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La conciencia perdida de algunos intelectuales

Fuentes: Rebelión

¿Quién asiste a los saraos del poder? En la legitimación del poder juegan un papel importante una serie de personajes, separados en principio por su actividad profesional, su ideología, o el lugar que ocupan en el entramado institucional, pero que son poseedores de un rasgo común: el valor que tienen de cara a las necesidades […]

¿Quién asiste a los saraos del poder?

En la legitimación del poder juegan un papel importante una serie de personajes, separados en principio por su actividad profesional, su ideología, o el lugar que ocupan en el entramado institucional, pero que son poseedores de un rasgo común: el valor que tienen de cara a las necesidades de representación del sistema.

Ser o no ser solicitados, salir o no en la foto (según la advertencia de Alfonso Guerra), la foto de la celebridad o de la fama, la que permite estar presente en los saraos político-culturales, puede ser determinante para que tal o cual complaciente ensayista, escritor o autor de canciones con alusiones a las hambrunas del planeta, a los estragos del desamor o a los de la guerra, acabe obteniendo algún beneficio o algún reconocimiento de su talento y su estatura personal.

No abundan los rechazos a estos actos y sí, en cambio, los apaños y claudicaciones frente a las solicitudes de un poder que a cambio de estas «figuraciones» no suele exigir ninguna concesión aparente, ni una traición declarada a los ideales de cada uno. Salvo, repetimos, la obligación de salir en «esa» foto, de estirar la mano para recibir tal o cual premio o medalla, pronunciar a veces unas palabras de agradecimiento y si se tercia, conversar civilizadamente con los representantes del Gobierno y, en alguna ocasión, hasta con un miembro de la familia Real.

Valga esta introducción en referencia a un acto presidido por la ministra de Cultura González Sinde y la presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre, que tuvo lugar el 24 de noviembre pasado en el Salón de los Borbones del Palacio del Pardo, durante el cual el rey Juan Carlos entregó las «Medallas de Oro del Mérito en las Bellas Artes 2010».

Entre los asistentes, que podríamos calificar de «crema de la intelectualidad», figuraban -hábilmente mezclados y dosificados por los organizadores- figuras y celebridades en el campo del pensamiento, la actividad artística y la política. Ocurrencia ingeniosa pues, la de mezclar a los representantes del gobierno, de la monarquía, de la farándula nacional con algún miembro de la izquierda radical como Cayo Lara, coordinador general de Izquierda Unida; con una conocida víctima de los calabozos franquistas (Marcos Ana); con figuras de la canción (David Bisbal, Alejandro Sanz. María del Mar Bonet, Amancio Prada); del cine (Marisa Paredes, Fernando León); del humor gráfico y la sátira social (Antonio Fraguas, «Forges»); del toreo (Joselito). Y finalmente, subiendo por el escalafón social e institucional, con la baronesa Carmen Thyssen y el fiscal general del Estado Cándido Conde-Pumpido.

Los presentes no tenían más que una obligación: oír al rey decirles «que es el momento de apostar por la esperanza y por la capacidad de los creadores para orientar el esfuerzo colectivo de los españoles para la salida de una crisis». Y al final del discurso regio, con los ciento cincuenta asistentes al acto, darse de abrazos, collejas y apretones de manos. Y, por último, desfilar ante los monarcas, comprometiéndose a agitar y expandir «ese aire fresco y esa alegría de la que tan necesitados estamos en estos tiempos tormentosos» (palabras del rey Juan Carlos).

Fernando Savater y Fernando Sánchez Dragó unidos contra el 15M

Eran probablemente otros los tiempos aquellos en que los vascos se habían reblandecido y, para poder seguir viviendo, tenían que rendir pleitesía a la Corona. Al parecer algunos de ellos eran, en período de fiestas, reclamados por la Corte y «codiciados por ser dicharacheros y por su castellano al revés».

