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Egipto

La cólera se extiende

Fuentes: Viento Sur

[El martes 12 de julio de 2011, miles de manifestantes marcharon en dirección a los edificios del gobierno, reclamando la dimisión del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (CSFA). Esta marcha era la respuesta a una advertencia del CFSA que indicaba que utilizaría todos los «medios legales» para poner fin a la ocupación de la […]

[El martes 12 de julio de 2011, miles de manifestantes marcharon en dirección a los edificios del gobierno, reclamando la dimisión del Consejo Superior de las Fuerzas Armadas (CSFA). Esta marcha era la respuesta a una advertencia del CFSA que indicaba que utilizaría todos los «medios legales» para poner fin a la ocupación de la plaza Tahrir. La ocupación de la plaza fue organizada como consecuencia de la imponente manifestación del viernes 8 de julio de 2011. El eslogan, ampliamente repetido durante la marcha: «¡abajo, abajo, el gobierno de los militares!», apuntaba, entre otros, al jefe del CSFA, el mariscal Hussein Tantaui, que durante 20 años fue el ministro de Defensa de Mubarak. Movilizaciones análogas tuvieron lugar en Alejandría y Suez. La coalición de los «jóvenes de la revolución» anunció, el miércoles 13 de julio, que la movilización prevista para el viernes 15 de julio sería la de la «ultima advertencia», según el periódico Al Masry Al Youm. Redacción de À l´encontre].

El esperado discurso del jefe del gobierno provisional, Essam Charaf, no ha logrado desactivar la recuperación del descontento en el país, que es la consecuencia de las decisiones de la justicia declarando inocentes a antiguos responsables y oficiales de policía acusados de corrupción en un caso y de asesinato de manifestantes en otro.

El viernes 8 de julio, la jornada destinada a «salvar la revolución» se saldó con una serie de concentraciones en las principales plazas -principalmente la de Tahrir en el centro de El Cairo- de miles de manifestantes que se negaban a volver a casa antes de que sus reivindicaciones fueran satisfechas.

Decenas de miles de manifestantes exigieron el proceso inmediato de los miembros del régimen de Mubarak, entre los cuales está el antiguo ministro del Interior, Habib Al-Adely, y todos los responsables de la masacre de cerca de 900 manifestantes durante la revolución del 25 de enero. A día de hoy, solo un suboficial ha sido condenado… por contumacia. Algunos quieren incluso instaurar tribunales revolucionarios. Los manifestantes critican igualmente los procesos contra civiles ante tribunales militares.

En la noche del jueves 7 al viernes 8 de julio, el acceso a la plaza Tahrir solo fue permitido a los peatones. Puntos de control, bajo la iniciativa de civiles, fueron erigidos alrededor de la plaza para proteger a los manifestantes contra las provocaciones. Fue levantada también una carpa blanca para proteger a los manifestantes del calor. También se montó una aldea de tiendas representando a las diferentes corrientes políticas así como a las familias de los mártires. Grandes pancartas con las reivindicaciones flotan en la plaza: «Los inocentes están detrás de los barrotes y los acusados están libres»; «Realizad los objetivos de la revolución o dimitid»; «Lentitud equivale a conspiración»; «El pueblo quiere el juicio de Mubarak»… Una atmósfera digna de los primeros días de la revolución del 25 de enero.

Pilares del antiguo régimen tienen aún las riendas del poder a la cabeza del sistema judicial, del aparato policial, de la administración local y de los medios. Los manifestantes exigen la caída de esos símbolos.

La presión de la calle llevó al primer ministro, Essam Charaf, a pronunciar un discurso en el que intentó calmar a los manifestantes anunciando una serie de compromisos. El despido de los policías acusados de asesinato durante la revolución del 25 de enero fue el punto esencial.

Pero lejos de convencer, el discurso del primer ministro ha sido acogido con indiferencia, incluso decepción, por la plaza Tahrir, y con escepticismo por los ciudadanos que lo han seguido por la televisión.

Huelga de hambre

En Tahrir, como en Suez o Alejandría, el discurso de Charaf no ha hecho sino aumentar la determinación de los manifestantes que han decidido proseguir sus concentraciones.

En Alejandría, eran varios centenares en la concentración organizada en los jardines de la plaza Saad Zaghloul, donde 12 activistas habrían emprendido una huelga de hambre. En Suez, los centenares de ciudadanos que acampaban ante la sede de la autoridad local se han dirigido hacia Puerto Fuad, donde han sido rodeados por militares enviados para asegurar las actividades marítimas en el canal. Además, algunos han bloqueado la carretera que une Suez con Aïn-Sokhna, antes de ser dispersados por una unidad del ejército.

«Rechazamos la estrategia del gobierno que se parece mucho a la adoptada por el régimen derrocado durante los días de la revolución…, y consiste en amortiguar la tensión lanzándonos huesos que roer, hacer promesas y tomar semimedidas. Ya no es aceptable. Exigimos un cambio radical», proclama, desde Tahrir, Walid Rache, coordinador del movimiento del 6 de abril.

