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La coalición ruso-iraní al rescate del rais Bachar al Assad

Fuentes: Rebelión

Entramos en una nueva fase de la escalada bélica que promete ser diabólicamente delirante. Bachar al Assad el pasado 25 de julio decretó una amnistía general para desertores e insumisos que se negaron a prestar el servicio militar obligatorio. Este es un síntoma claro de que el régimen necesita imperiosamente efectivos para continuar la guerra […]

Entramos en una nueva fase de la escalada bélica que promete ser diabólicamente delirante.

Bachar al Assad el pasado 25 de julio decretó una amnistía general para desertores e insumisos que se negaron a prestar el servicio militar obligatorio. Este es un síntoma claro de que el régimen necesita imperiosamente efectivos para continuar la guerra contra la insurgencia sunita. El desgaste es notable, los reemplazos insuficientes y ya ni siquiera le vale el reclutamiento forzoso. Y para colmo muchos desertores se han pasado a las filas enemigas.

Los jóvenes piensan que es inútil entregar su vida en honor al rais Bachar Al Assad. Las imágenes que se difunden por televisión de los yihadistas torturando a los prisioneros de la manera más sanguinaria es argumento suficiente para desmovilizarlos. La propaganda de terror del EI ha surtido el efecto deseado y nadie quiere que lo crucifiquen o le corten la yugular de un tajo en plena plaza pública. El soldado sirio ha perdido la fe, le falta coraje, necesita motivación «económica». Al menos los soldados profesionales reciben un salario que les recompensa en parte su sacrificio. Morir por Allah o por su rais Bachar al Assad -que han convertido en un Dios- es algo que aprenden desde muy temprana edad en las escuelas. El martirio es algo inherente a la formación educativa. Pero ahora miles y miles de jóvenes han preferido desertar -como es el caso de nuestro informante de nombre Imad- que se internó en las montañas del Antilíbano donde estuvo escondido en la aldea de sus padres durante varios meses hasta que pudo cruzar la frontera y escapar a Beirut. Desde allí tomó un avión con destino a Alemania donde pidió asilo político. Actualmente vive en Berlín y con el hemos tenido la oportunidad de hablar. Desde luego que su testimonio es fundamental para comprender lo que sucede en el seno de las fuerzas armadas. Según sus propias palabras, «no vale la pena morir por Siria, esa no es nuestra patria pues le pertenece a Bachar Al Assad y su familia», sentencia.

Bachar Al Assad ahora se muestra clemente y misericordioso con los desertores e insumisos esperando que regresen al seno de las gloriosas fuerzas armadas sirias. Pero no sólo son los reclutas sino que también los reservistas los que se esfumaron. La mayoría pertenecen a la comunidad sunita que se niegan a matar a sus propios hermanos; otros porque han comprado la cartilla militar y otros tantos porque son hijos de la alta burguesía tanto sunita, alauita, cristiana o drusa que han preferido partir al extranjero para evitar empuñar las armas.

Generales y oficiales sirios igualmente tienen sus familias en el exterior. Los más ricos -y que no están en las listas rojas- hace tiempo que se han ido a Europa o EE.UU pues saben que en cualquier momento cae el régimen y lo mejor es dejar a buen recaudo su patrimonio.

Al parecer, el patriotismo es algo reservado a los más pobres que están obligados a poner el pecho en primera línea de fuego.

Bachar necesita urgentemente consolidar las posiciones ya que tan sólo controla un 25% del país. Concentrándose especialmente su dominio en Damasco, Hama, Homs, Alepo o Latakia.

El ejército sirio, antes de que estallaran las revueltas populares en 2011, contaba con 300.000 efectivos, entre los que se incluían unidades especiales de gran preparación y dotadas de armamento sofisticado. Pero el desgaste de casi cinco años de guerra ha sido terrible. Según las estimaciones de los analistas, las fuerzas de Bachar al Assad han sufrido unas 80.000 bajas a las que hay que sumar los heridos, los desaparecidos y los desertores. Solamente le queda la cantera alauita, los cristianos y drusos, pero demográficamente son minoritarios.