Algún descendiente de esos titiriteros, debió llegar -saltando por encima de los siglos- hasta nuestros días. Estoy pensando en Francisco Savater, que en su juventud fue un hombre de afanes e ideas progresistas, por no decir radicales, que le llevaron a identificarse con las ideas anarquistas y a escribir en una revista como «EL Viejo Topo». Su evolución ideológica posterior ha merecido, entre otros, este juicio de un lector del diario Público:

«Es alguien que se ha hecho imprescindible en los corrillos del poder con su monocultivo anti-etarra, su defensa del castellano y su apoyo al negocio de la tauromaquia».

Hay que recordar que Savater, erigido hoy en censor del movimiento del 15M, destacó en sus primeras obras por su interés en acercar la filosofía a los jóvenes. Enraizado en un País Vasco sometido a la violencia de ETA y a la violencia institucional del Estado español, no se limitó a denunciar la acción de esta organización, sino que se convirtió en uno de los protagonistas de la lucha contra el nacionalismo y el progresismo vascos. Hasta declararse abiertamente defensor de la Constitución neofranquista, del Estatuto de Guernica y de la unidad del Estado español. Posturas que le valieron de ser tachado por los vascos de «nacionalista de signo contrario, españolista y centralista» y de «escudero de Rosa Díez, Rosita la Fantástica», la líder de UP y D, el submarino derechista de los dos partidos mayoritarios.

Su acomodamiento y deriva derechista le valieron también este otro juicio de un lector:

«Es el prototipo del intelectual del pesebre cuya evolución es contraria a la de las especies, pues no es para mejorarla, sino para el retroceso. Filósofo acomodado en la poltrona. Ya sabemos con quien estás. Es decir, con el Poder».

Una de las intervenciones de Savater más celebradas por la derecha, fue la referida a su crítica del movimiento del 15M al que calificó, despectivamente, de «hatajo de mastuerzos».

«El 15M, afirmó, me ha servido de tontómetro. Debían de ser desalojados, y nada más. No representan a nadie, ni tienen porqué ser más escuchados que los demás».

No le fue a la zaga, a la hora de soltar andanadas contra el 15M, el conocido escritor y polemista Fernando Sánchez Dragó, especialista en el duro oficio de llamar la atención permanentemente con su nombrilismo, sus desbarres y provocaciones puestas al servicio de la derecha más rancia y reaccionaria.

La trayectoria de Sánchez Dragó, como la de Savater, es ejemplarizante de la de esos intelectuales especialistas en el salto hacia atrás y los giros ideológicos. Véase si no: de miembro del Partido Comunista en su juventud, pasó después a un flirteo con el anarquismo. Para acabar defendiendo, tras sus andanzas planetarias, el individualismo a ultranza, el liberalismo heterodoxo, mezclado con el espiritualismo oriental, la defensa del mercado y de la propiedad privada y el rechazo al igualitarismo.

En 1978, en plena crisis de una progresía «desencantada» por la llegada de una «democracia pactada», Sánchez-Dragó causó sensación con «Gárgoris y Hábidis. Una historia mágica de España» (Premio Nacional de Ensayo en 1979), obra que le valió un principio de celebridad y le aseguró la publicación posterior de una obra abundante basada en un fondo inagotable: el del relato de su propia vida. Sin dejar por ello de desarrollar simultáneamente en la prensa, la radio y la televisión, su estilo punzante, aparentemente anticonformista, puesto al servicio de una derecha que buscaba un polemista como él, izquierdista arrepentido.

Los «rojos» de siempre, resucitados hoy dentro de un movimiento como el 15M, le han permitido a Sánchez-Dragó, para gozo y regocijo de sus comendatarios, lanzar algún que otro exabrupto digno de pasar a la posteridad. Como por ejemplo:

– El anciano y viejo luchador Stéphane Hessel, autor del libro «Indignaos», que prendió la mecha de la contestación en el seno de nuestra juventud, según Dragó, «es un memo»,

– «El 15M tiene rasgos que recuerdan a Hitler, a Mussolini y a Franco»,

– Los participantes en ese movimiento «son llorones mal criados. No han entendido que la libertad es incompatible con la igualdad»,

– Franco fue un gobernante autoritario, no totalitario. Si no te metías (durante la dictadura) en política, te dejaban en paz»,

– «El asambleísmo del 15M es peligrosísimo».

