Traducción del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.
Las sensibilidades respecto a la ciudad y sus santos lugares se exacerban con motivo del encuentro entre el presidente de EEUU y Netanyahu
Puesta de sol sobre la Ciudad Vieja de Jerusalén, en el centro, la mezquita musulmana de la Cúpula de la Roca (23 de enero de 2017)
Descrita a menudo como el foco de máxima tensión en el conflicto israelo-palestino, se espera que Jerusalén se alce con el mayor protagonismo en la reunión que se celebrará el miércoles en Washington entre Donald Trump y el primer ministro de Israel Benjamin Netanhayu.
Es la primera vez que la pareja se reúne frente a frente desde que Trump inauguró su presidencia el pasado mes.
Los dos tienen cuestiones importantes que tratar, incluida la expansión de los asentamientos israelíes y el acuerdo nuclear con Irán. Pero es probable que incluso estos temas se vean ensombrecidos por el debate sobre el Estatuto de Jerusalén.
Las tensiones sobre el futuro de la ciudad son graves, teniendo en cuenta que Trump ha prometido trasladar la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén, una medida que reconocería implícitamente a la ciudad como capital de Israel.
Se ha informado que el elegido de Trump para embajador de EEUU en Israel, David Friedman, un firme defensor de los colonos, tiene la intención de trabajar desde Jerusalén en lugar de en Tel Aviv.
Mientras tanto, el gobierno de Netanyahu ha anunciado el levantamiento de las restricciones a la expansión de asentamientos, confiando al parecer en que no va a tener que enfrentarse a represalia alguna por parte de Washington. El mes pasado, poco después de la toma de posesión de Trump, las autoridades israelíes revelaron sus planes de construir más de 566 nuevas casas en la ocupada Jerusalén Oriental.
Además, los ministros de extrema derecha del gobierno israelí están presionando con toda firmeza para que se proceda a la rápida anexión de Maale Adumim, un enorme asentamiento cercano a Jerusalén que aislaría aún más la ciudad del interior de Cisjordania. Bajo presiones de Netanyahu, se ha aplazado la votación en el gabinete hasta después de su reunión con Trump.
Un paso peligroso
Estos diversos movimientos tienen potencial suficiente como para desencadenar una explosión de ira, tanto entre los palestinos como, a nivel más general, en gran parte de la región.
La sensibilidad que siempre ha rodeado la cuestión de Jerusalén se deriva de su enorme significado político, religioso y simbólico, manifestó Zakaria Odeh, director de la Coalición Cívica, un grupo que cobija a múltiples organizaciones de la sociedad civil palestina en Jerusalén.
«Los palestinos exigen que Jerusalén Oriental sea la capital de su futuro Estado», dijo a Middle East Eye. «Si se les niega, supone el fin de la solución de los dos Estados, de las esperanzas de una autodeterminación palestina y de cualquier proceso de paz. Sería realmente un paso muy peligroso».
Vinculado íntimamente a las cuestiones de la soberanía sobre Jerusalén Oriental está el control palestino de los lugares santos de la ciudad, incluido el sitio que puede ser el más incendiario de todos: la mezquita de al-Aqsa en la Ciudad Vieja. Para los musulmanes, es el lugar al que llegó el Profeta Mohammad tras un milagroso viaje nocturno desde La Meca, para después subir al cielo.
Por ese motivo, cientos de millones de musulmanes de todo el mundo tienen un profundo interés en el destino de Jerusalén.
El control sobre al-Aqsa
El fracaso de las conversaciones de paz a lo largo del último cuarto de siglo se debe en gran medida a la negativa de Israel a conceder Jerusalén Este a los palestinos como capital política, o a darles un control significativo sobre al-Aqsa, dijo Odeh.
Desde que Israel ocupó Jerusalén Oriental en 1967, ha trasladado a más 200.000 colonos judíos a la zona palestina de la ciudad, tratando de aislar a la población palestina de Cisjordania mediante la construcción de un muro de separación.
En una exhibición clara de sus ambiciones territoriales, y en violación del derecho internacional, Israel se anexionó formalmente Jerusalén Oriental en 1980, declarando que la ciudad es su «capital única y eterna».
El gobierno israelí ha restringido sobremanera el acceso de los palestinos a al-Aqsa, al tiempo que proclama sus propias reivindicaciones de soberanía sobre el recinto de la misma, que los judíos denominan Monte del Templo, postulando que la mezquita está construida sobre dos templos judíos destruidos hace mucho tiempo.
La policía israelí supervisa el acceso a al-Aqsa, permitiendo además que allí pueda entrar un número record de judíos ultranacionalistas. Destacados políticos israelíes han exigido que se permita que los judíos recen allí, e incluso algunos han exigido la destrucción de la mezquita.
