Desde el ataque del 7 de octubre Israel ha adoptado el genocidio como estrategia de contrainsurgencia centrada en la población. Si bien no es más que la continuación de la limpieza étnica histórica perpetrada durante la Nakba en 1948, los objetivos de estos dos acontecimientos son distintos.
Durante la Nakba la limpieza étnica se utilizó como táctica para desplazar a los palestinos de sus tierras y hacer sitio a los nuevos colonos europeos. Este desplazamiento fue una parte fundamental del proyecto colonial de asentamientos, ya que sin tal proyecto habría sido imposible establecer una nueva colonia.
Sin embargo, lo que se ha estado desarrollando en Gaza en el último año, especialmente en el norte y en Yabalia recientemente, es un genocidio cuyo objetivo es el sometimiento total de los palestinos para obligarles a rendirse. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha declarado abiertamente que el objetivo es desradicalizar Gaza mediante la guerra. Esta truculenta táctica de contrainsurgencia recuerda a los métodos del colonialismo clásico.
Durante el colonialismo británico de Palestina, el ejército británico cometió muchas atrocidades contra los palestinos.
Una de las épocas más infames fue bajo el mando del mayor Orde Wingate, que formó el Escuadrón Especial Nocturno para aterrorizar a los palestinos hasta la sumisión durante la Revuelta Árabe. Este escuadrón, formado por soldados británicos y fuerzas paramilitares sionistas de la Haganah, sentó las bases de la doctrina de combate de las fuerzas ocupantes israelíes.
El Escuadrón Especial Nocturno se dedicó a torturar, matar indiscriminadamente, asaltar viviendas y destruir propiedades. Estas actividades tenían como objetivo aislar a los rebeldes de sus comunidades, facilitando así la eliminación de la resistencia frente el colonialismo británico.
Durante la Revuelta Árabe, las fuerzas británicas destruyeron más de 5.000 hogares para intimidar a los palestinos y castigarlos por resistirse y no colaborar contra los rebeldes. Estas actividades criminales sirvieron de modelo al ejército israelí para utilizarlas contra los palestinos desde su incepción.
Palo o zanahoria
El principal objetivo de desarrollar tácticas de contrainsurgencia centradas en la población se basa en la constatación de que los ejércitos coloniales no podían derrotar a los rebeldes en la guerra de guerrillas.
Cada vez que un rebelde es abatido, otro se alza para ocupar su lugar. Conscientes de la importancia del apoyo popular local para la sostenibilidad y longevidad de la insurgencia contra el colonialismo, los ejércitos coloniales desarrollaron estrategias destinadas a abrir una brecha entre los insurgentes y sus comunidades. Estas estrategias seguían el enfoque del palo y la zanahoria.
Tras la Segunda Guerra Mundial, las potencias coloniales occidentales, especialmente Estados Unidos, desarrollaron políticas de contrainsurgencia, sobre todo hacia los súbditos colonizados, utilizando el lema de «ganar los corazones y las mentes».
Por ejemplo, la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional (USAID, por sus siglas en inglés) se creó para servir de herramienta de poder blando del imperialismo estadounidense durante la guerra de Vietnam.
Desde la creación de la USAID por el presidente John F. Kennedy, Estados Unidos ha establecido una clara distinción entre combatientes y civiles para alcanzar sus objetivos imperialistas y reducir así la ira de sus víctimas. El papel de la USAID consistía en proporcionar asistencia sanitaria, programas de asistencia educativa, ayuda económica y programas de desarrollo agrícola para minimizar la influencia de los insurgentes en sus poblaciones.
Este método se utilizó en Vietnam, Afganistán, Iraq y Palestina.
Del mismo modo, tras el 11-S, Estados Unidos creó una dicotomía entre musulmanes «buenos» y «malos», basada en su postura hacia el imperialismo estadounidense. Este marco se importó a Palestina tras la Segunda Intifada como parte de una estrategia de contrainsurgencia diseñada para crear una división entre Cisjordania y Gaza.
Palestinos «buenos» contra palestinos «malos»
Junto a los esfuerzos del general estadounidense Keith Dayton para crear una «nueva raza palestina» que no viera a Israel como su enemigo, Cisjordania experimentó un auge económico que sobornara a sus residentes contra la resistencia. En consecuencia, los palestinos de Cisjordania fueron empujados a ser «buenos» palestinos, ya que Gaza fue asediada, sofocada y bombardeada constantemente, porque sus residentes eligieron seguir siendo «malos» palestinos.
A pesar del cruel bloqueo de 17 años, Gaza no se rindió. Al contrario, los movimientos de resistencia palestinos pudieron seguir fortaleciéndose, guerra tras guerra. Los movimientos de resistencia se adaptaron al cierre de fronteras y a la inundación de sus túneles con Egipto e intensificaron su fabricación de armas.
El encuadre palestino de «buenos» contra «malos» fue claramente ineficaz para conseguir que las comunidades locales de Gaza rechazaran la resistencia. Tras la Primavera Árabe de 2011, incluso Al Fatah intentó provocar protestas contra Hamás para derrocar su régimen.
