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La crisis de Catar o el último intento de debilitar el «eje de la resistencia» contra Israel

Fuentes: CEPRID

El «eje de la resistencia» contra Israel (Irán, Siria, Hizbulá y algunas organizaciones palestinas) es el gran objetivo que se esconde detrás de la ruptura de relaciones diplomáticas y el bloqueo impuesto por varios países árabes y musulmanes contra Qatar. Para ser exactos, es el último y desesperado intento por evitar el único escollo que […]

El «eje de la resistencia» contra Israel (Irán, Siria, Hizbulá y algunas organizaciones palestinas) es el gran objetivo que se esconde detrás de la ruptura de relaciones diplomáticas y el bloqueo impuesto por varios países árabes y musulmanes contra Qatar. Para ser exactos, es el último y desesperado intento por evitar el único escollo que tienen hoy la mayoría de países árabes -especialmente los del Golfo Pérsico- para normalizar las relaciones con Israel y que no se les eche encima su propia población.

Fue el viaje de Trump a Oriente Próximo quien puso en marcha toda esta estrategia con su discurso en Arabia Saudita: «crear un bloque militar que libre una guerra» contra el llamado Estado Islámico y que, al mismo tiempo, «desafíe enérgicamente la creciente influencia regional» de Irán. Es el discurso de siempre, más acentuado desde que el considerado «Estado profundo» de EEUU ha logrado doblegar a un presidente errático como pocos y que en su campaña electoral había prometido que EEUU no se iba a involucrar más en derrocar gobiernos. Por lo tanto, no tiene nada de extraño que añadiese: «el gobierno de ese país [Irán] tiene que seguir aislado hasta que tenga un régimen diferente».

Si había algún atisbo de una nueva política de EEUU en Oriente Próximo este comentario se lo llevó por los aires puesto que estas palabras fueron pronunciadas apenas una semana después de que se celebrasen las elecciones en Irán (elecciones que no hay en Arabia Saudita, por ejemplo) y en las que venció el actual presidente, Rohaní, y el movimiento que lo apoya se hizo con la mayoría de escaños en el parlamento. No hace falta decir que Rohaní siempre se ha caracterizado por abogar por un acercamiento a Occidente, por lo que comentarios como ese de Trump cerraba vías y obligaba a Irán a fortalecer su alianza con Rusia, con China y a abrir nuevas vías con otros aliados de los dos países anteriores como Turquía. Con este último país, y sólo cuatro días después de ese discurso de Trump, Irán firmó un acuerdo para profundizar la cooperación bilateral, especialmente el comercio y el sector bancario que prevé septuplicar el montante comercial en seis años, de los 4.000 millones de dólares en la actualidad a los 30.000 millones para el 2023.

Y tampoco hace falta decir que ese discurso sonó de maravilla en los oídos sauditas, que rápidamente aceleraron su campaña sectaria anti-shií entendiendo que tenían vía libre para ello.

El discurso de Trump no era nada del otro mundo puesto que ya en la campaña electoral había dicho que había que desconocer el acuerdo firmado por su predecesor, Obama, sobre el programa nuclear de Irán. Esta es la única cosa de las que prometió que sí ha mantenido en los meses que lleva como presidente. Dado que no puede enfrentarse a medio mundo (China, Rusia, Gran Bretaña, Francia y Alemania, que fueron los otros firmantes del acuerdo con Irán) lo que ha hecho -hasta el nuevo paso dado en su visita a Arabia Saudita- ha sido continuar congelando los fondos iraníes que hay en los bancos estadounidenses con la excusa de que las pruebas de misiles que realiza Irán se lo autoriza puesto que uno de sus puntos estipula las sanciones se mantendrán durante cinco años en el caso de las armas (hasta 2021) y durante ocho en el caso de los misiles balísticos (hasta 2024). Irán prueba armas, aunque sean defensivas, luego las sanciones se mantienen y se amplían, como acaba de hacer el Congreso estadounidense el pasado 15 de junio.

