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La crisis en la enseñanza

Fuentes: Rebelión

Es como una cadena con los eslabones extremos unidos. Cada uno está unido a otro y, además es precedido por uno anterior. De esta manera se encuentra hoy día nuestra enseñanza. Si asistimos a una clase , ya sea universitaria, en un instituto o en un colegio de primaria, podremos confeccionar una colección de problemas […]

Es como una cadena con los eslabones extremos unidos. Cada uno está unido a otro y, además es precedido por uno anterior. De esta manera se encuentra hoy día nuestra enseñanza.

Si asistimos a una clase , ya sea universitaria, en un instituto o en un colegio de primaria, podremos confeccionar una colección de problemas que atacan por distintos frentes.

Haciendo un esfuerzo, intetaremos poner orden a esta sucesión de males que, en conjunto, reflejan la hecatombe académica que padecemos en nuestros tiempos.

Nuestras calles son auténticos escaparates. Vivimos en un mundo donde todo se vende, siempre tenemos poco, y quien no tiene el último grito es poco más que tonto. Si bien la generación que vio llegar el boom consumista fue capaz de entender algunas cosas -aunque no quisieron poner remedio-, la camada que nace con todo este teatro montado no tiene por qué preguntarse nada, ya que todo forma parte de su realidad natural. No existe una sola esquina donde no haya algo que se pueda adquirir con dinero, y además esta posible venta irá acompañada de un cartel de bonitos colores y deslumbrantes bombillos que llamará toda nuestra atención.

Joven; 18 años; unos tres centros comerciales en su radio más inmediato; vivienda proporcionada por sus padres; gastos vitales satisfechos por estos progenitores; sueldo de unos 400 euros de su trabajo temporal con el que colabora en su casa -en un 50%-, y paga sus gastos, los que hoy llaman «de la edad». Con este panorama, ya hay un importante cúmulo de atractivos que dificultan la atención del joven por algo más que no sea motivo de publicidad. El joven se da cuenta de que si aprovecha el tiempo que emplea en el estudio, en su trabajo, todo el dinero que gane de más podrá gastarlo en aparatos electrónicos en Media Markt, o en CD’s de Carrefour, o en ropa de Springfield. Es una auténtica golosina. Si a esta cantidad de estimulantes -o más bien, antiestimulantes, según la referencia que tomemos-, y bofetadas publicitarias le añadimos el desesperanzador futuro que el joven atisba, ¿qué le puede motivar a estudiar?

En el reflejo de su futuro, que observa en personas de mayor edad, no ve que exista la posibilidad de tener cosas que él aún no tenga: en su situación puede acceder a un coche, ropa, pijaditas de la electrónica más reciente, … ¿qué le falta?, ¿una casa?, pues ya tiene la misma carencia que el adulto, porque ni siquiera éste lo tiene de cara, así que están empatados. Entonces, ¿para qué estudiar? ¿Dónde se premia el «mero» hecho de adquirir conocimiento? ¿Quién da palmadas en la espalda al intelectual?

Si es que todo esto lo estamos fabricando desde el parvulario. En Canarias, los niños aprenden los ríos y sistemas montañosos españoles, que mucho jamás verán con sus ojos. Por contra, salen de la puerta de su casa y no saben cómo se llama el barranco en el que juega a la pelota, ni qué es exactamente ese accidente del terreno. Tenemos una educación que pasa de desarraigada. Nunca está de más conocer lo que existe fuera de nuestras islitas, pero siempre partiendo de una base sólida de conocimiento de nuestra propia realidad. ¿A dónde vamos si no?

Claro, ante esta situación de desinterés por el alumnado, comienzan a aparecer las horribles decepciones de maestros que un día tuvieron vocación. Es precisamente esta consecuencia la más dañina para nuestra educación. Si a estas perjudiciales decepciones docentes, añadimos la cantidad bastante significativa de profesores que se encuentran en el gremio por el placer de ser funcionario y tener tres meses de vacaciones, esto ya no tiene nombre.

Con este círculo donde el alumno no ve estímulos, y por esto, el profesor tampoco los tiene y no es capaz de fomentarlos entre el alumnado… La dependencia de unos con otros, esperando Fulano por Mengano provoca este caos.

Sólo plantearse la realidad provoca estrés. Pero bueno, por suerte tenemos a unos políticos tan asombrosamente eruditos en la materia, que se inventan cambios educacionales de caracter mercantil, como el Plan Bolonia, para rematar la incesante línea de copia de sistema educativos fracasados en el extranjero. Por supuesto, no van a imitar sistemas como el cubano ¡qué indigno!

Canarias Socialista
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