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Jerusalén, Ciudad Santa del Islam y del Cristianismo

La flagrante falsedad de la historia judía de la ciudad

Fuentes: Rebelión

Las mezquitas de Al Aqsa y de la Roca en la ciudad ocupada de Jerusalén Este se enfrentan desde el inicio de la ocupación militar israelí de la ciudad, en 1967, a una continuada, sistemática y escalonada operación de doble objetivo: el derribo de ambas mezquitas y la construcción en su lugar del tan cacareado […]

Las mezquitas de Al Aqsa y de la Roca en la ciudad ocupada de Jerusalén Este se enfrentan desde el inicio de la ocupación militar israelí de la ciudad, en 1967, a una continuada, sistemática y escalonada operación de doble objetivo: el derribo de ambas mezquitas y la construcción en su lugar del tan cacareado «Tercer Templo» del judaísmo.

Esta operación cuidadosamente planificada por Israel y por el sionismo internacional, ha ido siempre al unísono con la judaización urbanística y demográfica de la Jerusalén árabe ocupada, la destrucción de barrios antiguos e históricos de la ciudad, la construcción de enormes masas de colonias judías en su entorno y la asfixia de la población árabe autóctona, en violación constante de la legalidad internacional y ante un prolongado y sepulcral silencio de la comunidad internacional.

En los últimos días, la pretensión declarada de los extremistas judíos de Israel de ocupar la explanada de las dos mezquitas para celebrar allí sus oraciones talmúdicas ha llegado mucho más lejos, irrumpiendo estos en el santo lugar islámico y celebrando allí sus oraciones bajo protección de las fuerzas del orden israelíes quienes a la vez prohibieron el acceso a las mezquitas a los fieles musulmanes a lo largo de varias horas mientras que impedían la salida al exterior a los que ya se encontraban dentro de la mezquita.

No pretendemos aquí adentrarnos en detalle en las múltiples facetas de este criminal plan israelí, sino exponer la flagrante falsedad de las alegaciones históricas israelíes sobre la Explanada de las Mezquitas -llamada por los israelíes Monte del Templo– en una ciudad, Jerusalén, donde hasta el momento no se ha podido demostrar que existiera allí un sólo vestigio remontante al período de dominio judío, que por otra parte, de haber tenido lugar de verdad, fue accidental y pasajero en el conjunto de los pasados 10.000 años de historia ininterrumpida de los pueblos de los que desciende el pueblo palestino actual.

El sionismo falsificador

Los propagandistas de Israel y del sionismo internacional se afanan por propagar por Occidente que Jerusalén no es ciudad santa para el Islam, como por ejemplo es el caso del artículo titulado «Jerusalem Means More to Jews than to Muslims – Jerusalén significa más para los judíos que para los musulmanes», del tristemente conocido islamófobo estadounidense Daniel Pipes, publicado en Los Angeles Times, el 21 de julio 2000.

En este contexto, uno de los falsos argumentos utilizados sin pudor por el sionismo es que, al contrario de lo que ocurre en las escrituras sagradas judías, El Corán no menciona a Jerusalén ni una sola vez. La verdad es diametralmente lo contrario: Jerusalén y Palestina en general es el único lugar del mundo que ha sido bendecido reiteradamente en El Corán que es para todo creyente musulmán la palabra de Dios.

Como ejemplo, la sura del Viaje Nocturno (sura 17) empieza así: «Gloria a Quien trasladó a su siervo por la noche de la mezquita Al Haram (en la Meca) a la mezquita de Al Aqsa, aquella cuyos alrededores hemos bendecido, para mostrarle parte de nuestros signos». Esta aleya se refiere al viaje nocturno del profeta Mohammad desde la Meca a Jerusalén desde donde realizó, según la tradición islámica, su ascensión a los cielos. Por otra parte, tanto el viaje nocturno (Al Israa) como la Ascensión (Al Mi´raj) son dos hechos absolutamente fundamentales en la conformación de la religión del Islam. Simplemente el Islam no se concibe sin Al Israa y Al Mi´raj, o sea, sin Jerusalén.