Trump eligió el lugar ideal para esta campaña: en Riad y en unos momentos en los que los países del Golfo están contra las cuerdas tanto por su discurso contra el terrorismo del llamado Estado Islámico como por la derrota de sus patrocinados en Siria. Tampoco se puede decir que EEUU esté triunfando en Siria, precisamente. Por lo tanto, era el momento oportuno para que todos dirigiesen la atención hacia Irán y, sobre todo, a lo que se conoce como «el eje de la resistencia» contra Israel (el propio Irán, Siria, Hizbulá y alguna que otra organización palestina).

Esto hay que explicarlo. Dado que una guerra contra Irán no es posible hoy por hoy, y no queda mucho más tiempo para ella puesto que el año que viene Irán será miembro de pleno derecho de la Organización de Cooperación de Shanghai (de la que forman parte China y Rusia, entre otros países), hay que empezar con los eslabones más débiles de ese «eje de la resistencia». Siria ha sido el gran objetivo, y aquí hay que recordar que desde los principios de la guerra en Siria, la «contra» amparada y financiada por Occidente (tanto con armas como con dinero) siempre dijo que una vez derrocado Bashar al-Assad, y se daba un plazo de seis meses para ello, la «nueva Siria» anunciaría la ruptura con Irán, con Hizbulá y normalizaría relaciones con Israel pese a que este país mantiene ocupada una franja de tierra siria como son los Altos del Golán, entre otras medidas (1). No han pasado seis meses, sino seis años y el gobierno sirio está ganando la guerra en todos los terrenos -político, económico y militar- por lo que la derrota de las fuerzas patrocinadas por los países del Golfo y por EEUU (con la excepción de los kurdos) ha hecho girar el punto de mira hacia los actores no estatales que forman parte de ese eje: Hizbulá y Hamás porque se los considera los eslabones más débiles. Lo que se consideraba no hace mucho tiempo piezas pequeñas (aunque esto hay que matizarlo, y mucho, en el caso de Hizbulá) pasan ahora a ser las más apetecidas.

Por eso Trump en Arabia Saudita incluyó a Hizbulá en su discurso y un día más tarde, en Israel, hizo lo mismo con Hamás. Calificó a ambas organizaciones como «las grandes amenazas a combatir» junto a Irán. Música celestial para los oídos sauditas e israelíes.

¿Quién marca la estrategia a quién?

La pregunta que hay que hacerse es si es EEUU quien está marcando la estrategia o es Arabia Saudita. Y la respuesta no es fácil, aunque da toda la impresión que son los sauditas quienes llevan la voz cantante. Sobre todo si se tiene en cuenta que Arabia Saudita, Kuwait, Bahréin, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos plantearon a Trump, durante su visita a Riad, que estaban dispuestos a normalizar las relaciones con Israel (con las relaciones comerciales y el permiso para que los aviones israelíes puedan sobrevolar estos países árabes como primer paso) a cambio de la reanudación de las conversaciones con los palestinos y de mantener el aislamiento e Irán. No es una propuesta novedosa, puesto que algo así ya plantearon en su famoso plan de paz de 2002 y que se vieron obligados a retomar en 2006 justo después de la derrota de Israel a manos de Hizbulá.

Esta organización ha pasado en este tiempo de héroe a villano. De héroe al derrotar a Israel en dos ocasiones -años 2000 y 2006, lo que no ha logrado ningún gobierno árabe- ha pasado a villano por su apoyo al gobierno sirio en la guerra. Todos los gobiernos árabes, que tuvieron sudores fríos con la popularidad de Hizbulá al derrotar a Israel, desataron una guerra sectaria anti shií -contra esta organización, sobre todo- que ha sido hasta ahora verbal pero muestran que están dispuestos a va a dar un paso definitivo: la guerra abierta.

Ya se han dado pasos intermedios como la declaración de «organización terrorista» por la mayor parte de los países del Golfo (pero no Siria, Líbano, Irak y Argelia, y otros dudosos como Túnez y Egipto, aunque este último acaba de sumarse al juego saudita rompiendo relaciones con Qatar) y luego la aprobación de sanciones para intentar secar sus recursos financieros. En estos momentos también EEUU está estudiando la posibilidad de incrementar sus sanciones a los bancos que acojan cuentas de Hizbulá, con lo que la amenaza al sistema bancario libanés por ejemplo, es evidente y le abocaría a una muy difícil situación que puede arrastrar consigo a todo el país.