Por este motivo ha tenido que intervenir con urgencia el movimiento de resistencia islámico Hezbollah -una milicia dependiente de Siria- y que está muy bien fogueada en el combate cuerpo a cuerpo contra el ejército israelí. Hezbollah, por su disciplina y obediencia ciega a sus comandantes y líderes espirituales, han logrado detener el avance de los distintos grupos insurgentes, llámense el frente al Nusra, el ELS, el EI o el Ahrar al Sham. Los soldados más aguerridos de la yihad chiíta han evitado la prematura caída del régimen.

Pero no bastaba con la presencia de Hezbollah, pues es muy difícil abarcar la totalidad de la extensa geografía de Siria y es por ello que la República Islámica de Irán ha salido en defensa de sus hermanos alauitas. Irán, a inicios del verano, envío 20.000 soldados al norte de Siria (Latakia) al mando del general de la guardia revolucionaria Suleimani para que organicen una contraofensiva junto a los soldados chiitas iraquíes y los milicianos de Hezbollah. Este es un síntoma claro de la perdida de iniciativa del ejército de Bachar al Assad que debe encontrarse en una situación muy comprometida para echar mano de sus aliados.

Irán desde hace unos tres años aporta armas, pertrechos y soldados de operaciones especiales a Siria. Aunque Teherán lo mantenía en secreto en las últimas semanas ha reconocido oficialmente la llegada de un grueso número de asesores militares y tropas a Latakia. A la «internacional chiíta» también se vino a sumar las tropas iraquíes enviadas por el primer ministro en esa época Nuri al Maliki, muy solidario con la causa de Bachar al Assad. Como si fuera poco, Rusia desde el inicio de las hostilidades trasfiere con regularidad ayuda militar a Siria a través de su base naval de Tartus. Ultimamente han llegado (según el servicio de inteligencia de la CIA y el Mossad): tanques, aviones helicópteros, lanzaderas de misiles, artillería pesada. Además de consejeros e instructores, pilotos y tanquistas para reemplazar a los sirios que han caído en combate o que desertaron. Esta es una información que el mismo Kremlin ha confirmado justificándola como una contribución a la lucha contra el terrorismo. Los rusos declaran abiertamente la guerra al EI.

Al Assad reconoció en un discurso (26-07-2015) pronunciado ante representantes de organismos económicos en Damasco y transmitido por la televisión nacional que «le hacen faltan recursos humanos» «estamos agotados».
 
Es por ello que el gobierno sirio ha lanzado una amplia campaña publicitaria por radio, prensa y televisión para animar a los desertores e insumisos a unirse al ejército. Sin que hasta ahora haya surtido el más mínimo efecto. «¿Quién va a salvar a la patria de los terroristas, entonces?»

Para elevar la moral de sus incondicionales Bachar al Assad expresó en el mismo discurso televisado que «no nos derrumbamos. Estamos resueltos y alcanzaremos la victoria». «La palabra derrota no existe en el diccionario del ejercito árabe sirio». Habría que recordarle al «rais» lo sucedido en los altos del Golán cuando el glorioso ejército árabe sirio fue vapuleado en dos ocasiones por las sionistas en la guerra de los Seis Días en 1967 y en el Yom Kipur en 1973.

Bachar al Assad ha tenido la suerte de que meses después del inicio de las intifadas populares los grupos yihadistas sunitas invadieran la región noroeste de siria. Una circunstancia que le sirvió para asumir el papel de víctima del terrorismo islámico.

Es paradójico que aquel que utiliza el terrorismo de estado venga ahora a convertirse en el adalid del combate contra el terrorismo. Bachar Al Assad y su familia (su hermano Maher es el comandante de la Guardia Republicana y la policía secreta) han cometido bárbaras violaciones de los derechos humanos. Él es el responsable de masacrar a la población civil -terroristas según la terminología gubernamental- por el simple hecho de manifestarse exigiendo libertad y democracia. Se intentó inútilmente aplastar las protestas utilizando francotiradores, unidades de élite de la Shabiha, artillería pesada, bombardeos aéreos, tanques y armas químicas.