«Israel lleva colonizando Jerusalén desde hace décadas de forma mucho más agresiva que cualquier otro lugar de los territorios ocupados», dijo Odeh.
Los esfuerzos israelíes para «unificar» Jerusalén han hecho también que la ciudad sea especialmente vulnerable a la violencia, según Aviv Tartasky, investigador de Ir Amim, un grupo israelí que defiende un trato justo para los palestinos en Jerusalén.
«Jerusalén es una ciudad única», dijo a MEE. «Es el único lugar donde tienes a cientos de miles de israelíes y palestinos viviendo en estrecha proximidad y en constante enfrentamiento. Por ese motivo, la ciudad ha sido en gran medida y con mucha frecuencia el foco de la resistencia palestina ante la ocupación».
Manifestantes palestinos quemando un cartel en Rafah que representa a Donald Trump en una manifestación en contra de su promesa de trasladar la embajada de su país a Jerusalén (24 enero 2017 -AFP-)
Traslado de la embajada
Se ha asumido a amplios niveles que Trump, al haber apostado su credibilidad durante la campaña presidencial a la reubicación de la embajada de EEUU en Jerusalén, se mostrará reacio a volverse atrás de su promesa.
Pero en una entrevista publicada el pasado viernes cuando Trump se preparaba para su reunión con Netanyahu, pareció que podía estar pensándoselo mejor.
«Estoy pensando en ello. Estoy informándome sobre la cuestión y ya veremos lo que sucede», dijo al periódico Israel Hayom. «No es una decisión fácil. Se está discutiendo sobre ello desde hace muchos años. Nadie quiere asumir esta decisión y tengo que pensar en ello muy seriamente».
También calificó como «desfavorable» la expansión de los asentamientos.
Es probable que el aparente nerviosismo de Trump sea reflejo de los consejos que está recibiendo de funcionarios del Departamentos de Estado y de jefes de Estado árabes.
Bob Corker, presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, reveló el lunes que Trump tenía originalmente la intención de hacer del traslado de la embajada su primer anuncio como presidente. «Tengo la sensación de que es probable que aún esté intentando llevarlo a cabo», dijo Corker, añadiendo que la administración estaba esperando a ver qué objeciones presentaban los dirigentes árabes.
Según informaciones de los medios israelíes, la inteligencia militar de Israel ha advertido también de la probabilidad de que estalle una violencia generalizada si la embajada se reubica en Jerusalén. Creen que las protestas y enfrentamientos se extenderían velozmente desde Jerusalén Oriental a los palestinos que viven en Israel y Cisjordania y Gaza, así como a espacios árabes y musulmanes más amplios. Los lugares judíos e israelíes de todo el mundo podrían llegar a estar también bajo amenaza de represalias.
Papel fundamental en los levantamientos
Esos temores no son especulativos. Jerusalén ha demostrado ser un detonante una y otra vez. Especialmente, dijo Odeh, la ciudad ha jugado un papel fundamental en los dos mayores levantamientos palestinos, conocidos como la primera y segunda intifada.
Aún más recientemente, ha sido el centro de una serie de ataques con cuchillos y embestidas con coche -denominados en ocasiones la intifada del lobo solitario- que se inició a finales de 2015. El recrudecimiento de la violencia, que ahora ha disminuido pero que no ha terminado, estuvo motivado en gran medida por los renovados temores palestinos a que Israel se apoderara de al-Aqsa.
La mayoría de los analistas creen que los palestinos de Jerusalén Oriental se hallan en estos momentos demasiado aislados y son demasiado débiles como para poder mantener el tipo de levantamiento sostenido y organizado que en otras épocas llevaron a cabo contra la ocupación.
El controvertido muro de separación israelí separando Jerusalén Oriental del pueblo de Anata en Cisjordania (6 de febrero de 2017 -AFP-)
Durante la primera intifada, que empezó en 1987 mientras el liderazgo palestino se encontraba aún en el exilio, Jerusalén Oriental contó con fuertes personalidades locales, dijo Odeh. Junto a Faisal Huseini, jefe de una de las familias más notables de la ciudad, los jóvenes líderes organizaron una desobediencia civil masiva a través de sus extensas familias en cada barrio de la ciudad.
Hubo huelgas prolongadas que fueron ampliamente seguidas, negativas a pagar impuestos, boicot a los productos israelíes y grandes marchas de protestas que a menudo terminaba en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad.
«Aquellas acciones hicieron que a Israel le resultara muy difícil gobernar Jerusalén Oriental», dijo Odeh. Fue esta inestabilidad la que contribuyó a la decisión de Israel de permitir que regresara el liderazgo palestino bajo Yaser Arafat y estableciera la Autoridad Palestina.
