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Carta abierta a Julio Anguita

La crisis y las cuatro patas del PIB

Fuentes: Rebelión

Estimado Julio: Nada hay nada más esperanzador que ver que, ante el infortunio y la injusticia, no solo es posible la pesadumbre y el desánimo, sino también la solidaridad, la reflexión y, sobre todo, la resistencia y la lucha. Por eso puede verse con gusto la hora y media larga del video en el que […]

Estimado Julio:

Nada hay nada más esperanzador que ver que, ante el infortunio y la injusticia, no solo es posible la pesadumbre y el desánimo, sino también la solidaridad, la reflexión y, sobre todo, la resistencia y la lucha. Por eso puede verse con gusto la hora y media larga del video en el que tú y otros miembros de la Acampada Dignidad de Córdoba exponéis vuestras ideas sobre qué hacer frente a la situación de sufrimiento de la población española. Enhorabuena a ti y a todos los que han contribuido a esa acampada.

En ese video, Julio, demuestras ser un excelente docente que sabe exponer con palabras sencillas asuntos complicados. En un cuarto de hora explicas por qué a tu juicio es ilusoria la idea, que propala el gobierno del PP, según la cual habrá crecimiento económico y eso resolverá la crisis, generando puestos de trabajo. Aunque dices muchas cosas que son correctas, a mi juicio en tu diagnóstico general probablemente estás equivocado. Y como de lo se trata es de que la crisis sirva al menos para clarificarnos las ideas, aquí va esta carta para explicar por qué lo creo así.

Dices coloquialmente que el producto interno bruto o PIB «tiene cuatro patas», a saber, consumo, inversión, gasto público y exportaciones netas. El PIB es la suma de esos cuatro componentes y aumentará o disminuirá si la suma es mayor o menor que el año anterior. Algo en lo que están de acuerdo casi todos los economistas, sean o no domesticados (¡qué buena esa expresión tuya!), es que el crecimiento del PIB está inversamente correlacionado con la variación de la tasa de desempleo. Esa correlación inversa entre crecimiento del PIB y variación del desempleo se ha observado repetidamente, los economistas la llaman «ley de Okun», y significa que cuando el PIB crece mucho, el desempleo baja mucho, cuando el PIB crece un poco, el desempleo baja un poco y cuando el PIB no crece o decrece, el desempleo se mantiene o aumenta. Por lo tanto, en general es cierto que, a mayor crecimiento del PIB, mayor disminución del desempleo.

Pero dices, Julio, que el PIB no está creciendo, por lo siguiente. En primer lugar, el consumo está bajando, porque los desempleados consumen poco y los que tienen trabajo tienden a gastar menos, por desconfianza o porque los salarios están también bajando. En segundo lugar, la inversión privada no aumenta, porque no se invierte en mejorar o incrementar la capacidad productiva al no haber perspectivas de que haya más consumo. En tercer lugar, el Estado está recortando el gasto público por todas partes. Y, finalmente, aunque las exportaciones netas han aumentado algo, eso es sobre todo porque han bajado las importaciones y porque las exportaciones son más competitivas, por los bajos salarios que hay en España, que a su vez implican bajo consumo interno. Como los cuatro o al menos tres componentes del PIB están estancados o en retroceso, el PIB está estancado o en contracción. En lo fundamental de todo esto, Julio, creo que llevas razón.

Dices también que no ves ninguna razón para que la situación cambie y el PIB crezca, por lo que, a tu juicio, la única perspectiva es que la crisis se prolongue o se agrave. Ahí es donde creo que puedes estar equivocado.