Si el régimen de Bachar al Assad sobrevive aún es gracias a la intervención de Hezbollah, Irán, Rusia y China. (No sólo aportan ayuda militar sino también económica). O si no ya estaríamos hablando del final de una dinastía fundada por su padre Hafez al Assad en los años setenta. El partido único Baaz ha impuesto un sistema de gobierno muy parecido a una monarquía hereditaria donde la familia Assad controla el poder político y económico del país. El culto a la personalidad es la verdadera ideología del régimen de ahí que la figura del rais Bachar al Assad sea reverenciada con respeto por parte de sus «súbditos».

La descomposición del régimen ha llegado hasta extremos inauditos como se refleja con claridad en el incidente protagonizado por Souleiman al Assad, pariente de Bachar, que hace unas semanas mató con una AK 47 al coronel de la fuerza aérea siria Hasan al Cheij porque su auto cometió la osadía de sobrepasarlo en una céntrica avenida de la ciudad de Latakia.

Lo cierto es que en este momento las tropas de Bachar al Assad son incapaces de pasar a la ofensiva y se limitan a resistir y afianzar las posiciones. Aunque hay que reconocer que cuenta a su favor con la fuerza aérea que le ha permitido asestar golpes contundentes contra sus enemigos y así ralentizar su progresión sobre el terreno.

En la guerra entre chiítas y sunitas cada bando cuenta con sus respectivos aliados o protectores. Por parte de los alauitas: Rusia, Irán, Hezbollah, China y los iraquíes chiítas; y del lado de los rebeldes sunitas (ELS y otras facciones de la oposición «moderada») se han posicionado EEUU, Arabia Saudita, Turquía, Qatar y la Unión Europea. Mientras que el tercer grupo en discordia lo representa el yihadismo integrado por Al Qaeda-al Nusra y el EI que es el objetivo a batir tanto de la coalición internacional encabezada por EE.UU como por la «santa alianza» liderada por Rusia. Rusia pretende recuperar la corona imperial de los zares y resucitar su esplendoroso pasado tal y como lo pronosticara en su libro «Imperio» el genial escritor Kapuscinski.
 
La guerra civil Siria ha condenado a toda una generación de niños y de jóvenes al patíbulo. Ya no tienen patria, ni raíces de las que aferrarse, ni libros ni escuelas a las que acudir. La población civil se encuentra en una situación límite: faltan los artículos de primera necesidad y agobiados por el hambre y las enfermedades no les queda más remedio que partir al exilio. ¿Qué se puede esperar de un país en la ruina y en la miseria con los medios de producción colapsados, sin fábricas, ni industrias, y los campos sumidos en el abandono? Pero quizás lo más dramático sea la pérdida del capital humano, el déficit demográfico tan tremendo pues de los 23.000.000 que eran antes de empezar el conflicto se han quedado reducidos a la mitad. Ahora las millonadas de refugiados huyen despavoridas intentando encontrar en el extranjero un lugar seguro donde guarecerse del holocausto.

Según la revista «People with money», Bachar al Assad recibe unos honorarios de 58 millones de dólares anuales. Se afirma que él es el presidente mejor pagado del mundo. El baazismo y su mafia gubernamental se ha visto muy afectada por el bloqueo económico impuesto por las potencias occidentales. Es por ello que los bancos sirios tienen que realizar las transferencias y movimientos de capitales o divisas a través de bancos iraníes, chinos o rusos. Para este propósito se organizado una extensa red de testaferros con el fin de burlar tan férreos controles.

Washington y Riad exigen para iniciar cualquier tipo de negociación la renuncia de Bachar al Assad. En todo caso y para facilitar una pronta salida al conflicto tampoco les disgustaría un probable exilio dorado del rais y su familia y sus más estrechos colaboradores en Teherán o Moscú.

