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La expansión del conflicto sirio

Fuentes: Aish

Desde que comenzó a tomar forma la revuelta en Siria, se ha destacado la situación geográfica del país, las fronteras con cinco países importantes de la región, para advertir de que una mala resolución del conflicto afectará a todo Oriente Próximo. Los temores de los últimos meses sobre la expansión de la violencia hacia países […]

Desde que comenzó a tomar forma la revuelta en Siria, se ha destacado la situación geográfica del país, las fronteras con cinco países importantes de la región, para advertir de que una mala resolución del conflicto afectará a todo Oriente Próximo.

Los temores de los últimos meses sobre la expansión de la violencia hacia países inestables como Líbano e Iraq, el posible enfrentamiento con Turquía y la utilización de Jordania por grupos radicales, se han hecho realidad.

Con la salida de miles de refugiados ha sido posible hacer una balance bastante exacto de lo que está ocurriendo en el interior de Siria, de las atrocidades cometidas tanto por las fuerzas gubernamentales como por el Ejército Sirio Libre, un órgano que no ha elegido ni el pueblo ni la oposición en el exilio, y cuya lucha militar la marca la presencia cada vez mayor de grupos yihadistas. La capacidad de acción y la fuerza de las dos partes no son equiparables, pero aún así, la ventaja no cae claramente de un lado ni del otro; eso se debe a que otros países, con su apoyo o su manipulación, están desempeñando un papel importante en el conflicto sirio, y así se consigue que no decaiga la violencia de ninguno de los dos actores. El resultado es que desde hace meses en Siria están muriendo, de media, 100 personas cada día.

Durante las últimas dos semanas se han registrado acontecimientos cruciales que provocan inestabilidad en la región. Primero fue un ataque no intencionado a la localidad de Açakale, que terminó con la vida de cuatro ciudadanos turcos. Lo que motivó, no solo una queja formal ante la ONU y la OTAN, sino, también, la respuesta militar, consistente en el despliegue de tanques y soldados a los largo de los más de 900 kilómetros de frontera que comparten ambos países. En los días sucesivos otros obuses y morteros cayeron accidentalmente en territorio turco, el último sobre un centro de salud en la provincia de Hatay (próxima a la ciudad siria de Idlib, feudo de los rebeldes). Lo limitado de la reacción, a pesar de las provocaciones y de la amenaza real por parte de Siria, indica que Turquía intenta que el conflicto no se expanda. Sin embargo, ese esfuerzo parece inútil, puesto que da la sensación de que toda la región está ya salpicada.

El siguiente acontecimiento que confirma el contagio del conflicto sirio fue el atentado del pasado 19 de octubre en Beirut. El coche bomba que terminó con la vida de siete personas, entre ellas el jefe de los servicios de seguridad Wisam al-Hasán, obliga al Líbano a revivir situaciones de grave inestabilidad interna como las provocadas en otras ocasiones por conflictos sectarios, por posiciones diferentes en relación con Israel o por la incapacidad de los órganos del poder de gobernar por encima de los intereses de la explotada diversidad interna; el manido mosaico de tradiciones, culturas y creencias.

Una de las consecuencias del atentado ha sido que de los 100 000 refugiados sirios que el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) asegura que hay en Líbano, unos 38 000 habrían regresado a Siria en los dos días siguientes al ataque. Son personas que piensan que la violencia de Siria ha pasado la frontera y prefieren morir o resistir en su país que hacerlo en situación igualmente precaria en Líbano.

Las protestas en las calles libanesas se han multiplicado. En este sentido, la Coalición 14 de Marzo, que lidera Saad Hariri (hijo del exprimer ministro asesinado en otro atentado en 2005, Rafik Hariri) está aprovechando la situación para obligar a Hizbulá a reconocer su apoyo al régimen de Bashar al-Asad, y, por lo tanto, asumir que es cómplice de las masacres cometidas en el país vecino. No obstante, a raíz del atentado y las protestas, los analistas libaneses de medios como Assafir o Daily Star se han esmerado en diferenciar la situación política de la región en el 2005 de la que se vive en la actualidad. Intentan así alejar el fantasma de la sucesión de explosiones y atentados selectivos que siguieron a la muerte de Hariri y que llevaron al país al caos durante meses.

De hecho, el propio Ejército tras comprobar la facilidad con la que, tras el funeral de Wisam al-Hasán en Beirut, un grupo de ciudadanos se dirigió a la oficina del primer ministro para pedir su dimisión con actitud violenta, y como en Trípoli (en el norte del país) tanto las milicias partidarias de Bashar al-Asad como las contrarias a él volvían a tomar la calle para imponer su opinión por la fuerza, decidieron emitir un comunicado oficial dirigido a la ciudadanía y, en especial, a la clase política. Solicitar a los dirigentes de los partidos que aparquen sus diferencias y dejen de echar leña a un fuego extremadamente sensible, pedir que los ciudadanos recapaciten y se planteen que está en juego la unidad del país, el peligro de caer en un nuevo enfrentamiento interno en el que sin duda la influencia de países externos lo convertirá en internacional; esa ha sido la intención de las fuerzas armadas aprovechando que son una institución respetada por la población y con capacidad para actuar al margen del Ejecutivo si la situación lo requiere.

La alargada sombra de Siria está de nuevo extendida sobre Líbano. Maruán Charbel, ministro del Interior libanés, explicó que la investigación del atentado, en la que se ha aceptado la ayuda de EE. UU., se desarrolla con celeridad y que han sido capaces de localizar «pruebas serias» que permitirán localizar a los responsables. Al mismo tiempo, no son pocas las voces que, tanto en el Líbano como en el exterior, aseguran que la información precisa respeto a la localización de Wisam al-Hassán, y las características del ataque obligan a sospechar que hay una fuerte presencia de agentes sirios en Líbano.

Los peores presagios sobre la expansión del conflicto interno sirio siguen cumpliéndose en Jordania, donde a pesar del despliegue mediático utilizado para anunciar la detención de una presunta célula terroristas de Al-Qaeda, que pretendía atentar en noviembre contra sedes diplomáticas del barrio Abdún y contra centros comerciales (sospecha cuya veracidad está aún por confirmar), el país está expuesto a las consecuencias de la resolución de un conflicto que cada día se enquista más.

El abarrotado campamento de Zaatari (en el norte del país), que alberga a más de 30 000 refugiados sirios, está en permanente riesgo de descontrolarse. Se han registrado varios incidentes graves con las fuerzas de seguridad y esta semana se ha producido la primera muerte de un militar jordano al intentar evitar que un grupo de hombres entrara de forma ilegal por la frontera.

La información de que unos 200 marines estadounidenses habrían llegado a Jordania para preparar la respuesta a un posible ataque químico desde Siria ha sido desmentida por las autoridades jordanas. No obstante, no hay duda de que la estrecha colaboración con los servicios secretos estadounidenses y su libertad de acción en el reino hachemí les permite experimentar y plantear una posible acción desde el interior de la región.

Para cerrar el círculo, la situación en Iraq, donde el propio Gobierno de Nuri al-Maliki ha reconocido que no son capaces de controlar su espacio aéreo, ha quedado expuesta con el anuncio de maniobras iraníes para ayudar al régimen de Bashar al-Asad, que han recogido varias fuentes en las últimas semanas. Sin embargo, aquí no habrá un aumento de la violencia o mayor sensación de caos contagiada desde Siria, pero solo porque la inestabilidad ya está asentada en este país desde la guerra de 2003, y en especial tras el conflicto sectario de 2006 y 2007.

La expansión del conflicto sirio más allá de sus fronteras podría haber comenzado esta semana. Los hechos enumerados y los movimientos de los actores externos que están manipulando lo que ocurre en Siria lo demuestran: lo que falta comprobar es si lo que muchos analistas árabes ya califican de guerra civil en Siria se convierte en una guerra regional.

No faltan los alicientes que dificulten la situación, porque el intento desesperado de Lajdar Brahimi, enviado especial de la ONU y la Liga Árabe para mediar en el conflicto sirio, de que el régimen y la oposición aceptasen una tregua temporal a partir del 26 de octubre, fecha del comienzo de la fiesta islámica del Aid al-Kabir, será difícil de alcanzar. Incluso, si en el último momento hubiera un acuerdo, un deseo de intentarlo, las circunstancias que han envuelto las negociaciones pronostican el fracaso. De hecho, el conato de alto el fuego del pasado mes de abril que lideró Kofi Annan, apenas duró unas horas, a pesar de que la predisposición era mayor.

No son pocos los que consideran que si el diplomático argelino, artífice de los Acuerdos de Taif (1989), que pusieron fin a la guerra civil de Líbano, no consigue convencer a las partes sirias de que podrían estar ante la última oportunidad de alcanzar un acuerdo, nadie será capaz de hacerlo.

Fuente original: http://www.aish.es/index.php/en/by-carla-fibla/regional-analysis/3795-la-expansion-del-conflicto-sirio