Y el colofón:

– «El fin del mundo ha llegado y no hay salvación».

Vamos a concluir esta semblanza de dos intelectuales de la derecha, antiguos hombres de izquierda, con este comentario de un lector: «Qué mala vejez están teniendo los seudo-progres de los año 70, cuando se han dado cuenta de que lo suyo era el dólar y la dominación sexual de las masas».

No debemos pasar tampoco por alto algunos juicios vertidos desde la orilla opuesta. Como este de un lector que expresa gráficamente (y de forma un poco inquietante) su admiración por Dragó: «Alguien que les da caña por fin a estos izquierdistas de mierda». Y este otro sobre Savater: «Qué razón tenía cuando dijo del 15M que eran un hatajo de mastuerzos, que quieren oponerse a la voluntad popular y que por lo tanto debían ser desalojados y nada más. (…) Enhorabuena a las fuerzas de seguridad».

Portavoces de la extrema derecha

De entre la fauna variopinta de nuestra Caverna Nacional, podemos destacar a algunos escritores e intelectuales que utilizando la radio, la prensa, la televisión e Internet -llevan años difundiendo ideas de extrema derecha, por no decir pre-fascistas o fascistas: sobre la actualidad «española» y sus protagonistas por un lado. Y, por el otro, sobre los orígenes de nuestra guerra y el régimen implantado por los vencedores.

Nos referiremos a dos de los adalides de esta corriente de opinión, cuya influencia sobre un sector importante de la población es innegable. Su especialidad: atizar y denostar tanto a los representantes de la izquierda más tibia o más radical, como a los de la derecha institucional, juzgada por ellos inoperante, corrompida e incapaz de defender sus ideales. Varios de ellos siguieron la vía, relativamente corriente, de empezar militando en la izquierda más radical, para acabar por sumergirse en las aguas tibias de uno de los dos partidos mayoritarios, o convirtiéndose en epígonos de la derecha cavernaria y antidemocrática.

Es el caso de Pio Moa, que militó primero en el Partido Comunista, para fundar más tarde los GRAPO (Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre), brazo armado del PCE (r), una organización ultraizquierdista, desmantelada varias veces por la policía y sospechosamente resucitada en otras tantas ocasiones. Moa es hoy un respetado y prolífico escritor, empeñado en una rehabilitación póstuma del franquismo y autor de obras de amplia difusión (150.000 ejemplares vendidos de su libro «Los mitos de la guerra civil»). Moa reescribe con éxito, a su manera, la historia de esa guerra, desde un punto de vista revisionista y fascistoide, con afirmaciones y frases de este tipo: «El Frente Popular dejó un legado de devastación, intelectual, moral y político». «El franquismo experimentó una evolución democratizante». Y esta otra: «Franco no aniquiló a los rojos. Los escarmentó». O «La homosexualidad es una tara».

Otro ídolo de la Caverna es César Vidal, escritor de ideología ultraderechista, autor de más de 60 publicaciones en campos tan variados como el periodismo, el ensayo, la novela y el libro de divulgación histórica. No tuvo reparos, por ejemplo, en presentarse a sí mismo en la Universidad con esta frase: «Soy César Vidal. Creo en Dios y en Franco. Y escribo libros que solo los fachas leen».

Habría que añadir a Pío Moa y César Vidal dos periodistas, Alfonso Ussía y Federico Jiménez Losantos. Alguien los calificó, a causa de la mixtura violenta y venenosa en la que mojan sus plumas, de «talibanes de la información». Losantos, por no faltar a la regla, tiene tras él un pasado de izquierdista radical: militó durante el franquismo en «Bandera roja» (maoísta), y transitó después por el PSUC (comunista). Una de sus banderas preferidas es la defensa a ultranza de la España-nación, amenazada por los nacionalismos periféricos. Es capaz de hacer vibrar a sus lectores – que leen ávidamente sus artículos, escuchan electrizados sus filípicas y compran por miles sus libros -acusando, entre otras cosas, al PSOE de «ser el partido de ETA», de «querer reducir a cenizas por diversos medios la Constitución de 1978», y a los fiscales de «ser los abogados de ETA».

