Introducción de Sharif Abdel Kouddous:
Como todos los periodistas palestinos de Gaza, Rasha Abou Jalal sigue informando en las condiciones más difíciles y extraordinarias imaginables. Originaria de la ciudad de Gaza, fue desplazada con su familia a Deir El-Balah cuando empezó la guerra. Consiguieron regresar a la ciudad de Gaza durante el «alto el fuego» que entró en vigor en enero. Estuvieron a punto de morir el 18 de marzo, cuando Israel reanudó su campaña de bombardeos aéreos masivos: la casa de su vecino fue blanco de un ataque que provocó el derrumbe de la habitación donde ella, su marido y sus cinco hijos solían dormir. Pueden leer aquí su estremecedor relato de lo sucedido.
Rasha se encuentra ahora desplazada de nuevo, en casa de unos parientes en la ciudad de Gaza, donde continúa su trabajo. Su último envío documenta las desesperadas condiciones que los habitantes de la ciudad de Gaza se ven obligados a soportar en medio de los bombardeos masivos y el asedio total de Israel.
***
Wael al-Masri está sentado sobre los escombros de un edificio derruido contemplando cómo sus hijos adolescentes luchan por sujetar una lámina de plástico para crear algún tipo de magro refugio. En medio de la reanudación por parte de Israel de su campaña de tierra quemada iniciada el 18 de marzo, este hombre de 52 años se vio obligado a huir con su familia de Beit Hanun, en el extremo nororiental de Gaza, a la ciudad de Gaza el 21 de marzo.
«Antes vivíamos seguros en nuestra casa, y ahora vivimos sobre los escombros de las casas destruidas. No tenemos electricidad, ni agua, ni siquiera un cuarto de baño privado», declaró al-Masri a Drop Site News.
Durante la última semana, las calles de los barrios occidentales de la ciudad de Gaza se han transformado en un denso laberinto de tiendas de campaña, con tendederos que se entrecruzan entre ellas y la cacofonía de las voces de los niños llenando el aire. Según las Naciones Unidas, entre el 18 y el 23 de marzo más de 142.000 personas se vieron desplazadas en Gaza. Muchos viven ahora en la calle y necesitan desesperadamente alimentos, agua potable y un refugio básico.
Samar, la esposa de Wael, estaba sentada frente a su tienda de campaña, intentando encender un pequeño montón de leña para cocinar las sobras de arroz que le había dado una familia vecina. «Dormimos en el suelo, sin colchones ni mantas. Cuando llueve, la tienda se inunda», dice mientras se esfuerza por encender el fuego. «No tenemos nada con lo que tapar a los niños, salvo nuestra ropa vieja».
Señaló las aguas residuales que se extienden por las calles y alrededor de las tiendas como consecuencia de la destrucción sistemática de la infraestructura civil por parte de Israel. «El olor nauseabundo nos asfixia», dijo. «Sólo queremos sentirnos humanos: beber agua limpia, que nuestros hijos duerman con el estómago lleno. ¿Es mucho pedir?».
El ejército israelí ha matado a más de 830 palestinos en Gaza desde el 18 de marzo, entre ellos más de 320 niños, según el Ministerio de Sanidad. La gobernación de Gaza, donde se encuentra la ciudad de Gaza, ha registrado el mayor número de víctimas: más de 250 muertos y casi 500 heridos.
Además de los bombardeos aéreos y de artillería, el ejército israelí ha emitido nuevas órdenes de desplazamiento en zonas de Gaza, como Beit Hanún, Beit Lahia, Rafah y Yabaliya, que abarcan un total de 55 kilómetros cuadrados, el 15% de la Franja de Gaza, según la ONU.
El miércoles, el ejército israelí emitió nuevas órdenes para que la población huyera de varios barrios de la ciudad de Gaza, entre ellos Zeitun al-Gharbi, Tal al-Hawa y Sheij Ajlin, inmediatamente al sur de los barrios a los que se desplazaron recientemente la familia al-Masri y miles de personas más.
El ejército israelí también ha vuelto a desplegarse a lo largo de la parte oriental y central del «corredor de Netzarim», anunciando que sólo se permite la circulación entre el norte y el sur de Gaza a través de la carretera costera de Al Rashid.
«El hambre es más cruel que la culpa»
Además de los bombardeos y los desplazamientos forzosos, el asedio israelí está haciendo que se descontrole rápidamente una crisis humanitaria cada vez mayor. Desde el 2 de marzo, el gobierno israelí ha prohibido la entrada de ayuda humanitaria y de cualquier otro tipo de suministros por todos los pasos fronterizos de Gaza, el cierre más prolongado desde octubre de 2023.
El bloqueo total ha agotado gravemente los suministros médicos y los medicamentos disponibles y ha cortado el combustible para que los generadores produzcan electricidad. Esto ha provocado una escasez extrema de alimentos, lo que ha disparado los precios de los productos básicos.
Debido a estas condiciones económicas tan desfavorables, los mercados locales han subido drásticamente los precios de las verduras, y la carne y las aves de corral se han vuelto completamente inaccesibles. El precio de las patatas, por ejemplo, se ha disparado de 4 shekels (1,1 $) por kilo a 45 shekels (13 $), mientras que las cebollas subieron de 6 shekels (1,7 $) a 35 shekels (10 $) por kilo.