Muchos se preguntarán ¿cómo es que El Corán se refiere a la Mezquita de Al Aqsa cuando la actual mezquita que conocemos hoy con este nombre no fue construida hasta casi medio siglo después de la muerte del profeta Mohammad? La respuesta es que según la tradición islámica, la originaria mezquita Al Aqsa fue construida por Adán cuarenta años después de haber construido él también, en Arabia, la originaria Kaaba, o sea, la mezquita Al Haram. Eso significa que la actual explanada de 144.900 metros cuadrados de superficie, donde están ubicadas las mezquitas de Al Aqsa y La Roca, ha sido siempre mezquita. Como prueba de ello tenemos el siguiente Hadiz (dicho) del profeta, narrado por Abu Thar Al Ghafari, noble compañero del profeta, quien dijo: «Pregunté al mensajero de Dios, la paz sea con él, acerca de la primera mezquita que fue colocada sobre la Tierra, y me dijo:La mezquita Al Haram, y le dije: ¿luego cual? A lo que me contestó: La mezquita Al Aqsa, y le pregunté: ¿Y cuanto hubo entre las dos? Y me dijo: Cuarenta años». Según la tradición islámica, los principales profetas desde antes de Abraham han ido renovando y reconstruyendo ambas mezquitas hasta la llegada del profeta Mohammad.

Más aun, la fe musulmana basada en los Hadiz del profeta en los que narra su viaje nocturno a Jerusalén y su Ascensión (realizada precisamente desde la explanada de las mezquitas) establece que en ese preciso lugar el profeta Mohammad presidió la oración en la que participaron todos los profetas, momentos antes de su Ascensión.

¿Y qué es la Mezquita de la Roca? Pues es precisamente la mezquita construida sobre la roca de 18 metros de largo y 14 metros de ancho desde la cual el profeta Mohammad inició su Ascensión. Se trata de un lugar de la máxima santidad y veneración para el Islam.

Además, fue precisamente durante la Ascensión desde Jerusalén cuando han sido impuestas las cinco oraciones diarias a los musulmanes como un pilar esencial del Islam.

Para el cristianismo y según su tradición, ¿qué quedaría de la esencia de la Pasión de Cristo sin su recorrido por la Vía Dolorosa de Jerusalén, sin la crucifixión acaecida en Jerusalén, sin la bajada de la cruz de Cristo, sin su entierro y sin su Ascensión, siempre en Jerusalén? Y si además tomamos en cuenta que el Nacimiento de Jesús, toda su vida, predicación y difusión que hizo de su mensaje, la Última Cena, etc. encontramos que todo eso tuvo a Jerusalén, Belén, Nazaret y Palestina en general por escenario.

En cambio, ¿que tiene el Judaísmo en Jerusalén o en Palestina en general? Nada de nada. Los israelíes no han encontrado hasta ahora, y a pesar de decenas de años de búsqueda y de exploraciones arqueológicas, un sólo vestigio fehacientemente documentado de la presencia del judaísmo en Palestina… una presencia siempre efímera y fugaz, siempre en forma de un grupo invasor, agresor, violento y ajeno a la tierra a la que llegaba (Canaán) procedente de Egipto (con Moisés y Josué) luego llevado a Babilonia (Irak) por Nobocodnosor II y 70 años más tarde devuelto a Canaán por Ciro II, en el 537 a.c. Todo esto según la tradición judía que nunca fue confirmada por ninguna autoridad académica ni fuente histórica fiable. Así, la estancia de los judíos en Palestina, de haber tenido lugar del modo que narra el Torah, siempre tuvo la forma de episodios esporádicos y muy sangrientos (en constante guerra con la población autóctona) que tenían lugar en medio del océano de 10.000 años de historia de Palestina, documentada por la Historia y la Arquelogía, donde siempre han estado los cananeos (incluidos los jebuseos), los fenicios, los filisteos y otros pueblos que son los ancestros del actual pueblo palestino.

Alquds… la Santa

Otro de los argumentos del sionismo un tanto desesperado en su afán de separar entre Jerusalén y su pueblo autóctono árabe-palestino, es aquello de que el Torah (y por consiguiente, el Antiguo Testamento) menciona varias veces el nombre de Jerusalén y El Corán ninguna, argumento este que ya vimos que es falso. En realidad, El Corán se refiere a Jerusalén y al resto de Palestina en varias suras con las expresiones de: La mezquita de Al Aqsa, Al Qarya (La Villa) y Al Ard (el lugar), tal como lo explican numerosos especialistas musulmanes en la materia, como Imran Husein en su obra (Jerusalén en El Corán) publicado en inglés por Dar Al Quran, en Nueva York, en 2002 y traducido al árabe por Mahmud Assuqi.

Pero si queremos recurrir a esta dialéctica utilizada por los propagandistas de Israel, podemos constatar que sólo en lengua árabe Jerusalén es denominada La Santa (Al Quds) y (la Ciudad Santa: Bait Al Maqdes), por lo tanto, y siguiendo la lógica de los propagandistas de Israel, la ciudad sería santa sólo para los árabes, musulmanes y cristianos, y no para los judíos dado que estos no la denominan Santa.

