recogiendo algunas cosas para marcharse, personas que no lograron rebasar el umbral de la puerta quedando sobre el quicio de la entrada, vehículos ya cargados de niños que ni siquiera pudieron arrancar y muchos adultos en posición de proteger a sus menores. Una de estas instantáneas, en la que se ve a un hombre abrazado a un bebé, dio la vuelta al mundo como símbolo de aquel ataque.
El bombardeo químico de Halabja fue el más mortífero pero no el único lanzado por el Ejército de Sadam Husein contra los civiles kurdos. Hubo decenas de localidades que sufrieron lo que el Estado Mayor iraquí denominaba «victoriosas ofensivas» contra las fuerzas iraníes, pese a que la mayoría de estos pueblos se encontraban muy lejos del frente, próximos a la frontera con Turquía.
En realidad, los bombardeos químicos de Irak, disfrazados de campañas militares, formaban parte de un proyecto denominado eufemísticamente Operación Anfal cuyo objetivo final era el exterminio de los kurdos, una comunidad que entonces representaba la cuarta parte de la población del país.
Durante las sucesivas fases de la Operación Anfal se fueron desalojando miles de pueblos. En algunos casos, bajo la excusa de sustituir las antiquísimas casas de piedra y adobe en las montañas por modernas y nuevas urbanizaciones, los habitantes eran realojados en aldeas estratégicas rodeadas por alambradas y puestos de observación militar.
En otras zonas, miles de personas fueron embarcadas en autobuses y camiones para trasladarlas, igual que ocurrió bajo la Alemania nazi, a centros de distribución, donde hombres y mujeres eran separados para llevarlos a su destino final: una fosa común. Se calcula que, debido a la campaña Anfal, unas 180.000 personas fueron asesinadas y más de 4.000 ciudades, pueblos, aldeas y caseríos arrasados.
Los kurdos de Siria, Irán o Turquía también sufrieron, en algún momento del pasado siglo XX, políticas de limpieza étnica. La última de ellas ocurrió durante los años 90, cuando el Ejército turco se dedicó a quemar y despoblar cientos de localidades para aislar a las guerrillas del PKK de la población.
Ante las críticas por el apoyo logístico que entonces daba Estados Unidos a Sadam Husein, el Departamento de Estado de Ronald Reagan explicó que los responsables de la masacre eran los iraníes, que también utilizaban agentes químicos en su guerra contra Bagdad. Sin embargo, los testimonios de los supervivientes no dejan lugar a la menor duda sobre la autoría del bombardeo.
Como suele ocurrir debido a la utilización de este tipo de armas, las secuelas se han prolongado durante años, registrándose, sobre todo en la región de Halabja, niveles de cáncer muy superiores a los de otras partes de Irak, enfermedades de piel, respiratorias y también malformaciones genéticas. Los muertos en aquel bombardeo fueron enterrados, para evitar epidemias, de forma precipitada en fosas comunes siendo extremadamente difícil su identificación. Años después, en el cementerio se colocaron tantas lápidas como fallecidos y se edificó un Mausoleo conmemorativo que fue visitado hace un año por José Turpin Molina, actual embajador de España en Bagdad.
Pese a la gravedad de estos hechos y a la importancia que tiene el problema kurdo en los principales Estados de Oriente Medio -Turquía, Irán, Irak y Siria-, la Casa Árabe, más centrada en potenciar los vínculos oficiales con esos países, solía excluir este tipo de temas de su programación oficial. Algo parecido ocurría con el problema saharaui o el de los bereberes en Marruecos y Argelia, o con las minorías étnicas y religiosas que ponían en cuestión el carácter árabe e islámico de estos regímenes.
Esta situación comenzó a cambiar debido a las revueltas populares de la llamada Primavera Árabe y, ahora, bajo la nueva dirección de Eduardo López Busquets, da un salto cualitativo al acoger el jueves 14 de marzo la conmemoración de este bombardeo. Resulta, en este sentido, especialmente significativo que el acto esté presidido por el propio director de la Casa Árabe junto a Daban Shadala, representante oficial del Gobierno Regional del Kurdistán en España.
Además de una descripción sobre la situación de ese territorio en los años inmediatamente posteriores al bombardeo, a cargo del autor de este blog, se proyectará un documental sobre la mayor matanza perpetrada por un régimen que, en 1988, estaba apoyado, armado y asesorado tecnológicamente por Estados Unidos y los principales países de la Unión Europea.
Fuente original: http://www.cuartopoder.es/terramedia/la-casa-arabe-abre-por-primera-vez-sus-puertas-a-un-acto-sobre-el-gonocidio-kurdo/4782