La agresión militar que Israel ha llevado en Líbano ha dado paso a un frágil alto el fuego que la comunidad internacional intenta ahora apuntalar mediante el envío de fuerzas de interposición bajo bandera de Naciones Unidas. Para acordar los detalles de ese despliegue, considerado uno de los pilares de la resolución 1701 de la […]
La agresión militar que Israel ha llevado en Líbano ha dado paso a un frágil alto el fuego que la comunidad internacional intenta ahora apuntalar mediante el envío de fuerzas de interposición bajo bandera de Naciones Unidas. Para acordar los detalles de ese despliegue, considerado uno de los pilares de la resolución 1701 de la ONU, se anuncia como clave la reunión que celebrarán, este mismo viernes, a convocatoria de la presidencia de turno finlandesa, los estados de la Unión Europea. Sin embargo, la estabilización no es la única prioridad hoy en Líbano. La preocupación fundamental, básica, de la población libanesa es abordar lo antes posible la reconstrucción del país. En 33 días de campaña militar, carreteras, aeropuertos, puentes, centrales eléctricas, escuelas y otras insfraestructuras básicas han quedado destruidas. Buena parte de los objetivos bélicos de Israel fueron ya destruidos en la guerra que vivió el país entre 1975 y 1990, con lo que a la población libanesa le tocará reandar un camino ya recorrido antes. Es inevitable que en el aire flote una pregunta: ¿hasta cuándo durarán las infraestructuras que se levanten de los escombros en los que Israel ha convertido la labor de reconstrucción en la que se ha empeñado el país en los últimos dieciséis años? Buena parte de esa respuesta la tiene una comunidad internacional que, primero, consintió en la agresión y ahora parece contentarse con rebajar la temperatura en el escenario libanés sin poner en marcha una reflexión global sobre los problemas acumulados en la zona y que implican, además de a Líbano, a Palestina, a Siria y a Irán, entre otros. La lentitud e inoperancia de la comunidad internacional lleva camino de repetirse en el capítulo de la ayuda a la reconstrucción, que se abordará en la conferencia de donantes anunciada para el 31 de agosto. Líbano ha estimado en no menos de 5.000 millones de dólares el costo de una agresión militar que, convienen los informes, ha buscado castigar a la población civil tanto o más que a Hizbula. Una factura elevada para un estado cuya deuda se estima en 40.000 millones de euros. A la espera de que se concreten las promesas de ayuda, Hizbula se ha convertido en la principal fuente de asistencia de la población libanesa, que reconstruye sus casas con el dinero de la guerrilla. En ausencia de una comunidad internacional implicada en la defensa de la soberanía libanesa, Hizbula se ha asegurado ya un papel clave en la construcción del nuevo Líbano. –