Hay intelectuales árabes que mantienen esta misma tesis. Uno de los más destacados es Abdel Bari Atwan, el defenestrado editor del que fuera el más prestigioso medio árabe, Al-Quds Al-Arabi, que mantiene que todo lo que estamos viendo «no es más que una cortina de humo destinada a allanar el camino, o conferir legitimidad a una guerra diferente: eliminar la resistencia a Israel en la región, y en concreto el movimiento libanés Hizbulá» (2). Atwan fue defenestrado por mantener que los países árabes que habían apostado todo por la «contra» siria (3) no habían tenido en cuenta dos cosas: la capacidad de resistencia del gobierno sirio, a quien apoyaba una parte importante de los sunníes, y su alianza con Rusia. Ese discurso chirriaba en un medio que día tras día destilaba odio sectario y terminó pasándole factura.

La visita de Trump a Riad y todo lo que en ella y alrededor de ella ocurrió tenía como finalidad transmitir un claro mensaje: Israel no es el enemigo, sino el shiísmo. Y, sobre todo, el «eje de la resistencia» puesto que con la ya clara victoria del gobierno sirio y la derrota de la «contra» ha pasado a ser de forma abierta el enemigo común de sauditas e israelíes. Una de las justificaciones de Arabia Saudita para apoyar financiera y militarmente a sus patrocinados en Siria ha sido la de «evitar que las zonas liberadas caigan bajo el control de Hizbulá, Irán o el régimen» (4). Ya apenas quedan zonas bajo el control de la «contra» siria y las que se mantienen es en virtud del acuerdo que alcanzaron Rusia, Irán y Turquía en las conversaciones de Astaná a finales de diciembre del año pasado (5). Y, desde luego, no serán permanentes. Por lo tanto, el fortalecimiento del «eje de la resistencia» es considerado como una amenaza directa para Arabia Saudita e Israel y por eso están haciendo causa común. Sauditas e israelíes lo han reconocido de forma abierta, especialmente el ministro de Defensa sionista al afirmar enfáticamente que en lo que respecta a Irán, Siria, Hizbulá y Hamás «todos estamos [lo que él llama países sunníes moderados (sic) e Israel] en el mismo barco» (6).

Para que no apareciese así de una forma nítida, es decir, que Israel no es enemigo, Arabia Saudita preparó el terreno a conciencia. Invitó a 50 países árabes y musulmanes a Riad las mismas fechas en las que Trump iba a visitar el país y logró que todo ello se plasmase en un documento que ha sido considerado el origen de «la OTAN árabe» (en realidad, la «OTAN sunní») y que todo él no es sino un inmenso engaño. Primero, porque varios de los países cuya firma aparecía se desvincularon desde el primer momento del mismo al considerarse «engañados» por el primer ministro saudita puesto que en ningún momento de la invitación que se les hizo aparecía esa posibilidad de elaborar documento alguno y menos amenazando a países y organizaciones. Es lo que dijeron expresamente Argelia, Líbano e Irak. Otros, como Senegal y Pakistán, no utilizaron la palabra «engaño» pero sí manifestaron su disconformidad con la forma en que se había pergeñado todo. Pakistán finalmente decidió también retirar su firma. Segundo, porque aunque el documento haya sido adoptado por el resto de participantes nacía muerto y más cuando pocos días más tarde uno de los firmantes, Qatar, era sometido a un bloqueo por parte de varios de esos países.

Se desvanecía así, en menos de una semana, la «OTAN sunní» si es que alguna vez esa idea fue tomada en serio. Y es algo casi consustancial con el mundo árabe e islámico, donde la práctica totalidad de sus estructuras multilaterales se han saldado con fracasos y han pasado al olvido. Es lo que ha ocurrido con el Pacto Conjunto de la Defensa de la Liga Árabe, la Organización de Defensa del Oriente Medio, y el propio Consejo de Cooperación del Golfo. Todos los pactos y acuerdos suscritos hasta ahora han sido inútiles y la «OTAN sunní» o iba a ser menos.