El profeta Mohammad se refiere a Jerusalén como «Bait Al Maqdes» en numerosos Hadizes suyos, además de referirse a la ciudad siempre que decía, en otros muchos Hadizes, «la Mezquita Al Aqsa«. En uno de estos Hadizes el profeta Mohammad dice que «una oración en Jerusalén equivale a mil oraciones en otros lugares». En otro celebre Hadiz dice: «No se peregrina salvo a tres mezquitas: la mezquita Al Haram, esta mezquita mía (en Medina) y la mezquita Al Aqsa» » .

Más aun, el nombre hebreo de Jerusalén, Yerushalaim, ni siquiera es hebreo, sino cananeo, como es el caso de la inmensa mayoría de los nombres de las localidades de Palestina mencionados en los textos religiosos judíos, pues la Ciudad Santa existía desde hacía más de 18 siglos antes del inicio de la invasión hebrea de Palestina en 1240 a.c . y más de 20 siglos antes de su conquista por David, siempre según los textos religiosos judíos.

Jerusalén fue fundada por la tribu cananea de los jebuseos y su nombre en el año 3000 a.c.era Jebus (Yabus en cananeo) y 500 años más tarde, en el 2500 a.c. adquería el nombre de Salem (Genesis 14:18). No hay duda alguna en ningún ámbito académico especializado sobre el extremo de que Salem era la Jerusalén de hoy. Esta certidumbre se remonta al siglo IV (La Vulgata, traducción de la Biblia hebrea y griega al latín realizada el año 382 por orden del Papa Dámaso I).

Dos siglos después Jerusalén fue conquistada -siempre según el Torah- por David, ayudado por los filisteos. Recordemos aquí que David era aliado de los filisteos y estuvo al servicio del rey Aquis (Achish) de la ciudad filistea de Gat (en la actual franja de Gaza) y le ayudó a derrotar al primer rey de Israel, Saul, en la batalla de Gilboa acaecida cerca del año 1010 a.c. Saul y tres de sus hijos fueron muertos en la mencionada batalla, tras la cual David fue elegido por la tribu de Benjamin como rey de Judá, pero las otras 11 tribus judías no le aceptaban y eligieron a Isboset, un familiar lejano de Saul, para ser su sucesor de este como rey de Israel hasta que el nuevo rey fue asesinado y las 11 tribus del norte aceptaron a David como rey. Fue entonces cuando David unificó a Judá e Israel y decidió conquistar la ciudad neutral de Salem, que hasta entonces nunca había tenido presencia judía alguna (2º Samuel 5:1-10). Así, David se enfrentó a sus antiguos protectores, los jebuseos y se apoderó de su ciudad, Salem, que hasta entonces nunca había salido de la mano de sus fundadores cananeos.

Jerusalén se llamaba entonces Salem y los hebreos mantuvieron este nombre cananeo convertido en Yerushalaim, o sea, Ciudad de Salem, simple y llanamente. (fuente: Tierra de Canaán, Isaac Asimov, 1971).

Siguiendo esta línea, los mencionados autores y propagandistas sionistas hablan de vestigios del Templo de Salamón que dicen que existen debajo de las mezquitas de la Roca y Al-Aqsa, lo cual es absolutamente falso, dado que al cabo de 46 años transcurridos desde que Israel ocupó militarmente Jerusalén Este, en los que los equipos arqueológicos israelíes no descansaron ni un día en su búsqueda de «vestigios» del Templo, estos no hallaron nada de nada de lo que buscaban.

Repito: Israel no ha encontrado nada de restos arqueológicos relacionados con el tan cacareado Templo y su alegación de que el llamado Muro de las Lamentaciones es una parte de aquél templo, no ha sido nunca respaldada por autoridad académica alguna ni por ningún arqueólogo independiente.

El propio profesor de Arqueología de la universidad israelí de Tel Aviv, Israel Finkelstein, ha recalcado una y otra vez este extremo, además de rechazar categóricamente que el Torah o el Antiguo Testamento sean unas fuentes fiables de la Historia.

Ese Templo, que se cree que Salomón terminó de construir en 957 a.c (Finkelstein y otros arqueólogos israelíes y occidentales expresan serias dudas acerca de la veracidad de que haya existido tal templo) fue destruido totalmente por Nabucodonosor II de Babilonia en 586 a.c. De ese Templo, que es el que veneraban los judíos, no quedó ni rastro. El segundo Templo de Jerusalén construido en 515 a.c. era de mucha menor importancia arquitectónica que el primero y fue totalmente destruido por el ejército romano encabezado por Tito, el 9 de octubre del año 70, tras haber arrasado Jerusalén.