Los residentes han recurrido a la búsqueda de plantas silvestres para sobrevivir. Tras la muerte de su marido en un ataque aéreo israelí en la ciudad de Gaza en junio, Taghrid al-Habil, de 42 años, es la única que mantiene a su familia de siete miembros. «No tenemos otra opción», dijo a Drop Site. «Vivíamos de comida enlatada, pero ya no nos queda nada. No podemos comprar verduras en el mercado porque los precios son una locura. Ahora buscamos plantas silvestres como la malva y la verdolaga para llenar la barriga de nuestros hijos», explica. «Mis hijos me preguntan cuándo volveremos a comer pollo o carne, y no tengo respuesta».
El Programa Mundial de Alimentos advirtió el jueves de que cientos de miles de personas en Gaza corren «riesgo de sufrir hambre y desnutrición extremas a medida que disminuyen las reservas de alimentos humanitarios en la Franja y las fronteras permanecen cerradas a la ayuda». Mientras tanto, la expansión de la actividad militar en Gaza está perturbando gravemente las operaciones de asistencia alimentaria y poniendo cada día en peligro la vida de los trabajadores humanitarios».
El asfixiante asedio ha empujado a la población a buscar otras fuentes de alimentos no convencionales. Tras la destrucción de su hogar en la guerra, Ali Musbah, un joven desplazado a una tienda de campaña cerca de la costa al oeste de la ciudad de Gaza, se encontró hace poco con una tortuga marina arrastrada por las olas. La desesperación le llevó a sacrificarla y comérsela.
«La tortuga pesaba unos 50 kilos», dijo Musbah a Drop Site. «Conseguí sacarle entre 5 y 6 kilos de carne. Mi mujer la cocinó como un shawarma, y compartimos la comida con otras cinco familias desplazadas hambrientas».
Musbah trabajaba como pescador antes de la guerra. «Solíamos pescar pescado fresco, gambas y calamares. Ahora, sólo soñamos con ellos», dijo. «Con la pesca prohibida y los pasos cerrados, lo único que nos queda son conservas llenas de conservantes que han destrozado nuestra salud».
«Sé que la tortuga puede ser una especie en peligro de extinción», añadió. «Pero el hambre es más cruel que la culpa. Yo no elegí este camino, nos lo impusieron».
El bloqueo ha provocado el cierre de panaderías y cocinas debido a la falta de gas para cocinar, mientras que la agencia de la ONU para los refugiados UNRWA dijo que las existencias de harina que le quedaban sólo durarían unos días más.
«Cada día que pasa sin la entrada de ayuda significa que más niños se acuestan con hambre, las enfermedades se extienden y las privaciones se agravan», dijo Philippe Lazzarini, director de la UNRWA, en un comunicado. «Cada día sin alimentos acerca a Gaza a una crisis aguda de hambre».
Mientras tanto, el diezmado sistema sanitario de Gaza, que ha sido blanco sistemático del ejército israelí, se esfuerza por hacer frente a cientos de víctimas, a una grave disminución de las reservas médicas y a la falta de equipos, unidades de sangre y personal. El Ministerio de Sanidad de Gaza ha declarado que el 80% de los pacientes de Gaza no pueden encontrar los medicamentos más básicos. El domingo, las fuerzas israelíes bombardearon una unidad quirúrgica del Hospital Nasser de Jan Yunis, el mayor hospital en funcionamiento de Gaza, matando a dos personas, entre ellas un muchacho de 16 años.
El acceso al agua también se ha visto gravemente restringido por los ataques israelíes contra pozos de agua y redes de alcantarillado, que han provocado sed generalizada y brotes de enfermedades. Una declaración conjunta de la Autoridad Palestina del Agua y la Oficina Central Palestina de Estadística informó de que Israel ha destruido más del 85% de las instalaciones de agua y saneamiento de Gaza, total o parcialmente, dejándolas inoperativas. El 9 de marzo, Israel también cortó el suministro de electricidad a Gaza, lo que obligó a una importante planta desalinizadora a reducir drásticamente su producción de agua, limitando gravemente la cantidad de agua potable disponible para 600.000 personas en Deir al Balah y Jan Yunis.
La Oficina de Medios de Comunicación del Gobierno advirtió del aumento de las tasas de hambre y desnutrición como consecuencia del bloqueo israelí. «La Franja de Gaza está al borde de una catástrofe humanitaria en medio del genocidio en curso y del silencio internacional», afirmó la oficina gubernamental en un comunicado. «Esta política agrava el empeoramiento de la crisis, en un momento en que nuestro pueblo palestino sufre una política sistemática de inanición».
Rasha Abu Jalal es una periodista de la Franja de Gaza. Trabaja en varios medios de comunicación que cubren temas políticos, humanitarios y sociales palestinos. Es miembro permanente del comité de jueces del premio anual Press House.
Texto original: Drop Site News, traducido del inglés por Sinfo Fernández.