El Pan Bimbo y el derecho a la felicidad

Nuestros intelectuales de izquierdas no son, evidentemente, unos defensores beligerantes del orden establecido. El poder, sea cual sea su encarnación y objetivos, los necesita. Tiene, en consecuencia, muchas y muy variadas maneras de neutralizarlos y de utilizarlos. Alentando su vanidad y su egocentrismo, o invitándolos por ejemplo a los saraos oficiales y entregas de premios como el que hemos descrito al principio de este artículo. En esos lugares pueden, a la vista del público, dar fe de que su ideología progresista o su republicanismo intachable no les impedirá aceptar tal o cual pergamino, tal o cual medalla recibidos de un ministro, de manos del heredero a la Corona y, en ocasiones, del propio monarca.

También podemos citar casos, más numerosos de lo podríamos pensar, en los que la denuncia (desde ciertas tribunas, en revistas especializadas, o desde la propia Universidad), de la sociedad de consumo y de la televisión como instrumentos de adocenamiento y sumisión de los espíritus, no es incompatible con alguna que otra concesión a los imperativos de la publicidad y del mercado.

Para ilustrar esta afirmación, citaremos dos casos recientes. Hace poco descubrimos sorprendidos, desplegada a todo color en los paneles publicitarios de las paradas de los autobuses madrileños, la imagen de un conocido y prestigioso vulgarizador científico, animador en la televisión de una emisión semanal de gran éxito, «Redes», ensalzando las excelencias de una marca de bollería, el PAN BIMBO. Nos referimos a Eduardo Punset, jurista, escritor, abogado, economista y comunicador. Hombre de reconocido prestigio mediático y científico, que fue miembro del Partido Comunista durante su carrera universitaria, transitó después por UCD, tuvo cargos políticos de cierta importancia, y se convirtió en comunicador y autor renombrado de de libros de divulgación científica. Para acabar asegurándonos, desde esos paneles y desde su altura intelectual y bien ganada popularidad, que «EL PAN BIMBO ES 100 % NATURAL».

El segundo caso, no menos sorprendente, es el de los psicólogos, científicos, escritores y profesores de Universidad participantes (junto a Eduardo Punset) en una emisión de la Segunda Cadena que desde el principio provocó nuestro interés y curiosidad. Su título: «LA FELICIDAD EN CUATRO MINUTOS». A diario, durante unos cortos instantes, se alternaban en la pantalla imágenes sobre el tema de la felicidad, avaladas por los comentarios y opiniones de prestigiosos intelectuales. Mezcladas a su vez con anécdotas de transeúntes entrevistados en la calle, que contaban sus experiencias personales y enriquecían nuestra visión de lo que puede y debería ser la felicidad en tiempos duros como los presentes.

La explicación de que nuestra aburrida, vulgar y pedestre televisión se haya interesado de pronto por un tema relevante como este, nos fue brindada al cabo de unos cuantos días. Se trataba en realidad de una emisión imaginada y patrocinada por un denominado «INSTITUTO COCA-COLA DE LA FELICIDAD». Es muy probable, o casi seguro, de que tanto el PAN BIMBO como esa prestigiosa firma de bebidas gaseosas, hayan remunerado convenientemente a las personalidades que les prestaron, ocasionalmente, su imagen, su prestigio y su nombre.

No se trata de criticar o de demonizar tal o cual profesor o filósofo de renombre. Sobre todo si se tiene en cuenta la dureza de los tiempos actuales. Pero sí cabe recordarles que su contribución a la difusión de la idea de Felicidad y de las bondades presumidas del PAN BIMBO, responde a una ley imperiosa: la del mercado. De ahora en adelante podemos estar seguros de que no solo los futbolistas, los artistas de cine, las tonadilleras y los corredores de Fórmula 1, serán solicitados por las grandes firmas nacionales e internacionales para vender sus productos. Tendrán que entrar en competición con los científicos, los sociólogos, los analistas, los inventores y los filósofos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.