Si tomamos en cuenta en primer lugar que el primer Templo «no era grande» (Enciclopedia Británica, Volumen 6, 1993) y si recordamos que estamos hablando de un período histórico y de una zona donde un sólo hombre, Sansón, podía derribar un templo simplemente tirando de dos columnas del mismo (Antiguo Testamento – Jueces:16) podemos fácilmente deducir que clase de construcciones eran aquellos dos templos.

¿Quién Construyó el Templo?

A todo esto se añade que los judíos no encuentran, en toda su intermitente y esporádica historia en Palestina, otra cosa de la que enorgullecerse excepto unas inexistentes ruinas de un pretendido templo que según todos los indicios era, de haber existido, de reducidas dimensiones y que fue destruido hace la friolera de 25 siglos. ¿En todos estos siglos no han podido los judíos construir otro templo de envergadura?

Ni siquiera aquel primer templo hubiera podido ser levantado si no fuera por la fundamental ayuda prestada al rey Salomón por su vecino el rey fenicio Hiram, de Tiro, quien le envió sus arquitectos (entre ellos el arquitecto fenicio del mismo nombre, Hiram), artesanos y canteros, que han sido los auténticos constructores de aquel templo judío, además de enviarle la madera de cedro. (Antiguo Testamento. Reyes I).

Todos los pueblos contemporáneos y anteriores al período que estamos tratando han dejado múltiples y grandiosas edificaciones, a pesar de que otras muchas desaparecieron a lo largo de los siglos. Egipcios, babilónicos, asirios, romanos, griegos, árabes, etc. cuentan hoy día con un riquísimo patrimonio arqueológico, artístico y arquitectónico, en muchas partes del mundo antiguo, excepto los judíos, que desde el actual y artificial Estado de Israel y sus aparatos de propaganda instalados en Occidente, vienen ensordeciendo a media humanidad con sus interminables historias y histerias sionistas relacionadas con un sólo Templo que en toda su historia fue al parecer lo único que vale la pena que fueron capaces de construir, y sólo gracias a la inestimable ayuda de los fenicios de Tiro.

Los propagandistas de Israel están aturdiendo a medio mundo (el occidental, por supuesto) hablando de aquel inexistente templo, con el único fin de cegar a la opinión pública occidental e hipnotizarla con una alucinación sionista que convierte la palabra Jerusalén en un sinónimo de la palabra judío, para así justificar de alguna medida sus espantosos crímenes en Palestina y excusar las incesantes operaciones y obras ilegales de judaización de la ciudad que Israel ocupa manu militari desde 1967.

De este modo los sionistas pretenden que Occidente olvide que Jerusalén es en realidad la ciudad del Santo Sepulcro, de la basílica de la Resurrección y de otras numerosas iglesias y monumentos históricos cristianos, a la vez que es la Jerusalén de las mezquitas de Al-Aqsa, de la Roca, de Omar, y de otras muchas mezquitas y monumentos islámicos construidos a lo largo de siglos y que son, junto a los cristianos, auténticas joyas del patrimonio de la Humanidad. Es más, la propia ciudad vieja de Jerusalén es de construcción islámica con algunos vestigios de la época romana.

Resulta que tantos y tantos gloriosos templos existentes de hecho desde hace muchos siglos no cuentan en absoluto para Israel, porque son cristianos e islámicos, y lo único que cuenta en la ciudad ocupada de Jerusalén, según el ocupante sionista, es un supuesto templo desaparecido hace 25 siglos y del que no queda ni rastro desde hace cientos de años.

Lo mismo sucede en el resto de Palestina, donde los judíos no cuentan apenas con vestigios, excepto tumbas imaginarias y nunca (en ningún caso) documentadas, mientras que musulmanes y cristianos tienen un sinfín de lugares santos, que están de pie, llenos de vida, desde hace muchos siglos. Hasta los romanos tienen en Palestina y en toda la región de Oriente Próximo un gran número de magníficos restos arqueológicos. Los hebreos, en cambio, no tienen nada de nada. Eso sí, una formidable propaganda, mucha mitología y un ensordecedor ruido.

Y no olvidemos nunca que estamos hablando de una ciudad ocupada por Israel, sin derecho alguno a permanecer allí. Israel, potencia invasora y ocupante de la totalidad del territorio de Palestina, lleva varias décadas ignorando y pisoteando la legalidad internacional, rechazando sistemáticamente las exigencias de la comunidad internacional, expresada en un sinfín de resoluciones de la ONU, para que se retire de los territorios palestinos ocupados desde 1967, incluida Jerusalén Este que debe ser devuelta a sus auténticos y legítimos dueños, los palestinos: musulmanes y cristianos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.