Traducido para Rebelión por LB
Se detecta pánico en Israel. El Ministro de Asuntos Estratégicos, Moshe Ya’alon Boogi, que fungió como Primer Ministro durante la masacre en alta mar de la semana pasada, dijo ayer que «alguien cometió el error de no prever un procedimiento operativo estándar«. Un alto mando del ejército israelí se apresuró a responder: «Si no había un procedimiento operativo estándar, ¿por qué no se ocupó él de que lo hubiera? Él era el primer ministro en funciones y era su responsabilidad«. La criminal de guerra Tzipi Livni también está descontenta con el Gobierno por no asumir sus responsabilidades. Hace dos días presentó una moción de censura en el parlamento israelí.
Al parecer, los israelíes están empezando a culparse unos a otros. Esto puede parecer una evolución positiva, y sin embargo todavía ni un solo israelí está dispuesto a pedir perdón. Según parece, nadie en Israel capta la magnitud de la atrocidad que ocurrió en alta mar. Nadie en Israel comprende el nivel de indignación que su ataque ha provocado en el resto de los países del mundo. En lugar de eso, lo que a los israelíes les preocupa es el fallo de su Hasbara(1), sus errores operativos militares y cuestiones de ese jaez. Hasta ahora siguen sin darse cuenta de que en alta mar han conseguido volver a matar a Cristo.
El asesinato de Cristo se realiza simbólicamente en forma de un asalto a la bondad, de un crimen contra la bondad y la inocencia. La masacre a sangre fría de activistas por la paz en aguas internacionales tiene un efecto muy similar. Se trata de un asalto a la compasión, la justicia y el humanismo. Es un ataque a todo aquello que el cristianismo y el Islam valoran. Por mucho que los israelíes, los sionistas y los neoconservadores se empeñan en difundir el mito falaz de una alianza judeo-cristiana, este último crimen israelí ha dejado claro que el Estado judío no tiene nada en común con el humanismo, el cristianismo o el Islam. Israel, de hecho, se alza en contra de cualquier valor occidental reconocido.
Aunque los israelíes contemporáneos no tengan ninguna vinculación étnica o biológica con los antiguos israelitas, la despiadada ideología se repite otra vez. Dado que el proyecto sionista se define a sí mismo como el renacimiento de la nación israelita bíblica, no debe sorprendernos que con él cobre vida también la mortífera ideología bíblica. Los israelíes la ponen en práctica a diario contra mujeres, niños y ancianos palestinos, y ahora lo acaban de hacer contra un convoy humanitario internacional.
Si queremos comprender lo que sucedió la semana pasada con el movimiento de solidaridad con Palestina, deberíamos empezar a pensar en un cambio radical de conciencia. Esto va más allá de la política, la psicología o la sociología, en realidad implica un cambio espiritual metafísico. Tal como he venido vaticinando desde hace muchos años, comenzamos a ver la esperanza y la liberación a través de los palestinos y de su justa lucha. Entendemos que los palestinos están en la vanguardia de la batalla contra el mal y, obviamente, cerramos filas con ellos como un solo hombre. Curiosamente, los políticos están muy por detrás. Todavía no ahn advertido la conciencia pública que está emergiendo rápidamente en todo el mundo sobre el hecho de que hay algo profundamente enfermo en la sociedad israelí y en sus grupos de presión en todo el mundo. Nuestros políticos probablemente se unirán a nosotros más tarde, cuando el dinero sionista se haya agotado.
Equiparando el asesinato de Cristo con la masacre de la semana pasada en alta mar estamos en condiciones de comprender el fracaso total de la máquina de Hasbara israelí. En lugar de alzarse y admitir que algo salió terriblemente mal en el mar, los funcionarios israelíes volvieron a recurrir a la intoxicación habitual. Los activistas turcos se convirtieron en «odiadores de judíos«, en «terroristas de Al-Qaeda«, y el Marmara Mavi se convirtió en un «barco del odio«. Esta táctica es, por desgracia, demasiado familiar. Ha sido empleada por el judaísmo rabínico durante dos mil años, sobre todo contra la memoria de Cristo.
Sospecho que cristianos y musulmanes se sentirán impactados e indignados al descubrir que Yesh’u (יש»ו), el nombre hebreo de Jesús, es un acrónimo que corresponde a la frase: «Que su nombre y su memoria sean borrados«(2), una maldición empleada para referirse a enemigos difuntos del pueblo judío como Hitler y Stalin. En la cultura hebrea, Jesús, el más amable de todas las personas, el hijo de Dios, es considerado como el archienemigo. Si a Jesús se le mete en el mismo saco que a Hitler, no debería sorprendernos que los funcionarios de la Hasbara israelí insistan en vincular a los activistas por la paz con Al-Qaeda. Al parecer, en la moderna filosofía israelita uno se convierte en un Yesh’u o personaje digno de ser odiado desde el mismo instante en que es alcanzado por el impacto de una bala israelí.
El odio del judaísmo hacia Jesús, tal como queda reflejado por el acrónimo hebreo Yesh’u, resulta bastante revelador en el contexto de la última masacre israelí. En lugar de aceptar su crimen y arrepentirse sinceramente, Israel ha tratado de retratar a los mártires turcos como archienemigos de los judíos. Parece que ese intento ha fracasado por completo. La flotilla Free Gaza se está convirtiendo en un símbolo de esperanza y compasión. El Estado de Israel, mientras tanto, se ha encerrado a sí mismo en un agujero. Estamos ante una trágica profecía autocumplida. Israel ya nunca se recuperará, simplemente no puede.
NOTAS:
(1) Hasbara: Nombre genérico del aparato de propaganda e intoxicación del Estado sionista.
(2) ימח שמו וזכרו
Fuente: http://www.gilad.co.uk/