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La estaca: ¿Debilitar o derribar?

Fuentes: El Viejo Topo

* Se usará el término social-liberalismo para denominar al PSOE y sus partidos homólogos. Se usará izquierda transformadora para las organizaciones políticas a la izquierda del PSOE, aunque se enfatizará en aquellas que tienen presencia institucional, analizando sus conflictos y estrategias específicas. No se pretende minusvalorar la profunda relevancia de la izquierda social en el logro de […]


* Se usará el término social-liberalismo para denominar al PSOE y sus partidos homólogos. Se usará izquierda transformadora para las organizaciones políticas a la izquierda del PSOE, aunque se enfatizará en aquellas que tienen presencia institucional, analizando sus conflictos y estrategias específicas. No se pretende minusvalorar la profunda relevancia de la izquierda social en el logro de cambios sociales.

** El autor agradece a Diego Díaz, historiador de la Universidad de Oviedo, sus interesantes comentarios y aportaciones.

Siset, que no veus l’estaca

on estem tots lligats?

Si no podem desfer-nos-en

mai no podrem caminar!

[…]

Si jo l’estiro fort per aquí

i tu l’estires fort per allà,

segur que tomba, tomba, tomba,

i ens podrem alliberar.

(L’Estaca. Lluís Llach, 1968)

 

El himno antifranquista «L’estaca» de Lluis Llach sugería que si todos estirábamos fuerte de una estaca (que representaba a la dictadura), ésta al final caería, alcanzando entonces la libertad. Para ello, antes, habría que asumir que al derribar la estaca (o la dictadura), la consecuencia sería una democracia libre e igualitaria. Pero, ¿es eso así? Y es que, para alcanzar la justicia social, ¿cuándo podemos romper la estaca sin provocar en ella un efecto boomerang que termine yendo contra nosotrxs y, por tanto, cuándo es posible derribarla? O, si lo anterior no es posible, cuándo es mejor debilitarla sin hacerla caer. Es decir, ¿debemos debilitarla o derribarla?

Pinzas y orillas: ¿Cuánto, cómo, dónde y a quién apretar?

Los dirigentes de IU han pasado de una preocupación ante los efectos secundarios de un desmoronamiento del PSOE (http://www.publico.es/espana/364746/preocupacion-en-la-cupula-de-iu-por-el-hundimiento-del-psoe) a cómo gestionar los apoyos a este partido y si, al no hacerlo, permitirían gobiernos del PP (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=133414). Su abstención en la sesión de investidura a la Presidencia de Extremadura, provocando la caída del gobierno socialista y el ascenso del conservador Monago (como en otros 40 grandes ayuntamientos), ha generado conflictos con una dirección federal de IU que había reivindicado que esto no ocurriría «ni por acción ni por omisión». En las próximas elecciones andaluzas, IU deberá optar entre un gobierno de coalición con el PSOE, un respaldo externo a éstos (en la sesión de investidura, al menos) o no apoyar a los social-liberales, auspiciando su caída ante una potencial lista más votada del PP.

Tras el resultado de Extremadura, la prensa social-liberal ha reavivado la teoría de la existencia de una «pinza» entre IU y PP para debilitar al PSOE. Se exige a la izquierda transformadora que apoye en cualquier circunstancia al PSOE, «para frenar a la derecha». Según este argumento, se ganaría la antipatía de los votantes de izquierdas del PSOE (e IU) -diferentes a los del PP-(http://www.publico.es/espana/384023/iu-la-cara-y-la-cruz-de-la-pinza), que no perdonarían permitir gobernar a los conservadores. Se recuerdan las consecuencias de los apoyos de IU al PP (Gobierno de Asturies, 1995, en plena reconversión industrial; Presidencia del Parlamento de Andalucía, 1994), donde, tras ellos, perdieron parte de sus votos (del 16,62% al 9,14% y del 19,31% al 14,06%, respectivamente). Frente a esto, se ha defendido la teoría «de las dos orillas», donde PSOE y PP serían lo mismo, dos partidos con un programa neoliberal que, como en la Restauración, (http://blogs.publico.es/dominiopublico/3652/%C2%BFcon-el-psoe-a-muerte/), se alternarían sucesivamente en el poder, cuando no compartiéndolo (Gobiernos de Euskadi o Navarra o la Presidencia del parlamento asturiano). Así, se rechazaría ser una izquierda acomplejada, que no aspirase a ser más que un apéndice del PSOE.

