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La democrática industria de la muerte

Fuentes: La pupila insomne

Mucho se ha hablado de la muerte como industria, para calificar los campos de concentración que funcionaron sin cesar en la Alemania nazi. El carburante era el miedo, el terrorismo de estado . Persecución, esclavitud y desaparición fueron las tres partes esenciales de ese proceso que desarrolló una enorme industria de guerra, una industria colonial […]

Mucho se ha hablado de la muerte como industria, para calificar los campos de concentración que funcionaron sin cesar en la Alemania nazi. El carburante era el miedo, el terrorismo de estado .

Persecución, esclavitud y desaparición fueron las tres partes esenciales de ese proceso que desarrolló una enorme industria de guerra, una industria colonial y una cultura hegemónica y colonialista que se perpetuó.

En nuestras «democráticas» sociedades capitalistas, la gran industria contemporánea sigue siendo la industria de la muerte. La industria de la guerra. En el núcleo de la forma de vida y de las relaciones sociales está la muerte industrial, la muerte como núcleo económico esencial del capitalismo. La gran industria actual, dirigida por la banca y las grandes corporaciones es la industria armamentística que abarca las comunicaciones, el espionaje, la ciencia, la producción de engendros bélicos cada vez más sofisticados, la legislación que lo ampara y hasta los gobiernos «democráticos-representativos» que le brindan la careta perfecta y el consenso de una masa obligada a producir aquello que esta industria punta requiere. Química, armamentística, de telecomunicación, siderúrgica, minera, de la construcción, científica o de derivados del metal.

He seguido estos días la historia y la producción de algunas empresas que fabrican productos de metal. Cubiertas, rejas, vallas, alambre, postes, que bien podrían servir para construir viviendas, escuelas, hospitales, granjas. Pero en la Europa «democrática», estas industrias fabrican aquello que en este momento son las que requiere el mercado. Fabrican vallas para «proteger las fronteras» o «vallas de alta seguridad». De más está decir que estas empresas son legales, tienen grandes instalaciones, diversas sedes, contratan a trabajadores que están condenados a producir aquellos instrumentos que se vuelven o se volverán siempre contra si mismos, sean vallas, armas, cuchillas especiales, bombas de racimo o minas antipersonales. España es uno de los productores más importantes de bombas de racimo, después de que fueran «prohibidas» las minas antipersonales. Lo entrecomillo sólo para aclarar que no se han prohibido sino que han derivado hacia las de racimo, y que se fabrican minas con formas de juguetes, mariposas y flores. El actual ministro de defensa español, Morenés, es uno de los propietarios y accionistas más importantes en estas empresas de la muerte. La costa de Cádiz ha sido cedida a las bases militares americanas, en Rota se han instalado los bombarderos yankis, y desde allí fueron disparados los dos misiles contra Siria que por suerte fueron interceptados a tiempo por Rusia.

Pero hay otras armas terribles y cotidianas. Las vallas que se construyen gracias a la legislación de fronteras -y las leyes del mar- y que han hecho del Mediterráneo una inmensa fosa común. Las leyes europeas del mar -en el que mueren miles de personas expulsadas de su tierra por las guerras y el hambre que USA y la UE producen con su aparato militar, la OTAN- son atroces y sobre todo cínicas: penalizan y multan a aquellos marinos que brindan ayuda a los náufragos. Una ley ancestral como la ayuda en el mar, ha sido prohibida y quien ayude a los náufragos es penalizado. Grandes declaraciones y fotos de políticos europeos -abucheados por los pobladores de Lampedusa- no pueden ocultar que esta es la ley de la industria de la muerte en el mar. En tierra, otras leyes amparan la impunidad de la valla construida por Israel para cercar y bloquear al pueblo palestino, o la valla que se extiende a lo largo de toda la frontera de Estados unidos y México. Y en España la valla que circunda las fronteras de Ceuta y Melilla.

La industria de la muerte tiene la ley del estado «democrático» a su favor, y esa es la primera trampa. Es el caso de la industria multinacional, asentada en Málaga, ESF ( European Security Fencing). Un industria que se define como :

«ESF es una compañía líder en Europa en la fabricación e instalación de alambres de cuchillas tipo CONCERTINA ® para la seguridad perimetral. Con una experiencia de más de 15 años en el sector, ofrece una gran variedad de modelos adaptados a la necesidad de nuestros clientes.Nuestro personal cualificado se encarga tanto de la producción como la instalación especializada de CONCERTINA ®.

Seguridad, eficacia y alta calidad en nuestros productos ( Normas de calidad europeas EN-ISO 9001 y Medioambiental EN-ISO 14001).

Nuestros Clientes:

Ministerio del Interior (Centros Penitenciarios, Fronteras estatales)

Puertos navales y aeropuertos, Empresas Privadas, Centrales Nucleares

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