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La continuidad de su simiente

Fuentes: Rebelión

«La revolución que trajo el pueblo, del brazo de Fidel Castro, es tan cubana como la Sierra Maestra, tan americana como los Andes y tan universal como los cimeros valores humanos que encarna». Raúl Roa García. El Canciller de la Dignidad. Lo primero que ignoran quienes agreden a la nación cubana es su patrimonio moral. […]

«La revolución que trajo el pueblo, del brazo de Fidel Castro, es tan cubana como la Sierra Maestra, tan americana como los Andes y tan universal como los cimeros valores humanos que encarna».
Raúl Roa García. El Canciller de la Dignidad.

Lo primero que ignoran quienes agreden a la nación cubana es su patrimonio moral. Creció con fuerza de sus padres pensadores (José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, y José Martí) en tiempos ancestrales y definitorios que aportaron el legado ético asentado en el hacer contemporáneo. Desde esa impronta histórica toman cuerpo las ideas de hoy defensoras de una soberanía legítima e incuestionable, ganada en muchas lides para corresponder al que sigue siendo un empeño popular mayoritario.

Con desconocimiento unos y apetencia insatisfecha otros se reproducen los ecos de actuaciones más condenables por promulgar bloqueos y financiar la compra de voluntades para el trabajo sucio. Durante más de cinco décadas dinero público y norteamericano desencadena sabotajes, campañas y escaramuzas planificadas en el escenario habitual del sur de la Florida con el visto bueno de las instituciones gubernamentales. Sus proyectos llegan a la oficina de intereses de Washington en La Habana donde se cocinan las actuaciones desestabilizadoras pero infructuosas en su estrategia. La disposición a desempeñar los roles de un guión espurio es exigua. Sus autores no alcanzan a comprender la entrega secular del alma criolla al preservar el ideario de sus próceres. Le basta para ello una frase martiana: «Sólo los enemigos de la independencia pueden estar con los que no la traigan en su corazón».

Las reacciones en Cuba no lo son por claveles rojos ni ropajes blancos sino por las instrucciones que cumplen damas y caballeros que se han apartado de su condición al prestarse a intereses foráneos. La cuestión no es su disidencia sino su probado contubernio con los hostigadores del pueblo cubano. Lo hacen por prepotencia hegemónica e intentando barrer con la fuerza lo que ha construido la vocación social del estado. No es en vano la intransigencia ciudadana allí donde se intentan menoscabar sus honores conquistados. No es de extrañar que los defiendan en bloque y respondan en sus calles y también en las redes.

El ajetreo de las ideas va desentrañando las verdades. Las flotillas liberadoras que parten de Miami hasta las fronteras con la isla quedan en lo que son chalupas trasnochadas y sus fuegos artificiosos son tan fatuos como los titulares al margen de la realidad. La enajenación de cierta prensa sobre Cuba la convierte en reflejo de lo que no es objetividad, de lo que no es libertad de expresión, de lo que no es periodismo. Sus manipulaciones son más disparatadas que ofensivas. En consecuencia no logran trascender y concitan el descrédito. Los grandes medios ya no lo son tanto y por actuación propia a partir de lo que publican o dejan de publicar. En el caso cubano desoyen el sentir de la mayoría, saturan con quienes hablan en nombre de un pueblo que no les ha concedido tal mandato. Alimentar la información sobre Cuba con deformaciones quedará en una retaguardia mediocre. Ya es visible la proliferación de otras voces que van consolidándose en los espacios propios concedidos por las nuevas tecnologías. Su visión es la de una estirpe con el empeño de darle continuidad a su simiente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.