15-M y las izquierdas: ¿Qué ha cambiado?

Tras el 15-M, la percepción de «izquierda» (=PSOE) y «derecha» (=PP), no ha permanecido estable. La indignación popular ha igualado, al menos en parte, a PP y PSOE como si fueran dos caras de una misma moneda que lucha por los mismos objetivos. En esta coyuntura, la izquierda transformadora no ha quedado tan al margen de la crítica como desearía. Su argumentación de que sirven para presionar y atraer al PSOE hacia la izquierda, puede hacerla ser vista como «parte necesaria de ese mismo sistema», «más de lo mismo» o incapaz de liderar alternativas, llevando a la abstención a sus sectores más cercanos.

También el PSOE necesita desmarcarse de esta igualación con el PP, haciendo ver que sigue siendo «la izquierda» o «un mal menor» (http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=4199). Por ello, construye un mito y una propuesta pragmática. El mito señala las abundantes diferencias con el Partido Popular, frente a la guerra, el pacifismo; frente a la preocupación por los más ricos, el Estado del Bienestar; frente al recorte de derechos, la lucha contra un capital desregulado; frente a la Iglesia, el laicismo… Es un mito porque aunque ninguna de esas afirmaciones son ciertas, consigue crear la ilusión de que la postura del PP no puede ser más favorable a estos temas que la suya. Lamentablemente, este análisis simplifica aspectos como la capacidad de movilización social y sindical bajo gobiernos de uno y otro signo, que influyen en la práctica sobre qué iniciativas políticas son desarrolladas. Su propuesta pragmática, amparada en un sistema electoral injusto, es que el PSOE es la única alternativa ante la derecha y que el voto a otras formaciones (IU, ICV, CHA, BNG…) es inútil en tanto no tiene la capacidad de ser mayoritario o incluso contraproducente si permite gobiernos conservadores (Extremadura).

Mientras la izquierda transformadora no sea capaz de romper ese mito (apenas hay diferencias socio-económicas entre PP-PSOE) y ese pragmatismo (es posible construir una alternativa sólida), su futuro estará comprometido. Saber leer el 15-M, implica entender que las respuestas que van en una línea anterior al 15-M («somos mejores, más a la izquierda y con más valores que PP o PSOE») ya no son tan válidas. La sociedad post 15-M busca, y está tan necesitada como la izquierda transformadora, de alternativas viables y creíbles en los límites del sistema. Sin ellas, su objetivo, que no es ayudar al ascenso de una izquierda domesticada sino constituir nuevas bases políticas, puede quedar también sepultado. En caso contrario, no puede entenderse el espectacular crecimiento de organizaciones políticas como Foro Asturias Ciudadanos (FAC) o Bildu (con vocación de mayoritaria, frente a partidos como Ezker Batua y Aralar).

¿Debilitar o derribar? ¿Cómo actuar?

Volviendo al principio: ¿A la izquierda del PSOE, para lograr la justicia social, le interesa debilitar o derribar a este partido? Es decir, si pretende estirar la goma hasta acercarla lo más posible, evitando que se rompa o dispare en la otra dirección, o si le interesa superar ese punto, esperando que el disparo de la goma hiera al establishment. Como última alternativa, se podrá optar por estirar de la estaca esperando, de momento, hasta que llegue el momento justo de derribarla. Preguntémonos, ¿el espacio de la izquierda alternativa aumenta más fácilmente cuando el PSOE está gobernando o cuando está en la oposición?