Bachar Al Assad necesita la protección de sus aliados para escabullirse de la Corte Penal Internacional de la Haya que lo reclama por crímenes de guerra y genocidio. Expertos y defensores de los derechos humanos han preparado un amplio dossier con más de 470.000 pruebas avaladas por Amnistía Internacional y las Naciones Unidas.

Es por ello que desde el Ministerio de Información ha comenzado una agresiva campaña de lavado de imagen con el fin de dotarlo de un aura de pacifista o paladín humanitario.

El vicecanciller iraní para asuntos árabes y africanos, Housein Amir Abdolahian, declaró que «al Assad forma parte de cualquier medida política que se tome en Siria. Es parte de la solución política para el futuro de Siria». Esto se lo comunicó a Staffan Mistura enviado especial de la ONU para Siria. Además que «Irán hace grandes esfuerzos por reestablecer la paz en Siria que lucha como es sabido contra el terrorismo sunita».

EE.UU, los países del Golfo o Arabia Saudita e Israel están muy preocupados con el expansionismo iraní en Oriente Medio. Irán despliega su ejército y tiene bases estables en Irak, Siria y en Yemen. Junto a Hezbollah ha llegado a posicionarse hasta en los mismísimos altos del Golán. El ministro de Defensa de Israel, Moshé Yaalón, advirtió que «en el uso del legítimo derecho a la defensa no vamos a renunciar a los bombardeos selectivos de nuestra aviación». Y lo más dramático es que el líder supremo, el ayatola Jamenei, en un discurso ofrecido en Teherán ante miles de ciudadanos de diferentes ciudades del país declaró que «El régimen de Israel no existirá dentro de 25 años». El programa nuclear que venían desarrollando en secreto los persas de alguna manera tenía como objetivo «extirpar el cáncer llamado Israel» tal y como lo encomendó el ayatolá Jomeini en su testamento.

Por otro lado, el ayatola Amoli Lariyani, Presidente del Poder Judicial de Irán, responsabiliza a occidente de la crisis migratoria que desestabiliza Europa: «El mundo está siendo testigo de que los mismos países que financiaron y apoyaron los grupos terroristas, ahora están paralizados y desesperados por la afluencia de miles de solicitantes de asilo. Todo eso viene como consecuencia de sus conspiraciones en la región», puntualizó.

Los servicios secretos israelíes recientemente han detectado un inusual movimiento de tropas y material militar en la base rusa de Tartus. Al parecer han desembarcado tanques, aviones Mig 29 Yak 130, Mig 31 y helicópteros Mi- 24 y lanzaderas de misiles. Además de cientos de asesores militares «soldados de operaciones especiales» prestos a recomponer las maltrechas unidades del ejército baazista.

Mientras tanto, en el puerto de Latakia, Irán ha desplegado varios batallones de la guardia revolucionaria Quds y los Basij cuyo cuartel se ha instalado en Ghorin. Igualmente los rusos están construyendo una nueva base en Jablah (Latakia) para acoger las brigadas marinas 810 y 336 de la armada rusa. En Latakia se concentran desde hace algunas semanas las fuerzas ruso-iraní junto a los milicianos de Hezbollah y los chiitas iraquíes tal vez con la intención de iniciar una ofensiva en la región de Idlib. La meta es la conquista total de Alepo, motor industrial del país. Aunque por ahora lo más importante es la defensa de la histórica región alauita, el último bastión de Al Assad en el hipotético caso de que tuviera que evacuar Damasco.

A pesar de que EE.UU y la Unión Europea mantienen un pulso con Rusia a causa de la guerra civil que se desarrolla en el este de Ucrania -de la que se ha anexado la península de Crimea- se aprestan a actuar en conjunto para neutralizar al «terrorismo yihadista». Seguramente se trata de un pacto secreto entre Putin y Obama con el fin de acabar de una vez por todas con la conflagración que arrasa Siria e Irak. Porque el éxodo de los refugiados que tratan desesperadamente de alcanzar suelo europeo ha causado una crisis humanitaria insostenible. El presidente Iraní Rohani ha dicho que tras el acuerdo nuclear las relaciones con EE.UU empiezan a recomponerse y es muy probable que colaboren juntos en la ofensiva contra el EI.