La chispa

La chispa que ha hecho saltar por los aires toda esta fantasía ha sido, precisamente, la inclusión de Hamás en la lista de «amenazas a combatir» y, por extensión, la de los Hermanos Musulmanes, movimiento en el que se integra esta organización palestina y del que Qatar es uno de sus impulsores y patrocinadores.

Atención al lenguaje utilizado, que nunca es inocente, por Qatar y que ha sido lo que a la postre le ha costado el bloqueo y la ruptura de relaciones: «Qatar no va a etiquetar como organización terrorista a los Hermanos Musulmanes porque no representa ninguna amenaza para la seguridad de Qatar, es una oposición política y sólo se les prohíbe que utilicen nuestro territorio como plataforma para atacar a sus propios países» (sic).

¿Qué hay de raro en él, puesto que es el mismo, exactamente el mismo lenguaje que está utilizando Occidente para mantener su apoyo a la «contra» siria, por ejemplo? Nada. La diferencia es qué papel juega para Occidente una u otra organización. La mafia kosovar fue considerada un «ejército de liberación» -lo mismo que la «contra» siria- porque combatían a los serbios (y había que acabar de destrozar lo poco que quedaba de la ex Yugoslavia) mientras que las FARC colombianas fueron consideradas una organización terrorista sólo porque amenazaban los intereses económicos y políticos occidentales y estadounidenses (como el ALCA, por ejemplo, que si no salió adelante fue, entre una de sus principales razones, por las FARC). Lo mismo vale para Hizbulá (que ha derrotado a Israel en dos ocasiones) o para las organizaciones palestinas que se oponen a la ocupación de su tierra (sancionada y avalada por el muy democrático Occidente). Así que por una vez hemos oído con claridad y rotundidad cuáles son los baremos (y valores) sobre los que miden todas las cosas los occidentales y quienes se consideran sus amigos, aliados o vasallos. Sin embargo, eso no le ha servido a Qatar para nada puesto que de inmediato se le impuso la ruptura de relaciones diplomáticas y un bloqueo económico.

En esas estamos. Ya no se guardan ni las formas y ni siquiera los plazos. La oferta que los países árabes hicieron a Trump en Riad se ha puesto en marcha sin que Israel haya dado ni un solo paso para reiniciar las negociaciones con los palestinos. Arabia Saudita ya está hablando con Israel para establecer relaciones comerciales. Hace unos años, casi unos meses, los árabes todavía decían que les gustaría hacerlo, pero que quedaba Palestina como escollo por resolver. Ahora ya no quieren saber nada de nada de Palestina y lo dicen abiertamente. Palestina ya no es para ellos ni siquiera un grano en el culo que les impide sentarse con comodidad al lado de Israel. Palestina es, para los estos árabes, una historia del pasado.

Toda esta aceleración tiene una razón clara, sobre todo en el caso de Arabia Saudita, y es el miedo. Por eso utilizó el engaño para lograr su documento contra Irán y el «eje de la resistencia». Y ese miedo se acrecienta con la más que previsible incorporación de Irán a la Organización de Cooperación de Shanghái. Es el último, y desesperado intento, por debilitar o derrotar al «eje de la resistencia» porque el tiempo se termina para la casa Saud y el resto. Y se termina a la misma velocidad que se desarrolla la guerra de Siria, que tienen perdida y sólo los EEUU impiden, por el momento, que se establezca el tan temido corredor shií desde Teherán hasta Damasco (y, por supuesto, Líbano) dado que han intentado hacer de la zona de Al-Tanf (sur de Siria, en la frontera con Irak) el tapón que lo impidiese. Aunque se está demostrando como un intento vano, puesto que el ejército sirio ha logrado establecer un control directo en otro punto de la frontera con Irak que garantiza dicho corredor, aún no se puede decir que tal estrategia obstruccionista haya fracasado del todo. Es lo más probable, desde luego, y el tiempo no corre a su favor sino todo lo contrario. De ahí que hayan buscado una huida hacia delante con Qatar como excusa.