Porque, ¿cuál es el motor fundamental que mueve la economía capitalista? Marx, que en entender eso daba sopas con onda a los economistas domesticados de ayer y de hoy, explicó que no es la satisfacción de las necesidades materiales de la sociedad, sino la ganancia, el lucro. Eso es lo que mueve el capitalismo y esa ganancia es lo que hace que el capital se movilice y se acumule, generando expansión de la producción. Las épocas de crisis son épocas en las que, en relación al capital total acumulado, la ganancia es escasa. Si se divide la ganancia total producida, por ejemplo en un año, por el total de capital acumulado a comienzos de ese año, se obtiene una tasa de ganancia que es lo que en el lenguaje de los financieros se denomina rentabilidad de las empresas, o rendimiento del capital. Supongamos que llamamos a la ganancia anual G y que en un año dado G son 1000 billones; el capital total invertido, llamémosle C, supongamos que son 8000 billones; entonces la tasa de ganancia o rentabilidad media del capital es G/C = 1000/8000 = 0,125, o sea 12,5%, doce y medio por ciento.

Esa fracción o razón G/C, que es la rentabilidad o tasa de ganancia, puede aumentar si aumenta el numerador (la ganancia) o si disminuye el denominador (el capital). Cuando los salarios bajan, eso tiende a hacer que aumente el numerador G (porque la ganancia es la diferencia entre los ingresos por ventas y los costos, y los costos salariales son un costo importante de todo capital). Pero también puede bajar el denominador C, la masa total de capital, cuando se destruye capital porque quiebran empresas (o bancos, que son empresas también), se devalúan monedas nacionales, se cancelan deudas, se liquidan inventarios, etc. En las crisis económicas generalmente ocurren ambas cosas: bajan los salarios y se destruye capital y así, la rentabilidad aumenta. Por ejemplo, si la ganancia subiera de 1000 a 1200 y el capital total bajara de 8000 a 6000, la rentabilidad subiría casi al doble, 20%. Estas cifras son inventadas, pero no disparatadas. Según estimaciones diversas, en pocos meses cuando comenzó la crisis en el 2008 se volatilizaron entre 6000 y 35.000 billones de dólares en los mercados financieros internacionales (James Rickards, Currency Wars, Penguin, 2012, p. 211; David McNally, Global Slump, PM Press, 2010, p. 13). Por otra parte, hay muchos datos que muestran que los salarios están bajando prácticamente en todos los países.

Marx citó una vez con aprobación al sindicalista inglés Thomas Dunning, quien afirmaba que el capital

«tiene horror a la ausencia de ganancia o a la ganancia demasiado pequeña, como la naturaleza tiene horror al vacío. Conforme aumenta la ganancia, el capital se envalentona. Asegúresele un 10% y acudirá adonde sea; un 20%, y se sentirá ya animado; con un 50%, positivamente temerario; al 100%, es capaz de saltar por encima de todas las leyes humanas; el 300%, y no hay crimen a que no se arriesgue aunque arrostre el patíbulo. Si el tumulto y las riñas suponen ganancia, allí estará el capital encizañándolas.»

Como he intentado mostrar en Rebelión y en otros sitios, las estadísticas indican que las ganancias disminuyeron en los años previos al comienzo de la crisis en el 2008. Igualmente, los datos de todo el siglo XX indican que las economías flojean o se contraen cuando cae la ganancia y se reactivan cuando las ganancias suben. En esa observación coincidieron economistas marxistas y no marxistas como Henryk Grossman, Charles Bettelheim, Victor Perlo, Wesley Mitchell y Arthur Burns. Los economistas domesticados de hoy insisten en que los salarios son demasiado altos y que por eso la economía no es competitiva. En realidad, lo que realmente están diciendo es que es demasiado baja la ganancia. Por eso el capital queda en forma de dinero y no se invierte, con lo que la economía crece poco o se estanca. Cuando la tasa de ganancia se recupera, se suscita inmediatamente inversión, se contratan trabajadores, aumenta la masa salarial, sube la demanda y aumenta el PIB. Y hay una expansión que dura hasta que llega la siguiente crisis.