Sin poder eliminar a Hamás ni su apoyo popular, desde 2006 Israel ha venido emprendiendo guerras cortas contra Gaza como herramienta para contener a Hamás y otras facciones. Guerra tras guerra, Israel consideraba que era capaz de disuadir a Hamás durante unos años, sobre todo cuando a ello se sumaba un enorme número de muertos y una destrucción masiva que exigía sanar y reconstruir.
Aunque Israel mantuvo el bloqueo lo más estricto posible, especialmente tras el golpe egipcio de 2013, esa estrategia de contención guio las expectativas de Israel y le dio un libro de jugadas sobre cómo hacer frente a cualquier amenaza procedente de Gaza, ya que todas las guerras entre 2006 y 2022 fueron similares en cómo empezaron y terminaron.
Sin embargo, tras el ataque del 7 de octubre, Israel se encontró -más allá de la conmoción inicial- incapaz de readaptar este libro de jugadas para hacer frente a este acontecimiento sin precedentes.
Sus métodos habituales de contrainsurgencia parecieron de repente inadecuados para reducir o atenuar el impacto del ataque. En ese momento, Israel pareció darse cuenta de que su estrategia de contención también había fracasado a la hora de prevenir este tipo de ataques.
Además, el atentado del 7 de octubre no sólo socavó las medidas de disuasión y contrainsurgencia israelíes, sino que puso de manifiesto la debilidad del aparato de seguridad israelí frente a los movimientos de resistencia. También se consideró una amenaza existencial para Israel y su pretensión de supremacía militar, a la vez que socavaba la hegemonía y los intereses estadounidenses en la región.
Así pues, Estados Unidos proporcionó un apoyo y una cobertura política, financiera, jurídica, militar y de relaciones públicas sin precedentes para evitar que Israel perdiera su ventaja como Estado cliente del imperio estadounidense.
Como consecuencia, EE. UU. e Israel se vieron obligados a revisar sus tácticas de contrainsurgencia.
En lugar de aislar a los movimientos de resistencia de sus comunidades, decidieron difuminar la línea que los separaba. De ahí que, en Gaza, Israel empezara a ejecutar tácticas similares a las utilizadas en su Plan Dalet, que orquestó la expulsión forzosa de los palestinos de sus hogares en 1948 y les impuso un coste inmenso por atreverse a rebelarse contra su control y para disuadirles de pensar jamás en repetirlo.
El desafío de Yabalia
Un ataque masivo que humilló realmente el poderío militar de Israel requirió una respuesta monstruosa: la carnicería. Desde octubre de 2023, Israel utiliza el genocidio como herramienta de contrainsurgencia centrada en la población para eliminar por completo a la resistencia y su apoyo popular. Este mecanismo no consiste en aislar a los insurgentes de sus comunidades, sino en la eliminación de ambos.
Desde el comienzo de la invasión terrestre, Israel ha intentado hacer inhabitable el norte de Gaza destruyendo todos los aspectos de la vida.
Además del bombardeo incesante de viviendas e infraestructuras, Israel ha matado de hambre y bombardeado hospitales y refugios para negar a los gazatíes cualquier sensación de seguridad o esperanza de vivir. Sin embargo, los habitantes del norte, especialmente los del campo de Yabalia, se han negado a ser desplazados y se han mantenido firmes.
Los residentes de Yabalia, que prefieren llamarlo Mu’askar (campamento) en lugar de Mujayyam (campo de refugiados), para subrayar la importancia de la resistencia en lugar de aceptar su destino como meros refugiados, no sólo proporcionaron la chispa para la Primera Intifada, sino que se han resistido frente a los intentos de desplazamiento israelíes.
Los residentes del campo siempre se han negado a abandonar sus hogares incluso cuando Israel amenazaba con bombardearlos. Israel bombardeó la casa del dirigente de Hamás Nizar Rayan en 2009, matándolo, junto con 15 miembros de su familia, por negarse a abandonar su hogar.
Debido al legado de resistencia y capacidad de recuperación de Yabalia, Israel siempre ha intentado quebrar el espíritu de su pueblo. No es de extrañar que Israel esté centrando actualmente su genocidio en el campo como nuevo modelo de política de contrainsurgencia contra la población.
Yabalia puede considerarse el Deir Yassin de nuestro tiempo, ya que aquella masacre se utilizó como doctrina para obligar a los palestinos a abandonar sus hogares en 1948 a fin de que los sionistas pudieran establecer el Estado de Israel.
Desde el ensayo de Ze’ev Jabotinsky de 1923 Muro de hierro (en el que escribió: «Las poblaciones nativas, civilizadas o incivilizadas, siempre han resistido obstinadamente a los colonos, independientemente de que fueran civilizados o salvajes»), Israel ha estado probando diferentes métodos para obligar a los palestinos a rendirse, cueste lo que cueste.
Al igual que el exjefe del Estado Mayor israelí, Moshe Yaalon, subrayó durante la Segunda Intifada que Israel necesitaba grabar a fuego en la conciencia de los palestinos que la resistencia sólo les traería miseria, Israel está quemando ahora toda Gaza para eliminar por completo la causa palestina.
Raja Abdulhaq es un organizador político e investigador palestino. Es cofundador de Quds News Network y exdirector ejecutivo del Consejo de Liderazgo Islámico de Nueva York. Raja tiene un máster en Ciencias Políticas por el Brooklyn College.
Texto original, Middle East Eye, traducido del inglés por Sinfo Fernández.