Ciudad huérfana
En 2000, el entonces líder de la oposición israelí, Ariel Sharon, entró con una multitud de fuerzas de la policía armada en el recinto de al-Aqsa para imponer el control israelí en el recinto, lo que desencadenó la segunda intifada.
Israel reaccionó aislando Jerusalén, observó Odeh. La Autoridad Palestina y sus instituciones fueron excluidas de la ciudad, así como los servicios de seguridad de la misma.
El muro se construyó para dejar fuera de la ciudad a unos 100.000 residentes palestinos, aislándolos de los servicios locales y separando Jerusalén Oriental del resto de Cisjordania.
Como consecuencia, los líderes locales han definido a Jerusalén como «ciudad huérfana». Los residentes palestinos obtienen una fracción del presupuesto municipal, lo que ha dejado al 82% de ellos bajo el umbral de la pobreza . Las demoliciones de viviendas alcanzar niveles de record . Y el maltrato de la policía hacia los palestinos es un hecho habitual y constante.
En estos momentos, los comités populares de las barriadas de Jerusalén Oriental son una pálida sombra de los que se pusieron al frente de la primera intifada, señalaba un informe de 2012 sobre Jerusalén Oriental del International Crisis Group, un think-tank sobre resolución de conflictos que tiene su sede en Washington y en Bruselas.
En ese informe se explicaba que los comités actuaban en gran medida a la defensiva para tratar de impedir que los colonos se apoderaran de sus barrios, así como para evitar las crecientes incursiones de delincuentes en ausencia de servicios de seguridad palestinos.
«La pobreza y la escasez de oportunidades han llevado a los jóvenes a las drogas y al delito, y eso ha debilitado gravemente a la sociedad palestina en Jerusalén Oriental», dijo Odeh. «Ahora se está sufriendo de falta de liderazgo y de incapacidad para organizarse».
El talón de Aquiles
Sin embargo, Jerusalén y sus santos lugares son aún un símbolo poderoso del nacionalismo palestino y un potencial talón de Aquiles para Israel, a causa de la inusual proximidad en la que viven colonos israelíes y palestinos.
Casi el 40% de los asesinatos de judíos israelíes en la segunda intifada, muchos de ellos en ataques suicidas, se produjeron en Jerusalén, señaló Hillel Cohen, un experto israelí en Jerusalén Oriental.
De forma parecida, la violencia de los últimos 18 meses se ha concentrado en Jerusalén. El mes pasado, un palestino lanzó su camión sobre un grupo de soldados israelíes en la ciudad, matando a cuatro e hiriendo a 17.
La exposición de los israelíes a los ataques sólo se incrementó cuando las autoridades de la ciudad intensificaron la expansión de asentamientos en Jerusalén Oriental, tratando de integrarlos con Jerusalén Occidental. Un sistema de iluminación que conecta los dos lados de la ciudad se ha convertido en objeto de ataques regulares.
«Las contradicciones en la política israelí quedan cada vez más patentes a medida que esa integración aumenta», dijo Tartasky. «Cuanto más oprime Israel a los palestinos en Jerusalén Oriental, más se siente la reacción en Jerusalén Occidental».
Papel como guardianes
Los palestinos de Jerusalén Oriental pueden estar aislados y asediados, pero están muy decididos a seguir tomando muy en serio su papel de guardianes de la ciudad y de sus santos lugares.
Después de que Israel bloqueara a los palestinos de Gaza y Cisjordania para que no puedan llegar a Jerusalén, los ciudadanos palestinos de Israel -que conforman la quinta parte de la población israelí- asumieron, hasta hace poco tiempo, un papel cada vez más activo a través del Movimiento Islámico del Norte.
Israel prohibió el grupo hace poco más de un año, en gran parte para impedir su activismo en al-Aqsa, observó Cohen. Pero muchos ciudadanos palestinos siguen profundamente comprometidos con los palestinos de Jerusalén Oriental en la lucha para proteger al-Aqsa de las violaciones israelíes.
Cohen dijo a MEE: «Puede que Israel haya conseguido debilitar la lucha palestina en Jerusalén, pero no ha debilitado las emociones palestinas respecto a al-Aqsa».
Además, el simbolismo de Jerusalén y al-Aqsa tiene un impacto más fuerte que nunca en el mundo árabe y en el musulmán. Por esa razón, puede que Trump y Netanyahu se encuentren con menor margen de maniobra del que les gustaría respecto a Jerusalén.
Jonathan Cook ganó el Premio Especial Martha Gellhorn de Periodismo. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair » (Zed Books). Su página web es www.jkcook.net
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