Ante esta disyuntiva, la izquierda tiene ante sí varias posibilidades estratégicas. La primera consistiría en ayudar a derribar al social-liberalismo (PSOE en este Estado)lo que indirectamente llevaría al PP al Gobierno-, para posteriormente competir con estos desde la oposición. Es decir, el modelo de IU en Extremadura. La segunda se basaría en debilitar al PSOE (o su homólogo europeo) sin permitir que caiga (del poder) y gobiernen los partidos liberales-conservadores, buscando su espacio de crecimiento en la oposición -desde la izquierda- a este partido. Sólo una vez que se hubiera alcanzado un nivel adecuado de fortaleza, tendría sentido el derribar al PSOE. El argumento defendido por IU federal. Una tercera opción sería gobernar en coalición con el social-liberalismo, acercando sus políticas hacia la izquierda, opción mantenida por diversas federaciones de IU y, en los últimos años, por ICV, BNG, Esquerra o CHA.

Cambiando el mundo desde el Gobierno: gestionando el neoliberalismo

Los gobiernos de coalición con el social-liberalismo, gestionando el sistema desde dentro, mayoritariamente han debilitado a la izquierda electoral y socialmente. En las elecciones de 2011, la subida de las organizaciones políticas de izquierda transformadora es mayor allí donde se encuentran fuera de gobiernos y su presencia frena esa tendencia al alza. Obviamente, también existen descensos electorales al encontrarse la izquierda en la oposición (especialmente en las primeras épocas de los gobiernos social-liberales), aunque su base social no se verá tan afectada. Veamos varios ejemplos.

Esquerra Republicana (ERC), un partido catalán independentista y, cada vez menos, socialdemócrata, puso fin a décadas de gobierno de la derecha catalanista (CiU) aupando en 2003 al PSC por primera vez al Gobierno de la Generalitat, conformando, junto a ICV, un tripartito de izquierda «plural». Había logrado sus mejores resultados desde la II República. Tanto ERC como ICV, 7 años después, habían desgastado su base social y electoral, siendo incapaces de recoger parte del descontento que Montilla y Zapatero generaban. ERC, después de obtener 544.324 votos en 2003 (16,5%, 23 diputadxs), en 2006 perdió más de 130.000 (de 16,5% a 14,05%), tendencia que se tornó en traumática en 2010, con sus peores resultados en más de dos décadas (218.046 votos, 6.95%, 10 diputadxs). Más grave, fruto de su acuerdo de gobierno, sufrió una desconexión con su base social -independentista- y padeció dos escisiones (la de Reagrupament y la del líder de la corriente interna Esquerra Independentista -Uriel Bertrán- hacia Solidaritat Catalana per la Independencia). En las elecciones municipales de 2011, ha mantenido a duras penas presencia en el Ayuntamiento de Barcelona -aliándose con la derecha de Democracia Catalana de Laporta-, quedándose fuera de Tarragona, Lleida y Girona (aquí barrida por las Candidaturas de Unitat Popular).

Iniciativa per Catalunya Verds (ICV) -en coalición con Esquerra Unida i Alternativa– incrementó el número de votos tras su primera legislatura del gobierno tripartito. Como parte de su segundo acuerdo de gobierno, gestionó la Consellería de Interior, envuelta en varias polémicas por la actuación de los Mossos d’Esquadra ante activistas de izquierdas y movilizaciones estudiantiles. El resultado en las elecciones al Parlament de 2010 (7.39 % y 10 diputadxs) fue el retroceso electoral a niveles inferiores a los de 2006 (9.56 % y 12 diputadxs), pero superiores a los de 2003 (7.28% y 9 diputadxs). La caída menos pronunciada -electoralmente hablando- que la de Esquerra, podría explicarse por «el cariño» de los medios y del PSC para diferenciar entre una izquierda «buena» (ICV) y otra «mala» (ERC), que se encontraba más abiertamente compitiendo con el partido social-liberal. Y es que habitualmente la prensa social-liberal y conservadora no está «en tregua» cuando hay acuerdos de gobierno. En cualquier caso, es justo admitir que la caída de ICV y ERC no es nada comparada con la que el PSC-PSOE sufrió en 2010 (de 31,16% y 42 diputados en 2003, a 18,32% y 28 diputados en 2003).

