El choque del coronavirus tiene múltiples dimensiones más allá de la propiamente sanitaria y una de las principales es su derivada económica la cual está generando una nueva crisis de dimensiones desconocidas.
La crisis del Covid-19 está agravando unos indicadores macroeconómicos mundiales que ya apuntaban a una nueva recesión –sobre todo en la zona euro–, y que la pandemia solo hace que empeorar, abriendo las puertas a una depresión global solo comparable a la de los años treinta dependiendo de lo que dure la crisis.
La Organización Internacional del Trabajo prevé que la pandemia provoque una caída de la ocupación del 7% en todo el mundo. Al respecto, la organización sitúa al mercado laboral europeo en el centro del huracán como una de las regiones más afectadas. Por otro lado, la OIT subraya que decenas de millones de trabajadores informales están afectados por la crisis del Covid-19. Un grueso de trabajadores que se encuentran en las regiones de la América Latina, Asia y África –fundamentalmente– pero sin olvidar que también hay miles de personas que subsisten de la economía informal en los países “ricos”. Un sector de la población que –en muchos casos– tiene un acceso limitado o inexistente a los servicios sanitarios y a la protección social. Por todo, la OIT reclama medidas coordinadas “a gran escala” en todo el mundo para mantener la demanda y la ocupación.
El bloqueo de las actividades económicas impuesta por los gobiernos, vía estados de alarma, para controlar la propagación del Covid-19 podría sumir en la pobreza entre el 6% y el 8% de la población mundial, unos 500 millones de personas más, según el último informe publicado por Oxfam Intermón. En cuanto al Estado español –uno de los países del mundo más afectados por la pandemia– las primeras consecuencias fruto de la afectación del coronavirus en un mercado laboral basado en la precariedad están dejando unos datos de desempleo tan terribles como los de los peores momentos de la crisis económica del 2008. En este sentido, la crisis sanitaria ha derivado en una incertidumbre económica que ha dejado a centenares de miles de personas paradas, a miles de autónomos sin actividad, a decenas de pequeñas y medianas empresas cerradas, y a muchos sectores productivos enteros en stand-by. Una situación de mucha dificultad que habrá que revertir presionando a las administraciones y los gobiernos –desde los sindicatos, desde la sociedad civil organizada y desde los colegios profesionales– para que esta crisis no la paguen los de siempre, es decir, las clases populares y trabajadoras.
Unas consecuencias económicas y sociales que serán dramáticas si no se toman medidas urgentes para rescatar a los países más afectados, y de estos a los colectivos más vulnerables y a los sectores económicos más perjudicados. Es urgente un plan de rescate económico universal –coordinado y solidario–, que deje atrás el capitalismo del desastre y haga una apuesta decidida por los Estados sociales democráticos.
Jesús Gellida, politólogo e investigador social