Las crisis, en las que se multiplica el desempleo y quiebran por docenas o cientos las empresas, sobre todo pequeñas y medianas, son así consustanciales y funcionales al capitalismo. En los periodos de prosperidad en los que «la economía va bien», las luchas salariales y por reformas son escaramuzas en la pugna entre capital y trabajo. En esas luchas parciales los asalariados pueden lograr alguna victoria temporal, pero en las crisis el capital tiene los triunfos en la mano y lleva todas las de ganar en la pugna salarial. Con desempleo masivo, las perspectivas de mejoras salariales se oscurecen y, por lo general, los salarios y las condiciones de trabajo se deterioran. La crisis es «la purga» que permite al capital reanudar su acumulación.

Otra cosa que pareces no tener en cuenta en tu argumentación es que lo que ocurra en España en gran medida tiene mucho que ver con lo que ocurra en otros países. El capital hoy se desplaza fácilmente de unos países a otros y lo que importa no es tanto la rentabilidad en un país u otro, sino la rentabilidad en la economía mundial. Si esa rentabilidad se recupera, la economía española puede encontrarse de pronto, por ejemplo, con mucha mayor demanda para sus productos alimenticios o sus servicios turísticos. En los años sesenta las empresas europeas y norteamericanas invertían en España y millones de españoles iban a trabajar a Alemania y otros países, mientras los europeos, los norteamericanos o los japoneses inundaban nuestros hoteles; en los noventa eran los rumanos, los marroquíes, los chinos o los nigerianos los que venían a trabajar a España y las empresas españolas las que invertían en el extranjero. En años recientes es el capital chino el que se está expandiendo en todo el mundo, los turistas chinos cada vez son más frecuentes en todas partes…

 Decir qué va a ocurrir en concreto en los próximos años es muy difícil. Desde que la crisis comenzó a manifestarse con toda su fuerza en el 2008, la economía de algunos países se ha recuperado algo. Es el caso de Alemania o China, o EEUU en mucha menor medida. Pero en muchas economías europeas, la situación se ha estancado o empeorado incluso. Considerando la economía mundial en conjunto la situación a finales del 2013 es extremadamente dudosa. Pero para estimar qué puede ocurrir en el futuro, la única guía es lo qué ocurrió en el pasado. ¿Hubo crisis en las décadas recientes? Desde luego que sí. Hubo una a mediados de los setenta, de la que se echó la culpa a los precios del petróleo. Luego hubo otras tres crisis, más o menos al comienzo de cada una de las tres décadas siguientes. Por ejemplo a comienzo de los ochenta el desempleo aumentó rápidamente en España hasta llegar a 24% de la población activa, pero en Irlanda llegó a 20% y también aumentó en Italia y en Grecia (ver gráfica). Finalmente llegó la Gran Recesión a finales del 2007 (fue en esas épocas cuando aumentó el desempleo en España y también en otros países). La crisis de comienzos de siglo fue leve en Europa y Norteamérica (en España el paro dejó de bajar y subió un poco, ver gráfica) pero fue muy intensa en muchos países de América Latina y Asia. Cuando la economía argentina se hundió a la vez que el gobierno de De la Rúa y se contrajo a tasas abismales (11% en 2002), muchos pensaban, yo entre ellos, que era casi imposible que saliera del agujero. Estábamos equivocados. En los años siguientes, con salarios fuertemente deprimidos y precios elevados de la soja y otras exportaciones, el PIB argentino creció a tasas vertiginosas de hasta 10%.

Qué ocurrirá concretamente en los próximos años, es imposible saberlo. Nadie tiene una bola de cristal. Si en los tres o cuatro siglos de historia del capitalismo destaca alguna característica, es precisamente su carácter descontrolado, imprevisible y caótico. Sin embargo, haya o no recuperación a corto plazo, lo que es más que dudoso es que, mientras haya capitalismo, las crisis dejen de repetirse en la economía mundial. Explicar por qué es así sale del marco de esta carta, ya demasiado larga. De todas formas, por lo que yo vi y oí, está claro que eso, que el problema no es el gobierno del PP, sino el capitalismo, lo sabían muy bien varios de los compa ñ eros que intervinieron en esa asamblea de la Acampada Dignidad de Córdoba.

Recibe mi solidaridad y un saludo afectuoso.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.