Chunta Aragonesista (CHA) es un partido nacionalista aragonés socialdemócrata que apuesta por un Estado federal plurinacional. Entre 2003 y 2007, tras alcanzar un 15% de los votos, y tras 5 elecciones consecutivas en ascenso, comenzó a gobernar el Ayuntamiento de Zaragoza junto al PSOE de Belloch. Tras el acoso mediático de la prensa conservadora, sufrir una oleada de conflictos internos (expulsión de sus juventudes, Chobenalla; salida de sus dos sectores críticos internos) y perder legitimidad social al gestionar la política urbanística especulativa derivada de la EXPO 2008, las elecciones de 2007 significaron la mayor caída de su historia (de un 15% a un 9% en Zaragoza y de 9 a 4 diputados en las Cortes de Aragón). Estas tensiones provocaron una desconexión entre su base social y sus gestores institucionales de la que hasta la fecha aún no se ha recuperado.

En Asturies, la coalición Izquierda Xunida-Bloque por Asturies (con Los Verdes, a partir de 2007), empujada por un notable crecimiento electoral en 2003 (de 3 a 4 diputadxs) conformó una coalición con el PSOE. Sufrieron diversos conflictos internos debido a críticas ante su gestión de gobierno (saldados con la salida del sector mayoritario del Partido Comunista de Asturias, que se presentó en Oviedo bajo el nombre de ASCIZ), o ante su postura medioambiental o de represión a sindicalistas (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=93323). Así pasó de 68.360 votos (11,31%) en 2003 a 58.114 votos (9,93%) en 2007, además de desmantelar su capacidad de movilización y presión social. Su tendencia a la baja ha sido parcialmente contrarrestada por el giro neoliberal del PSOE, manteniendo sus 4 diputadxs en 2011 (61.513 votos, 10,3%), pero obteniendo casi 20.000 votos menos a nivel autonómico que municipal (80.121 votos, 13,38%).

El Bloque Nacionalista Galego en Galiza o el Partit Socialista de Mallorca (PSM-Entesa Nacionalista) -ambos, socialdemocracia nacionalista; los segundos también ecosocialistas – no tuvieron mejores resultados. Los primeros, tras varias experiencias dolorosas junto al PSOE-PSG a nivel municipal finalizaron su coalición en el Gobierno gallego con una caída de un 1,5% y 1 diputado (del 18,7 al 16,28%; y de 13 a 12 diputadxs). En las elecciones municipales, redujeron su presencia en las 4 provincias gallegas. Sufrieron un varapalo en las grandes ciudades donde apoyaron gobiernos del PSOE-PSG (Vigo, Ourense, Santiago, A Coruña o Lugo), y subieron notablemente donde habían sido respaldados a la alcaldía por éstos (Pontevedra). El PSM-Entesa Nacionalista, conformó gobierno en 1999 con el PSOE balear tras obtener el 11,7% y 5 diputadxs, en un Pacto de Progres formado junto a Els Verds de les Illes Balears-Izquierda Unida (5,5% de los votos). 4 años más tarde, en 2003, el PSOE había aumentado un 1,4% y 1 diputadx. Sin embargo, el PSM-Entesa Nacionalista bajó hasta el 7,9%, perdiendo 1 diputadx, y Els Verds-IU descendió hasta un 4,9%.

Estos ejemplos parecen indicar que en la gran mayoría de los casos de gobierno de la izquierda transformadora con el social-liberalismo (PSOE), se debilita su base social y se generan tensiones difíciles de asumir. Paralelamente, los medios de comunicación conservadores intentan debilitar al gobierno de coalición atacando a su parte más débil (deslegitimando al socio de izquierdas, deslegitiman al PSOE, como un partido «irresponsable» y «débil» que ha firmado el acuerdo con ellos). Asimismo, tanto la prensa conservadora como la social-liberal -que no está «en tregua»- muestran fácilmente las contradicciones que el partido de izquierda transformadora sufre desde el gobierno, lo que desilusiona a sus militantes y votantes. Como consecuencia, la movilización de una base social desilusionada desciende -dificultando contrarrestar el acoso mediático- y se extiende un desencanto entre sus votantes. Así, la caída electoral pasa a ser una realidad. El desgaste se incrementará en mayor medida si la izquierda ha de asumir profundas renuncias ideológicas -simbólicas- derivadas de su pacto de gobierno. Por ejemplo, denuncias contra sindicalistas (Ayuntamiento de Gijón -pacto PSOE-IU), gestión de recortes sociales fruto de planes de ajuste neoliberales, promoción de eventos especulativos (EXPO 2008, -PSOE-CHA-), o aceptar indirectamente la represión contra estudiantes y movimientos sociales (ICV)…

Actuando desde la oposición: debilitando al social-liberalismo

Debilitar sin derribar consistiría en desgastar a los gobiernos social-liberales desde la oposición pero sin permitir su caída. Se apoyaría su investidura para evitar gobiernos conservadores, llegando a acuerdos puntuales, aunque rechazando la gestión del sistema desde dentro.

Algunos de los mejores momentos (electoral y socialmente) de la izquierda transformadora han tenido lugar desarrollando esta estrategia, especialmente en las fases decadentes o finales de gobiernos social-liberales. Las diferencias entre los modos de hacer política de ambos partidos se hacen más visibles. Y eso permite el comunicar mejor cuál es el modelo de sociedad y qué iniciativas diferenciadas implementaría la izquierda transformadora, criticando al gobierno social-liberal desde la izquierda. Además, consigue movilizar a la ciudadanía en solitario.

Sin embargo, en una primera fase de bisoñez social (y de ilusión colectiva), el partido social-liberal en el gobierno, tras ciertas reformas simbólicas, consigue desactivar a una parte de la izquierda social. Después, desmovilizadxs, llevará adelante medidas neo-liberales (reconversiones industriales, reformas laborales, de pensiones, educativas…) con una presión inferior a la que los partidos conservadores sufrirían (en parte por su influencia sobre las organizaciones sindicales). Aquí la izquierda transformadora comienza a fortalecerse de nuevo, pero con el coste social del desarrollo de un programa económico neoliberal.

Derribar al social-liberalismo

En último término, la izquierda transformadora aspira a derribar la estaca que sujeta a un sistema que mantiene injusticias y desigualdades sociales. Estira con fuerza de ella, intentando evitar que, como una goma, salga despedida en dirección contraria a sus intereses. Y es que mientras la izquierda social y electoral se reconduzca por medio de partidos social-liberales, pocos cambios veremos en aquellos aspectos que afecten a la raíz del sistema, la injusticia y la desigualdad. Por ello, la izquierda transformadora necesita derribar al social-liberalismo, convertirse en hegemónica en la izquierda.

Al caer los social-liberales, quien gobernará será un partido conservador (PP, PNV, CiU, CC, UPN). Ya en la oposición, el anterior giro a la derecha de los social-liberales importará poco. La diferenciación entre la izquierda social-liberal y la transformadora quedará difuminada, en tanto la primera se irá progresivamente acercando al mensaje de la segunda. Y es que será común encontrar las mismas críticas a la gestión del partido conservador en cualquiera de las dos izquierdas, yendo, paradójicamente, de la mano en su defensa de los derechos sociales.

El Gobierno de José María Aznar mostró a un PSOE activo en su presencia social, defendiendo ciertos ejes programáticos similares a los de la izquierda transformadora (oposición a la guerra de Irak, la Ley Orgánica de Universidades o a las Leyes de Extranjería…), a pesar de que sus experiencias de gobierno anterior y posterior al del PP han mostrado inquietantes similitudes. La falsa idea de la inexistencia de diferencias dificulta presentar un mensaje político propio por parte de la izquierda transformadora. Mientras, la prensa social-liberal dibuja a ese partido político como el referente de toda la izquierda. No obstante, pronunciados ascensos han tenido lugar durante gobiernos conservadores (como los de CHA, IU, Esquerra, ICV o BNG).

Recapitulemos. Gobernar en coaliciones lideradas por el PSOE desgasta a la izquierda transformadora (especialmente su movilización social). Dejar que gobierne, debilitándolo, las muestra sólo como muleta del socialiberalismo, mientras se desarrollan programas neoliberales. Derribarlo conlleva una modificación del discurso del PSOE que, al final, desactiva a la izquierda transformadora, comenzando el proceso nuevamente. De esta forma, no está claro cuanto ni cómo estirar la estaca, ni cómo derribarla evitando un efecto boomerang.

¿Qué hacer?

Al caer los partidos social-liberales (en general, todos los partidos), no suelen modificar su discurso (que les ha llevado a la derrota electoral) directamente al llegar a la oposición. En su lugar, pasan por 2 fases: Tras la dimisión del gobernante perdedor de las elecciones, el partido se mantiene tomado por las estructuras que formaban parte de la dirección anterior, con renovaciones cosméticas. La militancia convencida de ese partido se ha ido sustituyendo por un mayor número de afiliación pasiva que apoyaría la línea oficial y poco amiga de los cambios (http://www.publico.es/espana/236676/quien-elige-al-que-manda). Este rechazo al cambio, lejos de frenar la caída del partido, es percibido negativamente por la ciudadanía, conduciendo a un nuevo fracaso electoral. Es aquí donde la izquierda transformadora, puede seguir teniendo margen de crecimiento y plantear una alternativa. Ha de aprovechar ese momento de crisis del social-liberalismo, sin discurso renovado y fuera de las instituciones, para intentar dar un paso adelante hacia la hegemonía en la izquierda. El problema es que no suele haber alcanzado una fortaleza suficiente al llegar a esta fase.

En segundo lugar, se produce una renovación en los partidos social-liberales bajo la promesa de recuperar el espacio a su izquierda (de la izquierda hasta el centro), percibida con simpatía por la ciudadanía y sus antiguos votantes. El partido se mueve y, arrepentido, pretende recuperar los viejos tiempos, los ideales de izquierda que habría abandonado. Bajo la promesa de volver al Estado social y derrotar a Gobiernos conservadores consiguen unificar a la izquierda bajo su manto y la izquierda transformadora puede quedar desactivada.

La mayor movilización de los últimos 20 años en el Estado español tuvo lugar durante el segundo mandato de José María Aznar (No al Plan Hidrológico, Nunca Mais, No a la Guerra…). Sin embargo, la expresión política de esa movilización fue el social-liberalismo, ya en la oposición. La izquierda transformadora consigue movilizar y es clave en este proceso, pero no consigue erigirse en voz de esa conciencia colectiva, fruto de su debilidad para configurarse como alternativa factible de Gobierno. De hecho, todo el esfuerzo de los medios de comunicación social-liberales va dirigido a construir el mito de que es el partido afín (PSOE) el que ha creado, mantenido y orientado toda esa movilización. Y da forma y pone límites a ésta: ya no se defiende «Otro mundo es posible» sino «Otro Gobierno es posible«. Punto final. Con el social-liberalismo en el gobierno, la izquierda queda desmovilizada en los primeros años de mandato de estos gobiernos. Así, el ciclo comienza de nuevo.

No obstante, puede argumentarse que en este tira y afloja de la izquierda transformadora, el social-liberalismo avanza a un nuevo estadio, se renueva, y asume, cuando llega al poder, demandas de las que la izquierda ha hecho bandera durante años. Pero, ¿esta función de lobby es acaso la única que la izquierda transformadora aspira a tener?

Conclusiones: Debilitar y derribar

Por ello, se plantean varias conclusiones. En primer lugar, la izquierda sube -social y electoralmente- en dos coyunturas. La primera, cuando se confronta al PSOE (éste en el Gobierno y la izquierda en la oposición). En ese juego, intenta fortalecerse y debilitar lo mayor posible al partido social-liberal, sin dejarlo caer. Desarrolla un discurso político diferenciado, educando a la población en una alternativa al social-liberalismo. Así, cuando ya no sea posible sostener más a ese partido, la correlación de fuerzas en la oposición será más positiva para la izquierda transformadora. La segunda coyuntura favorable requiere derribar al social-liberalismo. En ese momento, cuando éste aún no ha renovado su discurso o está debilitado, ha de ser capaz de movilizar en solitario, o capitalizando ella el movimiento, contra el partido conservador en el Gobierno (PP, CiU, PNV, PRC, CC, UPN…). De hecho, en alguna de esas coyunturas de lucha en la oposición, la izquierda trasformadora ha conseguido superar, temporalmente, al social-liberalismo (la candidatura presidencial de Manuel Alegre en 2006, apoyada por el Bloco de Esquerdas, superando al social-liberal, Mario Soares; Europe Ecologie en Francia en las últimas elecciones europeas -16,28%, frente al 16,48% del Partido Socialista francés-; la victoria en 2011 de los Verdes alemanes en las elecciones del importante Lander de Baden-Württemberg). El movimiento 15-M está actuando directamente sobre esta situación. Favorece a una izquierda popular y ciudadana (aunque no se auto-denomine como tal), que gana músculo social a marchas forzadas frente al consenso PP-PSOE. Está acelerando plazos de fortalecimiento que podrían ayudar a comenzar la fase de caída del PSOE en una correlación de fuerzas menos desfavorable que en momentos anteriores (1996).

Finalmente, tres aspectos influyen en el crecimiento de la izquierda transformadora. Primero, el éxito en la diferenciación frente a otras fuerzas políticas, evitando que sus bases sociales la consideren otro partido más. Esta diferenciación puede llevarse a cabo desde el gobierno (planteando iniciativas propias), desde la oposición al social-liberalismo (presentando una sociedad alternativa desde la izquierda), o desde la oposición a partidos conservadores (convirtiendo sus propuestas diferenciadas en el eje de la oposición -normalmente aprovechando los intereses con los poderes económicos del social-liberalismo). Segundo, la coherencia entre la praxis política y los valores y el programa ideológico. A mayor coherencia, mayor sintonía con las bases sociales y electorales de la izquierda, algo problemático al entrar a gestionar el sistema en coaliciones con el social-liberalismo. La carencia de medios afines hará fácilmente visible sus incoherencias en su gestión de gobierno. La tercera variable influyente será la capacidad de movilización social. Mantener la ilusión de la ciudadanía creará presión social para el cambio y contrarrestará parte de los ataques mediáticos y del establishment económico. Sin embargo, el deseo de desmovilizar a sus bases de muchos «aparatos» de organizaciones políticas, o la pérdida de coherencia, atenta contra este aspecto.

En definitiva, este artículo sugiere una estrategia combinada de debilitar y derribar, en pasos sucesivos, al social-liberalismo. Cuestiona además ciertas estrategias para el avance de la izquierda transformadora (social y electoralmente), como la entrada en gobiernos liderados por el social-liberalismo. Hay que tirar de la estaca, pero manteniendo la tensión hasta el momento justo en que, cuando la derribemos, tengamos la fuerza suficiente para hacer hegemónica a la izquierda y sus demandas sociales.

Daniel Mari Ripa. Investigador FICYT. Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo.

Fuente: Artículo publicado en el nº 85 (Octubre 2011) de la Revista El Viejo Topo. Disponible on-line en www.elviejotopo.com/web/archivo_revista.php?arch=1642.pdf

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.