El bloqueo contra Qatar dura ya dos semanas y todavía no está claro si el emirato volverá al redil puesto que aunque mantiene su apoyo a los Hermanos Musulmanes sí ha expulsado de su territorio a los dirigentes de Hamás. Lo que sí está cada vez más claro es que los palestinos están mucho más solos cada día que pasa. Son claramente el eslabón más débil del «eje de la resistencia» y los más fáciles de derrotar.

Así es como hay que interpretar todo lo que está ocurriendo en los últimos días, tanto con los acercamientos saudita-israelíes como con reducción del suministro eléctrico a la Franja de Gaza por parte de Israel pero por petición expresa de la mal llamada Autoridad Palestina. Lo que Fatah y la llamada Autoridad Palestina esperan es que el debilitamiento de Hamás se traduzca en un retorno a los «acuerdos de reconciliación», siempre fracasados, pero que ahora pueden tener algo más de recorrido por la debilidad de la organización palestina y fortalecer a Fatah. Eso se traduciría en el triunfo total de Israel y sin coste alguno. Como la normalización de relaciones con el resto de países árabes, especialmente los del Golfo.

No tiene nada de extraño que Israel se felicite por todo ello y que esté apoyando con fuerza a Arabia Saudita dado que no solo se debilita a Hamás y se «deslegitima el terrorismo», sino que entiende que hay algo mucho más importante: «acerca aún más a Arabia Saudita y Egipto a Israel», con lo que se «refuerza la política de Israel en general y la del gobierno en particular» (7) y más en unos momentos en los que los palestinos han intentado, con poco éxito, hacer recordar a los países árabes que llevan 50 años sometidos a una ocupación militar.

Otro caso diferente será Hizbulá puesto que no solo cuenta con su indiscutible afán de resistencia y su férrea organización, sino que gracias a la guerra de Siria ha mejorado su capacidad de combate y ha logrado que un país como Rusia haya firmado varios acuerdos con este movimiento político-militar (8), a quien desde luego no considera «organización terrorista» y ha amenazado con utilizar su veto en el Consejo de Seguridad de la ONU en las dos ocasiones en las que Arabia Saudita, a través de Jordania, ha presentado la propuesta.

Hizbulá es ahora mismo el gran escollo de toda esta estrategia de EEUU, Arabia Saudita e Israel contra el «eje de la resistencia». Puede triunfar en lo que respecta a Palestina, pero fracasará con el resto sin ningún tipo de duda.

Notas:

(1) Alberto Cruz, «Siria: oposición frustrada, injerencia externa y repercusiones en la región»,http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article1333

(2) Abdel Bari Atwan, «Preparación para la guerra contra Hizbulá», http://www.raialyoum.com/?p=677223

(3) Utilizo la denominación de «contra» siria en similitud a la situación que se dio en Nicaragua tras el triunfo del Frente Sandinista. El término «contra» fue utilizado para referirse a los diferentes grupos que se oponían al gobierno del FSLN y que recibían apoyo desde el exterior del país, sobre todo de los EEUU, y a quienes se financió con sueldos y a quien se suministró material militar con el objetivo expreso de derrocar al gobierno sandinista.

(4) https://www.alaraby.co.uk/english/news/2017/2/21/saudi-arabia-ready-to-send-ground-troops-to-syria

(5) Alberto Cruz, «Repercusiones de la liberación de Alepo a nivel interno, de Oriente Próximo y más allá», http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2195

(6) https://www.middleeastmonitor.com/20170606-israels-yaalon-we-sunni-arabs-except-qatar-in-the-same-boat/

(7) http://www.jpost.com/Middle-East/Five-reasons-why-Israel-should-care-about-the-Qatar-crisis-494891

(8) http://elterritoriodellince.blogspot.com.es/2016/11/el-segundo-encuentro-el-primer-acuerdo.html

Alberto Cruz es periodista, politólogo y escritor. Su nuevo libro es «Las brujas de la noche. El 46 Regimiento «Taman» de aviadoras soviéticas en la II Guerra Mundial», editado por La Caída con la colaboración del CEPRID. Los pedidos se pueden hacer a [email protected] o bien a [email protected]. También se puede encontrar en librerías.

Fuente: http://www.nodo50.org/ceprid/spip.php?article2255