A fin de acelerar los procesos en curso, Charaf había declarado haberse puesto de acuerdo con el presidente de la Corte de Apelación para dar la prioridad a los procesos de los policías y de los responsables corruptos del antiguo régimen. La elección de un equipo compuesto de «los mejores» magistrados de los tribunales para ocuparse de esos procesos fue también anunciada por el primer ministro en su discurso. Chaaraf ha indicado además que ha ordenado la entrega de indemnizaciones a las familias de los «mártires» que han sucumbido bajo las balas de la policía o en otras circunstancias ligadas a la revolución.

En cuanto a las reivindicaciones de justicia social, que comprenden el acceso a los servicios de salud y a la enseñanza, las subidas salariales o las jubilaciones, el jefe del gobierno provisional, en su discurso, ha pedido al ministro de la Solidaridad Social que presida un comité compuesto por todos los ministros concernidos para estudiar las demandas de los manifestantes.

Pero todas estas medidas no han logrado disuadir a los egipcios de salir masivamente a la calle. Si el gobierno no responde inmediatamente al conjunto de las reivindicaciones, los manifestantes amenazan con recurrir a otros medios de acción. Algunos manifestantes enarbolan ya las «armas» de la huelga de hambre y de la desobediencia civil.

«Desde la caída de Mubarak, no ha cambiado nada, como si no hubiera habido revolución. Desde hace 6 meses, nuestras reivindicaciones son las mismas, pero el gobierno se hace el sordo y no da solución a nuestras peticiones», afirma Mohamad Abdel-Fattah, un joven grafista. Añade que, a pesar de que no pertenezca a ningún movimiento político, apoya la idea de ocupación de la plaza hasta la realización del conjunto de las demandas.

Un Consejo Militar tratado con benevolencia. durante mucho tiempo Desde las primeras semanas que siguieron a la salida del presidente Mubarak, es la primera vez que los manifestantes acampan en las plazas principales del país. Según los manifestantes, esta concentración ha reavivado el espíritu de la revolución del 25 de enero. «Soy feliz pues esta concentración me ha permitido al fin reencontrarme con mis amigos, los de la revolución, al contrario de las manifestaciones de los pasados viernes que no atraían al conjunto de los jóvenes revolucionarios», cuenta Mohamad Wasfi, estudiante de ciencias políticas.

Otra novedad: esta vez, las principales consignas apuntan directamente al Consejo Militar (el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas -CSFA- que dirigen el país desde el 11 de febrero de 2011), tratado con benevolencia durante mucho tiempo por los manifestantes, que preferían dirigir sus críticas hacia el gobierno provisional.

El llamamiento a manifestarse había sido lanzado hace mucho por los revolucionarios para dar un segundo impulso a la revolución. Las fuerzas políticas estaban divididas entre los partidos que deseaban que una Constitución fuera redactada antes de las elecciones legislativas y los partidarios de las «elecciones primero». Pero esta línea de demarcación se ha difuminado en favor de una consigna unificadora: «primero la revolución».

Este giro ha sido consecuencia de los acontecimientos ocurridos la semana pasada, en un clima político tenso. En efecto, la liberación bajo fianza de siete policías procesados por el asesinato de manifestantes originaron dos días de disturbios en Suez (la sede de las fuerzas de seguridad fue atacada el 6 de julio). Ex-responsables del antiguo régimen habían sido también absueltos, entre ellos Anas Al-Fiqi, exministro de Información, Butros-Ghali, exministro de Finanzas, y Ahmad Al-Maghrabi, exministro de Vivienda, acusados de malversación de fondos.

La mayor parte de los observadores consideran que el hecho de no responder rápidamente a las reivindicaciones populares presenta un gran peligro. «Las exigencias de los manifestantes van a aumentar frente a la indiferencia de los poderes públicos. Si los dirigentes no reaccionan rápidamente, va a reproducirse el mismo guión de la revolución», explica Hicham Younès, investigador en el Centro de Estudios Políticos y Estratégicos (CEPS), de Al-Ahram.

Consciente de este peligro potencial, el primer ministro se reunió el domingo 7 de julio con una delegación de «jóvenes de la revolución», de varias corrientes políticas, que han reiterado sus demandas relativas a la purga del ministerio del Interior, a la aceleración del procesamiento de los exresponsables y de la dimisión de todos los responsables que continúan «gestionando el país con la mentalidad del régimen depuesto». Frente a estas exigencias, Charaf ha respondido, pero con promesas: una importante remodelación ministerial antes del 17 de julio (en el seno del actual gobierno se encuentran numerosos miembros del Partido Nacional Democrático de Mubarak, partido oficialmente disuelto); otra remodelación de los gobernadores locales antes del 25 de julio… Y la promesa de dimitir en caso de no lograrlo. Del lado de los manifestantes, nada parece aconsejar una vuelta a casa.

Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR.