«La experiencia judía contemporánea» según Gilad Atzmon: ¿Ha llegado el momento de cambiar de paradigma? TwitterFacebookemail Por Mary Rizzo | 21/06/2008 | Palestina y Oriente Próximo Fuentes: Palestine Think Tank Traducido para Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala por Manuel Talens Hay una vieja historia que muchos niños del mundo han escuchado. Quizá no sería mala idea repetirla aquí y reflexionar sobre lo que significa para nosotros. Dice así: hace ya muchos años hubo un joven que vendía sombreros de pueblo en pueblo. Recorría el África entera con todos sus sombreros apilados sobre la cabeza, a la espera de poder venderlos en cada uno de los lugares remotos adonde llegaba. Un día que el sol calentaba demasiado vio con alegría que a lo lejos descollaba un enorme baobab. Anduvo hacia él, se acostó a su pie, dejó todos los sombreros a su vera, salvo el que le cubría la cabeza, y se puso a dormir a la sombra del árbol. Cuando despertó, no pudo creer lo que veían sus ojos. Todos los sombreros que acababa de dejar en tierra habían desaparecido. Escrutó a lo lejos, pero no vio a nadie que se alejase con una pila de sombreros sobre la cabeza. De repente, escuchó unos chillidos por encima y descubrió que el árbol estaba repleto de monos, Pero no sólo era eso, pues cada uno de ellos lucía uno de sus sombreros. Confuso ante lo que debería hacer para recuperarlos, se quitó el suyo y se rascó la cabeza. Miró hacia arriba y allí estaban los cien monos, cada uno de ellos con un sombrero en la mano izquierda mientras que, con la derecha, también se rascaban la cabeza. Se puso de nuevo el sombrero y cada uno de los monos lo imitó. Con suma inteligencia, el muchacho tiró el sombrero a sus pies y respiró tranquilo al ver que le llovían cien sombreros, procedentes de los monos. Los recogió con rapidez y siguió su camino. Sesenta años después, un joven vendedor de sombreros avanzaba por una amplia meseta. Hacía mucho calor y se acostó a descansar a la sombra de un gran baobab. Amontonó los sombreros a su lado y no tardó en quedarse dormido. Al despertar, descubrió que todos los sombreros salvo uno, el que llevaba en la cabeza, habían desaparecido. Se acordó entonces de una historia que su abuelo le había contado de pequeño, miró hacia arriba y vio a cien monos que llevaban sombrero. Sonrió para sus adentros, se quitó el suyo (los monos lo imitaron), se rascó la cabeza (también los monos) y, entonces, con una amplia sonrisa (pensando en aquellos estúpidos animales y seguro de que en un momento los iba a engañar), tiró al suelo su sombrero. Cuán grande sería su sorpresa al ver que ni uno solo llovió del árbol. En vez de eso, un mono descendió y agarró el sombrero que estaba a los pies del muchacho. Pellizcándose la mejilla mientras trepaba de nuevo, le dijo: «¿Que te creías, que sólo tú tienes abuelo?» Esta pequeña historia, además de divertida por la sorpresa final, puede enseñarnos una lección muy importante: si somos incapaces de renovarnos, de revisar nuestras opiniones con la información que nos va llegando y si no queremos adaptarnos a las nuevas realidades, nunca avanzaremos. Por muy listos que nos creamos, por muy convencidos de las razones que guían nuestros actos y creencias, no somos los únicos implicados en el juego. Tenemos interlocutores que también se están adaptando a los nuevos tiempos. Por muy bien que hayamos aprendido nuestra propia historia y por mucho que creamos en la eficacia de nuestras acciones, si olvidamos que los «demás» también evolucionan, no habremos avanzado más que el nieto de la fábula, aquel que estaba tan seguro de que el truco que le había servido a su abuelo seguía siendo válido. No debemos olvidar que los demás se adaptan y buscan nuevas estrategias. Y aquí es donde se inserta «La experiencia judía contemporánea«, de Gilad Atzmon. Cuando leí el ensayo por primera vez, me apresuré a discrepar de él. Incluso si estoy de acuerdo en que muchos de sus argumentos tienen sentido y son razonables, algunas de las ideas que en él se exponen me parecen erróneas por experiencia. Estoy totalmente convencida de que es el apoyo del exterior lo que permite que Israel florezca tal como es, es decir, un Estado racista, supremacista y militarista con leyes discriminatorias que afectan a las minorías y una cruel ocupación y que no tiene muestras de disminuir, pero estoy mucho menos convencida de que el sionismo sea un momento fundacional, histórico, del pasado, a la manera en que los italianos están convencidos de Il Risorgimiento, pues mi propia experiencia con israelíes me dice que consideran el sionismo como una forma ideológica muy articulada y diversa, que se adapta a diferentes circunstancias y responde a muchas necesidades de la sociedad israelí, en especial como mantenimiento del aparato estatal. Me tomaría horas enumerar la cantidad de grupos de discusión (entre ellos, los denominados izquierdistas, progresistas y pacifistas) que están convencidos de la validez y de la «bondad» de las diversas escuelas sionistas de pensamiento, que me dicen que existen tantas interpretaciones del sionismo como sionistas en el mundo y que, por eso mismo, es un concepto que no acabo de entender debido a mis prejuicios contra el sionismo y a mi extremismo de eslogan. Dicho lo cual, Gilad ha investigado mucho en este asunto para tratar de convencerme. Me hizo ver que las versiones en hebreo de Ynet y del Haaretz contienen 10 veces menos referencias al sionismo que las versiones en inglés. Al parecer, el sionismo reviste mayor interés para la gente que no lee hebreo o que lo lee con dificultad que para los israelíes. Es indudable que éste es un fascinante tema de investigación y excuso añadir que muchas de mis convicciones han empezado a tambalearse. Entonces, empecé a pensar, ¿y qué pasa si a los israelíes no les importa nada el sionismo, acaso cambia eso algo? Porque de lo que se trata es de que Israel deje de ejercer sus agresiones contra quienes considera sus enemigos actuales y futuros. Pero (y aquí hube de reexaminar seriamente algunas convicciones que han sido la columna vertebral de mi activismo durante varias décadas), si existe una posibilidad de que sea verdad que a los israelíes no les importa en absoluto el sionismo, ¿habremos estado perdiendo el tiempo todos estos años? Eso me recuerda a la gente que viene a Italia y dice que es un país maravilloso. Sí, puede que lo sea, pero sólo quienes viven en Italia saben que este país es mucho más complicado de lo que un turista puede remotamente imaginar. Puede que yo asienta con la cabeza cuando dicen que aquí la comida y el clima son insuperables, pero no les permito que me hablen de la dolce vita, que me parece un falso mito, y la mayoría de los italianos explotados y mal pagados estarían de acuerdo conmigo. Si bien es verdad que no solamente debemos cambiar nuestro paradigma para comprender la realidad en vez de aceptarlo sin más análisis del que solemos por costumbre o adoctrinamiento, deberemos luego ajustar nuestras estrategias para poder actuar y cambiar la realidad que consideramos inaceptable. Cada vez que nuestra manera de pensar entra en crisis, incluso si no estamos convencidos de que un nuevo enfoque sea totalmente razonable, puede que sea una buena idea que examinemos una alternativa viable y la pongamos a prueba. Creo que la que nos ocupa proviene de una fuente fidedigna, pues Gilad se crió en Israel, y tiene además la ventaja del espacio y la distancia, que permiten la comparación y la observación no implicada para añadir elementos al razonamiento, así que dejaré en suspenso por un momento mi convicción de que el motor de los acontecimientos en Israel es la «experiencia sionista» para examinar la hipótesis de que en realidad dicho motor es la «experiencia judía contemporánea». Con esta observación como base, trataré de analizar lo que se puede hacer para cambiar la realidad. Me he quedado sorprendida al descubrir un cierto apoyo a la tesis de Gilad, procedente de una fuente imprevista, mientras buscaba cierta información relativa a los extraños y típicamente israelíes campos Gadna de verano para adolescentes. Un joven de Texas ha escrito en su blog que estuvo allí y sus observaciones, bajo la influencia de las reflexiones del ensayo de Gilad, son la prueba de que éste se ha adentrado en el camino correcto. El joven, que firma como «The Lone Star of David», dice lo siguiente: «La verdad es que los judíos en gran medida no se han defendido a sí mismos en millones de años. En la diáspora nos fuimos atrofiando en mediocres e indefensas ortodoxias. Con nuestro retorno a Eretz Yisrael y con la creación de Medinat Yisrael hicimos realidad el sueño de A.D. Gordon de un pueblo de trabajadores fuertes e intelectuales. Fue en esta recién encontrada fuerza física en lo que se basaron nuestros movimientos militantes en la Tierra Prometida. No eran solamente milicias que luchaban contra sus supuestos enemigos a la manera en que lo son los militantes islámicos que hoy vemos en las noticias. Eran en su mayoría fuerzas de defensa implicadas únicamente en la defensa de su pueblo, el pueblo judío. Haganah, la más importante de éstas, se convirtió en el ejército israelí cuando se fundó el Estado en 1948 y la misión de la defensa ha seguido siendo su objetivo. No se trata de un ejército nacional ordinario. No es sólo un ejército de judíos, sino de EL ejército de los judíos.» De acuerdo, esto es bastante. David se da cuenta (o fantasea) de que Israel estaba ahí para la creación del «nuevo judío» o, tal como escribió Gilad, «…para el judío de la diáspora, Israel es la transformación simbólica que busca la liberación e incluso la redención del sufrimiento judío. Israel es todo lo que no es el judío de la diáspora. Derrocha descaro, es enérgico, militante, hace alarde de aquello en lo que cree.» Pero David reafirma los argumentos de Gilad cuando escribe: «Cuando se le pregunta a cualquier israelí «laico» si se considera más israelí o más judío, suele decir que más israelí. Un judío usamericano se entristece al escuchar esto, porque para nosotros significa que Israel ya no es un Estado judío y que sus habitantes se han convertido simplemente en israelíes en vez de seguir siendo judíos, de la misma manera que los habitantes de Francia son simplemente franceses. Lo que aquí está realmente sucediendo es una ruptura en el vocabulario. Nuestros respectivos vocabularios (el judío usamericano y el israelí) son diferentes y ninguno de nosotros sabe decir lo que queremos decir. Lo que el israelí quiere decir cuando dice que es israelí y no judío es que es miembro de la nación judía en vez de la religión judía. Lo que el judío usamericano entiende ante este insulto es que ya no puede sentirse parte del judaísmo como pueblo, porque se ha convertido en un usamericano de religión judía, en vez de ser un judío seguidor de la religión de su pueblo.» De esta manera, al tratar de esclarecer la confusión entre el sentimiento de pertenencia a un pueblo y la religión, (y teniendo en cuenta que ni los judíos usamericanos ni los israelíes saben expresar lo que quieren decir), este joven texano está viviendo una historia amorosa llena de significado que se ha visto fortalecida desde el momento en que empezó a formar parte del ejército judío en una experiencia militarista dirigida al adoctrinamiento de los muchachos y las muchachas que acaban de salir de la pubertad en las gloriosas experiencias que los esperan si emigran a Israel… que se ha convertido en una auténtica revelación para él: los israelíes DICEN israelíes pero quieren decir judíos. Han dejado de construir la nación y ahora se conforman con vivir y los judíos de la diáspora son los que mantienen encendida la vela del pueblo judío unido por encima de las fronteras y los mares y protegerán y defenderán el emergente proyecto sionista, que es una exitosa historia inacabable de redención y salvación que salva a los judíos de una eternidad condenada a la mediocridad. Si de lo que se trata es básicamente de que el judío de la diáspora se considera así mismo como un superman en potencia, incluso si he de retener mi incredulidad por el momento, quizá valga la pena si eso me ayuda a encontrar la manera de actuar con mayor eficacia. Qué importa estar o no equivocada si de lo que se trata es de detener las intolerables violaciones de derechos humanos de aquellos a quienes israelíes y sionistas deciden que lo merecen, pues lo importante es detenerlas. Si se requiere un nuevo enfoque, quizá tenga que recordar al vendedor de sombreros y su convicción de que el antiguo truco le iba a funcionar. No puedo estar segura de nada, no somos los únicos implicados en este juego. Ahora, de qué manera aplicar el nuevo paradigma y ocuparse de algunas cuestiones planteadas por la «experiencia judía contemporánea»… Creo que la clave está en reconocer que la mayor parte de la comunidad internacional ha sido engañada en la creencia de que el discurso judío es algo muy importante. Es un hecho que los judíos iniciaron su experiencia en una pequeña zona del mundo, pero entonces tuvo lugar algo extremadamente banal: una emigración y dispersión como cualquier otra. Si se realizaran estudios genéticos a todo el mundo, nos daríamos cuenta de que la humanidad es una mezcla gigantesca de pueblos y culturas. Es intrínseco a la naturaleza humana el emigrar, buscar nuevos territorios, adaptarse, establecerse, explorar, trasladarse, verse atrapados en desastres naturales, tierras, y convertirse en refugiados. Los seres humanos se ven acarreados como esclavos, trasladados en masa por acontecimientos geopolíticos y asimilados en los nuevos lugares en que habitan. Esto no se limita a los judíos y nunca lo ha hecho. Al aceptar que el paradigma del exilio es el núcleo del discurso judío y lo convierte en único, quizá nos ha conducido a aceptar otros principios que carecen de cualquier particularidad al ser experiencias comunes a todos los pueblos. No son particularmente trágicas o heroicas o, al menos, se pueden considerar igual de trágicas y heroicas que centenares de otras experiencias colectivas. El liberarnos a nosotros mismos de la idea de una especial particularidad para satisfacción colectiva debida a antiguas experiencias podría permitirnos ver las cosas con mayor claridad. También podemos ver que la obsesión de la comunidad internacional con el bienestar y la felicidad de este grupo, al que se le permite una mayor libertad de acción en los medios que utiliza para alcanzar sus aspiraciones nacionales, está fuera de lugar. La realización del potencial individual, la obtención de la «felicidad personal», se han dirigido a una aspiración colectiva centralizada en los judíos, que deben considerarla como algo personal, capaz de afectar incluso a quienes se sienten realmente felices donde están y de convencerlos de que existe un gran destino colectivo que deben construir. Esto se convierte en algo peligroso cuando el resultado es la militarización de jóvenes idealistas que, simplemente, nacieron siendo judíos. Si los judíos no están siendo discriminados en los países en que viven, el animarlos a que sientan que su condición personal es el exilio es algo extraño en el mundo moderno, donde la mayor parte de la gente o sus padres proceden de otros lugares. Y, con esta consideración, entramos en un territorio resbaladizo: el de la facultad de destruir. Dado que los judíos están considerados como personas especiales, la situación de Israel es una anomalía o, tal como ellos han elegido representarse a sí mismos, «la única democracia en el Próximo Oriente» o «un pequeño Estado rodeado por mil millones de vecinos hostiles». Eso hace que no sólo se consideran facultados para actuar como les parezca con tal de mantener su estatus especial, sino que ESTÁN facultados. ¿A que sería aburrido tener más de una democracia en el Oriente Próximo? Además, si los vecinos dejasen de ser una amenaza, ¿dejaría Israel de necesitar la ayuda y el amor de todo el mundo (por no mencionar los armamentos)? La historia sigue su curso, los pueblos y las naciones progresan, pero Israel está determinado a seguir siendo igual. Plus ça change, plus c’est la même chose… ¿Por qué el mundo acepta el discurso judío de forma tan rigurosa? ¿Hay algo de intrínsecamente verdadero e importante en éste que lo diferencia de centenares de otros discursos igual de dramáticos, si no más? Yo creo que se debe a algo más que pereza, aunque la aceptación del «discurso judeocristiano» de la particularidad judía no parece intencional, sino algo relacionado con el «sentido común» y la «historia». Ese discurso tiene la interesante característica de ser lo que prima en la actualidad: ¿Queréis una nacionalidad? ¡Aquí la tenéis! Si necesitáis que sea cultural o tradicional… ¡Trato hecho! ¿Religión? ¡Por supuesto! La judeidad es como el juego de la ruleta, es verdad que todo el mundo puede ganar, pero a la hora de la verdad suele ganar la banca. Sólo el jugador ignora que la banca no quiere perder, y nunca pierde… es la regla. Si los judíos empezarán a poner en entredicho el paradigma judío y dejasen de utilizar su judeidad como un instrumento, perdería el poder que posee. Se convertirían en seres humanos ordinarios y aburridos, cuyos antepasados tenían historias de emigración, tragedia y éxito, como tantos otros. Podrían ver el mundo bajo una nueva luz y el mundo podría cambiar en consecuencia. Para mí, cualquier ser humano es el producto final de una cadena ininterrumpida de humanidad tras cientos de miles de generaciones. En la historia de cada uno de nosotros TIENE que haber habido momentos dramáticos, si es que no estamos todos relacionados de alguna manera. Preocuparse por la