Una de las condiciones impuestas por los países sunitas para comenzar las negociaciones es la retirada de Hezbollah e Irán del territorio Sirio. Algo impensable puesto que son los garantes de la supervivencia del rais Bachar al Assad.

El ayatolá Yavadi Amoli desde Teherán ha instado «a todos los líderes espirituales del mundo a comprometerse con la paz» añadiendo a continuación que «por desgracia todos los países de nuestro entorno se ha convertido en una base de EE.UU. Pero tranquilos, que el sagrado gobierno islámico de Irán está protegido y preservado por la luz del Corán y de la progenie del santo profeta»; «el territorio de Irak se convertirá en la tumba de todos los insurgentes del grupo Estado Islámico» .

El Kremlin sostiene que «Bachar al Assad es la única persona capaz de luchar contra el terrorismo del EI». Él representa el gobierno sirio legítimo capaz de asegurar la unidad del país. La coalición internacional debe colaborar con Bachar Al Assad». «Tenemos que unirnos para eliminar al EI», manifestó el canciller ruso Serguei Lavrov. Putin ha sido más sincero y realista y reconoce que «la situación es extremadamente grave pues las estructuras del estado están siendo demolidas».

Mientras tanto, Netanyahu ha viajado hasta Moscú para hablar con Putin sobre la intervención rusa en Siria. Es necesario prevenir los posibles choques y malos entendidos con el ejército Israelí, sobre todo con sus cazabombarderos-. Pero lo primordial es garantizar la seguridad de los altos del Golán. Como vemos, Rusia guarda muy buenas relaciones diplomáticas con los dirigentes sionistas y desea estrechar aún más su lazos de colaboración. Pasa lo mismo con el Kurdistán iraquí al que Tel Aviv define como «una entidad no hostil» que no tiene nada que ver con los árabes y que por ende goza de su beneplácito. Lo más seguro es que por intermedio de terceros países, los Kurdos esté exportando petróleo a Israel. Al parecer ambas comunidades han forjado unas buenas relaciones desde los años 60. Ahora las fichas de este complejo tablero de ajedrez se mueven con destreza y cada cual asume el papel que más les conviene a sus intereses geoestratégicos.

Al final, EE.UU y Rusia como cabezas visibles de las potencias en litigio van a tener que consensuar un acuerdo que ponga fin a la guerra en Siria – sin olvidar las graves repercusiones que tienen en la región especialmente en Irak. Para Bachar al Assad no hay dialogo posible, ni interlocutores válidos porque tanto la oposición política como los yihadistas sólo se merecen el exterminio.

Siria es hoy en día un país completamente fragmentado y dividido. Para que sanen las heridas entre las distintas comunidades van a tener que pasar varias generaciones. Durante décadas se necesitará implementar un titánico plan de reconstrucción que deberá asumir la comunidad internacional, la ONU, la Liga Árabe y los organismos de ayuda humanitaria, la Media Luna Roja o las ONGs. Plan de reconstrucción que solo podrá llevarlo a cabo un nuevo gobierno de concertación- ¿un protectorado de la ONU tal vez?- surgido tras unas hipotéticas negociaciones de paz. Algo que no es factible por el momento pues el califato islámico impide cualquier maniobra en este sentido.

Algunos países europeos como Francia prefieren un gobierno de unidad nacional que incluya a elementos del régimen baazista sin delitos de sangre y a la oposición moderada. Pero hasta que Bachar al Assad y el EI desaparezcan del escenario no podemos hablar de paz. Las fórmulas de pacificación no sólo pueden venir de fuera sino que también deben contar con el protagonismo de la sociedad siria o de lo contrario todos los esfuerzos estarían condenados al fracaso. De ahí lo complicado para encontrar una solución creíble y perdurable en el tiempo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.