gente como gente, observar el mundo tal como es hoy, centrarse en el sufrimiento que tiene lugar en la actualidad es una tarea mucho más importante que transportar un discurso colectivo que nos hace sentir extraordinarios. Pero ¿por qué a los usamericanos les preocupa tanto? Creo que hay algunas razones, probablemente impuestas desde arriba de manera sutil e inadvertida, para que los usamericanos sientan que son magnánimos al apoyar el pequeño Estado del Oriente Próximo con tantas víctimas en su haber. Si ellos, en la nación más religiosa de la tierra, pusieran en entredicho el discurso bíblico, se darían cuenta de que quizá algunas cosas que dan por ciertas no son sino mentiras o, como mucho, grandes preguntas que nunca tendrán una respuesta. Una vez que pongan en solfa algo de eso, el sistema de poder que impone a candidatos presidenciales o a funcionarios públicos el tener un «sacerdote personal» y el parecer públicamente personas religiosas empezaría a tambalearse. Si incluso el dinero que utilizan tiene el nombre de Dios en los billetes, es mejor dejar tranquila la Biblia. La autodeterminación de judíos o israelíes es sólo secundaria a lo que de verdad interesa: mantener a las masas alejadas de cualquier desafío a la autoridad y al poder. Así, los judíos han podido mercantilizar su discurso personal como la mayor historia jamás contada, en provecho propio. El hecho de que los intereses de los usamericanos, los canadienses, los europeos y todas las demás naciones occidentales sean secundarios al mantenimiento de su historia es una cuestión que parece justo y razonable poner en entredicho. Puede que USA lo esté haciendo por Israel, pero creo que lo está haciendo para salvar su imperialista piel. El que alguien esté dispuesto a creer que un judío en Austin, París o Londres siente la necesidad de emigrar a Israel para vivir su vida de forma completa como judío es algo francamente risible. Puede que él o ella sientan la atracción de la llamada, pero es Israel quien los necesita, no al contrario. Los gobiernos usamericano, francés e inglés asienten aprobatorios y fomentan la inmigración de esos jóvenes profesionales. Al fin y al cabo, Occidente está muy ocupado deslocalizando, las personas son prescindibles, lo que importa es que se mantenga bien engrasada la máquina imperial y el mito del judío errante sirve precisamente para eso. Por eso, quizá Gilad tenga razón. Quizá deberíamos combatir la ideología y la aplicación práctica del sionismo buscando el núcleo de esta mentalidad supremacista. No sólo son los israelíes o los sionistas quienes están jugando el juego del derecho a la destrucción. La exclusión en el debate de la gente que critica el análisis de la condición judía de «pueblo aparte» y su muy evidente capacidad destructiva en Israel, cuando es obvio que se trata de algo fundamental, es obra principalmente de judíos que, de forma selectiva, no se identifican con Israel, pero que se significan étnicamente, incluso si es totalmente inapropiado. Cuando lo hacen, lo hacen como judíos, como si esto diese a su argumentación un peso especial. Al hacerlo, consciente o inconscientemente, refuerzan la cuña que separa a los judíos de «todos los demás», lo cual es un mecanismo de control igual de dañino que la propaganda israelí. Sí, es justo combatir a los sionistas, pero puede que no sea suficiente, porque muchos que actúan como sionistas no desean identificarse a sí mismos como tales. Como activistas, estamos obligados a buscar el núcleo del poder destructivo y a exponerlo para que podamos ver claramente de qué medios disponemos para alcanzar un mundo más justo que sea capaz de lograr la igualdad humana, sin la exclusión de nadie… incluso la igualdad para que los sionistas sean como son, siempre que puedan abandonar su derecho destructivo y acepten ser personas como las demás, no mejores que las demás. La otra opción consiste en tirar al suelo nuestro sombrero y esperar a que nuestros adversarios hagan lo mismo. Fuente: http://palestinethinktank.com/2008/06/12/gilad-atzmons-jewish-experience-time-for-a-paradigm-shift/ Sobre la autora, Mary Rizzo El escritor y traductor español Manuel Talens es miembro de Cubadebate , Rebelión y Tlaxcala , la red de traductores por la diversidad lingüística. Sus libros más recientes son La cinta de Moebius y Cuba en el corazón (Alcalá Grupo Editorial). Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y la fuente.